La salvaje dieta del rey español de 240 kilos al que expulsaron del trono por su extrema obesidad

Sancho I, apodado «el Craso», logró perder la mitad de su peso corporal gracias a una cura de adelgazamiento de un médico judío. Gracias a ella pudo recuperar el trono que le habían arrebatado

ABC, por Manuel P. Villatoro

Una «operación bikini» hecha a la carrera para volver a reinar. Aprovechando la llegada del verano y de las dietas milagro, quizá esta sea una de las mejores formas de describir el proceso al que se sometió el rey de León, Sancho I, en el siglo X. Y es que, después de haber sido derrocado por su tío tras perder el respeto de sus súbditos por pesar la friolera de 240 kilos, el monarca (apodado «el Craso» o «el Gordo») solicitó al califa de Córdoba Abderramán III que le ayudara a perder peso y recuperar su trono.

Este le sometió a una cura de adelgazamiento que fue una auténtica tortura. ¿La razón? Que, según cuentan las crónicas, uno de los médicos más famosos del líder musulmán le cosió la boca, le encerró, le impidió probar bocado durante 40 días y tan solo le dio de beber unas raras infusiones para que no se deshidratara. Con todo, al final logró eliminar la mitad de su peso corporal y volver a sentarse en la poltrona.

La situación de España

Cuando Sancho andaba a gatas y todavía no se había introducido entre pecho y espalda decenas de venados asados y litros de vino, nuestra primitiva España se encontraba metida hasta el corvejón en el proceso de Reconquista contra los musulmanes. De hecho, el pequeño y famoso reducto de Don Pelayo -el héroe que derrotó a los moros en una batalla tan conocida como exagerada (la de Covadonga)- había dado paso a una serie de reinos cristianos ansiosos de hacerse con el mayor territorio peninsular posible para aumentar sus dominios. «La Península estaba formada por el reino Astur-Leonés, el condado de Castilla, el reino de Navarra, el reino de Aragón, Cataluña y Califato de Córdoba», explica, en declaraciones a ABC, la historiadora Sandra Navarro.

Nuestro protagonista era, precisamente, hijo de uno de los mandamases de entonces: Ramiro II. Un monarca que fue más conocido por ser sumamente cruel con sus enemigos (no en vano le llamaban «El diablo») que por la importante expansión que hizo del territorio leonés. Además, Sancho (el futuro «el Gordo») contaba con un hermano mayor, Ordoño. «Sancho I era hijo de Ramiro II, un rey que consiguió que en León no se produjese la disgregación entre las regiones de Asturias, Galicia y León; que impulsó la repoblación y organización en el valle del Duero; y que frenó los intentos expansionistas de Abderramán III», explica Navarro.

En palabras de la experta, la época que vivió el futuro Sancho I durante su infancia fue de mucho más esplendor que la que tendría que pasar posteriormente. «A partir del reinado de Ramiro II, sin duda una época de esplendor en el reino astur-leonés, este reinó entró en crisis. Una crisis que fue provocada por los conflictos civiles entre los condes de León. Desde ese momento se dejaron de realizar campañas militares contra los musulmanes y los gobernantes perdieron poder en favor de nobles cordobeses en ascenso, además de navarros y castellanos», completa la experta.

Por su parte, y mientras en León se detenía la Reconquista por momentos debido a los tortazos internos, el reino musulmán vivía una de sus mejores épocas. Una era de gloria sobre los cristianos. «Durante este período se formó el Califato de Córdoba en el año 929 y comenzó la época de esplendor musulmana. Los ejércitos de Abderramán III fueron superiores e, incluso, lograron llegar hasta Nájera, aunque al final una coalición de reyes cristianos logró asestarles una derrota importante en la expedición militar de Simancas», determina la historiadora.

Lo cierto es que aquella batalla (acaecida el 1 de agosto del año 939) fue de calado, pues los cristianos lograron acabar con un contingente que, según varios historiadores, ascendía a los 100.000 enemigos. Con todo, eso no le hizo perder su potencia a los moros. «A pesar de que fueron derrotados, siguieron teniendo la superioridad militar», añade la experta.

«El Gordo»

Sancho nació en el año 935 de la semilla de Ramiro II y el vientre de su segunda esposa, Urraca Sánchez. Como noble que era, desde que no levantaba un palmo del suelo se movía entre grandes comilonas y una vida envidiable para cualquier plebeyo. Algo que no tardó en pasarle factura pues, según las crónicas, en su adultez acabó pesando unos 240 kilos. «Su obesidad era monstruosa, mórbida si utilizamos el término médico actual. No en balde los cristianos y los moros le conocían por el sobrenombre de “el Craso” (“el Gordo”). Este hecho es bastante llamativo, ya que en la España cristiana de la época la alimentación era sobria por razones de escasez. ¡Era una barbaridad!», explica Pedro Gargantilla Madera (médico, escritor y divulgador científico) en su obra «Enfermedades que cambiaron la historia».

Pero… ¿A qué se debía su obesidad? Pues, simple y llanamente, a todo lo que comía a lo largo de la jornada. Y es que, según las crónicas, ingería alimentos siete veces al día. La mayoría de veces de 17 platos y, una buena parte de ellos, elaborados con carne de caza. Una dieta de miles y miles de calorías que superaba abiertamente la cantidad necesaria de un hombre adulto para mantenerse sano (entre 2.000 y 2.500 para no engordar). «La obesidad le había transformado en un auténtico inválido», añade el experto. Tal era el ingente número de kilos que soportaba su esqueleto, que no podía subirse a su jamelgo para cabalgar ni, por descontado, empuñar su espada en el campo de batalla.

Ascensión y pérdida del trono

Ya con sus 240 kilos de peso, Sancho vio como Ordoño ascendía al trono en el año 951 después de la muerte de su padre. Algo que debió tocar soberanamente las narices al «Craso», ansioso de coronarse. Al parecer, trató incluso de arrebatarle el cetro de poder a su hermano, aunque sin éxito. Algo en cierto modo lógico, pues no podía plantar cara en batalla y apenas podía levantarse de la cama. Con todo, la suerte le terminó sonriendo a nuestro protagonista, pues Ordoño dejó este mundo en el otoño de 956 tras cinco años manda que te manda. Una muerte que, como bien señala Navarro, fue tan oportuna como extraña para los ciudadanos de la época.

A partir de ese año comenzó su reinado. Un gobierno marcado por el descrédito que su obesidad provocaba entre la población y por sus tejemanejes políticos. «Era una cuestión de falta de respeto. El rey había intentado atacar a su hermano en Sahagún en el 955 y había fallado y, además, no era capaz de subirse al caballo para comandar a sus tropas debido a su obesidad», determina la historiadora a ABC. Además, al «Craso» se le ocurrió la absurda idea de cortar relaciones con su tío, el conde castellano Fernán González, algo que hizo que este empezase a destrozar su ya de por si escasa reputación.

«La verdad es que la jugada no pudo ser más desafortunada. Al conde le faltó tiempo para mover las fichas en contra del soberano: se dedicó a malmeter en contra de Sancho, desprestigiando su autoridad, puesto que ni siquiera era capaz de valerse por sí mismo para levantarse de la cama y para andar», explica, en este caso, Gargantilla. Tampoco tuvo pelos en la lengua González a la hora de señalar que, con tal obesidad, no podría engendrar un hijo y su linaje se perdería entre comilona y comilona. Al final, chisme por aquí, comentario por allá, se fue forjando cierto odio hacia «el Gordo» en todo el reino. Un rechazo que se materializó en el año 958 cuando, armas mediante, Fernán le puso naso y le arrebató a su sobrino por las bravas el trono sin que este pudiese siquiera combatir para tratar de impedirlo.

Así lo explica el divulgador histórico del S.XIX Ángel González Palencia en su obra «Historia de la España musulmana»: «Sancho, que trataba de abatir a los nobles y restablecer la autoridad absoluta de los reyes, sus antepasados, fue destronado el 958 por una conjuración que alentaba Fernán González, y con pretexto de su excesiva gordura. Fue elegido rey Ordoño IV “el Malo”». Navarro señala también a este diario la conjura que se forjó entre González y el nuevo rey, además de que el noble castellano fue una pieza clave para el monarca se coronase: «Le fue arrebatado el poder a través a través de una rebelión militar y la coronación de su primo Ordoño Adefonsiz el 2 de marzo de 958. Este sitió León y entró en la ciudad el 3 de agosto del mismo año».

A la carrera

Derrotado y humillado, «el Craso» logró escapar como buenamente pudo de aquella trampa mortal (desconocemos cómo y, sabiendo que apenas podía andar, sería sumamente curioso averiguarlo). Poco podía hacer entonces, salvo acudir al único lugar en el que sabía que le recibirían de buen agrado: Navarra. Y es que, allí se encontraba su abuela, la reina Toda, una mujer que destacaba por tenerlos bien puestos a pesar de sumar casi 80 primaveras a sus espaldas. Tal y como esperaba, la reina le recibió de buen agrado. No solo eso sino que, haciendo honor a su reputación, decidió que su nieto no podía quedarse de brazos cruzados mientras le arrebataban la silla de poder y que debía combatir al nuevo monarca hasta expulsarle de una patada de la sala del trono. Pero lo primero era lo primero, tenía que perder esos «kilitos» de más que tenía para infundir respeto en sus enemigos y súbditos y poder combatir.

Pero… ¿Cómo diablos podía perder aquella ingente cantidad de peso en un tiempo tan breve? Piensa que te piensa, Toda llegó a la conclusión de que solo podía pedir ayuda a los únicos que estarían dispuestos a destronar a un rey cristiano. «Su abuela, la reina Toda de Navarra, se ocupó de refugiar a su nieto y envió mensajeros a Córdoba pidiendo la ayuda a Abderramán III a cambio de un pacto entre Córdoba y Navarra», señala Navarro a este diario. Al musulmán no debió parecerle mala idea la alianza, pues envió a uno de sus médicos a la región cristiana para que hiciese un diagnóstico del mal que atacaba al «Craso». El elegido fue el judío Hasday Ben Shaprut, nacido en Andalucía y uno de los más afamados sanadores de la época. El precio de tratamiento no fue barato, como bien señala González, pues consistió en la cesión de diez fortalezas al Califa cuando lograse volver al trono.

«Shaprut era un destacado médico y diplomático judío en la corte de Abd al Rahman III y Al Hakam II. Dominaba el árabe, latín hebreo y romance y tradujo al árabe la obra botánica de Dioscórides. Actuó de consejero del califa y participó en las relaciones con las embajadas de otros gobiernos, demostrando en todas las ocasiones gran habilidad y sutileza», explica el escritor Luis Molinos en su obra «La perla de Al-Andalus». Gargantilla, por su parte, señala que este médico había empezado a ser conocido en la corte gracias a que había ideado un remedio que podía curar todo tipo de males llamado Al-Faruk. Fuera por lo que fuese lo cierto es que, cuando llegó a Navarra, el galeno consideró que era urgente llevarse a Sancho a Córdoba para tratarle como Alá mandaba. Así fue como partió una gran comitiva hacia territorio musulmán. Región en la que, como explica el escritor, «el Craso» no pudo entrar montado por su gran peso.

La «cura de adelgazamiento»

Una vez en Córdoba, Hasday sometió a un auténtico calvario al leonés para obligarle a perder peso. A nivel dietético, no se le ocurrió otra cosa que coserle la boca para evitar que comiera nada sólido. Así fue como se acabaron los venados en la vida de Sancho. En palabras de divulgadores históricos como Francisco Hervás Maldonado, tan solo le dejaron una pequeña abertura en los labios por la que meter una pajita por la que beber agua y una serie de infusiones recomendadas por el judío. Además, Gargantilla es partidario de que le metieron en una habitación en donde, incluso, se le ataron manos y pies a la cama para evitar que pudiera comer nada.

«Con el paso de los días, su cuerpo adquirió la flacidez propia de los adelgazamientos»

Por si eso fuera poco, también le obligaron a hacer ejercicio. Tampoco es que pudiera correr una maratón, pero solo salía de aquella habitación en la que estaba encerrado para dar largos paseos a lo largo de los jardines musulmanes. En ellos, Sancho era ayudado de una curiosa forma por los sirvientes. Y es que, estos tiraban de él con cuerdas para obligarle a dar pequeños pasos. Finalmente, cuando terminaban estas sesiones de «running», «el Craso» tenía que estar horas y horas en un baño de vapor que le ayudaba a eliminar la gran cantidad de agua que había acumulado durante años en el cuerpo. El método era inhumano, según los cronistas de la época.

A pesar de lo doloroso que resultó el proceso, a los 40 días –siempre según las crónicas-había surtido un efecto increíble. «Con el paso de los días su cuerpo adquiriría la flacidez propia de los adelgazamientos. Los colgajos de la carne campaban a sus anchas por todo su cuerpo, por lo que Sancho tuvo que ser sometido a unos terribles masajes para que la piel recuperase su firmeza», añade Gargantilla. Al final, infusión va, infusión viene, nuestro protagonista perdió la mitad de su peso corporal, tal y como afirma el doctor Antonio L. Turnes en su obra «Maimónides: el sabio sefaradí: el médico judío-español de la Edad de Oro, 1135-1204». Así pues, se quitó de encima 120 kilos, gracias a lo que pudo montar a caballo, sostener la espada y yacer con una mujer.

Un traidor

Totalmente recuperado, y «recio, pero no obeso», Sancho se embutió una armadura y, al mando de un ejército de musulmanes, se decidió a conseguir el cetro por las bravas. «Recuperó el trono gracias a la ayuda imprescindible de Abderramán III. Un ejército árabe marchó sobre Zamora en el 959. Con los navarros presionando por oriente y el conde de Monzón por el noroeste, el rey Ordoño IV abandonó el trono y huyó a Asturias. Sancho I consiguió de nuevo el trono en abril de ese mismo año», añade Navarro en declaraciones a ABC. Ordoño IV terminó poniendo su caballo en dirección a tierras musulmanas, donde solicitó ayuda a Abderramán para arrebatar de nuevo la poltrona al ya no «Craso». Sin embargo, el líder se declaró fiel al pacto que había firmado con Sancho. Así se dio por finalizado un cruel juego de tronos que había durado casi una década.

Todo podría haber acabado bien para Sancho. No obstante, aunque había perdido 120 kilos, su carácter no había cambiado ni un ápice. Ya con la corona sobre la cabeza, se negó a entregar las fortalezas que había prometido a Abderramán III y, cuando este murió, declaró que la deuda había quedado saldada. Una teoría, por cierto, que no compartió el descendiente de este, muy celoso de lo que se le debía. Al final, por esta u otras causas, el antiguo «Craso» dejó este mundo en extrañas circunstancias. «Continuó siendo rey hasta su muerte en el 966, cuando fue envenenado a los 35 años. Le sucedió su hijo Ramiro Sánchez, Ramiro III», añade la historiadora a ABC. ¿Le quitaron la vida los mismos que le quitaron la mitad de su grasa? Nunca lo sabremos.

La realidad de la «dieta milagrosa» de Sancho

En ocasiones, la historia tiene más de leyenda que de realidad. Por ello, ABC ha contactado con Leticia Garnica Baselga (licenciada en Ciencia y tecnología de los alimentos, diplomada en Nutrición y dietética por la Universidad San Pablo CEU y directora de «Dietista y Nutricionista») para que nos explique la verdad sobre la dieta de Sancho I «El Craso».

1-¿Es posible perder esa cantidad de peso en solo 40 días?

Resulta un poco difícil de creer (parece imposible) que una persona pueda perder 120 kilos en sólo 40 días a pesar de los tratamientos a los que dicen que le sometieron y el proceso de ayuno en el que estuvo. Lo miremos por dónde lo miremos, no es nada sano y muy poco creíble. Aunque es cierto que una persona de 240 kilos tiene un metabolismo basal [la cantidad de energía que gasta el cuerpo por el mero hecho de existir] mayor que el de una persona más delgada o esbelta y, por tanto, su gasto energético es mayor.

2-¿Cómo reacciona el organismo ante el ayuno?

El cuerpo puede aguantar más en ayuno que con la ausencia de agua, sin el agua no sobrevive, se deshidrata y hay un fallo del organismo rápido. Cuando comenzamos el ayuno, lo primero que busca el organismo es la energía en los hidratos de carbono. Cuando hay falta de consumo de glucosa, el hígado empieza a metabolizar los depósitos de glucógeno para obtenerla. De esta forma, la grasa se convierte en la principal fuente de energía al metabolizar los ácidos grasos para obtener energía.

Cuando se agotan ya las reservas de hidratos de carbono y de grasa, el sistema nervioso y el cerebro siguen requiriendo la presencia de glucosa, que se obtiene a partir de la degradación del músculo. A consecuencia de esa degradación, el cuerpo entra en cetosis, dónde la sensación de hambre desaparece y el cuerpo se va intoxicando poco a poco debido a la presencia elevada de cuerpos cetónicos que el cuerpo no es capaz de eleiminar.

3-¿Es posible que aguantara 40 días sin comer?

Al pesar 240 kilos, su metabolismo basal es muy alto y sus reservas son elevadas, por lo que sí es posible que aguantara 40 días, pero seguramente tendría muy pocas fuerzas.

4-¿Es posible perder 120 kilos en 40 días?

No es viable con una dieta equilibrada y sana, aún bajando la ingesta de esa persona a la mitad de lo que normalmente hace y a pesar de los paseos y los baños de calor. Más que nada, porque para los paseos estaría sin ningún tipo de fuerza.

5-¿Para qué sirven los baños de vapor en una dieta?

Lo que sucede cuando te das baños de vapor es que, a través del sudor, eliminas gran cantidad de líquido, por lo tanto bajas de peso por eliminación de líquido. Le someterían a esos baños con ese propósito.

6-¿Cree posible que la dieta de Sancho fuese tan crítica?

Lo primero de todo es que yo no lo llamaría dieta, porque lo que están sometiendo a esta persona es solo a un ayuno y a beber agua o infusiones, algo que ni siquiera se puede definir como dieta líquida. Además de eso, no es nada saludable, y muy difícil de creer, que la llevaran a cabo. Además, es difícil de creer que fuera capaz de levantarse de la cama sin ingerir ningún tipo de alimento. Casi imposible.

Mujer obesa bajó de peso porque se atascó en montaña rusa

Terra / Daily Mail
Nikole Whitehead Daily MailNicole Whitehead, de solo 23 años pasó una gran humillación cuando tuvo que ser levantada y sacada de una montaña rusa entre tres hombres debido a su sobrepeso.

La chica de Spondon , Derbyshire, estaba tan avergonzada que decidió transformar su vida y pasó de una talla 24 a una 10. Dijo : «Fue muy embarazoso porque estaba lleno de gente y yo era muy jóven. Me sentí mortificada teniendo tres personas tratando de pararme. Nos arruinó el día completo, ya que sólo quería ir a casa. Se podría haber evitado si yo no hubiese estado tan gorda».

No fue sólo en los parques temáticos donde el peso de Nicole fue un problema. Tenía que ir a tratarse dos veces por semana porque su tamaño limitaba su respiración, lo que le provocó ataques de pánico .

Además, admitió que su peso afectó su autoestima. «Yo no tenía confianza en absoluto. Solía ​​llegar a estar muy estresada cuando tenía que comprar ropa y no estaba viviendo la vida de alguien de mi edad», reveló agregando que estaba viviendo en la negación, porque no dimensionaba el porte de su cuerpo.

Nikole antes Nikole despuesFue la experiencia humillante en Alton Towers , que finalmente le dio el empujón que necesitaba para cambiar. Nicole , quien trabaja como auditora , comenzó a asistir a clases de Adelgazamiento Mundial.

«Yo solía comer unas cuantas tostadas de pan blanco con mantequilla en el desayuno. Ahora como aún tostadas, pero con pan integral y cereales. En el almuerzo me volvería a comer un montón de bocadillos y otras basuras y de cena papas fritas y chocolate. Ahora estoy mucho más organizada».

Ahora está llena de confianza y puede visitar los parques temáticos con regularidad y sin temor a pasar una nueva experiencia embarazosa. Incluso ha retomando el buceo.

Los españoles a la cabeza de las personas que más engordan en Navidad

Teinteresa

  • Las comidas típicas españolas tienen más gramos de grasa que la de cualquier otro país del mundo.
  • Australia, Kenia o Sudáfrica tienen bajos gramos de grasas en sus comidas típicas por lo que engordar en esos países es más complicado.

Cena-tipica-Navidad_TINIMA20111223_0447_18Aunque pueda parecer mentira, los españoles somos las personas que más engordamos en Navidad. Así lo demuestra un estudio que ha realizado Yahoo! tomando como referente diversas fuentes. Según estos datos, los platos más populares en España para estas fechas tienen más de 70 gramos de grasa, algo que ayuda a ese engordamiento. Estados Unidos, segundo en este ranking, supera los 60 gramos, pero sin llegar a los niveles de España.

Lejos de estos datos de peligro encontramos a los argentinos, que sus comidas más populares tienen un total de 50 gramos de grasa. Italia, Alemania o Brasil se encuentran en estos mismos números, por lo que se encuentran en una zona de engordamiento moderado.

Lejos de estos datos encontramos a los australianos, ingleses, sudafricanos o los keniatas, que no superan los 30 gramos de los platos más populares estas fechas. Este es el ranking de los países:

Zona peligrosa

España
Estados Unidos
Francia
México

Zona Moderada

Argentina
Cánada
Italia
Alemania
Brasil
Suecia

Zona sin peligros

Reino Unido
Sudáfrica
Japón
Australia
Kenia

¿Cuáles son los platos típicos en cada país?

Aunque los platos típicos que presenta este estudio de Yahoo! pueden variar según la casa y las costumbres. Pero más o menos han acertado. En España, los espárragos blancos son bajos en calorías y en grasas. El asado de cordero, sin embargo, tiene un elevadísimo contenido de grasas (20 gr de grasa por ración)

En Estados Unidos, el pavo es un entrante saludable, mientras que una taza de ponche contiene 11 gramos de grasa por la ración que se tome. Nuestros vecinos franceses optan por las ostras. Las ostras son una elección y tan solo contienen 69 calorías por ración y 0 grasas. ¡El foie-gras contiene la friolera de 24 gramos de grasa por ración!

En el otro lado del charco, en México, su popular ensalada de Navidad contiene tan solo 170 calorías. Los romeritos, sin embargo, contienen más grasas que la mayoría de los entrantes. Bajando un poco, en Argentina, la ensalada Waldorf contiene tan solo 2 gramos de grasa. El vitel tone es un típico plato navideño de ternera con vino que tiene 500 calorías y 20 gramos de grasa por ración.

En el norte de América, Canadá, la salsa de arándanos contiene un bajo contenido en grasa, Sin embargo, el ponche tiene 11 gramos de grasa por ración. De vuelta en Europa, en Italia, el pescado y el marisco son platos que contienen pocas calorías, pero los tortellini rellenos de carne son una bomba clórica. En Alemania, el repollo es el plato estrella. Es un plato bajo en grasas y calorías. En cambio, el ganso asado tiene bastantes calorías.

En Suecia, los arenques son unos entrantes típicos con tan sólo 104 calorías. En cambio, los janssons frestelse, un guiso de patatas, tiene 15 gramos por ración. De vuelta en América, en Brasil, el relleno típico para el pavo es la farofa, compuesta por pasas y harina sin gluten. Una mezcla mejor que el relleno tradicional que contiene 200 calorías por ración.

Reino Unido, uno de los países lejos de comidas copiosas, tiene como plato principal la salsa de arándanos. En Sudáfrica, el arroz amarillo y el pavo son los platos principales, siendo el pavo el que tiene más calorías. El Sushi en Japón, los langostinos en Australia y la cabra asada en Kenia con platos perfectos para no engordar.

La obesidad es tan mala como la superpoblación

Ipsnoticias

Los estadounidenses representan casi un tercio del peso de la población mundial, Don HankinsEl consumo excesivo y la obesidad, sobre todo en los países industrializados, amenazan no solo la salud de los individuos, sino también la misma sostenibilidad de la Tierra, alerta un estudio presentado en la conferencia Río+20.

La investigación elaborada por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres (LSHTM, por sus siglas en inglés), y titulada «The weight of nations: an estimation of adult human biomass» (El peso de las naciones: Una estimación de la biomasa humana adulta), confirma que la población de Estados Unidos es la que presenta mayor sobrepeso del planeta.

De hecho, para que la población mundial tenga el mismo índice de biomasa entre personas de la misma edad que Estados Unidos, debería incrementarse en 58 millones de toneladas, lo que equivale a 935 millones de personas.

El aumento de la biomasa mundial por obesidad incrementa a su vez las exigencias de energía en 261 kilocalorías al día por adulto, lo que equivale a los requisitos de 473 millones de adultos.

El estudio, presentado este viernes 22 al cierre de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20, advierte que la energía necesaria para mantener la biomasa creada por la obesidad agrava los problemas ecológicos causados por el aumento poblacional.

Los investigadores calcularon la energía alimentaria requerida para sostener la biomasa usando una fórmula y datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Ian Roberts, profesor de epidemiología y salud pública en la LSHTM y autor del estudio, alertó que la obesidad es una amenaza tan grande para el ambiente como la superpoblación.

«La gente tiende a pensar que la mayor amenaza para el ambiente es la creciente población en los países en desarrollo. Pero esta medición de la biomasa es más relevante», dijo Roberts.

«Al considerar cuántas personas puede sostener el mundo, la pregunta no es cuántas bocas hay que alimentar, sino cuánta carne hay que alimentar», añadió.

El estudio estima el promedio de biomasa mundial en 62 kilogramos. Los estadounidenses y canadienses en conjunto pesan un promedio de 80,7 kilos, y los europeos un promedio de 70,1 kilos.

La investigación además señala que, a pesar de solo constituir cinco por ciento de la población mundial, Estados Unidos responde por casi un tercio del peso mundial debido a la obesidad.

En contraste, Asia es hogar de 61 por ciento de la población mundial, pero solo representa 13 por ciento del peso de los habitantes del planeta.

«La creciente biomasa tendrá importante consecuencias para las exigencias mundiales de recursos, incluyendo la demanda de alimentos y la huella ecológica general de nuestras especies», alertó Roberts.

El estudio sugiere que la tendencia mundial al aumento de la biomasa tendrá serias implicaciones en los recursos. El incremento del índice de biomasa recargaría las fuentes de energía del planeta en forma equivalente a la que lo harían 473 millones de personas.

La mayor demanda de comida disparará los precios de los alimentos. Dado el mayor poder de compra de los países industrializados, que también tienen un mayor promedio de biomasa, los peores efectos del aumento de precios los sufrirán los pobres del mundo.

El informe lamenta que el concepto de biomasa rara vez se aplique a la especie humana, aunque «las implicaciones ecológicas de la creciente biomasa son significativas y deben ser tomadas en cuenta a la hora de evaluar las futuras tendencias y la planificación de los futuros desafíos de recursos».

Roberts señaló: «Tratar la gordura de la población podría ser fundamental para la seguridad alimentaria mundial y la sostenibilidad ecológica».

El científico señaló que las personas hoy no necesariamente comen más que hace 50 años. El principal problema, dijo, es que «no movemos nuestros cuerpos tanto, pero estamos biológicamente programados para comer».

Para combatir esta tendencia a la inmovilidad, sugirió que los urbanistas conciban las ciudades de manera de hacerlas más fáciles de transitar a pie o en bicicleta.

«Todos aceptan que el aumento poblacional amenaza la sostenibilidad ambiental. Nuestro estudio muestra que la gordura de la población es también una gran amenaza», dijo Roberts.

«A menos que atendamos tanto el aumento de la población como la gordura, nuestras chances son escasas», alertó.