La información contenida en el etiquetado nutricional es un asunto que genera cada vez más atención en los consumidores, instados por organizaciones de salud a fijarse en lo que comen.
Correo Faremacéutico, por Claudia Preysler
«Al leer el etiquetado, hay que prestar atención a cuatro componentes fundamentales: kilocalorías, grasas, azúcares y sal». Esta es una de las diez recomendaciones que la Universidad de Navarra ofrece en su proyecto Por una comida sana, tú decides, elaborado por expertas de la Facultad de Farmacia y Nutrición. Sin embargo, conocer cuánto sodio o azúcar contienen los alimentos todavía es difícil. El pasado diciembre, el Ministerio de Salud empezó a aplicar la norma comunitaria 1169/2011, por la que se rige el etiquetado, que exige incluir, de manera obligatoria, la información nutricional y sustituir palabras como sodio por sal. Sin embargo, como asegura Ana Bermúdez, docente experta en Higiene Alimentaria del Ayuntamiento de Murcia, «todavía hay productos en los que no figura y aún no se ha aplicado ninguna sanción, pese a que las hay (…). España va un paso por detrás frente a Europa», señala.
Aditivos y porcentajes
La opacidad de las etiquetas es una preocupación persistente, en el que numerosas instituciones relacionadas con la alimentación siguen indiciendo y que genera muchas consultas en farmacia. Como destaca Aquilino García, vocal de Alimentación del Consejo General de COF, «buena parte de los consejos farmacéuticos de salud que se dan cada año en farmacia son de nutrición».
Más allá de la importancia que tiene para la salud conocer estos valores, las deficiencias en las etiquetas nutricionales supone un autenténtico problema para las personas que sufren alguna patología y deben moderar el consumo de algunas sustancias. Así lo han advertido sociedades como la de Nefrología (SEN), que el pasado octubre apeló a las organizaciones de consumidores para que exijan la incorporación del contenido en fósforo.
Alberto Ortiz, jefe del Servicio de Nefrología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, y miembro de la Junta Directiva de la SEN asegura a CF que «el paciente con una patología renal debería saber el contenido de sodio, potasio y fosfatos» que incluyen los alimentos. A juicio del experto, en especial, los fosfatos son «el gran problema», y parte de la población general no tiene conciencia de que toma más de los necesarios. «Hay estudios que confirman que contribuyen a un envejecimiento acelerado. Para alguien a quien no le funcionan bien los riñones es un problema, porque no tiene cómo eliminarlo», añade.
Ortiz subraya como dificultad añadida que el fosfato está en los aditivos alimentarios, y que, a veces, se camufla en nomenclaturas recogidas en la legislación europea. El especialista avisa de que está contenido encomponentes como el E-338, E-340 o E-341 que, por ejemplo, tienen las bebidas de cola (ver apoyo).
Más exigencias
Andrea Marqués, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad(Imeo), plantea la necesidad de que la legislación sea más exigente con el etiquetado, para que los pacientes con patologías e intolerancias sean capaces de entenderlo e interpretarlo. «Se podrían incluir especificaciones como las de evitar su consumo si padece de… , o de alto contenido en», propone Marqués, aunque añade que «las leyes de etiquetado son difíciles de cambiar».En este sentido, Pilar León, vocal de Alimentación y Nutrición del COF de Madrid, apunta que «algunas empresas se están planteando poner semáforos con luz roja en aquellos ingredientes que puedan provocar algún problema» (ver gráfico).
Marqués también advierte de la necesidad de estar atento a la publicidad engañosa. Es el caso de ciertos productos etiquetados como «naturales» , que no les exime de llevar aditivos y saborizantes. «Natural no significa casero ni artesano, simplemente que se refiere a que no hay una elaboración masiva», indica.
Especificar las cantidades es otro problema pendiente que señalan Marqués y Ortiz. Este último apunta que algunos productos indican el porcentaje de un ingrediente y nombran los que están contenidos, pero no especifican en qué cantidades, como es el caso de algunas carnes.
Por otra parte, León, recuerda que el etiquetado de los complementos nutricionales y medicamentos también merece un repaso, ya que muchas personas acuden a la farmacia a preguntar por su composición. «El problema reside cuando la intolerancia no es muy acusada; si el farmacéutico no avisa o pregunta a los usuarios, muchos no lo comentan. Aquí reside la importancia del consejo farmacéutico», recalca.
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