Permanecer sin empleo o inactivos durante 6 o más meses puede agravar el problema de obesidad

Las personas con problemas de sobrepeso que se quedan sin empleo o inactivas por alguna lesión durante más de seis meses tienen más probabilidades de alcanzar niveles de obesidad, alertan desde el IMEO 

Las personas con problemas de sobrepeso que se quedan inactivas por desempleo o alguna lesión por más de seis meses, tienen más probabilidades de engordar, alertan los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). En concreto, pueden aumentar entre 10 y 15 kilos, que se añadirán a su exceso de peso, alcanzando así niveles de obesidad, según han observado en los últimos dos años en consulta desde el comienzo de la pandemia por COVID-19. Añaden que la incertidumbre laboral puede convertirse en importante fuente de ansiedad y estrés o, incluso, desencadenar depresión. Son factores que, asociados a una ingesta alimentaria excesiva y actividad física insuficiente, propician el aumento de peso corporal.   

“Las personas con sobrepeso y obesidad tienen más probabilidad de sufrir problemas de salud y trastornos psicológicos y a menudo sufren una discriminación silenciosa, ya que no sólo pueden ser descartados en una entrevista de trabajo por su aspecto físico, sino también corren el riesgo de ser despedidos por un mayor absentismo laboral”, señala Rubén Bravo, portavoz del Instituto.

“Es la mayoría de los casos de pacientes con obesidad, tenemos que recurrir a la cirugía para obtener resultados a largo plazo, y acompañar esta intervención con un tratamiento multidisciplinar que incluye apoyo nutricional y psicológico, logrando de este modo cambios importantes no sólo en la vida personal de la persona, debido al aumento de su autoestima, sino también en sus expectativas profesionales”, anota Bravo.

Desde el IMEO encuentran preocupante que la obesidad es señalada como una de las causas de absentismo laboral. Un estudio[1], realizado entre 174.000 empleados, dio la voz de alarma que los trabajadores con sobrepeso y obesos son más propensos a tomar una baja laboral por causas no relacionadas con el trabajo, independientemente si son metabólicamente sanos o no. En concreto, señalaba que los empleados con exceso de peso metabólicamente sanos tenían un 37% más de posibilidades de sufrir una baja laboral que los que tenían un peso normal; mientras que aquellos con diabetes, hipertensión o problemas de colesterol eran un 71% más propensos a sufrir una baja que los trabajadores no obesos.

Otra investigación ha sacado a la luz que las poblaciones con mayor número de personas con sobrepeso y obesidad en Inglaterra tienen tasas más bajas de productividad, señalando la obesidad como “una bomba de relojería económica y de salud”. En España, según datos del Ministerio de Sanidad, las Comunidades autónomas con mayores índices de obesidad son Andalucía, Murcia y Asturias. Curiosamente, la primera encabeza el ranking del desempleo para el pasado mes de enero con 21.048 nuevos parados[2].      

Cabe recordar que la obesidad severa, junto con algunos tipos de cáncer y males de corazón, está entre las enfermedades que podrían ser vistas como causa de incapacidad permanente[3], sobre todo si afecta las facultades del trabajador relacionadas con el desempeño de sus funciones. Además, a niveles más altos de obesidad, mayor probabilidad existe para desarrollar problemas metabólicos y psicológicos asociados, así como algunas comorbilidades. Entre ellas, diabetes, colesterol, hipertensión, problema de movilidad, depresión, ansiedad, peor calidad de sueño, tendencia de dolores y problemas articulares o musculares. Algunos estudios recogidos en diferentes metaanálisis incluso establecen que la obesidad aumenta más de un 50% el riesgo de padecer depresión, pudiendo ésta última también ser causa de sobrepeso.

Para ilustrar el estigma social y el miedo a convertirse en obeso se ha acuñado hasta un término, la gordofobia. Y no es para mucho menos, ya que en nuestro país una de cada seis personas adultas tiene problemas de obesidad, siendo mayor la incidencia[4] en las edades comprendidas entre 18 y 24 años y a partir de los 50, considerados períodos críticos a la hora de conseguir empleo. “Por lo tanto, no estamos ante casos aislados, sino ante un problema de salud pública que no puede seguir siendo marginado e infravalorado, ya que el pronóstico para 2030 es aún peor: según la OMS en España la enfermedad alcanzará niveles de pandemia”, recalca Bravo, reiterando la necesidad de más ayudas para su diagnóstico y tratamiento.


[1] Presentado en el congreso de la Sociedad Europea de Cardiología en 2017.

[2] Según las personas inscritas en las Oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). 

[3] Según un informe de la Seguridad Social de España.

[4] INE: IMC por edad y masa corporal, del 2020.

Aspectos clave sobre menopausia y aumento de peso

El buen vivir/ El periodista Digital, por Juan Luis Recio

El aumento de la depresión durante los últimos dos años, en época COVID, ha influido para el aumento del peso en las mujeres de cierta edad. Y los riesgos de salud asociados pueden reducir tanto la calidad, como la esperanza de vida de la mujer. La buena noticia es que hay cada vez más concienciación de la importancia de abordar esta etapa, empezando por perder los kilos de más. La verdad es que el aumento de los niveles de ansiedad en los dos últimos años dificulta el mantenimiento de un peso saludable, y se ceba en las mujeres con menopausia por los desajustes hormonales.

Ante ello, con motivo del Día Mundial de la Menopausia, el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) compartió un dato significante y positivo: durante los últimos dos años se han disparado un 38 por ciento las cirugías endoscópicas de reducción de estómago en mujeres con este perfil. Cabe recordar que el aumento de peso asociado a la menopausia puede “abrir la puerta” a otras patologías, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hígado graso, deterioro cognitivo, depresión, ansiedad, demencia, osteoporosis y algunos tipos de cáncer, especialmente de mama o de colon. Por tanto, recalcan los expertos, alcanzar un peso saludable y mantenerlo en el tiempo será decisivo para la salud global de la mujer en esta etapa y de ello dependerá su calidad y esperanza de vida.

“En esta edad las mujeres asumen que ya no se trata de un tema meramente estético, sino de algo complejo que puede afectar su salud global y esperanza de vida, y buscan una solución”, recalca Rubén Bravo, experto en nutrición y portavoz del Instituto, recordando que una de cada tres mujeres fallecen por enfermedades cardiovasculares[1], una de cada dos desarrolla hipertensión en la menopausia[2] y siete de cada diez sufre de depresión durante la transición[3].

Las representantes del sexo femenino suelen quejarse de que durante la menopausia empiezan a coger kilos de más con facilidad, prácticamente comiendo lo mismo y con la misma actividad diaria. “Esto tiene su explicación, ya que la pérdida progresiva de la capacidad de los ovarios para producir hormonas afecta directamente al incremento de la grasa corporal abdominal y la pérdida de masa muscular”, señala la doctora Laura Crespo, médico especialista en aparato digestivo y endoscopia bariátrica del IMEO. Al descender los niveles de estrógenos, que ayudan a metabolizar la grasa, se produce una disminución de la eficacia metabólica y el aumento de la grasa visceral. El descenso en los niveles de testosterona, favorecen la pérdida de masa muscular, a lo que tenemos que añadir una tendencia a retener líquidos. “El metabolismo basal se ralentiza y a partir de cierta edad necesita menos energía para funcionar, de modo que ingiriendo cantidades similares a las de antes, se puede engordar de forma progresiva si no se toman medidas activas”, avisa la experta.

Con la menopausia, sobre todo en el periodo inicial, se observa un aumento de la resistencia a la leptina que provoca un incremento de la tendencia a comer de más, con preferencia por alimentos adictivos como los ricos en grasas, azúcares simples, harinas refinadas, ultrapalatables y altamente calóricos. Por todo ello no extraña la aparición de síntomas depresivos, cambios de humor e irritabilidad, problemas de sueño y un consumo emocional de comida que contribuyen a la tendencia de ganar peso.

Con la disminución en la producción de hormonas a partir de cierta edad, y el impacto en la autoestima, las mujeres se vuelven más propensas a la hora de padecer problemas psicológicos y cognitivos, en concreto depresión, ansiedad, irritabilidad, nerviosismo, tristeza, inquietud, dificultad para concentrarse o memorizar, y pérdida de la libido o afecciones en el sueño.

“La menopausia tiene una comorbilidad con estados depresivos y ansiosos por dos razones principalmente”, explica la psicóloga del IMEO María González. En primer lugar, porque se produce una alteración hormonal, lo cual afecta directamente al estado de ánimo. La mujer se puede sentir más irritable, sufrir alteraciones del sueño y en algunas ocasiones puede notar una pérdida de control sobre su propio cuerpo a nivel psicológico, junto a una sensación de confusión y de no entender.

En segundo lugar, esta depresión generalizada se explica con una creencia socio-psicológica, muy arraigada en el pasado que percibía la menopausia como el fin de la etapa fértil. “Durante muchas generaciones la mujer se ha valorado por su capacidad de procrear y con el cese del ciclo menstrual pasaba a un estatus social menos productivo en todos los sentidos y se relegaba a la posición de cuidadora”, relata la psicóloga. Si a esto se suma un cambio corporal y una subida de peso, aumenta la probabilidad para que la mujer se sienta deprimida, pierda la sensación de atractivo y seguridad en sí misma. Esto la afectaría en todos los aspectos, tanto en cómo le responde su cuerpo, a cómo se ve en su imagen física o su posición social.

“Con el aumento de la calidad de vida y la incorporación de la mujer en la vida laboral, así como de su libertad a la hora de elegir su estatus social y sentimental, esta visión está cambiando y las mujeres pueden seguir aportando y disfrutando de su cuerpo y mundo afectivo sexual durante mucho más tiempo”, recalca González.

No obstante, hoy en día la presión sociocultural hacia la imagen de la mujer es muy fuerte: el éxito profesional y la felicidad van de la mano con un cuerpo delgado que debe lucir más joven de lo que es. Desencajar con este ideal puede causar frustración y enfatizar estas sintomatologías depresivas y ansiosas. En este sentido, “es sumamente importante trabajar para alcanzar un peso saludable y recuperar esa confianza de la mujer en sí misma y en su cuerpo, pero ya no para complacer a los demás, sino por amor propio y bienestar emocional”, concluye la experta.

Perder peso en la menopausia es tarea difícil y contrarreloj. “Cada mujer es “un mundo” y a la hora de elegir el tratamiento más adecuado, es recomendable realizar un estudio en profundidad de su perfil psicológico, emocional y hormonal, así como análisis de su composición corporal y eficacia metabólica”, aconseja el portavoz del Instituto Rubén Bravo. Cuando se necesitan perder entre 15 y 35 kilos, se puede plantear una cirugía endoscópica como el Método Apollo Reforzado, adaptado específicamente para este tipo de perfil de paciente.

Esta cirugía con certificado de la FDA, es una técnica que se realiza por la boca, sin cicatrices externas, que permite reducir la capacidad del estómago hasta un 70% de forma segura. Sus ventajas frente a otras cirugías son muchas: recuperación total en 48 horas, mínimo riesgo quirúrgico y un 84% de éxito en la pérdida total del exceso de peso y en su posterior mantenimiento en los siguientes cuatro años. Parte de este éxito, se debe al seguimiento multidisciplinar de dos años con el objetivo inicial de perder la totalidad de su exceso de peso, y posterior para lograr toda una reeducación en hábitos y aprendizaje en cuanto a la nutrición, la actividad física, la psicología y la medicina preventiva de la mujer en periodo de menopausia.

El diagnóstico inicial se basa en dos pruebas que ayudan a determinar el perfil de la paciente. En primer lugar, se realiza un estudio de eficacia metabólica y composición corporal, obteniendo los porcentajes de grasa, músculos y líquidos. Esto permite detectar si hay tendencia a la obesidad, riesgo cardiovascular, retención de líquidos, metabolismo lento o ineficaz y la distribución de la grasa localizada.

La segunda prueba que se realiza en IMEO a mujeres con menopausia que necesitan perder peso es un estudio de neurotransmisores y de hormonas como el cortisol, la serotonina y la dopamina, la acetilcolina o la leptina. Esto indica el perfil emocional de la paciente, qué tendencia y capacidad tiene para controlar la ansiedad, el estrés, la sensación de felicidad, su equilibrio emocional o el aprendizaje, así como si existe tendencia a la diabetes tipo dos, qué tipo de conductividad eléctrica hay en el tiroides, para descartar la tendencia a hipotiroidismo o el grado de adicción hacia alimentos ricos en grasas, harinas y azúcares.

[1] Según datos de la Federación Mundial del Corazón (WHF por sus siglas en inglés).

[2] Según datos de la Asociación de Cardiología Clínica de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

[3] Según una reciente investigación, publicada en la revista Menopause de la Sociedad Norteamericana

La inflación estrangula también a los comedores escolares con menús saludables más caros

La Sexta

El encarecimiento de la cesta de la compra provoca que en los comedores escolares con el mismo dinero ya no se puedan comprar las mismas cosas.

La directriz del Gobierno de alcanzar un 45% de productos de verdura y hortalizas para fomentar una alimentación saludable en los colegios gusta a los nutricionistas. La pregunta es cómo hacerlo con los precios de la cesta de la compra disparados. Y es que la inflación estrangula también a los comedores escolares.

Desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad, el nutricionista Rubén Bravo alerta de que la inflación actual va a interferir de manera directa en los beneficios que pudieran tener las empresas que hacen los menús, y esto podría conllevar un deterioro de la calidad de los productos del menú o una subida de su precio.

De hecho, ya hay seis comunidades autónomas que este curso aumentan los precios del comedor escolar en las escuelas públicas. Andalucía, Asturias, Cataluña, Castilla y León, Extremadura y Murcia.

Y a la vez que suben la inflación y el valor de los menús, también lo hacen las peticiones del Ministerio de Consumo que recientemente ha impulsado una normativa para que el 45% de los alimentos sean frutas y verduras en 2023.

Hoy el 11% son frutas y verduras, 14% carnes y pescados, 2% lácteos, 6% legumbres, 16% procesados y 24% cereales y refinados, según el Instituto Médico Europeo de la Obesidad. Advierten desde la institución que para mejorar la calidad hay dos maneras: bajando beneficios de las empresas que preparan menús, o haciendo que los padres paguen mas por un menú de mayor calidad.

Lo cierto es que estos menús escolares suponen una oportunidad de de garantizar una comida sana al día, especialmente a los niños y niñas que vienen de familias vulnerables. Además, en países donde se ofrecen de forma gratuita o a bajo coste se ha comprobado que permite a los alumnos socializar más, acudir más al centro y contribuye a disminuir el fracaso escolar y el abandono.

Tres consejos fundamentales para acabar con la retención de líquidos

Se trata de una dolencia que se produce más comúnmente en verano y en mujeres

Mundo Deportivo, por María Casas

Tres consejos fundamentales para acabar con la retención de líquidos
 Getty Images/iStockphoto

Un edema es una hinchazón causada por la acumulación de líquido en los tejidos del cuerpo. Conocida mayormente como retención de líquidos, el edema suele ocurrir en los pies, los tobillos y las piernas, aunque puede afectar todo el cuerpo, explican desde la Clínica Mayo.

Los principales síntomas de la retención de líquidos son el aumento de peso inexplicable, la hinchazón en algunas partes del cuerpo, el aumento del perímetro abdominal y la presencia de fóvea. La fóvea se experimenta cuando al presionar la piel firmemente con el dedo se produce un hundimiento que permanece durante algunos minutos o segundos después de quitar el dedo.

Desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) explican que el edema causa una sensación de pesadez y dolor muy molesto para la persona que lo experimenta.

Estos mismos expertos señalan que una de las causas más comunes de la retención de líquidos es el calor, por lo que suele producirse más en verano. Además, también puede producirse a causa del sedentarismo, la hipertensión, la ingesta de determinados medicamentos adiuréticos, una mala circulación o el excesivo consumo de sal en la dieta.

Por otro lado, existe un tipo de edema fisiológico que se produce durante la gestación, premenstruación y menopausia. De este modo es común que algunas mujeres experimenten de moderada a severa retención de líquidos durante la fase premenstrual.

Con la llegada del calor, es importante saber cómo hacer frente a la retención de líquidos, especialmente en mujeres, que son quienes tienen más riesgo de experimentarlo. Lo cierto es que hay personas que eliminándola pueden perder entre una y dos tallas.

Consumir alimentos que estimulen la diuresis

En primer lugar, para combatir la retención de líquidos, es fundamental consumir alimentos que estimulen la diuresis, es decir, que nos hagan orinar con más frecuencia.

Los expertos del IMEO aseguran que dentro de este grupo de alimentos se encuentran las frutas y las verduras, que, como tienen un alto contenido en potasio, “contribuyen a regular el nivel de líquidos en el organismo y su reparto equilibrado”.

Concretamente el vinagre de manzana, la alcachofa, la avena, la sandía, los espárragos, la hoja de diente de león, el té verde, el hinojo, el perejil, el zumo de arándano, el rábano y distintos condimentos como la nuez moscada, el orégano o el pimentón dulce, son alimentos que estimulan de forma natural la diuresis.

Beber agua abundantemente

Por otro lado, es fundamental beber agua de manera constante y de forma abundante con el objetivo de hacer frente al edema, aunque las personas piensen lo contrario.

“Debemos beber diariamente al menos medio litro diario, pero lo aconsejable es alrededor de dos litros, siempre y cuando no tengamos insuficiencia renal”, explican desde el IMEO.

El agua es fundamental para ayudar al organismo a expulsar las sustancias disueltas por medio de la orina y facilitar la depuración del mismo.

Reducir la sal en las comidas

Por último, es necesario reducir lo máximo posible la ingesta de sal en las comidas, ya que “incrementa mucho la presión osmótica”.

Además, las altas concentraciones de sal en sangre, “producen un extravasamiento de líquido al espacio intercelular y produce un edema considerable”, recalcan desde el IMEO.

Por ello, debemos de tener en cuenta que los alimentos, por sí solos, ya tienen una concentración natural de sal, por lo que no debemos añadir mucha más.

Los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad recuerdan que para combatir la retención de líquidos también hay que reducir al máximo los alimentos precocinados, embutidos y ahumados, carnes rojas, azúcar refinado, conservas enlatadas, quesos curados, bebidas gaseosas con ciclamato de sodio y las sopas deshidratadas.

Además, desde la Fundación Española del Corazón (FEC) recalcan que, a parte de mejorar los hábitos alimenticios y de hidratación, otras medidas que ayudan a disminuir los edemas son mantener las piernas elevadasevitar estar sentado durante periodos de tiempo muy largos y practicar ejercicio físico de manera regular.

La obesidad infantil, otra consecuencia de la pandemia en España que sitúa al país a la cabeza de Europa

SEGÚN LOS EXPERTOS, EL 18,1 % DE LOS NIÑOS QUE VIVEN EN HOGARES CON INGRESOS BAJOS CONSUMEN A DIARIO DULCES Y TIENEN MAYOR ÍNDICE DE SOBREPESO

El Cierre digital, por Ana Moreno

La asociación Save the Children ha publicado un alarmante informe sobre el aumento de obesidad infantil en España, situándose a la cabeza de Europa. Según señalan los datos, el exceso de peso en menores de 18 años ha aumentado alrededor del 28,1 %, una cifra que se agrava por el aumento de precios en verduras y frutas, según señalan los expertos.

Algunos de los hábitos que han incrementado el 28% la obesidad infantil son el cierre de aulas y comedores sociales, la paralización de actividades extraescolares y el aumento del uso de pantallas y videojuegos, son algunas de las causas que han tenido lugar durante la pandemia.

En España, los datos más elevados de obesidad infantil están relacionados con los hogares con rentas más bajas, el 32,5% de los niños de 4 a 6 años y en mayores rentas se sitúa al 19%, según señalan los últimos datos del informe ‘Adiós a la dieta mediterránea’: nutrición y hábitos saludables de la infancia en España de la asociación, Save the Children.

De acuerdo con el escrito “los países mediterráneos han pasado de tener una de las dietas más sanas del mundo a otra donde los dulces, la comida rápida y las bebidas azucaradas han sustituido a la fruta, la verdura, el aceite de oliva y el pescado”.

De tal forma que en España la obesidad infantil se sitúa en un 28,1%, una cifra que no ha aumentado en gran medida, ya que mucho antes de la pandemia se situaba en el 27,2% en España. A pesar de ello, algunos expertos relacionan la situación actual como es la crisis económica que se ha acentuado en nuestro país. “El aumento de precios en verduras y frutas puede estar entre el agravamiento de esta situación”, según indica el informe.

Los resultados han sido extraídos de una encuesta que la organización llevó a cabo en septiembre de 2021, donde cuestionó a más de 2.000 padres y madres con el fin de entender el impacto que ha tenido la crisis del Covid-19 en la nutrición y niños. Además, la encuesta fue comparada con la Encuesta Nacional de Salud de España (ENSE) que se realizó en 2017.

El 18% de los niños con hogares con menos ingresos consumen dulces a diario

Los expertos señalan que la alimentación y la actividad física del niño son los principales determinantes de la obesidad infantil, ya que el exceso de tiempo que pasa un niño frente a la pantalla y el número de horas de sueño son algunos de los factores que modifican esta enfermedad. Aún así, el nivel socioeconómico que tenga la familia, influirá de manera considerable en la salud nutricional del niño y sus hábitos saludables, según señala el estudio.

A las familias con mayor pobreza les resulta dificultoso sufragar actividades extraescolares o de ocio a un niño con el fin de evitar el sedentarismo o tratar problemas alimentarios o patologías bucodentales. El 18,1 % de los niños que viven en hogares con ingresos bajos consumen a diario dulces, en comparación al 10% de los niños menores de 18 años que viven en familias acomodadas. Estas familias (71% de hogares con altos ingresos) se pueden permitir que sus hijos practiquen actividades físicas y deportivas.

España lidera en el ranking de los países con mayor número de obesidad infantil

El estudio revela que nuestro país lidera junto a Chipre e Italia, el ranking europeo de obesidad infantil. Las cifras indican que uno de cada ocho niños que tiene entre 7 y 8 años sufre obesidad en Europa. Mientras en España la media se sitúa entre 1 de cada 5 niños, es decir, más del 18%.

Además, la crisis de la pandemia ha acentuado estos datos, si en 2017 el 56% de niños consumían a diario fruta, en la actualidad la media se reduce hasta un 40%.
Según el director general de Save the Children: ”Uno de los pocos datos positivos en el consumo de dulces es su reducción de casi un 70% y el de las bebidas calóricas. Sin embargo, es posible que este efecto sea coyuntural y debido a las restricciones de movilidad y el cierre de comercios y espacio de ocio donde adquirir este tipo de productos”.

Consejos para evitar la obesidad infantil

Según el Instituto Médico de la obesidad (MEO), las siguientes claves son algunas de las soluciones para mediar esta enfermedad

Desayuno sano y equilibrado. Alimentos que sean de absorción lenta y que aporten una cantidad de energía suficiente para todo el día, en lugar de alimentos ricos en azúcares. 

Limitación de las cantidades de azúcar ingeridas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que la cantidad de calorías diarias recomendadas debe superar el 10% ni menor que el 5%. IMEO aconseja que los padres observen la etiqueta de los productos azucarados como son los zumos de frutas o bebidas con alto contenido calórico. 

Practicar una hora de ejercicio diario y beber abundante agua. Los niños deben realizar alguna actividad física al menos cuatro veces a la semana. Esto le ayudará a rendir mejor en sus estudios y prevenir algunas enfermedades. 

Menos horas delante de la pantalla. Algunos estudios han confirmado que los niños pasan al menos dos horas y media al día viendo la televisión o jugando a videojuegos. Para mantenerse activos, es recomendable que al menos pasee durante media hora al día o dediquen tiempo a correr o montar en bici, por ejemplo. 

El estrés, la angustia y la crisis también son causas de sobrepeso

Para reducir el nivel de angustia, los expertos recomiendan plantearse objetivos o propósitos de vida realistas y cultivar una sensación de manejo de nuestro propio tiempo.

EFE / Prensa Libre

La angustia existencial, un malestar que surge al sentirse vacío, sin energía, motivación ni rumbo, por situaciones que están fuera de nuestro control, como la pandemia, el deterioro ambiental y económico o la guerra, puede llevarnos a utilizar la comida como refugio y estímulo, fomentando un aumento del peso corporal.

A veces “nos quitamos un peso de encima” al liberarnos de un problema o una preocupación, pero en otras ocasiones nuestro ánimo está tan decaído que parece que el alma nos pesara. La angustia existencial es una alteración anímica cuyo peso se nota en el alma, pero también en el cuerpo, según los expertos.

“Una persona adulta promedio tiene hoy muchas más probabilidades de desarrollar obesidad que cinco décadas atrás”, según el nutricionista Rubén Bravo, del Instituto Médico Europeo de la Obesidad. Los estados aflictivos y la falta de sentido o motivación vital refuerzan esa tendencia al sobrepeso.

El estrés, la angustia y la crisis fomentan el sobre peso
Una mujer come para calmar su ansiedad. Foto Prensa Libre: IMEO.

La psicóloga María González sugiere reflexionar sobre nuestros propósitos en la vida, establecer objetivos a corto plazo que nos generen satisfacción, y diseñar un plan de acción realista para progresar y alcanzarlos, centrándonos en lo que depende de nosotros y no en los factores sociales fuera de nuestro control.

La pandemia de covid-19, el cambio climático, el deterioro de la situación económica, el encarecimiento de la energía y ahora una guerra de consecuencias imprevisibles. Cuando aún no nos hemos recuperado de un golpe psicológico y emocional, nos llega otro. Tenemos muchas razones para sentirnos afligidos….

…Y existe un tipo de aflicción, denominado angustia existencial, que puede repercutir negativamente en un nuestro peso corporal, haciendo que engordemos, cuando intentamos mitigarla por medio de la comida, advierten desde Instituto Médico Europeo de la Obesidad, IMEO.

Los psicólogos han detectado últimamente un tipo de angustia existencial muy frecuente en los pacientes y relacionada con la pandemia del covid19 y las consiguientes restricciones, confinamientos y cuarentenas que han vivido, según explica a EFE la psicóloga María González, de este Instituto.

LA PANDEMIA Y LOS KILOS DE MÁS

Las personas afectadas por esta alteración anímica “a menudo se sienten impotentes por no poder cumplir sus propósitos o sueños, como independizarse, establecer una relación de pareja, conseguir ciertas metas laborales o viajar”, señala.

Explica que se trata en general de una especie de desmotivación vital, debida a la frustración por no haber cumplido sus principales objetivos y alcanzar los resultados que supuestamente habrían traído, como la felicidad y la satisfacción, “por lo cual algunas personas a menudo vuelcan su angustia en la comida”.

El estrés, la angustia y la crisis fomentan el sobre peso
A veces “nos quitamos un peso de encima” al liberarnos de un problema o una preocupación, pero en otras ocasiones nuestro ánimo está tan decaído que parece que el alma nos pesara. Foto Prensa Libre: IMEO.

“En los casos más graves esta frustración puede manifestarse a nivel físico, en forma de ojeras y piel apagada, caída del cabello, fatiga y desgana, pero también a través de un aumento del peso corporal”, advierte González.

Esta psicóloga explica que esta angustia existencial puede conducir al sobrepeso o la obesidad, cuando la persona utiliza la comida como un refugio e intenta regular su ansiedad ingiriendo alimentos para obtener placer a corto plazo.

Además, “tener obesidad también hace que dirijamos su atención hacia su exceso de kilos, distrayéndose de la necesidad de tomar otras decisiones importantes en su vida y que tienen que ver con sus anhelos verdaderos”, advierte esta psicóloga.

Este tipo de angustia se debe a que la persona comete un error de perspectiva al confundir sus deseos con sus necesidades. Entonces, al no conseguir lo que se ha propuesto en el momento actual, deja de disfrutar de la vida en general, según esta psicóloga.

González recomienda planificar acciones y tomar decisiones que nos pueden ayudar a hacer realidad un deseo, pero sin confundirlo con una necesidad.

Es necesario que aclararemos nuestra mente, asumiendo, por ejemplo, que quizá deseemos tener una pareja, pero no la necesitamos para ser felices ahora mismo, en este preciso instante, según puntualiza.

Para reducir el nivel de angustia, González, recomienda plantearse objetivos o propósitos de vida realistas y cultivar una sensación de manejo de nuestro propio tiempo, más allá de factores como la edad, la situación económica, el estado físico o la de salud, ya que “jamás nos beneficiará sentir que estamos delimitados o parados por alguna circunstancia”.

RECUPERAR LA MOTIVACIÓN

Cuando tenemos esto claro podemos valorar las acciones concretas que nos pueden acercar a nuestros objetivos, prosigue. “Si ahora mismo no podemos realizar el viaje de nuestros sueños, podemos trazar un ‘plan B’ consistente por ejemplo en una escapada a un lugar que esté a nuestro alcance para poder experimentar la satisfacción que se siente al hacer ese ensayo de un gran viaje y la emoción de planificarlo”, sugiere.

La angustia existencial puede surgir cuando a raíz de una situación crítica, la persona siente que su vida se ha paralizado, porque muchos de los estímulos que le generaban una emoción positiva, ilusión o satisfacción se ven cortados radicalmente, pudiendo planificar solo a muy corto, señala González.

Explica que “los problemas sociales y circunstancias como la pandemia, la guerra y las crisis económicas, pueden generar en algunas personas una profunda falta de esperanza, acabando con su visión optimista del futuro, que pasa a ser percibido como algo peligroso del que se puede esperar cualquier cosa”.

En esos casos “el simple hecho de no saber lo que nos espera, termina paralizando e inhabilitando nuestro presente”, señala. Es la angustia existencial que describió el filósofo Jean Paul Sartre como “un miedo al futuro, pero no de las cosas, sino de la posibilidad y responsabilidad de decidir sobre ellas”, según esta psicóloga.

El estrés, la angustia y la crisis fomentan el sobre peso
Una mujer angustiada por la pandemia. Foto Prensa Libre: IMEO.

Añade que la angustia existencial está muy relacionada con la incertidumbre ante el futuro y la falta de control (el cual nunca será absoluto) que tiene una persona sobre su propia vida, lo cual es inherente a la condición y a la experiencia humana, añade.

Por eso “encontrarle un sentido a nuestra existencia y dirigir la atención y el control a lo que si depende de nosotros, a nuestra actitud y decisiones, ayuda a lidiar con esa angustia”, enfatiza.

“Reflexionar sobre nuestro propósito en la vida y analizar si estamos actuando en coherencia con dicho propósito”, puede ayudarnos a reencontrar el rumbo y la motivación perdidos, según esta experta.

Obesidad y Covid, una “bomba de relojería” de efecto retardado para el corazón

La coexistencia de las dos pandemias puede desencadenar problemas colaterales a nivel psicológico y cardiovascular, reduciendo la esperanza de vida de quienes las padecen, avisan desde el IMEO

Con el motivo del Día Mundial de la Obesidad que se celebra hoy, 4 de marzo, el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) ha alertado que la coexistencia de estas dos pandemias, de obesidad y Covid-19, durante un período más prolongado puede comprometer la salud del corazón de quienes las padecen, dando lugar a una reducción de la esperanza de vida por sus secuelas físicas y psicológicas.      

En concreto, “el sobrepeso y la obesidad elevan el riesgo de hipertensión y ateroesclerosis y con ello, la probabilidad de sufrir infartos cardiacos y cerebrales; aumentan la resistencia a la insulina que acaba dando lugar a diabetes tipo II, cuyo desarrollo puede derivar en ceguera o amputaciones de miembros por isquemias; favorecen enfermedades respiratorias, como la EPOC o el asma; ocasionan problemas de articulaciones, hígado graso y trastornos mentales, tipo ansiedad y depresión, al igual que el riesgo de desarrollar cáncer”, enumera la larga lista de afecciones Rubén Bravo, portavoz del IMEO.  

“No olvidemos que hoy en día un adulto promedio tiene muchas más probabilidades de ser obeso que cinco décadas atrás”, prosigue el experto y señala como ejemplo China, que en los años setenta prácticamente carecía de obesidad y ahora encabeza la lista a nivel mundial, con cerca del 8% de su población, seguida  por Estados Unidos. “Una década atrás se temía que, si no se tomaban medidas, en 2025 uno de cada cinco adultos podría ser obeso y en España ya estamos al 22% en obesidad adulta[1], es decir, afrontamos un peor escenario y nos falta por evaluar otros problemas colaterales que han surgido a raíz del Covid-19 a nivel psicológico y cardiovascular y la relación que guardan con los mecanismos de un envejecimiento acelerado”, anota Bravo. Por ello, insiste, es fundamental tomar conciencia sobre la magnitud del problema y aunar esfuerzos para su adecuada gestión. 

El sobrepeso y la obesidad afectan al corazón y aumentan el riesgo de muerte prematura

En los últimos dos años la obesidad ha cobrado una mayor relevancia, debido a que el virus afecta a numerosos órganos ya debilitados, haciendo que aquellos que han padecido ambas patologías al mismo tiempo hayan visto aumentada su probabilidad de desarrollar síntomas graves e incluso, fallecer.

“El Covid-19 ha supuesto un grave riesgo para el corazón de los pacientes con obesidad que ya de por sí sobrecargado, es sometido a un sobreesfuerzo inherente a cualquier infección”, explica la nutricionista clínica Carmen Escalada. Esto favorecerá su envejecimiento prematuro, así como un peor pronóstico, ya que va a propiciar un mayor acúmulo de líquido en los pulmones que hará que éstos no ventilen bien y que la concentración de oxígeno que llegue al corazón no sea suficiente. Además, sabemos que el coronavirus tiene la capacidad de infectar el músculo cardiaco, pudiendo provocar una inflamación conocida como miocarditis que es aún más grave en pacientes con obesidad, ya que su órgano está más debilitado y su respuesta inflamatoria es más agresiva y desmedida.

Asimismo, cabe recordar que la obesidad afecta a nuestros genes favoreciendo el envejecimiento y la muerte prematura. Por un lado, acelera la disfunción celular, aumentando el riesgo de patologías como los infartos o el alzhéimer y la proliferación descontrolada de células, que puede dar lugar a tumores y, por tanto, al cáncer. Por otro, actúa como un catalizador de la velocidad a la que se acortan los telómeros de nuestros cromosomas. Puesto que ésta es, en parte, la que marca nuestra esperanza de vida, su mayor velocidad de acortamiento hace que envejezcamos antes. “Por todo esto, se estima que una persona con sobrepeso puede vivir de media de tres a cinco años menos que quien no lo padezca y, si tiene obesidad mórbida, la esperanza de vida puede bajar hasta diez años, exactamente la misma reducción a la que se expone un fumador[2]”, resume.

La angustia existencial que preocupa a los psicólogos    

A raíz de la pandemia de Covid-19, las sucesivas restricciones y cuarentenas, hemos experimentado una alteración en nuestra percepción del tiempo, pero no así de nuestra sensación de crecimiento. “Mucha gente tiene la sensación de haber envejecido más de la cuenta en este tiempo, como si su vida se hubiera paralizado, debido a que muchos de los estímulos que nos generaban una emoción positiva, ilusión o satisfacción se vieron cortados radicalmente, con lo cual nos vimos en un estado en el que no podíamos planificar más allá de un cortoplacismo en nuestras casas y cómo todos aquellos inputs de satisfacción se veían mermados”, explica la psicóloga del IMEO, María González.

Los psicólogos hablan de un tipo de angustia existencial muy frecuente en los pacientes últimamente, que a menudo se sienten impotentes por no poder cumplir sus propósitos o sueños, como independizarse, establecer una relación de pareja, conseguir ciertas metas laborales o viajar. En los casos más graves esta frustración puede manifestarse a nivel físico como aumento del peso corporal, ojeras y piel apagada, caída del cabello, fatiga y desgana. 

“En general, se trata de una especie de desmotivación vital, debida a la frustración de la persona por no haber cumplido sus principales objetivos y las consecuencias que ella piensa que les traerán, que suele ser felicidad y satisfacción, por lo cual a menudo llegan a volcar su angustia en la comida o en un aislamiento social voluntario, acompañado a veces con un descuido físico”, señala González.

Se explica con un error de perspectiva por confundir deseos con necesidades de modo que, si en este preciso momento no se logra lo propuesto, se da orden al cerebro de no disfrutar de la vida. Es importante mantener en estos casos una motivación elevada, planificar acciones y decisiones que nos pueden ayudar a conseguir un deseo sin confundirlo con una necesidad, explica la psicóloga, como aclarar a la mente, por ejemplo, que se desea tener una pareja, pero no se necesita para ser feliz en este preciso momento.

Asimismo, es muy importante combatir el sedentarismo, mantenerse físicamente activo y motivado, tener objetivos o propósito de vida y cierta sensación de manejo del propio tiempo, sin tener en cuenta factores como edad, estado económico, físico o de salud, ya que jamás nos va a beneficiar sentir que estamos delimitados o parados por alguna circunstancia. Una vez teniendo esto claro, se pueden empezar a valorar las acciones concretas que nos pueden acercar a estos objetivos. “Si en este preciso momento no podemos realizar el viaje de nuestros sueños a un destino exótico, se puede trazar un plan B con una escapada que esté a nuestro alcance para que nos ayude a experimentar la satisfacción que se siente al ensayar o la emoción de planificar un gran viaje. “Recordemos que el cerebro no diferencia entre lo que es real y lo que es imaginario a nivel de imágenes, por esto es muy importante no perder de vista los propósitos vitales y sobretodo delimitar


[1] Según el reciente estudio ENPE, publicado por la Revista Española de Cardiología.

[2] Según un estudio internacional publicado en The Lancet que analiza la relación entre los niveles de obesidad y muerte prematura.   

Consejos para no aumentar de peso en Navidad con un cambio en la actitud

Excederse en más de 1000 Kcal, por encima de las calorías recomendadas, puede suponer un aumento de 80-90gr de grasa al díay de hasta un kilo por semana, avisan los expertos en nutrición del IMEO

Christmas appetizers celebration table setting with woman’s hands. toning. selective focus

Las Navidades son un clásico a la hora de coger kilos de más y, aunque los días señalados se pueden contar con los dedos de una mano, la falta de moderación en las comidas y el descontrol fácilmente nos podrán pasar factura entre 2 y 5 kilos de más, avisan desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad.   

“Las reglas del juego son las mismas en términos de nutrición y, a pesar de que la mayoría de la gente es consciente de que ciertos alimentos y comidas les engordan, no cambian de actitud, ni se ponen límites”, reflexiona Rubén Bravo, experto en dietética y gastronomía y portavoz del IMEO. Por esta razón, plantea pautas realistas y no idealistas que la mayoría de personas puedan seguir, sin tener que realizar restricciones excesivas en cuanto a los festejos entorno a la mesa. Disfrutar las Navidades dándose algún capricho, pero siempre y cuando sea “la excepción de la regla” y no la norma. 

Cambiar de actitud para no engordar durante las Navidades

Teniendo en cuenta el índice de tasa metabólica, dependiendo del sexo, la edad y el peso de cada persona, así como del ejercicio que realiza, podemos establecer que un exceso de más de 1000 Kcal en la dieta puede suponer un aumento de 80-90gr de grasa al día, dando lugar a subidas de hasta un kilo por semana. Algo típico en los períodos vacacionales, donde la alimentación habitual queda desplazada por comidas más calóricas y snacks, a la que se suma una mayor ingesta de alcohol y menor tiempo de ejercicio. Con el fin de evitar el peor de los escenarios y un posterior sentimiento de culpa o frustración, la nutricionista del IMEO, Sonia Peinado, recomienda tomar medidas para trabajar el autocuidado y el control. 

Cambiar ‘el chip’: la Navidad no debe ser excusa para cometer excesos gastronómicos

Las Navidades en España apenas duran cinco días –Nochebuena, Navidad, Fin de año, Año Nuevo y Día de Reyes-y sería un error tomárselos como una temporada en la que se puede abandonar por completo la dieta saludable o el estilo de vida activo, sustituyéndolo por excesos de alcohol, comida calórica y pasatiempo sedentario.

Hay que comprender las Navidades como fechas y comidas puntuales; el resto del tiempo nuestro estilo de vida prácticamente no debe cambiar.


Realizar días de compensación: día de fiesta, seguido por día de bondad

“El cuerpo nos lo va a pedir, después de un evento donde se come más de lo habitual, el sistema digestivo se siente saturado, y agradece que las próximas ingestas sean más ligeras, saludables y no tan abundantes”, apunta Bravo.

Eso de “mejor no desayuno para compensar la comida/cena de hoy” no puede estar más equivocado. Aumentaría nuestra ansiedad y hambre emocional haciendo que comamos más cantidades, siendo a veces, incapaces de medir o parar. Para no entrar en este círculo vicioso será mejor olvidarnos de las restricciones, tomar algún tentempié o fruta una hora e ir sin hambre a la comida, porque igual que cuando hacemos la compra, será más fácil elegir y medir las cantidades.

En el día de compensación, nuestro menú debe ser abundante en vegetales y alimentos naturales poco elaborados, con un consumo óptimo de agua, entre 2 y 2,5 litros, que facilitará las funciones depurativas, aportará saciedad y ayudará a regular la temperatura corporal.

Evitar comer de sobras: comprar lo justo premiará nuestro bolsillo y salud

Si planteamos comidas de compensación, es muy importante comprar las raciones juntas, según el número de comensales, así se evitará comer de sobras durante los días posteriores. No sólo lo agradecerá nuestra salud, sino también nuestro bolsillo con un menor gasto en la lista de la compra.


Limitar la ingesta: en la moderación está la virtud[1]

Se trata de seguir ciertas normas que limiten las cantidades en la ingesta de aquellos alimentos que son más calóricos y menos saludables. Aunque en teoría el mensaje parece bastante simple, es complejo aplicarlo en la práctica, ya que se da por sentado que se tiene criterio nutricional, voluntad y autocontrol para llevarlo a cabo.

Si no se tiene un claro criterio nutricional, se puede usar una regla sencilla de “recortes sucesivos”: tomar el primer plato entero, que suele ser el más ligero, como sopa, crema o verduras; dejar el segundo a medias, dando preferencia a la proteína y descartando la guarnición más contundente como patatas o pasta; y, a partir de allí, ir diezmando, tomando un vaso de tinto, un trocito de turrón o la mitad del postre, por ejemplo”, explica Bravo.
Otro truco que podemos utilizar es poner en práctica métodos más visuales y genéricos para medir las raciones, como el “plato Harvard” (la mitad consiste en verduras y fruta, y la otra reparte repartida entre proteínas y cereales integrales, granos o semillas) o la regla de la mano. Según esta última forma de medición, “la estructura de nuestra mano nos puede orientar en las medidas aproximadas de las cantidades según cada etapa: las palmas de las manos juntas en forma de cuenco estimarían la ración de verduras y hortalizas; el puño cerrado, los cereales integrales, granos y semillas; el centro de la palma nos indicará la cantidad de proteína en forma de carnes o pescados a consumir; lo que nos cabría en una mano, la cantidad de fruta; la punta del pulgar marcará cantidad de mantequilla; dos dedos serían el equivalente a la ración de queso; una posible medida para postres sería el espacio entre las falanges proximales desde el índice al meñique, visto con el puño cerrado”, explica la nutricionista Sonia Peinado.

Priorizar la calidad y no la cantidad: es mejor probar sin repetir los manjares que prohibírnoslos

Todos los carbohidratos que se ingieren en la dieta son transformados en glucosa, que absorbemos en el intestino y que va a parar al hígado para transformarla en glucógeno, una molécula fácil de almacenar y de rápida utilización en caso de necesidad, que es el sustrato energético por excelencia. “Si consumimos azúcar sin control, sobrepasando los límites de almacenamiento de glucógeno, este exceso comenzará a convertirse en grasa, pues constituye una forma de reserva energética a largo plazo”, explica la experta. En un consumo moderado, un aporte adecuado de estos macronutrientes mejorará nuestro rendimiento deportivo y masa muscular. Porque no es lo mismo tomar alimentos ricos en grasas monoinstauradas (frutos secos, aguacate, pescados azules, aceite de oliva, girasol) que saturadas (aceite de palma, mantequillas, helados, precocinados, bollería), ya que éstos últimos incrementarán los niveles de colesterol en las arterias. Por esta razón, recalca Peinado, “es más importante la calidad que la cantidad y nos será más fácil limitarnos a no repetir, que quedarnos sin probar el postre”. 

Incrementar el gasto calórico: más actividad física y menos televisión

El ejercicio físico es la forma más efectiva de influir en nuestro metabolismo, teniendo en cuenta que aproximadamente un 40% del peso de un hombre adulto y un 30% del peso de una mujer está constituido por músculos. Llevar una vida activa no sólo mejorará nuestro metabolismo, sino también nuestra masa muscular que nos ayudará a quemar más grasa, por lo que sería un buen propósito de Navidad. Podemos ir al gimnasio, salir a caminar con amigos, bailar con los hijos o la pareja, realizar alguna actividad en equipo o deporte outdoor, como esquí, ciclismo o partida de pádel, utilizar las escaleras en vez del ascensor, recorrer en pie las distancias cortas en lugar de coger coche o transporte público. 

Está demostrado que técnicas tipo mindfulness, de observación consciente, pueden reducir la ansiedad y los comportamientos autodestructivos, además de aumentar nuestra inteligencia emocional. Son muy útiles para aprender a disfrutar del momento, sin utilizar la comida como vehículo.


[1] La célebre frase es de Aristóteles y aparece como concepto filosófico en su libro «Ética de Nicómaco» del s. IV a. C. 

Año nuevo sin publicidad infantil de comida malsana

Los anuncios de alimentos insanos dirigidos a niños tienen los días contados en España, pero no por ello va a disminuir la obesidad infantil, avisan desde IMEO y claman por más consciencia social sobre la importancia de una educación nutricional adecuada

·        Nueve de cada diez anuncios dirigidos a niños son de productos no saludables, avisan de la OCU.

·        El 23,3% de la población infantil en España tiene sobrepeso y un 17,7%, obesidad[1].

·        Se estima que las restricciones televisivas y digitales adoptadas en Reino Unido podrían reducir la ingesta calórica de los niños con 7.200 millones al año, evitando 20.000 nuevos casos de obesidad infantil en los próximos años[2].

Se espera que la medida impulsada por el Ministerio de Consumo de España para frenar el aumento del sobrepeso y la obesidad infantil entre en vigor a partir de enero del 2022. Según esta nueva normativa habrá cinco grupos de alimentos que no van a poder publicitarse para menores de edad, independientemente cuál es su composición nutricional, entre ellos, productos de confitería de chocolate y azúcar, barritas energéticas, dulces, postres, productos de pastelería, galletas, zumos, bebidas energéticas y helados. El resto de productos alimentarios tendrán que pasar una criba y, si su aporte de calorías o su concentración de grasas totales y saturadas, azúcares totales y añadidos o sal superan los considerados como adecuados por la OMS, tampoco podrán ser objeto de publicidad infantil.

“Aplaudimos la medida, porque supone un paso adelante en la lucha contra la obesidad infantil, pero queremos dejar claro que con la limitación de los anuncios publicitarios el problema no desaparecerá “por arte de magia”; hace falta más consciencia social sobre la necesidad de educación nutricional que se debe fomentar tanto desde casa, como en los colegios para avanzar en la materia y garantizar el desarrollo físico de nuestros menores en un entorno saludable”, señala Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Comprendemos que esta nueva normativa afecta a muchos fabricantes del sector de la alimentación, pero también creemos que a la larga les impulsará a implementar medidas de auto regulación aún más restrictivas que la propia norma por el bien del consumidor, añade. Queda mucho por hacer como, por ejemplo, mejorar el etiquetado nutricional haciéndolo más visible (en ocasiones la letra es tan pequeña que cuesta leerlo), más comprensible y estándar; seguir trabajando para desarrollar más variedad de productos saludables, listos para el consumo y rápidos de cocinar, ya que éste es uno de los argumentos más empleados en la actualidad a la hora de explicar por qué hay tanta gente que no lleva una alimentación sana.

“A pesar de que esta normativa suscita polémica por ser mucho más restrictiva y limitante que la anterior (el código PAOS vigente desde el 2005 hasta ahora), aún se pueden hacer mejoras, extendiendo la limitación a los productos con elevadas concentraciones de cafeína o edulcorantes, ya que su consumo excesivo o frecuente puede provocar problemas de ansiedad, hiperactividad, dificultad para conciliar el sueño y una mayor apetencia de comer dulce”, argumenta la nutricionista clínica Carmen Escalada.

Otras medidas que se puedan adoptar para reducir el sobrepeso y la obesidad en niños y adolescentes

Además de limitar la publicidad infantil de comida malsana, desde IMEO recomiendan fomentar la educación nutricional en todos los ámbitos con la incorporación de personal calificado en los colegios y en los centros deportivos y sanitarios. Para que los niños y adolescentes coman bien es esencial que tengan acceso a alimentos sanos; por ello es importante restringir la disponibilidad de los productos comestibles insanos y a los ultraprocesados que se cuelan en los menús escolares y están muy presentes en las máquinas de vending o en lugares de ocio, como cines y boleras.

Según el último informe Aladino, uno de cada cuatro menores dedica más de 3 horas al día a actividades sedentarias, como pantallas o lecturas. Por ello, es importante combatir el sedentarismo y favorecer la práctica de ejercicio físico de los niños y adolescentes, “ya sea aumentando las horas de educación física, la oferta de actividades deportivas o potenciando el ocio activo”.

En cuanto a los horarios en los que será restringida la publicidad[3], “la franja tarde – noche es especialmente crítica, ya que es cuando se suele manifestar el hambre emocional y la ansiedad”, señala Escalada, porque hemos vuelto en casa y tenemos acceso rápido y libre a la comida. Si en este momento, cuando tenemos más exposición a la televisión, el internet y las redes sociales, recibimos estímulos audiovisuales en forma de anuncios o publicidad de comida malsana, estaríamos ante un “coctel perfecto” de malos hábitos, añade. En consecuencia, aumentará el deseo de consumir alimentos ricos en grasas, azúcares y/o sal, debido a que son altamente palatables, de sabores muy intensos que terminan creando adicción, porque su ingesta genera placer.

El panorama a nivel global

Actualmente, en España en torno al 23,3% de niños y adolescentes tiene sobrepeso y hasta un 17,7%, obesidad. Si esto ya de por si no fuera preocupante, empeora más aún si se tiene en cuenta que en algunas franjas de edad, como los menores de 9 años de edad, las cifras de sobrepeso alcanzan un 40%. Si nos comparamos con otros países europeos, estamos a la cabeza junto con Italia, Grecia y Portugal en número de casos, mientras que Irlanda, Noruega o Dinamarca tienen tasas muy inferiores y se sitúan a la cola.

Como medida para intentar a revertir la situación, en el Reino Unido se ha hecho obligatorio que los restaurantes muestren el aporte calórico de todos sus menús y se ha prohibido la publicidad de productos ultraprocesados a partir de las 21 horas de la noche. Además, se estima que las restricciones televisivas y digitales adoptadas en el país galo podrían reducir la ingesta calórica de los niños con 7.200 millones al año, evitando que se produzcan 20.000 nuevos casos de obesidad infantil en los próximos años.

En Francia se han aumentado los impuestos a las bebidas azucaradas y en Finlandia han ido más allá, incrementando los impuestos a todos los refrescos, incluidos los light y zero.

En los países nórdicos se ha hecho un esfuerzo para favorecer la educación nutricional, incorporando especialistas en nutrición en colegios y centros sanitarios, donde se imparten cursos tanto a los menores, como a sus padres, y se promueve una vida más activa entre los escolares. 

El impacto psicológico de los anuncios de comida malsana en menores

something to drink, something to eat and something to watch Home Theater

Los spots publicitarios pueden influir en la percepción que los menores sobre el consumo de ciertos alimentos, condicionando sus preferencias y hasta su concepción de lo que sería una comida habitual. “La población joven es un público especialmente vulnerable a la publicidad, carece de un sentido crítico desarrollado, está muy expuesto a la televisión y a los contenidos digitales y no es consciente del potencial impacto en su salud del consumo habitual de determinado tipo de productos de perfil poco saludable”, sostiene María González, psicóloga del IMEO experta en trastornos alimenticios.   

Los niños en edad escolar son muy sensibles a los estímulos externos como parte de su continuo proceso de aprendizaje. Captan, observan y memorizan como esponjas cualquier información que les rodea sin filtros que permitan discriminarla. Rápidamente se quedan con la copla de la canción de una publicidad audiovisual que recrea “un mundo hecho para niños” con meriendas “divertidas”, como chocolatinas, bizcochitos, galletas o snaks y podría suponer la normalización de alimentos no saludables, así como su vinculación directa hacia aquellos elementos que aparezcan en el spot.

Para el público adolescente, que sí tiene una mayor conciencia de aquello a lo que se expone, la búsqueda de iguales y referentes con los que sentirse identificados, característica de esta etapa, también implica cierta vulnerabilidad.

“De este modo, spots publicitarios que presenten comida no saludable y la vinculen a emociones agradables (diversión, placer, disfrute, alegría, libertad) o a personajes de referencia social, pueden crear un vínculo emocional con determinados alimentos, ricos en grasas y azúcares, lo que en un futuro puede derivar en conductas de alimentación emocional y hay más probabilidad de que este tipo de comida se convierta un recurso habitual de regulación emocional”, explica María González.

De cara a los padres el principal consejo sería educar en positivo, predicando con ejemplo; es más eficaz que el castigo o la prohibición de la comida no saludable. Los propios hábitos y lo que se consume tanto en casa como en las celebraciones familiares ayudará a promover una rutina sana en el día a día de los hijos y que ellos lo consideren “su normalidad” para así limitar las ocasiones en las que pueden consumir este tipo de alimentos.

Asimismo, se puede trabajar para reforzar los beneficios de la comida sana desde un punto de vista lúdico y motivador, que los platos sean sabrosos y los niños estén implicados en su elaboración, experimentando el lado divertido de la cocina. Educando el paladar de nuestros hijos y asociando la comida sana a sensaciones y experiencias positivas, habrá menos cabida a la búsqueda de alimentos “insanos”.

Aun así, hay que tener en cuenta que no se pueden controlar todas las variables e inevitablemente se verán expuestos a estos alimentos en diferentes contextos sociales. Por ello es fundamental fomentar el pensamiento crítico desde edad temprana para que el propio niño o adolescente pueda elegir si realmente lo desea, conociendo las alternativas de otros alimentos más sanos.


[1] Según el último estudio Aladino del 2019.

[2] Según datos publicados en Mirror.

[3] La regulación afectará a los anuncios en calanes infantiles de televisión y radio durante todo el día, el tiempo de antes y después de los espacios dirigidos a menores de 16 años y los horarios de protección reforzada, de 17 a 20h en días laborables y de 7.30 a 12h festivos y fin de semana. 

Poner fin a los antojos: por qué algunos alimentos engañan al cerebro humano

Un nuevo libro del periodista de Canadá Mark Schatzker recopila estudios científicos que aclaran los factores que han triplicado la tasa de obesidad en el mundo

Infobae

The end of craving

Cuando llegó la pandemia del coronavirus, la humanidad ya sufría el grave problema de la obesidad, que repercute con más casos de otras enfermedades como los infartos y los cánceres. Se sabía que entre 1975 y 2016, la prevalencia mundial de la obesidad se había casi triplicado: más de 1.900 millones de adultos de 18 o más años hoy tienen sobrepeso, de los cuales, más de 650 millones eran obesos. Una causa de este problema son los alimentos que se consumen, pero el periodista y escritor Mark Schatzker, que vive en Canadá, recopiló datos e investigaciones para responder por qué la alimentación de la humanidad empeoró tanto y publicó esta semana el libro “The End of Craving”, que se puede traducir al español como el final del deseo o del antojo.

El autor Schatzker, quien antes había publicado el libro El efecto Dorito, se preguntó por el problema a nivel mundial, y específicamente por qué Estados Unidos tienen el 42% de los adultos con obesidad, que es la más alta del mundo fuera de unas pocas naciones pequeñas. La respuesta simple es que las personas están comiendo más cantidades de alimentos poco saludables y menores cantidades de los alimentos que son buenos para ellos. Pero profundizó más e indagó sobre por qué los patrones alimentarios empeoraron.

En su libro, el periodista analizó los resultados de estudios de laboratorio que muestran cómo los alimentos y bebidas actuales manipulan el cerebro y causan estragos en el cuerpo. En la actualidad, el 58% de las calorías de la dieta de los adultos estadounidenses procede de alimentos ultraprocesados, y el 67% entre los niños y adolescentes.

Esos alimentos, como las carnes ya preparadas, las papas fritas y otros snacks, como otras comidas que vienen en paquetes, tienen un alto contenido de azúcar, sal o grasa. Muchos también contienen una mezcla de ingredientes que hacen poco legibles las etiquetas nutricionales: sucralosa, metilcelulosas, sacarina, proteínas microparticuladas, Solka-Floc, maltodextrinas, carragenina.

De acuerdo con Schatzker, ese tipo de comidas ultraprocesadas crean “una divergencia entre el contenido nutricional que el cerebro percibe al consumir alimentos y los nutrientes reales que llegan al estómago”. La manipulación de los nutrientes “es lo que ha puesto a tantos de nosotros en el camino del aumento de peso”.

Entre otros estudios que se comentan en el libro, mencionó el experimento que hizo Dana Small, profesora de la Universidad de Yale, en el que dio muestras de cinco bebidas a los participantes en un estudio. Cada una tenía un recuento de calorías diferente, que iba de 0 a 150, pero todas tenían el mismo grado de dulzor.

La bebida de 150 calorías debería haber desencadenado la mayor actividad cerebral, pero fue la de 75 calorías la que lo hizo. De hecho, la bebida de 150 calorías, en un estudio de seguimiento, no registró nada en absoluto (en un dispositivo conocido como calorímetro). Está claro que el dulzor de la bebida y su número de calorías no coinciden. Cuando coinciden, se queman calorías, aclaró el autor del libro. Pero en este caso había una diferencia entre “lo que la lengua percibía y lo que el estómago recibía”, y el proceso metabólico del cuerpo parecía detenerse.

Según la científica Small “es como si el sistema se diera por vencido y no supiera qué hacer”. Lo llama “desajuste nutritivo”, y una fuente de desajuste son las “grasas falsas”, que confunden al organismo al oler y al sentir el gusto, pero aportan pocas o ninguna caloría. Por eso, Schatzker considera que son “productos que engañan al cerebro” de los habitantes de cualquier otro país.

Las personas consumen esos productos ultraprocesados en un entorno que Schatzker etiqueta como un “casino de calorías”, en el que las probabilidades de valor nutricional son inciertas y parecen estar sujetas al azar, al tiempo que llevan a la gente a “comportarse de forma autodestructiva”. Al sostener esa idea, se basa en el trabajo de psicólogos como Daniel Kahneman y su colaborador Amos Tversky, cuando el cerebro experimenta incertidumbre, intenta compensar y busca más del producto que está provocando la incertidumbre, un impulso evolutivo que refleja la determinación de evitar la pérdida.

Se trata de alimentos y bebidas que han sido diseñados para engañar al cerebro. Le hacen creer que ha recibido nutrición cuando no es así, y se estimula el deseo de consumir más. Los antojos siguen, y se satisfacen con las porciones de gran tamaño. Hace unos años, un estudio confirmó esta sospecha: El tamaño de las porciones de los platos principales en los establecimientos de comida rápida de EE.UU., en aproximadamente las últimas tres décadas, ha crecido un 24%.

Según el libro de Schatzker, los engaños en la dieta no son la única razón de la obesidad de los estadounidenses. En la década de 1940, el entonces gobierno de Estados Unidos comenzó a exigir que la harina enriquecida fuera fortificada con vitaminas B. Esta política continúa hoy en día, lo que hace que los estadounidenses ingieran niacina y tiamina a niveles muy superiores a los necesarios. Esas vitaminas son esenciales para que las calorías se transformen en combustible, pero advierte que su consumo excesivo hace que el cuerpo metabolice una mayor proporción de calorías.

Hay soluciones para el problema de la obesidad. Según Schatzker, los gobiernos deberían prohibir el uso de ingredientes que manipulan el cerebro y eliminar el mandato de fortificación con vitaminas. Pero también es escéptico en cuanto a que tales medidas sean la respuesta definitiva. Para inspirarse, el periodista viajó a Italia para determinar por qué la gente de allí tiene una relación más sana con la comida y una tasa de obesidad más baja (menos del 8% en el norte). Si bien no hay una explicación sencilla, pero citó con aprobación a un chef de Bolonia que dice: “Se reduce a la diferencia entre alimentar y comer. Los italianos no quieren sólo alimentarse, quieren comer. Quieren una experiencia”.

La tasa de obesidad es cada vez más preocupante. Porque no solo afecta a los adultos sino también se desarrolla en niñas, niños y adolescentes y podría comprometer su salud cuando crezcan. En 2016, según las estimaciones unos 41 millones de niños menores de cinco años tenían sobrepeso o eran obesos. Si bien el sobrepeso y la obesidad se consideraban antes un problema propio de los países de ingresos altos, actualmente ambos trastornos aumentan en los países de ingresos bajos y medianos, en particular en los entornos urbanos. En África, el número de menores de 5 años con sobrepeso ha aumentado cerca de un 50% desde el año 2000. En 2016, cerca de la mitad de los niños menores de cinco años con sobrepeso u obesidad vivían en Asia.