El estrés, la angustia y la crisis también son causas de sobrepeso

Para reducir el nivel de angustia, los expertos recomiendan plantearse objetivos o propósitos de vida realistas y cultivar una sensación de manejo de nuestro propio tiempo.

EFE / Prensa Libre

La angustia existencial, un malestar que surge al sentirse vacío, sin energía, motivación ni rumbo, por situaciones que están fuera de nuestro control, como la pandemia, el deterioro ambiental y económico o la guerra, puede llevarnos a utilizar la comida como refugio y estímulo, fomentando un aumento del peso corporal.

A veces “nos quitamos un peso de encima” al liberarnos de un problema o una preocupación, pero en otras ocasiones nuestro ánimo está tan decaído que parece que el alma nos pesara. La angustia existencial es una alteración anímica cuyo peso se nota en el alma, pero también en el cuerpo, según los expertos.

“Una persona adulta promedio tiene hoy muchas más probabilidades de desarrollar obesidad que cinco décadas atrás”, según el nutricionista Rubén Bravo, del Instituto Médico Europeo de la Obesidad. Los estados aflictivos y la falta de sentido o motivación vital refuerzan esa tendencia al sobrepeso.

El estrés, la angustia y la crisis fomentan el sobre peso
Una mujer come para calmar su ansiedad. Foto Prensa Libre: IMEO.

La psicóloga María González sugiere reflexionar sobre nuestros propósitos en la vida, establecer objetivos a corto plazo que nos generen satisfacción, y diseñar un plan de acción realista para progresar y alcanzarlos, centrándonos en lo que depende de nosotros y no en los factores sociales fuera de nuestro control.

La pandemia de covid-19, el cambio climático, el deterioro de la situación económica, el encarecimiento de la energía y ahora una guerra de consecuencias imprevisibles. Cuando aún no nos hemos recuperado de un golpe psicológico y emocional, nos llega otro. Tenemos muchas razones para sentirnos afligidos….

…Y existe un tipo de aflicción, denominado angustia existencial, que puede repercutir negativamente en un nuestro peso corporal, haciendo que engordemos, cuando intentamos mitigarla por medio de la comida, advierten desde Instituto Médico Europeo de la Obesidad, IMEO.

Los psicólogos han detectado últimamente un tipo de angustia existencial muy frecuente en los pacientes y relacionada con la pandemia del covid19 y las consiguientes restricciones, confinamientos y cuarentenas que han vivido, según explica a EFE la psicóloga María González, de este Instituto.

LA PANDEMIA Y LOS KILOS DE MÁS

Las personas afectadas por esta alteración anímica “a menudo se sienten impotentes por no poder cumplir sus propósitos o sueños, como independizarse, establecer una relación de pareja, conseguir ciertas metas laborales o viajar”, señala.

Explica que se trata en general de una especie de desmotivación vital, debida a la frustración por no haber cumplido sus principales objetivos y alcanzar los resultados que supuestamente habrían traído, como la felicidad y la satisfacción, “por lo cual algunas personas a menudo vuelcan su angustia en la comida”.

El estrés, la angustia y la crisis fomentan el sobre peso
A veces “nos quitamos un peso de encima” al liberarnos de un problema o una preocupación, pero en otras ocasiones nuestro ánimo está tan decaído que parece que el alma nos pesara. Foto Prensa Libre: IMEO.

“En los casos más graves esta frustración puede manifestarse a nivel físico, en forma de ojeras y piel apagada, caída del cabello, fatiga y desgana, pero también a través de un aumento del peso corporal”, advierte González.

Esta psicóloga explica que esta angustia existencial puede conducir al sobrepeso o la obesidad, cuando la persona utiliza la comida como un refugio e intenta regular su ansiedad ingiriendo alimentos para obtener placer a corto plazo.

Además, “tener obesidad también hace que dirijamos su atención hacia su exceso de kilos, distrayéndose de la necesidad de tomar otras decisiones importantes en su vida y que tienen que ver con sus anhelos verdaderos”, advierte esta psicóloga.

Este tipo de angustia se debe a que la persona comete un error de perspectiva al confundir sus deseos con sus necesidades. Entonces, al no conseguir lo que se ha propuesto en el momento actual, deja de disfrutar de la vida en general, según esta psicóloga.

González recomienda planificar acciones y tomar decisiones que nos pueden ayudar a hacer realidad un deseo, pero sin confundirlo con una necesidad.

Es necesario que aclararemos nuestra mente, asumiendo, por ejemplo, que quizá deseemos tener una pareja, pero no la necesitamos para ser felices ahora mismo, en este preciso instante, según puntualiza.

Para reducir el nivel de angustia, González, recomienda plantearse objetivos o propósitos de vida realistas y cultivar una sensación de manejo de nuestro propio tiempo, más allá de factores como la edad, la situación económica, el estado físico o la de salud, ya que “jamás nos beneficiará sentir que estamos delimitados o parados por alguna circunstancia”.

RECUPERAR LA MOTIVACIÓN

Cuando tenemos esto claro podemos valorar las acciones concretas que nos pueden acercar a nuestros objetivos, prosigue. “Si ahora mismo no podemos realizar el viaje de nuestros sueños, podemos trazar un ‘plan B’ consistente por ejemplo en una escapada a un lugar que esté a nuestro alcance para poder experimentar la satisfacción que se siente al hacer ese ensayo de un gran viaje y la emoción de planificarlo”, sugiere.

La angustia existencial puede surgir cuando a raíz de una situación crítica, la persona siente que su vida se ha paralizado, porque muchos de los estímulos que le generaban una emoción positiva, ilusión o satisfacción se ven cortados radicalmente, pudiendo planificar solo a muy corto, señala González.

Explica que “los problemas sociales y circunstancias como la pandemia, la guerra y las crisis económicas, pueden generar en algunas personas una profunda falta de esperanza, acabando con su visión optimista del futuro, que pasa a ser percibido como algo peligroso del que se puede esperar cualquier cosa”.

En esos casos “el simple hecho de no saber lo que nos espera, termina paralizando e inhabilitando nuestro presente”, señala. Es la angustia existencial que describió el filósofo Jean Paul Sartre como “un miedo al futuro, pero no de las cosas, sino de la posibilidad y responsabilidad de decidir sobre ellas”, según esta psicóloga.

El estrés, la angustia y la crisis fomentan el sobre peso
Una mujer angustiada por la pandemia. Foto Prensa Libre: IMEO.

Añade que la angustia existencial está muy relacionada con la incertidumbre ante el futuro y la falta de control (el cual nunca será absoluto) que tiene una persona sobre su propia vida, lo cual es inherente a la condición y a la experiencia humana, añade.

Por eso “encontrarle un sentido a nuestra existencia y dirigir la atención y el control a lo que si depende de nosotros, a nuestra actitud y decisiones, ayuda a lidiar con esa angustia”, enfatiza.

“Reflexionar sobre nuestro propósito en la vida y analizar si estamos actuando en coherencia con dicho propósito”, puede ayudarnos a reencontrar el rumbo y la motivación perdidos, según esta experta.

Cinco hábitos que engordan sin darnos cuenta y afectan nuestra salud

Es importante conocer conductas comunes que nos llevan a aumentar de peso sin notarlo. Por ejemplo, mujeres que duermen con la televisión o una luz encendida tienen más probabilidades de ganar peso.

El País de Uruguay

Sobrepeso y obesidad son apenas el puntapié inicial para otro tipo de afecciones para el organismo. Ambas pueden ser el origen de muchas enfermedades, como diabetes, hipertensión y diversos tipos de cáncer; causar un aumento del desgaste articular y del corazón e, incluso, se cuentan entre los factores de riesgo más importantes para el desarrollo de las formas más graves de covid-19, solo por detrás de la edad.

Como muchas veces no somos conscientes de las causas de ese peso adicional, lo recomendable, en primer lugar, es consultar con el médico, para que nos ordene los exámenes necesarios para establecer el origen de esos kilos de más.

Más allá de eso también es importante conocer hábitos y conductas muy comunes, y otros no tanto, que nos llevan a aumentar de peso ¡y no lo sabemos!

Infortunadamente, la pandemia, los confinamientos y las actividades a través de plataformas tecnológicas han disparado hábitos que engordan en todo el mundo. España, por ejemplo, es uno de los países en donde este fenómeno se ve con preocupación.

Alimentación consciente, estilo de vida activo y tiempo para descansar son los tres pilares fundamentales para evitar subir de peso, según los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (Imeo). Todo esto debe combinarse con 40 minutos diarios de actividad física, al menos cinco veces a la semana, para potenciar la actividad metabólica.

Estos son hábitos que nos engordan sin que nos demos cuenta:

1. Mujeres: cero luces a la hora de dormir

Las mujeres que duermen con la televisión o una luz encendida en la habitación tienen más probabilidades de ganar peso, según un estudio publicado por el Journal of the American Medical Association (Jama), con base en una encuesta hecha con cerca de 44.000 mujeres estadounidenses y seguimiento durante cinco años.

Ellas fueron clasificadas según su nivel de exposición a la luz artificial durante la noche, proveniente de fuentes como pequeñas luces nocturnas, radios-reloj y luces de la calle, de la televisión o de la propia habitación. Uno de los hallazgos fue que las que dormían con una luz o con la televisión encendida en la habitación tenían 17% más de probabilidades de haber engordado cinco kilos o más durante el período de investigación.

Las coautoras del estudio, Dale Sandler y Yong-Moon Mark Park, del Instituto Nacional de Ciencias de la Salud y el Medio Ambiente, en Carolina del Norte, sugirieron que la luz podría suprimir la producción de melatonina, lo que altera el ritmo circadiano y los patrones de alimentación.

Así también queda claro que la falta de sueño de calidad fomenta un aumento del peso corporal, debido a un desajuste que se produce a nivel hormonal. En concreto, se segrega menos leptina, hormona supresora del apetito, y se libera más cantidad de grelina (hormona del apetito). ¡Así que a dormir a oscuras!

2. Lo dicho: el estrés no deja nada bueno

Cada vez hay más evidencia de que el estrés juega un papel clave en el aumento de peso. El estrés crónico interrumpe nuestro sueño y desequilibra los niveles de azúcar en la sangre. Esto conduce a un aumento del hambre y a que comer se transforme en un escape emocional, dice el doctor Edward T. Creagan, de la Clínica Mayo.

Al estar bajo estrés es más difícil comer saludablemente. En momentos específicos de estrés muy alto se come con la intención de satisfacer necesidades emocionales. “Durante los momentos de estrés es muy probable que comas alimentos con muchas calorías, aunque no tengas hambre”, dice Creagan.

El estrés, además, lleva a una mayor interrupción del sueño, a niveles más altos de estrés y a valores aún más elevados de azúcar en la sangre. Con el tiempo esto puede conducir no solo a niveles insalubres de grasa corporal, sino a diabetes tipo 2.

Para prevenir el aumento de peso y reducir el riesgo de obesidad es importante mantener el estrés bajo control. Al sentir menos estrés y más control en la vida, será más fácil mantener una alimentación saludable y el hábito de hacer actividad física.

El médico recomienda: reconozca las señales de alerta del estrés, como ansiedad, irritabilidad y tensión muscular. Antes de comer, pregúntese por qué está comiendo: ¿Tiene hambre realmente o es por estrés o ansiedad? Si siente la tentación de comer pero no es por hambre, busque una distracción.

3. ¡Quietos ni para la foto!

Si al cuerpo entran más calorías de las que salen, la gente se engorda. Hasta ahora la mayoría de los estudios se centraban en el eje de lo que se come, pero investigaciones como la publicada en The Lancet Global Health demuestran que esta visión no es la correcta, porque el sedentarismo, al decir de estos expertos, respondería por más del doble de las defunciones que se le achacan a la obesidad.

De acuerdo con Ulf Ekelund, investigador de la Universidad de Cambridge, estar quieto por períodos prolongados incrementa el riesgo de morir hasta en un 59%, en un tiempo que corresponde a una jornada de trabajo de ocho horas.

Para este investigador, la evidencia es clara y realmente el único grupo que está protegido de enfermedades metabólicas, cardíacas y cerebrales es el de aquellas personas que se ejercitan a conciencia, al menos media hora cada día, durante cinco días a la semana. “De ahí para abajo, es decir, menos tiempo dedicado a la actividad física regular, se traduce en riesgos cuantificables”, agrega el académico.

4. A masticar bien

Algunos estudios han demostrado que las personas con sobrepeso mastican menos y durante tiempos más cortos que las personas con un peso normal.

Comer con prisa y sin pensar en lo que estamos haciendo es un hábito que hace que tengamos sensación de vientre hinchado, ganemos peso, nos lleva a sufrir estreñimiento, gases, colon irritable, hipo y otros problemas digestivos.

La digestión empieza en la boca, por eso es importante masticar bien los alimentos: para que se mezclen con la saliva y puedan empezar a digerirse. Así no se sobrecarga el estómago, pues la saliva, que ejecuta varias funciones, favorece la digestión y activa la primera barrera defensiva contra las infecciones bacterianas que llegan con los alimentos.

La saliva contiene amilasa, una enzima que da inicio a la digestión de los carbohidratos y ayuda a descomponer químicamente los alimentos. Si los alimentos no permanecen en la boca el tiempo suficiente, la amilasa no puede actuar correctamente, y si los alimentos llegan al estómago antes de tiempo, este tiene que trabajar más.

5. Trabajos que engordan

Algunas profesiones implican mayor dificultad que otras para llevar un estilo de vida saludable debido a las condiciones laborales determinadas.

Militares, cocineros, camioneros y oficinistas son los colectivos con más riesgo de subir de peso, según los expertos en nutrición.

Entre estos ‘trabajos que engordan’ están los que desempeña el personal de servicios de seguridad, los cocineros y manipuladores de alimentos, los camioneros y trabajadores en servicios de transporte, los oficinistas y también los cargos directivos que, en general, muestran más riesgo de aumentar de peso, según el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Ese mayor riesgo se debe a una serie de factores como trabajar en un espacio de trabajo reducido que limita la movilidad, y la falta de actividad física regular o su mala planificación, según este instituto (www.imeoobesidad.com).

De acuerdo con Imeo, quienes ejercen esas profesiones suelen tener hábitos que no son saludables, como fumar, dormir poco, trabajar bajo presión o estrés, alimentarse a base de menús suculentos, comida rápida, pasabocas y fritos; picar entre comidas y usar el tiempo libre y de ocio de modo más
sedentario.

Ideas y recetas para llevar de picnic y disfrutar sin que el calor lo estropee

Sandwiches, bocadillos, tortillas y ensaladas son algunos de los mejores platos para llevar en un tupper y disfrutar sobre el mantel en algún bonito lugar de la naturaleza

ABC, por Melissa González

Ya se han asentado en nuestra nueva normalidad las salidas de ocio, respetando la distancia social y evitando las aglomeraciones para evitar posibles contagios. En este sentido, la práctica del picnic se sitúa como una de las opciones más atractivas, económicas y saludables frente al habitual tapeo en terrazas, chiringuitos o bares, señalan los expertos en nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) y aconsejan optar por alimentos de calidad, evitando comida malsana, ultraprocesados, bebidas azucaradas o alcohólicas con una mayor graduación.

«Esta centenaria práctica propicia el contacto con la naturaleza, el bienestar psicológico y emocional, la relación interpersonal y completamente encaja en la línea de un estilo de vida actual saludable», señala Rubén Bravo, portavoz del Instituto y experto de nutrición. No obstante, subraya, se requiere una planificación previa en cuanto a la sección de alimentos y la confección de menú para que éstos sean saludables, equilibrados, en cantidades adecuadas, fáciles de digerir y que puedan aguantar fuera de la nevera durante horas en los días de calor.

Irse de picnic permite mantener la distancia de seguridad respecto a otros grupos, facilita la comunicación y la interacción entre los integrantes, propicia el contacto con la naturaleza, mejora el estado de ánimo y rebaja el estrés. Además, se puede combinar con actividades al aire libre que facilitan la digestión y ofrece un espacio abierto que los niños pueden aprovechar para correr y jugar.

Qué no debe faltar

El picnic perfecto debe estar formado por recetas elaboradas con productos interesantes a nivel nutricional. Así, las frutas y verduras deben suponer el 50% de nuestro plato, seguidas de proteína y carbohidratos en un 25% cada una. «Con esta fórmula para una comida equilibrada podremos afrontar el día en el campo, la playa o la montaña con energía y vitalidad», dice Miren Aierbe, asesora culinaria y nutricional de Florette. Además, tampoco debemos olvidarnos de bebidas para hidratarnos y, por supuesto, de una buena compañía: «Una vez tenemos listos estos aspectos, lo más importante es buscar una buena sombra donde extender el mantel y sentarnos a disfrutar de una rica comida».

Para mantener todo en frío y evitar que se estropee, hay que contar siempre con la nevera y el hielo. «Si hemos optado por alternativas ya preparadas y listas para consumir, como el combo de ensalada de brotes y tortilla de patata o ensaladas completas de Florette, no nos hará falta llevar platos, ya que estos envases son perfectos para utilizar como vajilla improvisada. Por último, y no menos importante, el postre. La fruta es la opción más sencilla, saludable y fácil de transportar. Y, por supuesto, meter en nuestra cesta de picnic bolsas de basura para recoger todo una vez hayamos terminado y que el entorno quede igual que cuando hemos llegado.

«A la hora de preparar y transportar los alimentos, es importante evitar alimentos precocinados o procesados, como pizzas, snacks, bollería industrial, alcohol y refrescos, siendo lo ideal aprovechar la preparación previa para escoger alimentos más saludables y nutritivos», recalca Rubén Bravo.

Recetas para picnic

Pero siempre surge la misma duda: «¿Qué me llevo para que no se ponga malo?», «¿puedo llevar salsas?», «¿y si se calienta con el sol?». Miren Aierbe dice que debemos buscar un formato que «nos resulte cómodo de transportar». ¿Cómo qué? Una de las opciones más fáciles de llevar son el sándwich o bocadillos, que no solemos ver tan saludables, pero nada más lejos de la realidad. «Una propuesta ligera, sabrosa y sana para sándwich o bocadillo es mezclar tiras de pollo a la plancha con huevo duro, tomate en rodajas y mezcla de rúcula y canónigos».

Además, continúa la experta, si nos queremos llevar algo más elaborado, podemos optar por las ensaladas, desde una sencilla con lechuga trocadero, tomate fresco y atún hasta una más completa con la mezcla primeros brotes, edamame, zanahoria, remolacha cocida y arroz. «Lo ideal es agregar vegetales, hidratos y proteínas para conseguir una comida nutricionalmente completa en un solo plato», explica la experta. Si queremos algo distinto, hay recetas muy fáciles de transportar en nuestro tupper de picnic, como por ejemplo una quiche de espinacas e incluso cremas frías para tomar en tazas, como salmorejo, gazpacho o crema de zanahoria.

Los aliños siempre aparte

No pasa nada si, por cuestiones de peso o espacio, no podemos llevar un tarro diferente con el aliño de la ensalada y decidimos llevarlo ya mezclado. Sin embargo, tal como indica Miren Aierbe, es preferible llevarlos a parte: «Sí que es cierto que los ingredientes de la ensalada pierden su textura crujiente al mezclarse durante más tiempo con las salsas. Por esta razón, lo más práctico es reutilizar un tarro de cristal pequeño para llevar el aliño o la salsa en la cantidad justa que necesitemos para aderezar nuestra ensalada de picnic». Hay que tener en cuenta que salsas como la mayonesa o algunos aliños pueden estropearse con el calor. Por eso, es muy importante mantenerlos frescos para garantizar su consumo óptimo.

«Igualmente, podemos llevar todos los ingredientes de la ensalada por separado para mezclarlos cuando se vaya a consumir el plato. Gracias a opciones prácticas como las que ofrece nuestra marca, con verduras ya lavadas, cortadas y listas para consumir, solo tienes que poner todos los ingredientes en un mismo recipiente y disfrutar de una ensalada hecha en el momento», concluye Miren Aierbe.

El tamaño del plato no influye en la cantidad real que comemos

Un estudio reciente desmonta algunos mitos sobre la alimentación que creíamos ciertos

La Vanguardia, por Estefanía Grijota

Quizás cuando oigamos aquello de “cómetelo todo, que es un plato muy pequeño”, o “sírvete en un plato pequeño y comerás menos”, debamos comenzar a no hacer caso. Nuestras ganas de comer, el peso, y nuestro índice de masa corporal (IMC), serán los responsables de cómo influirá en nuestra saciedad y en nuestro cuerpo la cantidad que comamos, sea cual sea el tamaño del plato en el que nos sirvamos. De hecho, en los últimos años el tamaño de los platos para comer ha registrado un incremento del 23%, lo que a priori sugeriría que comemos raciones más grandes que las que ingerían nuestros abuelos.

Quizás cuando oigamos aquello de “cómetelo todo, que es un plato muy pequeño”, o “sírvete en un plato pequeño y comerás menos”, debamos comenzar a no hacer caso. Nuestras ganas de comer, el peso, y nuestro índice de masa corporal (IMC), serán los responsables de cómo influirá en nuestra saciedad y en nuestro cuerpo la cantidad que comamos, sea cual sea el tamaño del plato en el que nos sirvamos. De hecho, en los últimos años el tamaño de los platos para comer ha registrado un incremento del 23%, lo que a priori sugeriría que comemos raciones más grandes que las que ingerían nuestros abuelos.

Son diversas las investigaciones que han analizado esta cuestión de si se come más o menos en función del tamaño del plato. Pero ahora, el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP) ha ido un poco más allá y acaba de publicar un estudio, en la revista especializada Clínica y Saluden el que por primera vez se revisa el impacto del tamaño del plato teniendo en cuenta el sexo y el IMC de los comensales.

Una investigación descubre que algunas personas terminan por comer más si lo hacen en plato pequeño

Y uno de los resultados, para sorpresa de los expertos, fue que servir los alimentos en platos pequeños puede influir negativamente en algunas personas, que incrementan la ración a consumir cuando los son platos pequeños. En concreto, y tras analizar los datos según el IMC de los sujetos estudiados, los investigadores encontraron que fueron los individuos con un peso adecuado, y en especial las mujeres, los que comieron más en plato pequeño. Y, en cambio, entre las personas con obesidad o sobrepeso, el tamaño del plato no parecía influir en la cantidad de comida ingerida.

Además, según el experimento realizado, no hay correlación entre el tamaño de los platos utilizados y el nivel de saciedad, que los investigadores midieron con una escala EVA, que cuantifica la percepción subjetiva de una sensación mediante una línea horizontal en cuyos extremos figuran los límites de dicha sensación.

Carmen Escalada, experta en nutrición clínica y miembro del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), asegura que comer en un plato más pequeño no va a hacernos adelgazar de manera automática, puesto que dependerá también de las veces que lo llenemos y sobre todo de con qué alimentos lo llenemos. Y es que “el hábito popular que nos han inculcado nuestros abuelos de no levantarnos de la mesa hasta no haber terminado toda la comida servida en el plato ha influido de manera considerable en los hábitos alimenticios”, comenta Escalada.

Todo depende de la forma de comer de cada cual

El estudio publicado por el Colegio Oficial de Psicólogos llega a la conclusión de que el uso de platos pequeños podría tener un efecto perverso, ya que puede contribuir a que las personas se sirvan una segunda ración, lo que terminará por representar una ingesta mayor que si se usara un plato más grande.

No obstante, Carmen Escalada explica que las personas con más ansiedad, hambre emocional o que coman demasiado rápido puede que no sean capaces de distinguir cuando están llenas, por lo que en este caso puede ser beneficioso que coman en un plato de menor tamaño. “Como mínimo, a mitad de su ingesta deberán parar de comer para rellenarse el plato, y en muchas ocasiones, esto es suficiente para notar la saciedad”, detalla Escalada.

Igualmente, y según explica esta nutricionista, comer en un plato pequeño no tiene que resultar siempre negativo en personas con normopeso, al igual que tampoco va ayudar a adelgazar a una persona con sobrepeso. Para adecuar las raciones, más que elegir la vajilla, “se tienen que dar otras condiciones, como que el plato esté constituido por alimentos de calidad, que comamos despacio y que respetemos nuestra señal de saciedad”, agrega.

Una estrategia para controlar la ingesta

A la pregunta de qué es más importante si la cantidad o lo que se consume, Escalada responde que ambas cosas tienen la misma relevancia. “Si consumimos un alimento muy sano, pero en demasiada cantidad, estamos aumentando nuestra ingesta calórica, por lo que no bajaremos de peso, sino que engordaremos. También puede suceder que no consumamos otros muchos alimentos, y con ello, no cubriremos nuestras necesidades en algún nutriente”, asegura.

En ese caso, una estrategia posible para controlar la cantidad de todo lo que ingerimos puede ser la de servirnos la comida siempre en un plato más pequeño. “Puede ayudarnos a ser más conscientes de lo que comemos, aunque se deben tener en cuenta siempre otros factores como que venga acompañado de comer despacio y en ambientes no muy estresantes”, puntualiza.

Hay que comer variado, despacio, y en ambientes no muy estresantes

Las cinco cosas que más nos estresan en la cuesta de Enero

Seis de cada diez personas padecen los efectos del comienzo del año, en los que la economía y los propósitos generan ciertas obligaciones que suelen provocar estrés.

Economía de hoy

Como cada comienzo de año, existen una serie de factores que pone cuesta arriba el ánimo durante las primeras semanas de este mes. Y es que la cuesta de Enero es, para algunas personas, más duras que para otras por diversos factores.

Según los centros Nascia, expertos en tratamientos conbiofeedback contra el estrés, seis de cada diez personas padecen los efectos de este inicio de año en los que la economía y los propósitos generan ciertas obligaciones que suelen provocar estrés.

Pero, ¿qué cosas nos estresan más en la cuesta de Enero? Estos cinco son los principales motivos de preocupación y estrés:

1.- El presupuesto del hogar. Después de varias semanas de gastos en comidas familiares, regalos e invitaciones, muchos hogares se han endeudado con aplazamientos que financian todos los gastos y que comienzan a pagar a finales de mes. El gasto por encima de las posibilidades con el fin de satisfacer a niños y adultos en regalos y atenciones puede jugar malas pasadas, siendo un motivo de preocupación porque las cifras de la economía del hogar no cuadren.

2.- Las rebajas. Muchos españoles se imponen como meta la compra de determinados productos en las rebajas sin tener en consideración los gastos previos de la Navidad. Las necesidades que se crean por comprar productos muy rebajados, a veces sin necesitarlos, pueden llevar a un gasto incontrolado por encontrar el mejor ‘chollo’. El estrés en la búsqueda de ese producto unido al que se puede crear cuando el análisis de las cuentas no cuadren provoca situaciones de verdadera ansiedad.

3.- Las subidas de precio de los suministros del hogar. Otra de las cosas que también suman en esta cuesta de Enero y que afecta a la economía es la subida de precios en carburantes, electricidad, telefonía, calefacción y otros que van sumando piedrecitas a la mochila del presupuesto en el hogar. Analizar los gastos y ver cómo crecen los importes de las facturas supone un motivo más de agobio en este mes.

4.- Las dietas. Es costumbre fijarse un objetivo o propósito de año nuevo, pero siempre que sean metas alcanzables y con un período de ejecución a largo plazo. La ansiedad que muchas personas muestran por perder peso rápidamente con efectos visibles desde las primeras semanas genera un estrés del que no son conscientes en un objetivo que debe ser a largo plazo.

Y 5.- Dejar de fumar. Si a una dieta, los quebraderos de cabeza con la economía del hogar, las subidas de precio y las rebajas le sumamos esta meta para muchos se convierte todo en una odisea. La ansiedad que el tabaco genera a los fumadores que quieren dejarlo es un acicate más para la presencia del estrés.

Los centros Nascia aconsejan un análisis de la situación y anticiparse a los gastos derivados de la economía. Una buena planificación ayudará a que la improvisación no sea aliada del estrés. También fijarse objetivos y metas realistas en un plazo razonable ayuda a mentalizarse y no autoimponerse resultados cortoplacistas que lleven a la decepción y a la ansiedad.

Y, finalmente, para los momentos en los que se produzcan problemas físicos asociados al estrés es recomendable ejercitar la respiración para que esta sea abdominal y no torácica con una frecuencia razonable de entre 8 y 10 veces por minuto.

Un paseo por el bosque reduce la obesidad, el estrés y el insomnio

Esta práctica japonesa llega a España para calmar la ansiedad de la vida de la ciudad.

Telva, por Gloria Vázquez Sacristán

Pasear por el bosque (conectar con la naturaleza para los más sensibles) tiene más beneficios físicos y mentales de los que te puedes imaginar. Vivimos acosadas por un rítmo frenético constante que nos machaca por dentro y por fuera. Salir de la ciudad y pasear entre árboles, como hacíamos cuando éramos pequeños e íbamos a coger setas, castañas o cualquier plan alejado del asfalto es precisamente lo que necesitamos para mejorar los problemas de nuestra vida adulta. A veces las cosas más básicas y elementales son las que necesitamos. Te explicamos por qué una cosa tan sencilla y evidente, pero tan poco implantada, nos puede cambiar por dentro y, en consecuencia, por fuera.

Pasear por el bosque es más enriquecedor para ti que para tu perfil de instagram. ¿Por qué? El contacto con la naturaleza mejora nuestra salud mental y física. Para corroborar dicha afirmación rescatamos las conclusiones del estudio «Baños de bosque, una propuesta de salud», elaborado por el Observatorio de Salud y Medio Ambiente del Instituto DKV de la Vida Saludable, en colaboración con el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). ¿Por qué los bosques nos ayudan? Nos explican que «los espacios verdes disminuyen los niveles de estrés, ansiedad, insomnio y estado depresivo, a la vez que reducen la obesidad, la diabetes y la presión arterial, ayudan a prevenir determinadas enfermedades no transmisibles y mejoran el sistema inmunitario. Unos males que han aumentado en las últimas décadas, debido a la progresiva urbanización de la sociedad».

Estas inmersiones o baños de naturaleza puede ofrecer serios beneficios para la salud. Esta conclusión, sostenida por el médico griego Hipócrates que la llamó vis medicatrix nature. Marta Pahissa, responsable de Desarrollo y Gestión de Proyectos de Medio Ambiente de DKV Seguros y coautora de la publicación, añade: «gran parte de los efectos que tienen los entornos naturales en nuestra salud todavía se tienen que puntualizar, pero no hay duda que los resultados obtenidos hasta el momento nos permiten posicionar el contacto con la naturaleza como una práctica terapéutica y preventiva tanto para enfermedades psíquicas como físicas».

Bañarse en el bosque no es algo que haya nacido en España, hace referencia a shinrin yoku, como se llama en Japón. Allí afirman que esta práctica puede disminuir la presión arterial, la glucosa en sangre y las hormonas del estrés y aliviar la depresión y la ansiedad. Shinrin yoku se ha convertido en la medicina preventiva estándar en Japón, donde lamentablemente también tienen una palabra para la muerte por exceso de trabajo (karoshi). El antídoto, el baño de bosques, ha sido parte del programa nacional de salud de Japón desde 1982. «Actualmente se estima que entre uno y dos millones de japoneses practican baños de bosque cada año en alguno de los múltiples itinerarios forestales terapéuticos certificados por la Agencia Forestal de Japón; e incluso algunas empresas del país ofrecen sesiones a sus trabajadores como método para combatir los elevados niveles de estrés y competitividad a los que están sometidos», apuntan desde DKV.

Y continúan, es «una propuesta inspirada en las tradiciones budistas y sintoístas y desarrollada inicialmente por el Ministerio japonés de Agricultura, Silvicultura y Pesca, que consiste en visitar las florestas y conectar con el entorno empleando todos los sentidos. Así, las sesiones de ‘Shinrin-yoku‘ proponen un paseo entre los árboles, sentándose, estirándose, observando sus diversos elementos naturales y disfrutando de sus silencios y sonidos, para aprovechar los resultados beneficiosos que los espacios verdes tienen para la salud física y mental de las personas».

Beneficios de bañarse en los bosques

  1. Los estudios también han demostrado que también puede aumentar la cognición cerebral e impulsar nuestro estado de ánimo, empatía y creatividad. Se ha comprobado científicamente que pasar tiempo tranquilo en la naturaleza activa nuestro sistema nervioso parasimpático, lo que nos calma, disminuyendo nuestro ritmo cardíaco y nuestros niveles de estrés. A su vez, esto ayuda a aliviar los efectos secundarios del estrés que pueden incluir dolores de cabeza, inflamación, depresión y problemas de concentración.
  2. La investigación ha descubierto que el baño en el bosque puede aumentar nuestro sistema inmunológico al aumentar la actividad de los glóbulos blancos conocidos como células asesinas naturales que nos ayudan a combatir bacterias y virus.
  3. Un estudio encontró que 20 minutos de paisaje forestal redujeron significativamente los niveles salivales de la hormona del estrés cortisol.
  4. Otro estudio encontró que cuatro días de inmersión en la naturaleza y la correspondiente desconexión de los medios multimedia y la tecnología, aumentaron el rendimiento en una tarea de creatividad y resolución de problemas en un 50 por ciento.
  5. También se ha sugerido que los fitoncidios, los químicos naturales secretados por los árboles de hoja perenne, pueden beneficiar al sistema inmune humano.
  6. Otro requisito: deshacerse de los auriculares. Bañarse en el bosque requiere el uso de los cinco sentidos.

Ocho maneras de combatir la retención de líquidos

La alimentación y el ejercicio son las claves para evitar las temidas bolsas en los ojos

Europa Press/ La Información
retencion-liquidosLa retención de líquidos es un problema que afecta a muchas personas y que se suele manifestar en diferentes partes del cuerpo, siendo responsable de la celulitis edematosa, inflamación abdominal o bolsas bajo los ojos.

Las causas de la retención de líquidos suelen ser diversas, si bien las principales son los cambios hormonales que se producen durante el embarazo, adolescencia o menstruación; la herencia genética; el exceso de peso; los problemas circulatorios; tomar pocas proteínas y fibra; el sedentarismo; estrés; o los cambios climáticos.

Por todo ello, expertos del Instituto Europeo de la Obesidad han aportado ocho pautas para combatir la retención de líquidos:

  1. No proponerse perder más de 1 kilogramo o 1,5 kilogramos por semana. Está demostrado que las dietas equilibradas ganan ‘por goleada’ a las dietas milagro a medio plazo en la pérdida de grasa final, en la mejoría de la masa muscular y en el estado general de salud. Es importante que nuestro menú sea rico en proteínas, pues están compuestas de aminoácidos que trabajan en diferentes funciones sobre la buena salud muscular y de los tejidos.
  2. Realizar actividad física aeróbica. Estos ejercicios, practicados entre 3 y 4 veces por semana durante 45 o 60 minutos, ayudan a combatir el estreñimiento y favorecer la eliminación de líquidos. Y es que, el sistema linfático, encargado de eliminar el líquido retenido, está unido con el sistema cardiovascular, de modo que con el aumento de la frecuencia cardiaca, se acelera el proceso de eliminación de líquidos.
  3. Cenar o desayunar alimentos ricos en pre y probióticos favorece el tránsito intestinal y las defensas. Estas bacterias, presentes en los yogures, la cuajada o el kéfir, son de gran beneficio para nuestra salud intestinal, ya que favorecen la fortaleza del sistema inmunitario, la absorción de nutrientes y el tránsito intestinal.»Para los que se proponen perder peso, recomendamos tomar 2 raciones de lácteos desnatados al día, uno como tentempié a lo largo de la mañana y el segundo, en la merienda o cena», ha comentado el portavoz del IMEO, Rubén Bravo.
  4. Tomar té verde en el desayuno para estimular la función renal. Sustituir la taza habitual de café en el desayuno y a media mañana por una de té verde, puede ser una elección sabia en esta ocasión, ya que su teína estimulará la función renal mientras nos aporta antioxidantes.
  5. Beber 2 litros de agua al día para renovar nuestra reserva de líquido corporal. Se estima que el contenido en agua de los distintos órganos, dependiendo de su composición, varía desde un 83 % en la sangre hasta sólo un 10% en los tejidos adiposos. El agua ingerida aparece en el plasma y las células de la sangre tan sólo cinco minutos después de ser ingerida.Para una persona que beba 2 litros de agua al día, una molécula de agua permanece en el cuerpo 10 días de media, y el 99 % de la reserva de agua corporal se renueva en 50 días. Por esta razón, es muy importante tomar 2 litros de agua (2,5 litros, si se hace deporte) para hacer que el líquido intersticial retenido entre nuestras células se renueve más rápido.
  6.  Obtener hidratos de carbono a partir de frutas, verduras y cereales integrales. Los hidratos de carbono son muy importantes en una dieta equilibrada, porque nos aportan vitaminas, minerales y antioxidantes, al mismo tiempo que grandes cantidades de fibra. Eso sí, hay que obtenerlos de frutas, verduras y cereales integrales, evitando en la medida de lo posible las harinas refinadas y los alimentos industrializados.
  7. Reducir el consumo de grasas saturadas y aumentar el de grasas mono y poliinsaturadas.Las grasas saturadas en exceso favorecen la inflamación, en cambio las ricas en Omega 3 son antiinflamatorias, igualmente estarás mejorando tu salud cardiovascular. Por esta razón, es recomendable priorizar el consumo de pescado azul, aceite de oliva, frutos secos y aguacate, por encima del consumo de bollería industrial, carnes grasas animales y mantecas.
  8. Recurrir a las proteínas de origen animal como fuente de energía y saciedad. «En consulta normalmente recomendamos tomar carne roja 2 veces a la semana, preferiblemente de ternera por su alto contenido en hierro y vitaminas del grupo B, y completar con pescado o marisco, 4 veces por semana, optando por pescados de pequeñas dimensiones en la mayoría de las ocasiones, y consumir pescado de grandes no más de 2 veces por semana, debido a su mayor concentración de metales pesados», ha aconsejado Bravo.Para orientarse sobre la ingesta diaria recomendada de proteínas, habría que multiplicar 0,9 gramos de proteínas magras por kilo de peso para las personas sedentarias y 1,5 gramos de proteínas magras por kilo de peso para los que realizan un deporte intenso.

Enfadarse mucho es malo para la salud del corazón

Fit Activity/ Oki Diario, por I. García
discutir-640x360Estar de mal humor, mostrar una actitud hostil o permanecer siempre con una sensación de enfado, rabia o desconfianza son algunos de los estados que más pueden incrementar el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Así lo asegura la Sociedad Española de Hipertensión-Lida Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial. Por lo tanto, se puede decir que enfadarse mucho es malo para la salud del corazón.

Esta tendencia a sufrir patologías relacionadas con el corazón también es común entre aquellas personas que evitan relacionarse con los demás y que experimentan emociones negativas, sobre todo cuando ya padecen una enfermedad cardiovascular. El riesgo de padecer estas dolencias también se ven acentuadas con ciertos factores psicosociales, como es el estrés, carecer de respaldo social, un estatus socioeconómico bajo o la ansiedad. Desde la Sociedad Española de Hipertensión los definen como trabas para mejorar el estilo de vida de estas personas.El presidente de esta organización, Julián Segura, reconoce que la mayoría de estos aspectos de naturaleza psicosocial no se dan por separado, ya que se agrupan casi siempre en los mismos individuos.

En todo esto también desempeña un papel importante los hábitos de vida. Las personas que presentan un mayor riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular a consecuencia de los factores antes detallados, también cuentan con un estilo de vida poco aconsejable, con poco ejercicio, alimentación poco equilibrada y consumo de alcohol y tabaco. Tampoco es que sigan al pie de la letra las recomendaciones que les hacen llegar los profesionales.

En el caso de los pacientes con riesgo de sufrir patologías cardiovasculares, la prevención ocupa una labor fundamental. Con unos hábitos adecuados de salud se puede retrasar la aparición de la hipertensión en los pacientes, reduciéndose además la cantidad de medicamentos en personas con hipertensión.

Para reducir la presión arterial y conseguir un estilo de vida saludable lo aconsejable sería reducir la ingesta de sal, aumentar el consumo de verduras, frutas y alimentos bajos en grasa y ricos en ácidos grasos insaturados, practicar ejercicio físico con regularidad, reducir y controlar el peso, eliminar el tabaco y el alcohol, y en el caso de beber, procurar que se trate de bebidas fermentadas como la cerveza o el vino.

En lo que se refiere a las dietas, los expertos aconsejan evitar aquellas “generalizadas que cuantifican el consumo de calorías” y seguir los consejos personalizados de los profesionales sanitarios. A todo ello se le debe sumar la práctica de ejercicio con regularidad. No hace falta correr o practicar un deporte con cierta intensidad para aprovechar los beneficios de la actividad física, ya que sería suficiente con caminar. En definitiva se trata de llevar una vida lo más activa posible, en donde haya aficiones que precisen de un cierto esfuerzo, como pueda ser tener una mascota, la fotografía, además de incorporar una serie de rutinas como subir escaleras en lugar de coger el ascensor, acudir a trabajar en bicicleta o a pie y no en coche.

Para dejar de ser sedentario lo aconsejable seria hacer al día unos 10.000 pasos.

¿Por qué engordo si vivo a dieta?

Cinco años después de hacer una dieta, el 90 por ciento de la gente ha recuperado el peso inicial. Y lo que es aun peor: casi la mitad ha ganado incluso más kilos. ¿Por qué? El hipotálamo tiene su propia agenda. Uno puede engañar a la báscula, puede engañar al estómago, pero no puede engañar al cerebro. Sí escucharlo… Se lo contamos.
Finanzas.com, por Carlos Manuel Sánchez / Ilustraciónes: Mekakushi – XL Semanal

dietasSandra Aamodt hizo su primera dieta a los 13 años. No es nada raro en Estados Unidos, donde el 80 por ciento de las niñas de 10 años reconocen que se han puesto a régimen.

Durante tres décadas, Sandra estuvo yendo y viniendo entre diversas dietas, inmersa en un bucle de frustración que conocen bien millones de personas. Porque el peso perdido siempre acaba regresando. Es el efecto yoyó, que hace que la mayoría de las dietas no funcionen a la larga e incluso sean contraproducentes. Según un estudio de la Universidad de California, cinco años después de una dieta, la mayoría de la gente recupera el peso inicial. Y lo que es peor, un 40 por ciento gana aún más. Moraleja: ¿quiere usted acabar ganando peso? Póngase a dieta.

«Por supuesto, cuando volvía a engordar, me culpaba a mí misma», reconoce Sandra Aamodt, de 48 años, que es doctora en Neurociencia, autora de libros acerca del funcionamiento del cerebro y ex redactora jefe de la prestigiosa Nature Neuroscience. Hace unos años, Sandra tomó una decisión: «Como propósito de Año Nuevo, dejé de hacer dieta». No es que se rindiese. Pero procuró no obsesionarse con su peso, no mirar la báscula cada dos por tres. Básicamente, se propuso comer cuando tuviera hambre. Y dejar de comer cuando estuviera saciada.Parece fácil, pero no lo es. Sandra reconoce que le costó un año aprender a comer. Perdió cinco kilos casi sin darse cuenta. Cinco kilos que no ha recuperado.

Estar gordo no es un fracaso de la voluntad. 

Como neurocientífica, Aamodt decidió revisar las últimas investigaciones sobre el cerebro para intentar comprender y, antes que nada, para explicarse a sí misma por qué las dietas no suelen funcionar. «En Estados Unidos, uno de cada tres adultos y niños tiene sobrepeso. Creíamos que sabíamos la respuesta a la epidemia de obesidad: reducir las calorías; comer menos. Habíamos concluido que estar gordo es un fracaso de la voluntad, quizá acompañado de una mala jugada de la genética. Pero estábamos equivocados». Sandra expone sus conclusiones en una charla de TED que se ha convertido en viral y que sirve de base para su próximo libro: Why diets make us fat (‘Por qué las dietas nos hacen engordar’), que se publicará en junio. Su tesis pone en tela de juicio las promesas de una industria la de los productos alimenticios y medicinales pensados para perder peso que mueve 60.000 millones de dólares en Estados Unidos y 2000 millones de euros en España. Según Sandra Aamodt, las dietas, en especial las restrictivas o depurativas, no funcionan por el simple hecho de que lo que necesita una persona que quiere perder unos kilos no es ponerse a dieta, es cambiar de hábitos.

El cerebro decide cuánto debes pesar. 

«Obviamente, tu peso depende de cuánto comes y de cuánta energía gastas. Pero lo que muchos no aprecian es que el hambre y el gasto energético son controlados por el cerebro. Y el cerebro tiene una noción propia de lo que debes pesar. Este peso ideal se denomina ‘punto de ajuste’, pero es un término engañoso porque en realidad abarca una horquilla que varía de cuatro a siete kilos. Puedes hacer cambios en tu estilo de vida para modificar tu peso dentro de ese rango, pero es mucho más difícil mantenerse fuera de él», explica Sandra Aamodt.

La fórmula habitual cuentas las calorías de los alimentos y, si quemas más de las que ingieres, pierdes peso, que parece tan lógica, no funciona a largo plazo (la tasa de fracaso oscila entre el 80 y el 98 por ciento, dependiendo de los estudios). Otra presunción corriente una vez que llegas al peso ideal, basta con equilibrar los dos términos de la ecuación, o sea, calorías y gasto energético, para mantenerte también está equivocada. ¿Por qué? Porque el hipotálamo, que es la región del cerebro que se ocupa de estos menesteres, tiene su propia agenda y hace sus propias cuentas.

No solo hay que tener en cuenta las calorías que entran o salen de nuestro cuerpo, también las señales químicas que emite el cerebro. Son los ‘semáforos’ que regulan el metabolismo y que hacen que nuestro cuerpo intente llevarnos de vuelta al peso que considera adecuado. Por eso, en cuanto empezamos a perder kilos, nuestro cuerpo responde ralentizando el metabolismo: se empeña en recuperar el punto de ajuste con las calorías de menos que le aportamos.

Tu mente trabaja para que vuelvas al ‘peso ideal’. 

El mecanismo está diseñado para salvarnos como especie en épocas de escasez, que han sido casi todas las que ha vivido la humanidad, a excepción de unas últimas décadas de abundancia en los países desarrollados; pero a nivel individual nos hace la puñeta. «El sistema responde a las señales del organismo regulando el hambre, la actividad y el metabolismo para mantener ese peso ideal estable, aunque cambien las condiciones, igual que un termostato mantiene estable la temperatura en casa. Podemos abrir una ventana en invierno, pero el termostato responderá aumentando la intensidad de la calefacción. El cerebro funciona de la misma forma, respondiendo a la pérdida de peso con poderosas señales para empujar a tu cuerpo hacia lo que considera normal. Si pierdes mucho peso, tu cerebro interpreta que estás sufriendo hambruna y le da igual que estés gordo o flaco: reacciona dándote hambre y haciendo que tus músculos consuman menos energía», expone Sandra Aamodt. Las investigaciones del endocrinólogo Rudy Leibel, de la Universidad de Columbia, parecen sostener esta teoría. Leibel constató que la gente que ha perdido el diez por ciento de su peso corporal quema de 250 a 400 calorías menos.

No es lo mismo cazar un mamut que abrir la nevera. 

La evolución juega en nuestra contra. «La resistencia a perder peso tiene sentido. Cuando la comida escaseaba, la supervivencia dependía de la capacidad de conservar energía cuando hubiera comida disponible. Durante el transcurso de la historia, la hambruna ha sido un problema más grave que el sobrepeso. Esto podría explicar una triste realidad. Los puntos de ajuste pueden subir, pero difícilmente bajar. Una dieta exitosa no baja tu punto de ajuste. Incluso después de no recuperar el peso durante siete años, tu cerebro sigue intentando recuperarlo», añade Sandra. Para más inri, un aumento de peso temporal puede convertirse en permanente. «Si te mantienes con sobrepeso un par de años, tu cerebro podría decidir que ese es el nuevo estándar».

Y no es lo mismo salir a cazar un mamut que abrir la nevera. Esa diferencia entre la escasez de la antigüedad y la abundancia del presente es la razón por la cual el doctor Yoni Freedhoff, profesor de la Universidad de Ottawa, reconoce lo obvio: que la vida moderna conduce a ganar peso por la comida basura y el sedentarismo. Y lo que es menos obvio: para adelgazar sin dañar al organismo, lo importante es cambiar de hábitos y recordar que las dietas no son la solución pues exigen un esfuerzo permanente. Según Freedhoff, no somos capaces de mantener el mismo nivel de sacrificio toda la vida: la fuerza de voluntad es un ‘músculo’ con mucha fuerza, pero poca resistencia. «El gran enemigo de las dietas es el tiempo».

La fuerza de voluntad es limitada. No la desaproveches.

Los psicólogos clasifican a la gente en dos grupos: los comedores intuitivos (comen cuando tienen hambre y paran cuando están saciados) y los controlados (los que mantienen a raya su apetito recurriendo heroicamente a su fuerza de voluntad). Los primeros son menos propensos a tener sobrepeso y pasan menos tiempo pensando en la comida. Los segundos se obsesionan y entran en una espiral de atracones y restricciones, sazonada de culpabilidad. Entre los hábitos saludables que deberíamos incluir en nuestra vida, Sandra Aamodt aconseja el mindful eating o alimentación consciente. Debemos aprender a leer las señales que nuestro cerebro nos envía para hacer algo que hemos olvidado: comer con hambre y dejar de comer cuando ya estamos llenos. Para conseguirlo, hay que empezar por comer sin distracciones, porque si estamos pendientes del móvil o la televisión nos desentendemos de las señales de nuestro cuerpo.

«En el mejor de los casos, la dieta es un desperdicio de energía. Quita la fuerza de voluntad que podrías estar usando para ayudar a tus hijos con sus tareas o para terminar un proyecto y, como la fuerza de voluntad es limitada, cualquier estrategia que dependa de su aplicación está condenada a fallar cuando tu atención se traslade a otro asunto», resume Aamodt. Y en el peor, es la antesala de una vida arruinada por los desórdenes alimentarios. «¿Qué pasaría si les dijéramos a todas esas niñas a dieta que está bien comer cuando tienen hambre? ¿Qué pasaría si les enseñáramos a entender su apetito en lugar de a temerlo? Creo que la mayoría de ellas serían más sanas y felices y, de adultas, más delgadas».

El papel del cerebro en las dietas

Sandra Aamodt, de 48 años, es doctora en Neurociencia y comenzó a estudiar el efecto de las dietas alentada por su propio y ‘desesperante’ caso. Las sorprendentes conclusiones a las que ha llegado en junio en un libro titulado ‘Por qué las dietas nos hacen engordar’.

Lo que debes saber para tener éxito (adelgazando)

Ármate de paciencia. CLAVE: EL PUNTO DE AJUSTE.

Cuando comes, el cuerpo hace tres cosas con la energía: gastarla para hacer un trabajo físico, almacenarla como grasa o quemarla para mantener el calor corporal. El resto, un 60 por ciento, se elimina porque la digestión es ineficiente para convertir toda la comida en energía. El punto de ajuste es el peso que el cerebro de cada persona considera adecuado. Si pesamos menos, el metabolismo se ralentiza. Un problema de las dietas es que esa ralentización puede durar seis o siete años. Lo que obliga a quien hace dieta a seguir comiendo menos para mantenerse.

Recuerda: Tu cuerpo no te ayuda. EL ‘MODO HAMBRUNA’.

¿Por qué se ralentiza el metabolismo? Porque cuando comemos menos de lo necesario, nuestro cerebro cree que nos enfrentamos a un periodo de escasez y reacciona como ha hecho durante cientos de miles de años, activando el ‘modo hambruna’, un mecanismo evolutivo: las funciones corporales se atenúan y lo poco que comemos se almacena como grasa de reserva. Saltarse una sola comida al día puede activar este mecanismo, que aumenta la producción de enzimas lipogénicas (almacenan grasa) y disminuye las lipolíticas (las queman).

La báscula no tiene la última palabra. MÚSCULOS PRESCINDIBLES.

Las dietas hipo-calóricas nos hacen perder músculo. La masa muscular pesa más que la grasa, así que la alegría que nos llevamos ante la báscula es engañosa, porque los músculos necesitan más calorías que el tejido adiposo. Si además los músculos no se ejercitan, se hacen resistentes a la insulina, que regula el almacenamiento de la glucosa. Cuando el cerebro interpreta que los músculos no se utilizan, prescinde de ellos para ahorrarse su gasto energético. El azúcar que comamos no se convertirá en glucógeno (el combustible muscular), sino en grasa.

Hay algo que puede ayudarte. LA GRASA MARRÓN.

Solemos considerar a la grasa un enemigo. Pero hay grasas y grasas… El tejido adiposo marrón quema muchas calorías, es el que se encarga de mantener el calor corporal y necesita una gran cantidad de energía. Pero si seguimos una dieta estricta, el cerebro desviará los nutrientes hacia los órganos vitales y no producirá grasa marrón. De ahí la sensación de destemplanza y frío cuando no hemos comido lo suficiente. Hacer ejercicio aumenta los niveles de irisina, la hormona que estimula la conversión de la grasa blanca en marrón.

Si te pasas, lo pagas. HUIR DEL ESTRÉS.

Las dietas ponen el sistema hormonal patas arriba. El organismo desnutrido genera una señal de estrés, elevando la producción de cortisol, la hormona que dispara las alarmas para que y podamos reaccionar a las amenazas. Pero pagamos un precio: el cortisol hace estragos en el sistema inmune. Y, además, cualquier situación de alerta debe ser momentánea, porque si nuestro cuerpo está siempre estresado las glándulas suprarrenales al final dejan de producir cortisol. Nos sentimos entonces cansados y sin fuerza, lo que complica aún más la correcta absorción de los nutrientes.

Hábitos de estrella

Harley Pasternak es asesor de nutrición de Lady Gaga, Halle Berry y otras ‘celebrities’. Recomienda varios hábitos sencillos: caminar al menos diez mil pasos diarios, dormir lo suficiente y librarse del móvil y otros aparatos electrónicos por lo menos una hora al día.

Que no te engañen

¡Es la guerra… metabólica!

El paradigma de las dietas es que, si comes menos y te mueves más, adelgazas. Pero es una verdad a medias», afirma el endocrinólogo David Ludwig, director del programa contra la obesidad del Children’s Hospital de Boston. «No es cuestión de sumar las calorías que comes y restar las que gastas y si el resultado sale negativo pierdes peso. Es más complicado. A la industria alimentaria le conviene presentarlo así porque desplaza la responsabilidad hacia el consumidor. Si comes comida basura o bebidas azucaradas, se supone que puedes contrarrestarlo comiendo menos de otras cosas o haciendo más ejercicio… Pero no es cierto. Y las calorías no son iguales.Una dieta típica, baja en grasa y alta en hidratos, nos mantiene constantemente con sensación de hambre, eleva los niveles de insulina y dispara la producción de células adiposas para almacenar calorías. Pensamos que la obesidad es un estado de exceso, pero en este caso es un estado de privación. La restricción de calorías crea una guerra entre nuestra mente y nuestro metabolismo que estamos destinados a perder. Perdemos peso a corto plazo, dándonos la ilusión de que ejercemos un control sobre nuestro peso. Pero a la larga el cuerpo se adapta y produce respuestas biológicas muy potentes para regresar al punto de partida».

Evita que tu cuerpo se rebele

NO A LAS DIETAS DE GUERRA

Los nazis dejaron morir de hambre a millones de personas que recibían raciones miserables. Médicos judíos del gueto de Varsovia documentaron que la ración diaria era de 1100 calorías. Como muchas dietas actuales. «Estar a dieta, en cierto modo, es como estar en un campo de concentración. Es imposible vivir contando calorías y tomando mucha agua sin pagar un precio. El precio es el atracón. El atracón es la expresión de una parte sana y libre que se rebela y decide comer como un ser humano normal», explica el doctor Juan Martín Romano, especia-lista en nutrición

DUERME Y PASEA

Para un peso correcto, los ciclos de activi-dad y reposo son esenciales. Un paseo de 15 minutos, tres veces al día, ayuda a reajustar los niveles meta-bólicos y baja los niveles de azúcar en sangre. Dormir al menos seis horas al día también hace que disminuyan las células adiposas. En cambio, se ha demostrado que, si se duermen menos de cuatro horas y media durante cuatro noches a la semana, la sensibilidad a la insulina de las células adiposas disminuye un 30 por ciento. Comer despacio y sin distracciones ayuda a identificar las señales de saciedad. Comer por aburrimiento, ansiedad o costumbre es el peligro que ha de evitarse.

Aprendiendo a comer con los maestros

ferran_adria-600xXx80Ferran Adriá: «Hice lo contrario de lo que dicen los cánones. La dieta se tiene que adaptar a cada uno»

Superó los 100 kilos y decidió que no podía seguir así si quería llegar en forma a los 70 años. Se puso manos a la obra y bajó 20 kilos en dos años. De esto hace ya más de un lustro y lo mantiene sin esfuerzo. ¿Cómo? A base de cierto autocontrol y mucha lógica. No existen las fórmulas mágicas, basta con observar cómo reacciona el propio cuerpo y actuar en consecuencia.

XLSemanal. Usted pesaba 100 kilos. 

Ferran Adrià. Llegué a pesar 102.

XL. ¿Por qué decidió adelgazar?

F.A. La cocina exige mucho esfuerzo físico y me costaba mucho mantener el ritmo que exigía elBulli. Además, empecé a preparar un libro con Valentín Fuster que se titulaba La cocina de la salud. ¡No podía presentarme con un libro así y sobrepeso!

XL. ¿Y qué hizo?

F.A. Tenía claro que no quería perder 10 kilos en dos meses. E hice lo contrario de lo que dicen los cánones.

XL. ¿Es decir?

F.A. Casi no comía nada a mediodía. Desayunaba fruta. A media mañana, unos frutos secos. Para comer, una ensalada. Por la tarde, algo de fruta, chocolate o frutos secos. Y a la noche cenaba fuerte.

XL. ¿Muy fuerte?

F.A. No. Pescado y algo de verdura.

XL. ¿Ese es su consejo?

F.A. ¡No! Es lo que me permite mi modus vivendi. Uno no tiene que hacerlo todo perfecto. No existe la dieta perfecta. Lo que yo hago no es de 10, pero se acerca a un 8.

XL. ¿Sigue haciéndolo así?

F.A. Sí. Y también dejé de comer pan y beber alcohol en casa.

XL. Pero fuera sí. 

F.A. Yo ceno fuera 100 días al año… y como lo que me gusta y bebo, porque lo disfruto. Una buena cerveza o algo de champán. Entendí que los 265 días que no salía tenía que ser bueno. ¡Además, cuando yo salgo, no tomo una tortillita y ya está!

XL. La dieta se tiene que adaptar a nosotros. 

F.A. Exacto. Yo disfruto de la comida. Hay que comer relajado, y a mediodía no lo estoy.

XL. ¿Qué cenará hoy?

F.A. Algo sencillo, como siempre: un pescadito a la plancha y unas alcachofas hervidas.

XL. ¿Es su menú habitual en casa?

F.A. En casa siempre cocino cosas sencillas. Pero la clave está en comer muy diverso. La gente, al final, come siempre lo mismo.

XL. Error.

F.A. Absolutamente. No hace falta saber qué papel desempeñan los carbohidratos, las proteínas o las vitaminas. Come muy variado y acertarás. Yo como muy variado en los restaurantes; y en casa, hortalizas, fruta y pescado. Pero si no es tu caso, varía la dieta en casa.

XL. No ha mencionado la pasta ni el arroz.

F.A. Como, pero poco: carbohidratos los justos. Si te hinchas a pasta y alcohol, vas mal.

XL. ¿Controla mucho su peso?

F.A. Sí. Y cuando hago un exceso tres días seguidos, me toca estar una semana sin salir a cenar. Exige control.

XL. ¿Cómo se consigue?

F.A. Como todo: siendo exigente contigo mismo y estando mentalizado.

XL. ¿Qué manda más, la cabeza o el estómago?

F.A. El disfrute. Si tienes cerveza en casa, bebe una. Si no tienes fuerza de voluntad, te tomarás tres. Yo no tengo alcohol en casa, porque sé que voy a beber fuera.

XL. Muchos dirán que el suyo no es el mejor método. 

F.A. ¡Que lo digan! Lo que no puede ser es que no disfrutes de la vida. La clave está en el equilibrio. Ahora, todo el mundo defiende que para hacer una buena dieta hay que comer cosas naturales. ¡Mentira!

XL. ¿Mentira? ¿Por qué?

F.A. ¿Qué quiere decir ‘natural’? Lo que está en la naturaleza. No hay yogures naturales, ni tomates naturales.

XL. Hombre, el tomate sí es natural. 

F.A. ¡No! El tomate natural existe, sí: pero está en Los Andes y es incomestible. Los que comemos hoy no son los que nos dio la naturaleza. No me hables de una dieta natural.

XL. ¿Y de qué hablamos? 

F.A. De calidad y de cantidad. ¡La gente pone el grito en el cielo si le dices que compras la salsa de tomate ya elaborada!

XL. ¿Usted lo hace?

F.A. ¿Por qué no? Tú compras el aceite de oliva ya hecho… y el vino o la pasta. Lo importante es la calidad, no quién lo haya hecho. ¡Que no nos manipulen! La mejor dieta es la lógica.

XL. Si cada caso es distinto, ¿cómo sé qué es lo que me conviene a mí?

F.A. Obsérvate. Aprende a interpretar qué pasa con tu cuerpo y compruébalo en la balanza. Si lo haces durante seis meses, lo tendrás claro. Es importante conocerse, porque no existen las fórmulas mágicas.

paco-roncero-600xXx80Paco Roncero. De 112 kilos a 78. Chef ejecutivo del Casino de Madrid y de los gastrobares Estado Puro. Dos estrellas Michelin.

«Yo llegué a pesar 112 kilos, ahora me muevo en torno a los 78 u 80. Un día, por casualidad, me calcé unas zapatillas y me puse a correr. Sentí tal liberación que una cosa llevó a la otra: te empiezas a encontrar bien, a cuidar más tu alimentación… Pero yo nunca he hecho una dieta radical. No funcionan. Hago cinco o seis comidas al día. Hoy, por ejemplo, a las 6:30, antes de ir al gimnasio, he tomado un café con leche y unas galletas. Al salir, tostadas de pan con tomate. Sobre las 10:30 tomo una fruta o un bocadillito de atún. A las 13:00, lo que haya en el comedor: pasta, lentejas, arroz… A media tarde, otra pieza de fruta o un yogur; y las 19:30 ceno. Eso sí: a partir de las 17:00, nada de hidratos. Y a última hora, algunas noches, tomo un vaso de leche o un yogur».

jordi-cruz-600xXx80Jordi Cruz. De 90 kilos a 74. Jurado de «MasterChef» y chef del restaurante ABaC de Barcelona. Dos estrellas Michelin.

«No te plantees una dieta. No hay trucos.Tómatelo en serio y ve paso a paso. Yo, por la mañana, tomo un bocadillo pequeño, de unos 80 gramos y que no contenga embutidos grasos. Y, si tomo fruta, la pieza entera. Nada de zumos. Para comer, unos 120 gramos de proteína: carnes magras; y unos 80 gramos de hidrato de carbono: lentejas, arroz… Y una ensalada. Siempre teniendo en cuenta que solo debes tomar dos cucharadas de aceite al día. Para merendar, lo mismo que por la mañana. Y para cenar, la mitad de lo que he comido a mediodía. Así, yo perdí 15 kilos. Desde que tenía 15 años había pesado siempre unos 70 kilos. Pero a los 30 se me ralentizó el metabolismo y, comiendo lo mismo que antes, me planté en los 90 kilos. Ahora rondo los 74 o 75».