2 riesgos de los edulcorantes que no te esperabas

¿Y si te tomases algo con un fin y lo que lograses fuera justamente lo contrario? Los edulcorantes endulzan sin aportar calorías, pero si se abusa de ellos el cuerpo acaba pagando igualmente un precio.

Cuerpo Mente, por Claudina Navarro

Los edulcorantes son sustancias dulces con pocas o ninguna caloría utilizadas como alternativa al azúcar. Pero no todos son iguales. Cada edulcorante es un compuesto químico diferente y su comportamiento varía en el organismo.

Ahora bien, sobre todos recae una sospecha: la de que engañan al cuerpo y eso tiene sus consecuencias.

1. En vez de adelgazar, te engordan

Cuando tomamos un edulcorante, el cuerpo asocia el sabor dulce a las calorías. En respuesta, aumenta la producción de hormona insulina y se estimula el apetito. La consecuencia es que pueden provocar ganancia de peso, justo lo contrario de lo que se trata de conseguir con su consumo.

Podemos ofrecer al menos dos pruebas de este fenómeno. La primera es que los ganaderos utilizan edulcorantes como la sacarina para favorecer el engorde.

La segunda es el estudio realizado por el doctor Steven Stellman, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), con 80.000 mujeres y que asocia el consumo de edulcorantes con aumento de peso.

2. Alteran tu microbiota intestinal

Uno de los procesos metabólicos alterados por los edulcorantes tiene que ver con la microbiota intestinal.

Un estudio realizado con ratones por investigadores del Weizmann Institute of Science (Israel) halló que la sacarina, la sucralosa y el aspartamo provocan modificaciones en la composición y el comportamiento de la flora intestinal que se relacionan con la tendencia a la obesidad.

Los edulcorantes más polémicos

En concreto, el aspartamo se ha relacionado con diferentes síntomas, como dolores de cabeza, pérdida de memoria, alteraciones de la visión e hiperactividad. En experimentación animal, ha provocado cáncer de cerebro, ganglios linfáticos y vías urinarias. Pero otros estudios no han confirmado estas sospechas y no hay un consenso científico.

En cuanto a la sacarina, el edulcorante más popular en los últimos años, tiene una historia controvertida. En experimentación animal y en altas dosis se ha asociado a cáncer de vejiga, pero los resultados no se han considerado extrapolables al ser humano.

La dextrosa, por su parte, es una forma de glucosa, un azúcar natural que se obtiene del trigo o el maíz.

La conclusión que podemos sacar de todos estos datos es que, en general, conviene evitar los edulcorantes, especialmente los edulcorantes que tienen más estudios en su contra: el aspartamo (E951 y E962), el acesulfamo (E950) y el ciclamato (E952).

Sin embargo, los edulcorantes más seguros, como los esteviósidos (E960) o el polvo de estevia, pueden utilizarse ocasionalmente en cantidades pequeñas.

Cómo sustituirlos

Como norma general, conviene moderar la presencia del sabor dulce en la dieta, aunque venga de la mano de sustancias naturales como el azúcar de caña integral, la miel o el sirope de agave.

El placer que proporciona este sabor puede obtenerse de manera más sana de ciertos alimentos. Puedes endulzar con frutas frescas enteras, desecadas u hortalizas como las zanahorias. Todos estos alimentos son dulces y además proporcionan una buena dosis de minerales, vitaminas y fibra.

Etiquetados opacos, una traba para los enfermos

La información contenida en el etiquetado nutricional es un asunto que genera cada vez más atención en los consumidores, instados por organizaciones de salud a fijarse en lo que comen.

Correo Faremacéutico, por Claudia Preysler
«Al leer el etiquetado, hay que prestar atención a cuatro componentes fundamentales: kilocalorías, grasas, azúcares y sal». Esta es una de las diez recomendaciones que la Universidad de Navarra ofrece en su proyecto Por una comida sana, tú decides, elaborado por expertas de la Facultad de Farmacia y Nutrición. Sin embargo, conocer cuánto sodio o azúcar contienen los alimentos todavía es difícil. El pasado diciembre, el Ministerio de Salud empezó a aplicar la norma comunitaria 1169/2011, por la que se rige el etiquetado, que exige incluir, de manera obligatoria, la información nutricional y sustituir palabras como sodio por sal. Sin embargo, como asegura Ana Bermúdez, docente experta en Higiene Alimentaria del Ayuntamiento de Murcia, «todavía hay productos en los que no figura y aún no se ha aplicado ninguna sanción, pese a que las hay (…). España va un paso por detrás frente a Europa», señala.

Aditivos y porcentajes

La opacidad de las etiquetas es una preocupación persistente, en el que numerosas instituciones relacionadas con la alimentación siguen indiciendo y que genera muchas consultas en farmacia. Como destaca Aquilino García, vocal de Alimentación del Consejo General de COF, «buena parte de los consejos farmacéuticos de salud que se dan cada año en farmacia son de nutrición».

Más allá de la importancia que tiene para la salud conocer estos valores, las deficiencias en las etiquetas nutricionales supone un autenténtico problema para las personas que sufren alguna patología y deben moderar el consumo de algunas sustancias. Así lo han advertido sociedades como la de Nefrología (SEN), que el pasado octubre apeló a las organizaciones de consumidores para que exijan la incorporación del contenido en fósforo.

Alberto Ortiz, jefe del Servicio de Nefrología de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, y miembro de la Junta Directiva de la SEN asegura a CF que «el paciente con una patología renal debería saber el contenido de sodio, potasio y fosfatos» que incluyen los alimentos. A juicio del experto, en especial, los fosfatos son «el gran problema», y parte de la población general no tiene conciencia de que toma más de los necesarios. «Hay estudios que confirman que contribuyen a un envejecimiento acelerado. Para alguien a quien no le funcionan bien los riñones es un problema, porque no tiene cómo eliminarlo», añade.

Ortiz subraya como dificultad añadida que el fosfato está en los aditivos alimentarios, y que, a veces, se camufla en nomenclaturas recogidas en la legislación europea. El especialista avisa de que está contenido encomponentes como el E-338, E-340 o E-341 que, por ejemplo, tienen las bebidas de cola (ver apoyo).

Más exigencias

Andrea Marqués, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad(Imeo), plantea la necesidad de que la legislación sea más exigente con el etiquetado, para que los pacientes con patologías e intolerancias sean capaces de entenderlo e interpretarlo. «Se podrían incluir especificaciones como las de evitar su consumo si padece de… , o de alto contenido en», propone Marqués, aunque añade que «las leyes de etiquetado son difíciles de cambiar».En este sentido, Pilar León, vocal de Alimentación y Nutrición del COF de Madrid, apunta que «algunas empresas se están planteando poner semáforos con luz roja en aquellos ingredientes que puedan provocar algún problema» (ver gráfico).

Marqués también advierte de la necesidad de estar atento a la publicidad engañosa. Es el caso de ciertos productos etiquetados como «naturales» , que no les exime de llevar aditivos y saborizantes. «Natural no significa casero ni artesano, simplemente que se refiere a que no hay una elaboración masiva», indica.

Especificar las cantidades es otro problema pendiente que señalan Marqués y Ortiz. Este último apunta que algunos productos indican el porcentaje de un ingrediente y nombran los que están contenidos, pero no especifican en qué cantidades, como es el caso de algunas carnes.

Por otra parte, León, recuerda que el etiquetado de los complementos nutricionales y medicamentos también merece un repaso, ya que muchas personas acuden a la farmacia a preguntar por su composición. «El problema reside cuando la intolerancia no es muy acusada; si el farmacéutico no avisa o pregunta a los usuarios, muchos no lo comentan. Aquí reside la importancia del consejo farmacéutico», recalca.

De los creadores del detox llega el ‘clean eating’

La alimentación limpia promete ayudar a controlar el peso, pero más que una dieta es una filosofía. ¿En qué consiste?

El País, por Ángeles Gómez
– Sus seguidores invitan a cocinar como se hacía antaño (cocer, guisar y asar). Y a comer alimentos ecológicos, que, en general, no han demostrado ser mejores para la salud. Con alguna excepción: las naranjas bio tienen un 10% más de vitamina C; la leche entera, un 50% más de ácidos grasos y un 74% menos de yodo que la industrial; y la carne de ternera y pollo se conserva más tiempo.

Una de las precursoras de la filosofía de comer limpio es la nutricionista canadiense Tosca Reno, autora de varios libros de salud y fitness, que en el año 2007 publicó The eat-clean diet. Otro de sus promotores más visibles es Alejandro Junger, un médico estadounidense de origen uruguayo cuya obra Clean (Harper One) permaneció los seis primeros meses de 2011 en la lista de los 15 más vendidos de The New York Times. A lo largo de estos años, el clean eating ha sido un tema recurrente en los medios de comunicación de todo el mundo.

Solo alimentos ecológicos y sin procesar. Las líneas maestras del método (que cuenta hasta con su propia revista, cleaneatingmag.com) se basan en el consumo de alimentos poco o nada procesados; evitar azúcares añadidos y utilizar sustitutos naturales para endulzar; consumir grasas saludables; beber agua; cocinar con técnicas tradicionales poco agresivas (cocción, guisos, plancha)… Dicho de otra forma: es un regreso al pasado de la alimentación.

“Surge de la creciente preocupación por la salud y la forma de alimentarnos hoy en día, que está provocando un aumento de enfermedades crónicas”, comenta la farmacéutica y nutricionista Elián Sánchez. Un primer paso para unirse al movimiento es, afirma, “ser más conscientes de lo que comemos, mirar mejor el etiquetado de los alimentos (hay mucha publicidad engañosa), aumentar el consumo de frutas y verduras y practicar deporte diariamente”.

La receta es aparentemente simple pero supone hacer importantes cambios en el estilo de vida de la sociedad actual, empezando por prescindir de alimentos tan habituales en nuestras despensas como los carbohidratos refinados (pan blanco, pastas, cereales del desayuno) y sustituirlos por productos integrales y granos enteros que, entre otros efectos, ayudan a prevenir la diabetes, el hígado graso y la obesidad.

Con todo, Rubén Bravo, nutricionista en IMEO, asegura que “la tendencia es positiva”, y que cada vez son más las personas que acuden a la consulta “muy bien informadas, no tanto del concepto de clean eating, pero sí de los beneficios de comer lo más natural posible”. Gracias a ese conocimiento, el consumidor está forzando a la industria alimentaria a introducir cambios en la composición de sus productos. Cabe recordar la beligerancia contra el aceite de palma o los aditivos químicos, un mensaje que reciben los supermercados y “deciden retirar alimentos con ingredientes no saludables”, explica Bravo, “y esto es un motivo de felicidad para los nutricionistas que llevamos años luchando por una alimentación sana”.

Para Sánchez, la principal ventaja del clean eating es que “no es una dieta, no vamos a estar sometidos a contar calorías ni a pesar alimentos. Es una filosofía en la que la preocupación es mantener una dieta equilibrada, con sentido común a la hora de elegir los alimentos. Y todo ello conduce a incorporar más nutrientes y productos más naturales, lo que a la larga se traduce en beneficios para la salud”. Además contribuye a mantener el peso gracias al alto contenido en fibra, que regula el tránsito intestinal y los niveles de azúcar en sangre e incrementa la sensación de saciedad (con agua cuadriplica su volumen en el estómago, por lo que es un excelente regulador del apetito).

Se le acusa de inducir trastornos de la alimentación. La duda es si se puede mantener en el tiempo una alimentación limpia. Para los nutricionista consultados, la respuesta es afirmativa dado que promueve un estado de bienestar y mayor energía. Hasta aquí, la balanza se inclina claramente a favor del clean eating. Pero tampoco faltan las voces críticas, como la del bioquímico de la Universidad de Cambridge Giles Yeo, que en el documental Alimentación limpia: la sucia verdad, emitido hace unos meses en la cadena de televisión BBC, analiza la deriva que está experimentando esta filosofía y los peligros que puede acarrear llevándola a sus extremos.

En el programa, la bloguera y gurú de la comida vegana Ella Woodward, califica de moda esta corriente y sostiene que ha perdido la idea original de natural y no procesado (un argumento que se sostiene con el ejemplo de la argentina Rocio Engstfeld, autora del libro Eatclean (Planeta), que cuenta con el considerable número de 290.000 seguidores en Instagram y en el que publica fotos de comidas que, a simple vista, no parecen ajustarse a los requisitos del clean eating. El sensacionalista The Sun ha publicado otro reportaje en el que acusa a la corriente de inducir a la anorexia, además de ser una bomba de relojería para la salud ósea. Y los críticos también alertan de que está llevando a muchos consumidores a prescindir de alimentos con gluten o lactosa aunque no tengan ningún problema que impida su consumo, o incluso a evitar alimentos suplementados con vitaminas o minerales que a veces resultan útiles.

Sánchez, que también es especialista en trastornos de la conducta alimentaria, admite que esta filosofía (como cualquiera llevada al extremo) puede provocar obsesión y que están aumentando los casos de ortorexia (preocupación exagerada por comer sano) y vigorexia (obsesión por un cuerpo musculado). Por eso, aconseja “hacer un 80% de alimentación limpia y el resto normal”, y esto incluye “poder ir un día a un restaurante sin obsesionarse de si es ecológico o natural”. Para otros expertos, los beneficios de la comida natural en términos de salud y bienestar prevalecen sobre los aspectos negativos. Esta convicción lleva a la farmacéutica a afirmar que “es la alimentación que deberíamos seguir”.

Menú tipo

Elián Sánchez propone, como menú tipo, desayunar pan integral de centeno, de espelta o de trigo integral, con medio aguacate machacado y unas semillas de sésamo, un huevo ecológico a la plancha y un kiwi. A media mañana, una pieza de fruta y un puñado de anacardos (crudos y sin sal). Para comer: quinoa salteada con verduras y ensalada verde; una rebanadita de pan de centeno o trigo integral y una fruta o un yogur natural.

De merienda, yogur griego con frambuesas y almendra picada o palitos de zanahoria con humus. Y para cenar, proteína (ecológica) con algo de verdura o ensalada. Por ejemplo, pescado blanco salvaje o azul pequeño (sardinas, arenques) con calabacín a la plancha. O huevos con espárragos trigueros.

La «dieta» de la fertilidad

Disminuir los niveles de estrés y realizar cambios oportunos en la alimentación aumenta las probabilidades de concebir hijos en hombres y mujeres, señalan los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad 

Hay evidencias científicas para asociar la calidad del semen con exposición continuada a quimicosSe estima que más del 15% de la población en España es infértil y que en los últimos años han aumentado las causas de esterilidad masculina[1]. Entre los factores ambientales y sociales que afectan la capacidad reproductiva de ambos sexos se encuentran el estrés, el sobrepeso, la escasa actividad física, el consumo de alimentos con presencia de químicos, el tabaquismo y el alcohol, la contaminación ambiental y la tardía edad para ser padres[2]. Por esta razón los especialistas del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) –entre ellos psicólogos, naturópatas y nutricionistas clínicos expertos en fitoterapia y gastronomía– han elaborado un compendio de pautas actualizadas con las últimas evidencias científicas y ejemplo de menú enfocadas en aumentar la fertilidad de aquellas parejas que tengan dificultades de concepción.

Muchos casos de infertilidad se relacionan con alteraciones genéticas u hormonales, además de algunos trastornos ovulatorios que se dan en la mujer. Sin embargo, numerosos estudios han demostrado que aspectos relacionados con el estilo de vida y la alimentación en la pareja también juegan un papel decisivo. De hecho, «en el momento que empecemos a plantearnos un embarazo hay que reducir los niveles de estrés y realizar algunos cambios en la dieta, teniendo en cuenta que sus efectos positivos en la fertilidad empezarán a dar sus frutos a partir del tercer mes», señala Rubén Bravo, Naturópata experto en nutrición y portavoz del IMEO.

Alimentos que a largo plazo perjudican la fertilidad

Evitar alimentos expuestas a  pesticidas y herbicidasHoy en día existen suficientes evidencias científicas para asociar la calidad del semen y los óvulos con la exposición continuada a químicos en periodos de medio y largo plazo. En la gran mayoría de los alimentos de consumo cotidiano encontramos pequeñas dosis de productos químicos en forma de edulcorantes, conservantes, abonos químicos en la tierra, pesticidas en los cultivos, hormonas en algunas carnes, herbicidas en los vegetales, antibióticos en la ganadería, metales pesados en cultivo y en los mares… que por separado no tienen ningún efectos nocivos sobre la salud, pero que unidos y durante un consumo prolongado, podrían estar perjudicando diferentes aspectos de nuestro organismo como la fertilidad y la capacidad de engendrar hijos.

En este sentido, la nutricionista Andrea Marqués del IMEO recomienda «tener especial cuidado con las frutas y verduras expuestas a herbicidas y pesticidas[3]; carnes de animales que han sido tratados con hormonas como pollos de crecimiento intensivo o ganado vacuno; conservas de lata o alimentos envasados en plástico que pueden contener más trazas de Bisfenol A que actúa como disruptor endocrino e interfiere en el ciclo hormonal natural». Deberíamos evitar también las acrilamidas que se filtran en nuestra dieta a través de la fritura de los hidratos de carbono. Esta sustancia neurotóxica en grandes dosis puede afectar al sistema endocrino, generar irritabilidad y trastornos neuroendocrinos que a su vez pueden influir en la capacidad reproductiva.

Estimulantes como cafeína y teína son desaconsejadas por sus posibles efectos adversos sobre el aparato reproductor femenino. Estas sustancias actúan como vasoconstrictores que ralentizan la llegada de la sangre al útero y pueden dificultar la implantación del óvulo.

En mujeres con síndrome del ovario poliquístico es esencial evitar los picos de insulina en sangre que puedan alterar el equilibrio hormonal y la ovulación, por tanto se recomienda controlar el consumo de harinas refinadas.

Por otro lado estar muy por encima o muy por debajo del peso considerado normal también puede resultar un factor de infertilidad a tener en cuenta, al igual que el consumo frecuente de bebidas alcohólicas y el tabaquismo nos afectan directamente nuestro factor de fertilidad, de modo que es altamente recomendada su abstención durante el período de concepción en hombres y mujeres, durante el embarazo y posteriormente en la lactancia.

Cómo influye el estrés en nuestra fertilidad y cómo combatirlo

Reducir los niveles de estrés aumenta la probabilidad de concebir«El estrés que experimentamos, además de disminuir la libido (falta de deseo sexual), induce una reacción en el cerebro que afecta a la dinámica del sistema reproductor», explica María González Fernández, psicóloga del IMEO. Lo hace con la finalidad de evitar cualquier gasto de energía que pueda ser necesario para responder a la situación potencialmente peligrosa o de sobredemanda.

La tensión severa y continuada puede disminuir en el varón los niveles de testosterona, dificultar la erección y ocasionar eyaculación precoz, y repercute negativamente en la dinámica reproductora femenina. Se estima que una mujer que experimenta altos niveles de estrés y ansiedad puede ovular hasta un 20% de lo habitual, disminuyendo así la posibilidad de que sus óvulos sean fecundados.

La forma más habitual para eliminar el estrés es a través de la práctica de ejercicio físico (yoga, Pilates, estiramientos, baile o entrenamiento cardiovascular moderado). De esta manera se reduce la actividad nerviosa simpática, circula menos adrenalina en la sangre y a largo plazo desciende la presión arterial y la frecuencia cardíaca.

En los casos más graves de estrés, se puede recurrir a un abordaje psicológico del estrés. Existen varias terapias individuales[4] y en pareja que pueden ser de utilidad a aquellas personas sometidas a altos niveles de estrés y con dificultades para concebir hijos, donde además de un abordaje psicológico para manejar el estrés, se evalúan posibles conflictos o causantes de la tensión y se cuidan los distintos ámbitos de la pareja (sexual, ocio, reparto de roles, etc.). «Generalmente, en estas situaciones se tiende a focalizar toda la atención y energía emocional en el hecho de concebir, sobreponiendo este objetivo a cualquier otro. Así pues, al no tener un control sobre ello se pone en riesgo la estabilidad de la pareja y el grado de satisfacción», señala González. Cuando logramos reducir los niveles de estrés, se restablece el equilibrio en la segregación de hormonas que intervienen en la reproducción y el funcionamiento de nuestro sistema nervioso autónomo, facilitando así la capacidad de concepción.

Dieta de fertilidad IMEOPautas nutricionales para mejorar la fertilidad

Llevar una dieta saludable es imprescindible a la hora de concebir. En este sentido, la experta en nutrición y gastronomía del IMEO, Andrea Marqués recomienda:

  • Aumentar el consumo de frutas y verduras ricas en antioxidantes que degradan radicales libres que puedan dañar nuestros óvulos o espermatozoides. Algunas como la zanahoria, el arándano, el tomate o las coles (brócoli o coliflor) son especialmente ricas en estas sustancias.
  • Aumentar el consumo de ácidos grasos omega 3 a través de las nueces o el pescado azul. Estos ácidos grasos en el hombre ayudan a la maduración de los espermatozoides y en la mujer estimulan la ovulación.
  • Incluir proteínas animales en el menú por su aporte de hierro, ya que su deficiencia es un síntoma de infertilidad. Entre las opciones son pollo ecológico para evitar alteración en los niveles hormonales; carne roja una vez a la semana; y mariscos de concha como almejas, mejillones y berberechos.
  • Asegurar un correcto aporte de calcio a través del consumo diario de lácteos. Leche semidesnatada, yogures y queso tiernos y frescos ayudan a estimular el sistema reproductor.
  • Mantener unos niveles adecuados de ácido fólico antes y durante el embarazo. En los hombres el déficit de ácido fólico afecta al número y a la movilidad de los espermatozoides. En la mujer es imprescindible para el desarrollo del bebé. Además como suplemento, existe en verduras de hoja verde, cereales integrales y legumbres. El consumo de huevos, ricos en colina, ayuda para su correcta absorción.
  • Incluir en nuestra dieta alimentos con poder afrodisiaco, como plátano, frutos del bosque, chocolate negro, vainilla, canela u hojas de damiana en la infusión, podría aumentar el deseo sexual y también la libido.
  • Potenciar la fertilidad masculina con aportes adecuados de zinc, vitamina C y selenio. El zinc, que juega un papel esencial en la movilidad del espermatozoide para su llegada al óvulo, abunda en pescado, marisco, huevos y lácteos. La vitamina C, presente en cítricos, frutas y verduras como el tomate o el kiwi, contribuye a eliminar restos de metales pesados que alteran la calidad del semen. El selenio, presente en cereales integrales y frutos secos, contribuye a la producción de testosterona y mejora la cantidad y la calidad del esperma. 

Herbología y complementos alimenticios para él y ella

  • En los hombres el extracto de la raíz de la Maca Andina aumenta los niveles de testosterona, la cantidad de esperma útil y la movilidad de los espermatozoides.
  • La L-Carnitina es un aminoácido que incide directamente en los procesos de formación, regeneración y maduración del esperma.
  • «En la mujer, además de ácido fólico, en las etapas de concepción y embarazo recomendamos tomar diariamente inositol, a través de la ingesta diaria de semillas de lino, que mejora sustancialmente la maduración de los ovocitos», añade Rubén Bravo, Naturópata y experto universitario en nutrición.
  • En ambos sexos, con el fin de controlar los niveles de estrés, se aconseja tomar extracto de semillas de Griffonia. Esta planta africana tiene un alto contenido natural en aminoácido que incide directamente en reducir tanto los estados de ansiedad, como los de depresión, mejorado la calidad del sueño y por lo tanto la reparación celular nocturna.

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[1]Antes un 70% de las causas de infertilidad eran femeninas, un 20% masculinas y un 10% mixtas, hoy se considera que un 40% de las causas son masculinas, un 50% femeninas y un 10% mixtas, según la Unidad de Reproducción Asistida del grupo sanitario Vithas que cuenta con 12 hospitales y 13 centros especializados en España.

[2] La edad media para ser madre en España es de 32,2 años, pero el 33% de los nacimientos son de mujeres de más de 35 años, INE 2014.

[3] Según la organización EWG las frutas y verduras más contaminadas con pesticidas son manzanas, melocotones, nectarinas, fresas, uvas, apio, espinacas, pimientos rojos dulces, pepino, tomates cherry, guisantes importadas y patatas.

[4] Entre las más efectivas terapias para controlar y reducir el estrés son la Relajación muscular de Jacobson, la Relajación Diafragmática, la Meditación y el Biofeedback.

Bisabuelas pueden ser responsables de la obesidad

Tóxicos a los que se expusieron nos hacen más susceptibles a enfermedades

Por BBC Mundo / elnuevodia.com

obesity.jpg_thinstockNo importa qué tan sana sea la vida que llevamos, los tóxicos medioambientales a los que se expusieron nuestras madres, abuelas e incluso bisabuelas durante el embarazo pueden influir en las enfermedades que desarrollemos.

Investigadores de la Universidad de Washington se dieron a la tarea de hacer una lista de químicos que encontramos a diario en el ambiente y que, debido a la epigenética, causan enfermedades generaciones después.

Dos trabajos liderados por el biólogo molecular Michael Skinner, publicados por separado en PLOS ONE y Reproductive Toxicology, indican que la exposición a plastificadores -presentes en botellas de plástico- y a hidrocarburos -como el combustible de aeronaves-, pueden ser una causa de obesidad tres generaciones más tarde.

También pueden influir en el desarrollo de enfermedades de riñón, próstata, testículos y ovarios, así como en anormalidades relacionadas a la pubertad.

«Es la primera vez que probamos estas dos exposiciones medioambientales y descubrimos que los dos (químicos) promueven enfermedades transgeneracionales», le explicó Skinner a BBC Mundo.

Este fenómeno se debe a la «herencia transgeneracional epigenética». Al mismo tiempo que los animales (incluidos los humanos) heredan características de las secuencias de ADN de sus padres, también tienen una herencia epigenética con la activación o desactivación de algunos genes.

Ni los hijos ni los nietos… los bisnietos

El especialista señaló que muchas de estas enfermedades sólo aparecieron tres generaciones más tarde. «Es interesante ver cómo estas dolencias no se manifestaron en la generación F1, que serían los hijos, sino en la de los bisnietos».

«(El estudio hecho en ratones) sugiere que una exposición ancestral de tus abuelos y bisabuelos puede aumentar tu susceptibilidad a desarrollar obesidad». Esto incluye aumento de peso, y una gran cantidad de acumulación de grasa en la zona del abdomen.

Si dos personas -una con tendencia a sobrepeso y otra no- llevan la misma dieta y realizan la misma cantidad de ejercicio, la que es más susceptible a ganar peso podría desarrollar obesidad, al contrario de la otra.

«Lo que pasa con la exposición de nuestros ancestros a estos tóxicos es que aumenta la susceptibilidad. Si sabes que eres susceptible a ganar peso, podrás tomar medidas para no ser obeso», aclara Skinner.

Según los expertos, el período más sensible para la exposición es durante la formación del feto. «Cuando se está formando en masculino o femenino es cuando hay más sensibilidad a ser reprogramado. Esto es un fenómeno epigenético», aclara Skinner.

Estas enfermedades se evidencian tres generaciones más tarde debido a que permanentemente cambiamos las células germinales. «En este caso particular es la esperma, que tiene una firma epigenética que, básicamente, se transfiere a toda la descendencia subsecuente», explica el experto. «Es una forma hereditaria no genética».

Altos índices de obesidad

Michael Skinner sugiere que los altos niveles de obesidad hoy en día podrían tener relación con la exposición de nuestros ancestros a tóxicos. Estos químicos pudieron haber originado una reprogramación en nuestros genes y nos hicieron más susceptibles a ganar peso; una combinación explosiva si lo combinamos con comida rápida y sedentarismo.

«Si te fijas en las tasas de obesidad de los años 50 y principio de los 60, eran relativamente bajas, cerca del 5%. Si miramos los niveles de obesidad hoy en día, tanto en niños como en adultos, ronda más el 30-40%».

«En tres generaciones hemos visto un aumento dramático de la obesidad. Un factor que no puedes atribuirse a la genética o a ninguna otra cosa que no sea influencia medioambiental».

El experto aclara que si bien la dieta, la nutrición y el ejercicio son cruciales para evitar la obesidad, no hay que ignorar los componentes ancestrales.