Las chicas adolescentes se ven más gordas de que los chicos

ortorexiaUn estudio de la UPV así lo revela aunque constata que distancia empieza a reducirse. Cada vez hay más chicos que se sienten con sobrepeso.
El Correo, por Javier Guillenea

No siempre quienes se miran en un espejo encuentran el reflejo de su imagen. Hay quien descubre al otro lado a una persona que parece ser ella pero no lo es. Tiene la misma mirada y gestos, la misma boca y unas manos similares, quizá algo más gruesas. Es parecida pero es otra porque se ve gorda, aunque no sea cierto. Para ella lo real es lo que percibe.

Según una investigación sobre trastornos de conducta alimentaria realizada por la psicóloga de la UPV/EHU Lorea Kortabarria, las diferencias entre realidad y percepción son más acusadas entre las jóvenes adolescentes, que «se ven más gordas de lo que realmente son». Por el contrario, los chicos «tienen una percepción más real de su peso», aunque cada vez menos. Pese a que aún no existen datos que lo prueben, Kortabarria está convencida de que «la diferencia entre chicos y chicas tenderá a decrecer, ya que cada vez más chicos padecerán trastornos alimentarios por la presión publicitaria sobre la propia imagen».

Es un convencimiento que nace de sus propias vivencias como psicóloga, que le han permitido atender a chicos extremadamente delgados que rompían a llorar en su consulta porque se veían gordos. «Los que más me han impresionado estaban en primero de Bachillerato. Uno que medía 1,88 metros y pesaba 67 kilos empezó a llorar y me preguntó si pesaba demasiado. El otro medía 1,99, su peso era de 74 kilos y le ocurría lo mismo. Los dos estaban muy delgados, lo que pasa es que la presión social hacia los chicos también es muy grande».

La sociedad puede presionar de muy diferentes maneras. Puede hacerlo por ejemplo sobre niñas consumidoras de golosinas que, cuando su cuerpo empieza a cambiar por la edad, comienzan a escuchar preguntas del tipo ‘¿cómo puedes comer tantas golosinas y no engordar?’ «Empiezan a preocuparse y si dejan de comerlas les preguntarán por qué lo han dejado. ¿Qué hacen? Para ellas es complicado», explica Kortabarria.

La presión también se sufre en el propio hogar. «En muchas familias hay gente que hace dieta constantemente, sobre todo las madres. Las niñas ven que en su casa hay preocupación por el cuerpo y es eso lo que aprenden. Si sus madres adelgazan, ellas hacen lo mismo y muchas veces son dietas muy poco saludables».

Para llevar a cabo su investigación, Lorea Kortabarria repartió cuestionarios a 1.075 adolescentes y jóvenes (536 chicos y 539 chicas). Con la ayuda de numerosos centros docentes, la psicóloga midió y pesó a cada uno de los participantes.Los resultados han quedado plasmados en la tesis ‘Variables asociadas a los trastornos de conducta alimentaria’, que ha sido dirigida por Carmen Maganto y Maite Garaigordobil.

La tableta de chocolate

Los cambios corporales empiezan en las chicas hacia los catorce años y es entonces cuando su imagen comienza a distorsionarse en el espejo. Se ven más gordas y quieren adelgazar pese a que no lo necesitan: buscan entrar en el selecto grupo de la gente feliz. «La principal razón que mencionan es que están insatisfechas con sus cuerpos», afirma Kortabarria. «Dicen que se ven mal y que así no van a lograr nada en el futuro, que no van a tener tanto prestigio ni van a ser aceptadas en la sociedad, que no van a ser felices ni lograr sus objetivos con tanta facilidad como si estuviesen delgadas».

Los chicos se sienten más a gusto que las chicas con su cuerpo y su autoestima es mayor, pero poco a poco están cediendo a las exigencias de su entorno. «Quieren ser más altos de lo que son y tener un índice de masa corporal mayor», indica la autora del estudio. Si antes el ideal estético para los chicos era «el de un culturista con los músculos bien marcados», ahora esa imagen ha cambiado. Lo que se lleva entre ellos, dice Kortabarria, es «la tableta de chocolate pero que no se le marque demasiado».

El estudio propone una serie de medidas como el desarrollo de programas de prevención y de intervención en la enseñanza, la familia y la sociedad en general. «Hay que prevenir estos trastornos en los niños desde muy pequeñitos y trabajar la alimentación desde el parvulario. En la familia –añade Kortabarria– hay que recordar que lo que se ve se aprende, no podemos pretender que nuestro hijo coma sano si nos ponemos a hacer la dieta de los sobres o las barritas y no cenamos o no desayunamos porque tenemos prisa».

Pero de nada sirve que los padres inculquen a su hijos la idea de «que hay distintos tipos de cuerpo y todos son positivos» si cuando los adolescentes salen a la calle se encuentran inundados por mensajes que vinculan delgadez con felicidad. El mundo está lleno de cristales que nos reflejan y ojos que nos observan. Vivimos en tantos espejos y miradas que corremos el riesgo de perder nuestra propia imagen. Si no hacemos nada para remediarlo, cuando nos la devuelvan estará distorsionada. «Es un problema social», sostiene Lorea Kortabarria.