El exceso de peso aumenta el riesgo de muerte

Cualquier IMC superior a 22-23 kg/m2 conlleva un mayor riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular. Y a mayor cantidad de grasa abdominal, mayor riesgo

ABC, por M. López

Es bien sabido que el sobrepeso y la obesidad se asocian con un mayor riesgo de padecer enfermedades muy graves y potencialmente mortales, caso muy especialmente de las cardiovasculares y de distintos tipos de cáncer. Sin embargo, algunos estudios han sugerido que, en realidad, el exceso de peso no tiene ningún efecto negativo sobre la mortalidad cardiovascular o por otras causas. Es más; algunos de estos trabajos han llegado incluso a plantear que el sobrepeso y la obesidad podrían tener un efecto protector, sobre todo en aquellas personas que, aun con exceso de peso, se encuentran en un buen estado de forma. Unas evidencias que han dado lugar a la denominada ‘paradoja de la obesidad’, según la cual tener un índice de masa (IMC) elevado no solo no se asocia con un mayor riesgo cardiovascular, sino que resulta beneficioso para la salud. Y es que según esta teoría, las personas con exceso de peso y aparentemente sanas –o dicho de otro modo, ‘fofisanas’– viven más. Pero, ¿esto es realmente así? Pues según un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Glasgow (Reino Unido), no. Definitivamente no.

Concretamente, el estudio, publicado en la revista «European Heart Journal», muestra que cualquier IMC superior a 22-23 kg/m2 conlleva un incremento del riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular, caso de la hipertensión arterial, de los infartos de miocardio y de los ictus. Y asimismo, que este riesgo también se ve notablemente aumentado en función de la cantidad de grasa abdominal que ‘porte’ la persona.

En palabras de Stamatina Iliodromiti, directora de la investigación, «cualquier idea errónea que albergue la población sobre un efecto potencialmente ‘protector’ de la grasa sobre el riesgo de episodios cardio y cerebrovasculares debe ser cuestionada».

El mito del ‘fofisano’

Para llevar a cabo el estudio, los autores analizaron los historiales médicos de 296.535 adultos que, completamente sanos e incluidos entre los años 2006 y 2010 en el Biobanco de Reino Unido, fueron sometidos a un seguimiento clínico ‘intensivo’ hasta el año 2015.

Los resultados mostraron que los participantes con menor riesgo de enfermedad cardiovascular eran aquellos con un IMC entre los 22 y los 23 kg/m2. Sin embargo, y una vez superado este IMC, el riesgo se disparaba. De hecho, parece que la probabilidad de desarrollar una patología cardiovascular aumenta hasta un 13% por cada incremento en el IMC de 5,2 kg/m2 en el caso de las mujeres y de 4,3 kg/m2 en el de los varones.

Pero aún hay más. Partiendo de un perímetro de cintura de 74 cm en las mujeres, cada aumento de 12,6 cm adicionales se asoció con un incremento del 16% en la probabilidad de padecer una enfermedad cardiovascular. Un incremento del riesgo que también se observó en varones, en este caso de un 10% por cada 11,4 cm adicionales a un perímetro de cintura de 83 cm.

Como indica Stamatina Iliodromiti, «el nuestro es el mayor estudio de los realizados hasta la fecha que ofrece evidencias frente a la paradoja de la obesidad en la población sana. Sin embargo, es posible que la situación sea diferente en las personas con una enfermedad pre-existente, pues ya se ha demostrado que, por ejemplo, el tener un ligero exceso de peso se asocia con una menor mortalidad en los pacientes con cáncer, especialmente porque tanto los tumores como los tratamientos oncológicos pueden conllevar una pérdida de peso muy poco saludable».

Sea como fuere, continúa la directora de la investigación, «al mantener un IMC en torno a los 22-23 kg/m2, las personas sanas pueden minimizar su riesgo de sufrir o morir por una enfermedad cardiovascular. Y cuanto menor grasa porten, sobre todo en el abdomen, menor será su probabilidad de enfermedad cardiovascular en el futuro».

Perder unos kilos

En definitiva, lograr y mantener un IMC de 22-23 kg/m2 nos ayudará a prevenir las enfermedades cardiovasculares y, por tanto, a vivir más. Lo cual, como reconocen los propios autores, no resulta fácil. Sobre todo en las edades avanzadas.

Como apunta Naveed Sattar, co-autor de la investigación, «hay muchas personas que no pueden tener un IMC tan bajo, por lo que el mensaje es: cualquiera que sea tu IMC, y sobre todo cuando este IMC se encuentre en el rango del sobrepeso y la obesidad, perder tantos kilos como sea posible solo mejorará tu salud. Pero es cierto que no hay atajos para perder peso de forma intencionada, por lo que los médicos deben hacerlo mejor a la hora de ayudar a sus pacientes a perder estos kilos».

Y llegados a este punto, ¿cómo es posible que algunos estudios sugieran que el exceso de peso fuera bueno para la salud cardiovascular? O dicho de otro modo, ¿cómo es posible que se pudiera concebir la ‘paradoja de la obesidad’? Pues en opinión de los autores, por defectos en la metodología de estos estudios. Y es que seguramente hubo algunos factores de riesgo que no fueron tenidos en cuenta. Por ejemplo, que algunos participantes tuvieran una enfermedad grave que, además de hacerles perder peso, ocasionara su muerte prematura. O que se pasara por alto el caso de los fumadores. Y es que fumar cambia la distribución de la grasa corporal y reduce el apetito, lo que provoca que los fumadores, si bien presentan un riesgo cardiovascular muy superior al de la población general, tengan un menor IMC.

La obesidad puede reducir en 8 años la expectativa de vida

Acorta además en 19 los años de vida sin enfermedades.

EFE, La Voz de Galicia
obesidad y cancerLa obesidad puede reducir en hasta 8 años la expectativa de vida de las personas y en 19 los años de vida sin enfermedades, según concluye un estudio publicado hoy en la revista médica «The Lancet».

Un equipo del Instituto de investigación del centro de salud de la Universidad McGill de Montreal (Canadá), dirigido por el doctor Steven Glover, elaboró un modelo informático de la incidencia de enfermedades según el peso, con datos extraídos del Estudio de nutrición y salud nacional de Estados Unidos.

Los expertos calcularon el riesgo de contraer diabetes y enfermedades cardiovasculares para adultos de diferente peso y después analizaron el efecto del sobrepeso y la obesidad en los años de vida que perdían -y en los años de vida sana perdidos- de adultos estadounidenses de entre 20 y 79 años, comparado con personas de peso normal.

Comprobaron que las personas con sobrepeso (un índice de masa corporal, o IMC, de 25) perdían de 0 a 3 años de expectativa de vida, dependiendo de su edad y género.

Las personas obesas (IMC de 30) perdían entre 1 y 6 años, mientras que las muy obesas (IMC de 35) veían recortada su vida entre 1 y 8 años, comparado con personas con un IMC ajustado a su altura y dimensiones.

Se considera que un IMC por debajo de 18,5 indica desnutrición o algún problema de salud, mientras que uno superior a 25 indica sobrepeso.

Por encima de 30 hay obesidad leve, y por encima de 40 hay obesidad elevada.

«Nuestro modelo informático prueba que la obesidad está asociada con un riesgo más alto de desarrollar enfermedades cardiovasculares y diabetes que, de promedio, reducirán drásticamente la expectativa de vida de la persona y sus años de vida sana, sin estas enfermedades crónicas», explica Grover.

Según su estudio, el efecto del peso excesivo en la pérdida de años de vida es mayor entre los jóvenes de entre 20 y 29 años, ascendiendo a 19 años de vida menos en los casos de obesidad extrema, y disminuye con la edad.

El exceso de peso no solo reduce la expectativa de vida sino también los años de vida sana, definidos en este estudio como los años sin enfermedades asociadas al peso, como la diabetes de tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, apuntan los expertos.

«La pauta está clara», afirma Glover.

«Cuanto más pesa una persona y cuanto más joven es, mayor es el efecto en su salud, pues tiene más años por delante en los que los mayores riesgos de salud asociados con la obesidad pueden tener un impacto negativo en su vida», declara.

Según este especialista, estos datos son útiles para que las personas obesas y los profesionales de la salud «puedan apreciar mejor la escala del problema y los beneficios de un estilo de vida más sano».

Cáncer, la mortalidad aumenta en los pacientes obesos

Evolución

En este contexto, la doctora Yolanda Escobar, del servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid, añade que «la obesidad puede tener influencia en la evolución de los cánceres que sean hormonodependientes y, en concreto, estrógenodependientes porque hay una relación entre la grasa y la síntesis de los estrógenos». Esta misma opinión la comparte la doctora Mónica Jorge, oncóloga médica del Hospital de Vigo, quien añade que «en la mayor parte de los cánceres, sobre todo en los de digestivo, uno de los factores de riesgo es la obesidad».

Para conocer cómo influye el exceso de peso en los pacientes oncológicos, el doctor Jesús García-Foncillas, jefe de Oncologia de la Fundacion Jiménez Díaz de Madrid, explica que «cuando hay obesidad se producen una serie de cambios metabólicos que conllevan la activación o cambios en la regulación de unas hormonas como la insulina. Las células tumorales tienen receptores para factores de crecimiento que se asemejan a la insulina, lo que significa que cuando hay una alteración en este equilibrio podemos estar poniendo en marcha mecanismos de activación de la célula tumoral que si hay un normopeso no suele estar alterado». Dado que las dosis que se emplean en el tratamiento contra la enfermedad «se administran en función de la superficie corporal, es decir, que están calculadas según el índice de masa corporal (IMC) del paciente. Por tanto, ahora mismo hay un debate sobre de qué forma y de qué manera se deben determinar la dosis más adecuada en pacientes oncológicos con un cierto grado de obesidad de cara a buscar el maximizar la eficacia y minimizar, por tanto, los efectos secundarios». Hay que tener en cuenta, según Jorge, que «la distribución de los fármacos en estos pacientes no es la misma porque si tienen mucha grasa, se deposita más ahí y el metabolismo es diferente».

Otro aspecto relevante se halla en los procesos inflamatorios asociados a la obesidad y que, según García-Foncillas, «la inflamación conlleva la producción de una serie de sustancias que son, a su vez, capaces de inducir al tumor o cambiar su entorno. Todo ese conjunto de situaciones hace que, sobre todo en situaciones donde esa obesidad llega a lo que clásicamente conocemos como patología de obesidad mórbida, pueda tener más derivaciones y consecuencias en todo el contexto del perfil y del comportamiento biológico del cáncer». Esta situación complica, según Escobar, el tratamiento, porque «a veces no pueden entrar en los estudios clínicos, no reciben la terapia a dosis plenas y si, además, presentan alguna patología asociada a la obesidad como cardiovascular, renal o diabetes descompensada todo se vuelve más difícil».

Post terapia

Hay tumores que conllevan una pérdida importante de peso. «En el caso de los cánceres de cabeza y cuello es muy frecuente que adelgacen un porcentaje importante de kilos. En este caso, los obesos se quedan no obesos y los que no tenían un exceso importante de peso se quedan muy delgados durante el tratamiento», advierte Escobar. Sin embargo, los expertos coinciden en que durante la terapia oncológica no se debe exigir a los pacientes que pierdan peso. «No es el momento porque a veces les cuesta, incluso, ingerir lo básico», recuerda Escobar.