Llega a España la batalla para reducir las porciones de comida y combatir las calorías

El objetivo es reducir la ingesta y mitigar los índices de obesidad

ABC, por Isabel Miranda

A todos nos han enseñado desde pequeños a no dejar nada en el plato, pero es una costumbre que puede volverse en nuestra contra. Al menos, si la porción es demasiado grande. En Estados Unidos llevan tiempo tratando de reducir el tamaño de las bebidas, mientras que en Reino Unido, aunque los productos en los supermercados han experimentado cierta reducción, las recomendaciones no han surtido aún efecto en los restaurantes de comida para llevar. Ya hay estudios que apuntan a que, de extenderse esta estrategia, la ingesta calórica diaria podría reducirse en un 12-16% entre los adultos de Reino Unido y en un 22-29% entre los de EE. UU.

En España, la disminución de las cantidades de alimentos es otra de las cuestiones que está abordando la industria y la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan) de cara a la elaboración de un marco general en la lucha contra el sobrepeso.

«Puedes dejar a medias un plato, pero cuando uno paga por algo es casi instintivo querer acabarlo. Hacer porciones grandes alienta al consumo», explica el catedrático Miguel Ángel Martínez González. El experto, que asegura que hoy lo excepcional es tener un Índice de Masa Corporal normal, advierte de que la combinación de la ingesta de bebidas y porciones inmensas «es mortal». «Es una pandemia mundial y lo vamos a pagar muy caro en términos de salud».

 Un estudio publicado en 2015 concluyó que desde 1950, los tamaños de porciones, envases y hasta vajillas habían incrementado hasta en un 50%, provocando el aumento del consumo de calorías. Ahora, muchas compañías incluyen la disminución del tamaño como parte de su estrategia: ocurre con Nestlé, que lo ha introducido en sus 10 objetivos nutricionales, así como proyectos de educación, mientras en Mondelez apuestan por mejorar la información nutricional sobre las porciones recomendadas por consumidor.

Cómo detectar la contaminación por histamina en el atún

Finanzas, por Álex Jiménez / video 13 Tv

Al menos una cuarentena de personas de Madrid, Andalucía y Murcia se han visto afectadas por un brote de escombroidosis, o contaminación por histamina, tras consumir atún fresco en mal estado comercializado por la empresa Garciden, con sede en la localidad almeriense de Vera.

Al parecer, el pescado procedían de un lote que tenía un alto contenido de histamina, una alteración que se produce cuando un aminoácido presente en el pescado, la histidina, se transforma, lo que sucede cuando el alimento no ha sido manipulado correctamente o cuando no se encuentra en condiciones adecuadas de conservación o refrigeración. «Seguramente ese pescado pasó un tiempo en mal estado», dedujo en declaraciones a ABC el doctor Carlos Miliani, médico especialista en Cirugía digestiva.

La escombroidosis es una intoxicación por ingesta de algunos pescados, como el atún, el salmón, la sardina o la caballa, en mal estado. El aspecto, la textura y el color de estos alimentos no suele alterarse. Su sabor puede ser picante. La intoxicación se presenta como una reacción alérgica muy fuerte y puede causar enrojecimiento de la piel, náuseas, vómitos, diarreas o dolor de cabeza. Por lo general, se trata de una patología leve que no tiene por qué sufrir complicaciones.

Los productos, retirados

Ayer, la asociación Facua-Consumidores en Acción denunció los hechos y exigió a la Junta de Andalucía que impusiese una «sanción ejemplarizante» a Garciden. Desde Facua, además, señalaron que, pese a que son 42 los casos concretos conocidos, las cifras de afectados «son muy superiores».

El Ministerio de Sanidad, a través de la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), procedió a la retirada de los lotes de productos comercializados por Garciden. Las autoridades sanitarias andaluzas decretaron el cierre temporal del negocio como medida de precaución.

Sanidad también alertó a los ciudadanos del peligro de haber adquirido atún fresco distribuido por Garciden entre el 25 de abril y el 5 de mayo. Los lotes en mal estado están siendo retirados tanto por la propia empresa como por las autoridades sanitarias, además de por Mercamadrid.

Desde Garciden, por su parte, aseguraron estar «investigando, junto con el departamento de Salud de la Junta de Andalucía» lo que ha podido suceder. «Creemos que es posible que un lote de mercancía proveniente del Océano Pacífico haya perdido la cadena de frío en su origen y ese puede ser el motivo del problema», explicó a ABC Sergio Baena, portavoz de la empresa.

Se calcula que hay al menos 25 intoxicados en Andalucía, 16 de ellos en Granada. En Madrid, la cifra asciende a once, mientras que en Murcia hay otras cuatro personas afectadas.

Uno de los principales problemas del consumo de estos pescados intoxicados es que la histamina es resistente al calor, por lo que soporta los procesos térmicos propios del cocinado.

Sanidad aseguró que todos los afectados han presentado episodios leves, caracterizados por dolor de cabeza, picor de garganta, sudores, vómitos, náuseas y erupciones cutáneas, si bien en ningún caso ha sido necesario el ingreso de estos pacientes. En caso de haber consumido atún fresco y de notar alguno de estos síntomas desde los primeros instantes hasta tres horas después de haberlo ingerido, desde el Ministerio se aconseja visitar a un médico.

La bollería, culpable de la obesidad infantil en aumento en España

Y los malos hábitos, como no desayunar

En pocas décadas nuestro país ha pasado de la escasez a la sobrealimentación. Un nuevo estudio vuelve a poner de manifiesto los problemas de la bollería industrial

El Confidencial

imagen-sin-tituloLos ‘desayunos saludables’ en los colegios han cambiado a mejor la rutina de millones de niños españoles y ya no es habitual que consuman bollos en horario escolar. La medida es importante, dado que la obesidad es una auténtica epidemia de los países desarrollados. En el nuestro la prevalencia es preocupante: un 26,2% de los niños entre seis y nueve años tiene sobrepeso y el 18,3% son obesos, si usamos los estándares de crecimiento de la OMS. Sin embargo, no es la franja más problemática. A partir de 7 años, el problema aumenta considerablemente.

Uno de los motivos puede ser el poco tiempo que los adultos tienen para encargarse de comprar y cocinar, con padre y madre trabajando a jornada completa en muchos casos. Las familias uniparentales o de padres separados, cada vez más frecuentes, complican también el presupuesto para comida, y ayudan a caer en círculos viciosos. Superados y con miedo a no satisfacer las necesidades de los hijos, los padres tienen problemas para negarles un capricho dulce o un premio en forma de aperitivo aceitoso en el rato en que sí disfrutan de su compañía.

Desayunar bollos

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a través de la Estrategia Naos (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), coordinada por la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), ha presentado el estudio Aladino para vigilar el «crecimiento, alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad» en 2015, y la industria de la bollería sale muy mal parada.

Para recabar los datos han contado con la colaboración de administraciones públicas de educación y sanidad de las comunidades autónomas, colegios, directores y profesores, asociaciones de padres y familias, y han usado datos de 10.899 niños en total. Han comprobado que, tras muchos años de tendencia creciente (más prevalencia de la obesidad cada vez), la situación empieza a invertirse en el rango de los seis a los nueve años de edad, como se ha observado en otros países.

Estas edades son críticas, y se presta especial atención a ellas porque, como puso de manifiesto la iniciativa COSI («WHO European Childhood Obesity Surveillance Iniciative»), a la que España se adhirió desde el principio, en esta etapa los posibles cambios debidos a la pubertad son mínimos, de forma que los datos son más útiles para buscar patrones generales y valorar cómo intervenir para prevenir la obesidad y educar en los mejores hábitos de vida para su futuro.

Se han tenido en cuenta peso y medidas, respuestas a cuestionarios en colegios y casas y se ha hecho un análisis estadístico, teniendo en cuenta también datos de los niños nada más nacer y de su primer año de vida. Las medidas a favor de la lactancia materna, con formación en hospitales, talleres públicos y sobre todo el consejo directo de matronas y pediatras, han hecho que sean ya un 76% de familias del estudio las que indican que el niño recibió este tipo de alimentación, la más recomendada en los primeros meses de vida.

solo-de-vez-en-cuando-istockAunque la mejora de este año en la prevalencia de obesidad infantil es una buena noticia, hay que seguir trabajando sobre todo en estas claves, que estadísticamente están relacionadas con mayor peligro:

  • Malos hábitos de alimentación.
  • Falta de ejercicio físico.
  • No desayunar a diario. El 15,5% de los niños consultados respondieron que habían tomado solo agua, leche o zumo. Además, aún son una pequeña minoría los que toman fruta o zumo natural a primera hora: un 8,4%. Un 6,4% tomaron otros alimentos, como huevos o jamón, mientras que un 12,3% comieron bollería.
  • Tener televisión, ordenador o videojuegos en su habitación.
  • Usar estos dispositivos más de dos horas diarias.
  • Dormir poco.
  • Bajo nivel de ingresos familiares.
  • Bajo nivel educativo de padres y madres.

En un estudio de octubre de este mismo año, la OMS concluyó que los refrescos azucarados son la primera causa de obesidad infantil. Entre las recomendaciones de la organización internacional estaba aumentar los impuestos a estos productos. El estudio Aladino viene a negar la importancia de ese factor en nuestro país: según estos nuevos datos los niños no consumen refrescos azucarados a diario.

Muchos padres solo dan a sus hijos refrescos en cumpleaños y fechas especiales, pero les ofrecen bollería para merendar de forma habitual o galletas para desayunar cada mañana.

El 53% de los niños encuestados dijo que no los tomaban nunca; el 31% lo hacía una vez a la semana o menos; el 12,1% entre uno y tres días; y solo un minúsculo 0,8% lo hacía cada día. En cambio, las galletas, pasteles, donuts o bollos son consumidos a diario por un 7,8% de los niños y hasta un 39% lo hace entre una y tres veces por semana.

Estas cifras convierten a la bollería en lo segundo que los niños toman más frecuentemente, solo después de frutas frescas, verduras o lácteos. El pescado, recomendado en mucha mayor medida por los nutricionistas, lo consumen menos. Los niños que toman pescado a diario son solo un 5%.

También es significativo el número de niños que nunca han tomado bollería. Son realmente muy pocos, solo el 8,7%, aunque es aún menor (4,7%) el de los que nunca han probado pizzas, patatas fritas o hamburguesas. ¿Y los refrescos azucarados? Más de la mitad de los niños del estudio no los han tomado nunca, un 53%.