De cara a la inminente «Operación bikini», los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad enumeran los 10 errores más comunes a la hora de ponerse a dieta
1. Escoger la dieta al azar es igual de malo que estar a “dieta perpetua”
A menudo se olvida que la dieta, igual que un traje, ha de ser a medida. “Saltar de una dieta a otra para intentar bajar de peso es un gran error, pues al final nuestro metabolismo acaba ralentizándose, aumentando los niveles de cortisol con lo que también lo hará el estrés, la ansiedad y nuestra tendencia a almacenar grasa”, señala Rubén Bravo, experto de nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) . Si queremos adelgazar, es indispensable acudir a un especialista y seguir un programa profesional basado en nuestras características propias, tanto emocionales, como metabólicas, como de hábitos y vida social.
2. Fijarnos unos objetivos muy altos a corto plazo
A muchas personas les entran las prisas en determinadas ocasiones, ya sea para “lucir tipito en una boda” o para “superar la prueba del bañador”, pretendiendo perder 10Kg en un mes. Una meta tan alta en tan poco tiempo pone en peligro el éxito de la misión. “Lo saludable y eficaz es perder 1Kg a la semana, 1,5Kg si realizamos actividad física, por encima de éste peso corremos el riesgo del efecto rebote, de perder principalmente agua y masa muscular, y de a los pocos días encontrarnos irritables, apáticos y débiles”, advierte el especialista del IMEO.
3. Saltarse las comidas
Está demostrado que realizar unas 5 comidas al día favorece el seguimiento de la dieta. La ingesta de alimentos debe ser cada 3-4 horas. Esto favorece un aumento del gasto metabólico y nos ayuda a evitar la ansiedad y a llegar con menos hambre a la siguiente comida.
4. Retirar algún grupo de alimentos o los que nos dan placer
“Para perder peso de forma efectiva, evitando el efecto rebote a medio y a largo plazo, no hay que retirar ni las proteínas, ni las grasas, ni los hidratos de carbono; simplemente hay que reducir la ingesta de algunos alimentos y aumentar la de otros, dejando los objetos de placer como excepción para el fin de semana”, aconseja el especialista.
En España, el hecho que la vida social va muy ligada a la gastronomía hace más difícil retirar determinados alimentos del menú, como son la cerveza, el jamón, el chocolate, el pan o el vino tinto. “Si queremos adelgazar, no es necesario retirar, sino más bien limitar estos placeres a una cantidad semanal aceptable”, recalca Bravo. Con ello no sólo perderemos peso al mismo ritmo, sino que nos procuramos un aliciente psicológico y los niveles de ansiedad disminuirán. Así no tendremos tanta sensación de sacrificio diario y podremos seguir con la dieta el tiempo necesario.
5. El mismo menú todos los días
La falta de variedad en una dieta aburre y hace que nos cansemos de ella al poco tiempo. Parece que una comida saludable se compone de pechuga de pollo a la plancha y ensalada. Pero en realidad, hay un amplio diapasón de alimentos, condimentos y formas de cocinar alternativas que nos ayudan a ser más creativos a la hora de comer. Si no nos gusta mucho la cocina, un buen libro de cocina fácil nos echará una mano en estos casos.
6. No beber agua durante la comida
Nada más lejos de la realidad, pues beber agua en nuestra comida no sólo que no engorda, sino aumenta los niveles de saciedad y nos hará comer menos cantidad. “El agua desnaturaliza el alimento a la hora de metabolizarlo y ralentiza nuestra digestión, incidiendo de forma directa en los niveles de acidez digestivos, por tanto es indispensable en la ingesta”, concluye Bravo.
7. El “light” también engorda
Es común que cuando estamos a régimen introduzcamos alimentos con menos calorías o Light en la dieta. Sin embargo, muchas veces al saber que estos alimentos engordan menos, tendemos a consumir mayor cantidad. Al final, el resultado puede ser en un aporte calórico igual al alimento original.
8. Cenar sólo fruta
Llega el verano y el melón y la sandía se convierten en una cena “ligera” y refrescante. A pesar de que las frutas nos aportan mucha agua y vitaminas, también hay que tener en cuenta que contienen azúcares simples, que se digieren de forma rápida y nos proporcionan energía que precisamente no nos hace falta a última hora del día. Lo ideal es comer la fruta sola, así se absorben mejor los nutrientes, o media hora antes de la comida por su efecto saciante.
9. Mucha dieta, pero poco ejercicio
El término adelgazar consiste en conseguir gastar más calorías de las que nuestro cuerpo necesita para que éste recurra a las reservas de grasa para obtener energía. Cuando estamos a dieta restringimos el aporte de energía, pero ¿qué pasa cuando dejamos la dieta y volvemos a aumentar las calorías diarias? La actividad física hace que nuestro gasto calórico sea mayor y, por lo tanto, que consumiendo las mismas calorías no engordemos. Además favorece el metabolismo y libera endorfinas que nos hacen sentir mejor.
10. Consultar la báscula de forma compulsiva
Muchas veces la impaciencia de adelgazar rápido nos juega una mala pasada. El hambre que pasamos a cabo de un día no queda reflejado de inmediato en la báscula y, por tanto, no debe ser motivo para desesperación si hoy pesamos lo mismo que ayer o incluso unos gramos más, después de haber tomado mucha agua. Los nutricionistas aconsejan no pesarse de forma compulsiva, ni mucho menos cada día o de forma excesiva –por la mañana y por la noche–. Lo idóneo sería consultar la báscula una vez a la semana, al ser posible por la mañana y siempre en la misma hora. Si llevamos un control de todo lo que comemos y lo apuntamos, saldremos de dudas a la hora de la verdad.
La obesidad es una enfermedad moderna
El Homo Sapiens que vivía hace 40 000 años comía una vez al día, tal como lo hacen todos los grandes mamíferos cazadores. Esto se explica con la gran capacidad estomacal que posee el ser humano, que permite llenando el estómago una sola vez, subsistir al menos 2 días tomando sólo agua. Hasta finales del siglo XIX la gran mayoría de los humanos seguían comiendo sólo una vez al día. La obesidad prácticamente no existía hasta entonces, salvo en la clase rica y aún así no llegaba a los desmedidos niveles actuales, donde se observan personas con pesos superiores a los 300 o 400 Kg.
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