¿Cuál es el riesgo de sufrir un ictus durante el embarazo?

Aumenta el número de accidentes cerebrovasculares entre las mamás gestantes

Obesidad, hipertensión y diabetes. Tres factores de riesgo, cada vez más extendidos entre la población occidental, y que repercuten directamente en la capacidad de muchas mujeres de llevar a término un embarazo saludable, exento de peligros. Éste al menos es el punto de partida de uno de los estudios llevados a cabo recientemente por los expertos en epidemiología del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, y en el que se analiza el incremento de accidentes cerebrovasculares a lo largo de los últimos quince años entre las mujeres y nuevas mamás.

Y los datos, aunque sin ser significativos en lo que a la tasa total de hospitalizaciones se refiere (sólo 0.22 ingresos por cada 1.000 partos), son sin duda alarmantes: hasta un 54 por ciento más de mujeres sufren problemas de este tipo durante o después del embarazo, en datos comparativos recogidos entre 1994 y 2007. Un dato desde luego preocupante, y que apunta directamente al incremento de factores de riesgo entre la población occidental: en la actualidad, cada vez más mujeres llegan al embarazo presentando obesidad, hipertensión o diabetes, tres enfermedades que complican con su sintomatología el ya de por si complicado proceso de gestación, hasta el punto de suponer un peligro para la madre o el feto.

En estos casos, explica el estudio publicado en ‘Stroke’, una revista de la American Heart Association, el riesgo de sufrir un ictus u otro accidente cerebrovascular se duplica: según sus datos, las tasas de hospitalizaciones a causa de ictus aumentaron un 47 por ciento entre mujeres embarazadas y un 83 por ciento entre las recién paridas, dándose el mayor incremento entre las mujeres de 25 a 34 años, por encima de otras más mayores o más jóvenes.

Los problemas hipertensivos o las enfermedades cardiacas, combinados con los cambios que se producen en el cuerpo durante el embarazo (como los cambios en los factores de coagulación, el aumento del volumen en sangre o los cambios en la tensión arterial), serian en este caso los primeros de la lista a la hora de señalar a los culpables de los espectaculares incrementos en las tasas de ingresos por accidente cerebrovascular. La clave para evitar estos problemas: llevar unos hábitos de vida saludables antes, durante y después del embarazo y el parto, que incluyan una alimentación equilibrada y ejercicio practicado de forma habitual.

Fuente: HOLA

El mercurio puede alterar el desarrollo neuronal del feto y de niños de corta edad

Desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) recomendamos a las mujeres en edad fértil, embarazadas o que estén en fase de lactancia evitar el consumo de algunos pescados como el atún rojo, la pez espada y el tiburón, porque su alto contenido de mercurio puede alterar el desarrollo neuronal del feto y de niños de corta edad.

Los niños entre 3 y doce años deberán limitar el consumo de este tipo de pescados a 50 gramos por semana o 100 gramos cada quince días.

El mercurio en el cuerpo humano se acumula en ciertos órganos y puede provocar abortos espontáneos, complicaciones en los pulmones, daños en el hígado, el sistema digestivo y en la piel, entre otras consecuencias.

El sistema nervioso es muy sensible a todas las formas de mercurio. Efectos sobre el funcionamiento del cerebro puede manifestarse como irritabilidad, timidez, temblores, cambios en los problemas de visión o audición, y la memoria.

Daños al feto

Los efectos nocivos del mercurio que pueden ser transmitidos de la madre al feto, e incluyen daño cerebral, retraso mental, falta de coordinación, ceguera, convulsiones e incapacidad para hablar. Los niños con envenenamiento por mercurio pueden desarrollar problemas en sus sistemas nervioso y digestivo y daños renales.

Pescado

Los pescados y mariscos tienen una tendencia natural a concentrar el mercurio en sus cuerpos, a menudo en forma de metilmercurio, un compuesto orgánico de mercurio altamente tóxico. Las especies de peces que son altos en la cadena alimentaria, como el tiburón, pez espada, caballa, atún blanco, y blanquillo contienen mayores concentraciones de mercurio que otros. Como el mercurio y el metilmercurio son solubles en grasa, se acumulan principalmente en las vísceras, aunque también se encuentran en todo el tejido muscular. Cuando este pescado es consumido por un depredador, el nivel de mercurio se acumula. Dado que los peces son menos eficientes en la depuración de que la acumulación de metilmercurio, el pescado de los tejidos aumentar las concentraciones con el tiempo. Así, las especies que son altos en la cadena alimentaria acumular la carga corporal de mercurio que puede ser diez veces mayor que las especies que consumen.