¿Tienes el colesterol alto? ¡Evita estos alimentos!

El Periodista Digital, por Ana González

El colesterol es una sustancia que está presente en nuestro organismo, forma parte de las membranas celulares y es necesario para la síntesis de algunas hormonas, de la bilis y del tejido nervioso. Sin embargo, cuando los niveles de colesterol en la sangre son elevados puede aparecer la hipercolesterolemia, factor de riesgo de otras enfermedades cardiovasculares, según cd.

Lácteos enteros
Caja señala que aunque la leche es rica en grasas saturadas, las cuales juegan un papel esencial en la subida del colesterol, los lácteos no intervienen tanto en la subida como otros alimentos, aunque sí conviene sustituir los productos enteros por lácteos semidesnatados o desnatados enriquecidos con vitaminas liposolubles.

Algunos ejemplos de lácteos enteros son la leche entera, la nata, la mantequilla y la margarina.

Quesos
Desde el IMEO indican que existe mucha diferencia a nivel de composición nutricional entre unos quesos y otros y Caja añade que dependiendo de la leche de procedencia y el tipo, el queso puede tener más o menos colesterol.

“De manera general, los que más grasas saturadas y colesterol tienen son los que han sido sometidos a un mayor proceso de curación y los de untar, como por ejemplo el gouda, el emmental, el queso de cabra curado, el parmesano y el brie”, señalan desde el IMEO.

Fiambres y embutidos
Estos productos, además de tener un exceso de sal, tienen elevadas proporciones de grasas saturadas y colesterol por lo que no resultan óptimos si lo que queremos es reducir los mismos.

Azúcar, productos azucarados, bollería industrial y productos ultraprocesados
A menudo, los productos con altas concentraciones en azúcar lo son también en grasas saturadas y trans.

Además, cuando hay abundante azúcar en el torrente sanguíneo, el efecto del colesterol LDL (conocido como colesterol malo) es más agresivo.

Respecto a la bollería industrial, el IMEO especifica que tiene mucha azúcar, harinas refinadas y grasas saturadas y es muy rica en grasas hidrogenadas o trans, cuyo efecto sobre el aumento del colesterol es más importante si cabe.

Muy Importante: Consulte siempre a su médico para conocer los detalles concretos de su perfil y si es aconsejable o no para usted.

Este artículo es el resultado de información compilada en la red, de la fuente o fuentes señaladas, y que considero interesante compartir con los seguidores de esta sección, por su alto interés divulgativo.

Autor: Ana González es profesora, experta en atención temprana por la Universidad Antonio de Nebrija e instructora de Yoga Federada, especialista en yoga infantil. Creadora del método Anamaste Yoga.

Grasas ‘trans’: no más de 2gr/día en una dieta de 2.000 kcal

La industria alimentaria utiliza estas grasas, innecesarias para el ser humano, para conseguir una consistencia más sólida, manejable y barata y con un sabor más adictivo.

Correo Farmacéutico, por Joanna Guillén Valera

patatas fritas

Bollería industrial, alimentos fritos, mantequillas, comida rápida, snacks, sopas en polvo, salsas industriales… Son sólo algunos ejemplos de productos alimenticios que incluyen en su composición grasas trans, un tipo de grasa “caracterizada por tener, al menos, un doble enlace en su posición trans”, informa Carmen Escalada, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Este tipo de grasas se pueden encontrar en productos cárnicos y en leche de rumiantes (como la leche de vaca), sin embargo, su origen habitual es un procedimiento industrial, “por el que someten diferentes aceites vegetales a altas presiones y temperaturas que permiten la adición de hidrógenos a su estructura química”, describe la experta. Gracias a este proceso, la industria alimentaria “consigue una grasa sólida, mucho más manejable y barata, de mayor vida útil y sabor más adictivo”.

Todas estas características favorecen que sean utilizadas por la industria para “aumentar la vida útil del alimento, para potenciar su sabor, para mejorar su textura, evitar que se pongan rancios, hacerlos más resistentes a la oxidación y, por tanto, abaratar costes de producción”, destaca Estefanía Ramo, nutricionista del IMEO.

Riesgos para la salud

Los riesgos para la salud de este tipo de grasas son innumerables. Los efectos nocivos, junto al hecho de que son grasas totalmente innecesarias, hizo que la Organización Mundial para la Salud limitara su ingesta al “1 por ciento del aporte energético total, lo que supondría consumir unos 2-2,5 gramos al día en una dieta de unas 2.000 kcal”, sostiene Sonia Peinado, nutricionista del IMEO, una cantidad mínima, teniendo en cuenta que entre las grasas trans también se encuentran los lácteos y las carnes.

Sobre los efectos para la salud de su consumo, Escalada señala que “se ha visto, en numerosos estudios realizados desde los años 90, que el consumo de este tipo de grasas aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardio y cerebrovasculares, como la hipertensión, el infarto de miocardio o el ictus”. Esto, según la nutricionista, “se debe a que, al absorberse, sustituyen a las moléculas que forman las paredes de los vasos sanguíneos haciendo que éstas queden rígidas e impidiendo que las moléculas de colesterol se adhieran a ellas”. El resultado de esto es “una elevación en sangre de los niveles de colesterol total y LDL”.

Además, no hay que olvidar que, al tratarse de una grasa, su aporte energético es elevado (9 kcal/gr), “por lo que su consumo abusivo está ligado a mayores niveles de sobrepeso y obesidad”, advierte Escalada. Estos efectos son los que están demostrados pero, según ella, hay otros que señalan “su relación con la diabetes tipo 2 y algún tipo de cáncer”.

Etiquetado

Como se ha mencionado antes, los alimentos que suelen contener altos porcentajes de este tipo de grasas son, fundamentalmente, los altamente procesados. Para saberlo y evitarlos, es importante fijarse en el etiquetado de los productos, ya que “cualquiera que se comercialice en el mercado europeo debe seguir una serie de normas, como el su-brayado de aquellas sustancias que se consideren alérgenos o de las cantidades de macronutrientes (proteínas, grasas y azúcares).

“Aunque su porcentaje por 100 gr de alimento se puede encontrar en la tabla de composición nutricional, algunas veces, el fabricante sólo lo enumera en la lista de ingredientes bajo los términos ácidos grasos trans, grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas, aceites hidrogenados o parcialmente hidrogenados”, apunta Peinado. Esto, por el momento, es lo que puede ayudar al consumidor a elegir, a la espera del logotipo nutricional Nutri-Score“más intuitivo y en colores”, que comunicó Sanidad para este año.

Los sustitutos sin grasas trans

Para limitar el consumo de grasas trans, existen sustitutos más sanos que pueden añadirse a la dieta. Frente a los fritos, Estefanía Ramos, nutricionista del IMEO, aconseja cocinar con aceite de oliva y sustituir la bollería industrial por productos caseros elaborados con este aceite. Ademas, en lugar de patatas fritas de bolsa, aconseja escoger su versión deshidratada o cocida, y de los snacks, elegir frutos secos naturales o tostados. Las sopas de sobre deberán sustituirse por las caseras con verduras.

Cinco razones por las que tu cuerpo agradece la vuelta al cole

Dormir en exceso, el aire acondicionado o salirnos de la rutina, algunos hábitos poco saludables del verano

ABC

La mayoría ha vuelto de las vacaciones y con la «depresión post vacacional» pero… hay muchas cosas positivas de la vuelta a la rutina. Desde Sanitas señalan que «en verano es común abandonar la rutina del resto del año y caer en descuidos en la alimentación, dormir en exceso y otros hábitos que pueden afectar a nuestra salud, por eso la vuelta al cole trae también el regreso de muchos hábitos saludables».

Desde Sanitas recuerdan algunos de ellos:

• Picar entre horas: La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) indica que el fin de las vacaciones de verano es el momento ideal para «erradicar malos hábitos alimenticios». Y es que en vacaciones solemos picotear pero abusamos de alimentos que contienen grasas saturadas, bollería industrial o alimentos procesados que son malos porque «contribuyen a aumentar el colesterol «malo» en nuestro organismo y favorecen el sobrepeso lo que supone un factor de riesgo cardiovascular», explica Natalia Galán, nutricionista de Blua de Sanitas. Además, recomienda que «es preferible sustituir este picoteo por alimentos más saludables como frutos secos, chips al horno de verdura o encurtidos». De media engordamos de 3 a 5 kg en verano según el Instituto Médico Europeo de Obesidad (IMEO).

• El uso del aire acondicionado. Llegar de la calle a 40 grados y ponernos el aparato a 20 grados o dormir toda la noche con él repercute negativamente en nuestro organismo. Una de las enfermedades que puede aparecer es la lumbalgia, ya que, según José Javier López Marcos, fisioterapeuta y entrenador personal de Blua de Sanitas, «el uso excesivo del aire acondicionado y el contacto directo del aire con el cuerpo puede ser el origen de este tipo de patología. Es importante que la piel y, por tanto, la musculatura no reciba directamente el chorro de aire porque el cuerpo ante la sensación de frío responderá con una brusca contracción muscular».

Además, puede originar cervicalgias, así como patologías de tipo respiratorio que en ciertos grupos poblacionales puede ser también un problema más grave por infecciones derivadas de esos procesos.

• Bebidas y alimentos muy fríos: combatir el calor con bebidas refrescantes o helados es muy habitual en verano, pero, ¿sabías que las comidas frías producen sensibilidad dental y hacen que saborear ciertos productos, como los helados, sea una auténtica tortura? Por otro lado, la nutricionista explica que, «cualquier tipo de alimento que consumamos origina una digestión. Como efecto en nuestro organismo se produce una termogénesis que aumenta la temperatura corporal. Otra cosa diferente es la sensación que tengamos al tomar algún alimento fresco, que puede ser de frescor, pero en realidad no baja la temperatura corporal».

Vovler a la rutina: el cerebro agradece volver a la seguridad de la rutina, de la casa, del trabajo, de las actividades… En definitiva, recuperar la serenidad de lo cotidiano. Por ello, Rocío Asperilla, psicóloga de Blua de Sanitas, indica que «es importante no etiquetar la rutina como algo negativo y recomienda concebirla como sinónimo de la constancia que hace que nos acerquemos a nuestras metas. Tener unos horarios, unas actividades pautadas y un equilibrio en el día a día nos ayuda a tener un mayor bienestar emocional, nos permite aprender, dominar nuevas destrezas y solucionar problemas». Una vida simplificada y ordenada nos ayuda a avanzar y nos da seguridad al saber qué va a suceder después.

• Dejar atrás las chanclas: según el fisioterapeuta de Blua Sanitas, «usar las chanclas en exceso en verano puede producir inestabilidad de tobillo (peligro de esguinces y torceduras); dolor e inflamación por tensión de la fascia plantar (la conocida como fascitis plantar); cambios en el patrón de marcha al dar pasos más cortos que nos obligan a usar otros músculos no preparados para la marcha; y la aparición de los conocidos dedos en garra, para que no se salga la chancla, generando una tensión mayor en los dedos”». Por esta razón se recomienda no abusar de las mismas y si se quiere un calzado abierto que tenga algún tipo de fijación o anclaje al tobillo.

Los impuestos sobre el azúcar no evitarán solos la obesidad infantil

Cataluña desafía al ‘lobby’ azucarero. Los expertos creen que urgen más medidas como la educación, el etiquetado y la promoción del deporte

El País, por Beatriz Portinari
La batalla contra la obesidad ha pasado a otro nivel en Cataluña con el impuesto a las bebidas azucaradas que entra hoy en vigor. Sin embargo, los nuevos precios quedan muy lejos del 20% impositivo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que realmente sea efectivo. ¿Cómo puede beneficiar esta medida a los niños, el sector más vulnerable, con elevadas tasas de sobrepeso? La idea es que un aumento del precio obligue a cambiar los hábitos de compra, empezando por una reducción del elevado consumo diario de bebidas azucaradas entre los más jóvenes. El bolsillo o la salud. Según los datos de la última Encuesta Nacional de Salud, dos de cada 10 niños españoles tienen sobrepeso y uno de cada 10 sufre obesidad; es decir, el 27,8% de los menores en nuestro país ya presenta algún tipo de problema de peso que con los años puede desembocar en diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.

Más medidas, menos obesidad

Aunque el “impuesto saludable” de Cataluña es un primer paso, los expertos señalan que para conseguir una reducción real de la epidemia de la obesidad infantil serán necesarias medidas globales, interdisciplinares, que van desde la educación al etiquetado, de la promoción del deporte sin patrocinios encubiertos a la subvención del consumo de frutas y verduras, pasando por un control exhaustivo -que ahora no existe- del cumplimiento de la normativa publicitaria, como el código PAOS, que apenas se cumple. La revisión del contenido de las máquinas de vending en colegios, cancelar las excursiones a fábricas de comida rápida o de bebidas carbonatadas y la no inclusión de juguetes en los productos de menor perfil nutricional son otras medidas necesarias para que se observe un impacto real en la salud infantil.

“Centrar la atención solo en las bebidas azucaradas es un error. ¿Qué sucede con el resto de productos procesados? ¿Desde cuándo lo más saludable, como nos intenta vender la industria, son desayunos y meriendas con bollería, galletas y cereales hiperazucarados? El problema es que el consumidor no es consciente del riesgo para la salud que asume al comprar a sus hijos ciertos productos que son rápidos de cocinar incluso en casa, algo muy cómodo para el ritmo de vida que llevamos. Y tampoco es consciente del poder que tiene: si cambiase la demanda por alimentos frescos y saludables, la oferta tendría que cambiar porque lo que busca toda empresa es ganar dinero. Pero no podemos pedir que las multinacionales protejan nuestra salud porque eso es tarea de los gobiernos”, explica Miguel Ángel Lurueña, divulgador científico y autor del blog Gominolas de Petróleo.

Precisamente, en España el gobierno prometió el pasado diciembre aplicar la tasa a las bebidas azucaradas en todo el país. Pero las presiones del lobby azucarero consiguió, en apenas tres meses, que la propuesta quedase en un cajón. Tenemos reciente y cercano el caso de Portugal, que tras el anuncio de este tipo de impuestos perdió una inversión de 40 millones de una importante multinacional de bebidas carbonatadas. Tampoco hay que perder de vista que el sector de los refrescos aporta 12.000 millones de euros a la economía nacional (un 1,4% del PIB). Según las últimas cifras facilitadas por la Asociación de Bebidas Refrescantes (Anfabra), en España facturaron 4.500 millones de euros en 2015, un 2,8% más que el año anterior: los españoles cada vez consumen más este tipo de bebidas.

El caso de Ámsterdam

Un ejemplo de política de salud pública sin afán recaudatorio y realmente comprometida en la lucha contra la obesidad podría ser Ámsterdam, que después de analizar sus elevadas tasas de sobrepeso infantil diseñó un programa global para reducirlo, como fuera, barrio por barrio. Implicaron a colegios, profesores, entrenadores, padres, sanitarios: todos los colectivos en contacto con niños fueron movilizados para cambiar los hábitos de vida y contribuir a crear un entorno saludable.

Entre las medidas impulsadas por el Ayuntamiento de Ámsterdam se incluye la prohibición de llevar zumos a las escuelas (sustituidos por agua o leche), la sustitución de bollería industrial o casera por frutas en las celebraciones escolares, o la prohibición de los patrocinios de marcas de bebidas carbonatadas y comida rápida en eventos públicos. También se subvenciona el acceso a polideportivos y actividades deportivas para familias sin recursos; se imparten clases colectivas para aprender a cocinar de forma saludable, se garantiza que los niños tengan acceso a frutas y verduras en el colegio e incluso se estudia los patrones del sueño. El resultado: entre el año 2012 y 2015 se ha reducido un 12% la obesidad infantil, según los últimos datos del Amsterdam Healthy Weight Programme.

“Los datos de este proyecto son interesantes, pero sin un grupo de control no podemos valorar hasta qué punto el descenso de la obesidad ha bajado por todas esas medidas o porque cambiaron sus patrones de alimentación por otro motivo. Cuando es un fenómeno multifactorial como este, se necesitan más parámetros, como hacer un seguimiento en las tiendas de lo que compran ahora para saber si han cambiado también sus hábitos de alimentación en casa. En marzo se ha publicado otro estudio sobre un condado de Maryland, en Estados Unidos, cuyas políticas de reducción del consumo de bebidas azucaradas van acompañadas de toda una batería de medidas muy complejas. Al final, como escribí hace poco, redujeron el consumo de refrescos en un 20% y de zumos en un 15%, pero es un ejemplo de trabajo global contra la obesidad, no solo unos impuestos. La clave no es restringir sino dar alternativas saludables a la población”, apunta Luis Jiménez, autor de libros como La Guerra contra el sobrepeso y El cerebro obeso, donde analiza las razones del entorno obesogénico en el que vivimos y el funcionamiento del cerebro para adoptar hábitos saludables o no.

El éxito de la subida de impuestos a productos no saludables en otros países está reflejado en el documento Adaptación Española a las Guías Europeas sobre Prevención de la Enfermedad Cardiovascular, con los siguientes datos: “Las estrategias de precios pueden conducir a una disminución de las ventas de alimentos no saludables y a un aumento de las ventas de frutas y verduras, mejorando el consumo de energía y nutrientes, el IMC y la salud. El impuesto a la grasa en Dinamarca originó una disminución de su consumo de un 10-15% y el impuesto a la comida basura en Hungría hizo que las ventas cayeran un 27%. El impuesto a las bebidas azucaradas en México provocó un descenso en las compras del 12%, con mayor intensidad en los hogares de nivel socioeconómico bajo, donde alcanzó el 17%”.

Países como Alemania se han atrevido a gravar las bebidas azucaradas con un 20% del precio, Inglaterra quiere sacar las máquinas de vending no saludables de los hospitales, Francia ha prohibido el “relleno gratis” de bebidas azucaradas, Chile obliga a advertir en el etiquetado los altos contenidos en grasas, calorías, sal y azúcar, prohíbe la publicidad atractiva para niños en estos productos e incluso ha retirado los juguetes dentro de huevos de chocolate. En España, las medidas eficaces y multidisciplinares contra la obesidad ni están ni se las espera.

8 alimentos que los nutricionistas borrarían de la faz de la Tierra si pudieran

Por su exceso de azúcar, sus grasas o su riesgo para el corazón: estos son los productos que los expertos no quieren que comamos

El País, por Eva Carnero
Existe una máxima que dice que para llevar una dieta sana y equilibrada es imprescindible comer de todo. Sin embargo, a pesar de que la norma es aceptada por la mayoría, últimamente no son pocas las voces expertas que la cuestionan, y señalan con el dedo aquellos alimentos que deberíamos dejar de consumir, o al menos reducir su ingesta, si queremos proteger nuestra salud. Hemos pedido a varios expertos en nutrición que nos dijeran los que para ellos son alimentos tabú, y este ha sido el resultado.

Rollitos de primavera

«Hinchazón abdominal, indigestiones, pesadez digestiva y, en casos extremos, hasta diarreas o intoxicaciones leves», así describe Rubén Bravo, experto en Nutrición y Gastronomía del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), los efectos que pueden acompañar a una exótica cena elaborada con este clásico del menú oriental. Según el experto, «el elevado contenido de grasas saturadas que contienen los aceites que suelen emplear en los restaurantes de corte asiático junto con las harinas refinadas que utilizan para los fritos y rebozados promueven el aumento del colesterol y del sobrepeso». Por cierto, los rollitos auténticos son como las torrijas: en China solo se consumen durante unos pocos días al año.

Combinados con bebidas energéticas

Al salir de fiesta debería vigilar qué es lo que va a beber, ya que, ni de lejos, todas las opciones son iguales. Algunas ponen en marcha en nuestro organismo ciertos efectos que sin duda la mayoría de los jóvenes no tienen en cuenta. Rubén Bravo, experto en nutrición, nos recuerda que «la combinación de una bebida espirituosa de alta graduación con una energética es una bomba de posibles problemas para la salud». Y es que según Bravo, «los excitantes como la cafeína y la taurina combinados con las vitaminas B6 y B12 enmascaran los efectos negativos aportados por la bebida espirituosa, acelerando el ritmo cardíaco y aumentando los niveles de azúcar en sangre. El abuso de estos combinados puede afectar al hígado, al páncreas y al sistema cardiovascular».

Patatas de bolsa

Su alto contenido en sal es, en opinión de la profesora Iva Marques, de la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte de la Universidad de Zaragoza, lo más perjudicial de las patatas de bolsa. La mayoría contiene alrededor de 1,5 gramos de sal por 100 gramos de patatas, aunque algunas llegan a los 2,3. Los días que comamos un paquete grande superaremos el límite que fija la OMS. Pero lo que lleva a Antonio F. Murillo Cancho, profesor del curso Experto en Nutrición Deportiva de la Universidad Internacional de La Rioja, a elegir este producto como alimento prohibido, es su inserción en el paraguas de «alimentos ricos en aceite de palma». Bajo la leyenda de «aceite vegetal» en la etiqueta, según el experto, se suele ocultar «un alto contenido en ácidos grasos saturados que convierte al aceite extraído del fruto de la palmera Elaeis guineensis en un potencial peligro para nuestra salud cardiovascular”. Y, ¿el consumo de aceite de palma provoca cáncer? La respuesta no es rotunda: para Helle Knutsen, jefa del Panel de Contaminantes de la Cadena Alimentaria de la EFSA, «no se puede establecer un nivel de ingesta seguro para estos ésteres». Pero el compuesto no forma parte de la lista de ingredientes cancerígenos de la OMS y ni la Unión Europea ni otros organismos nacionales de salud han prohibido su uso o recomendado excluirlo de la dieta. Lo único que afirma la EFSA es que el aceite de palma contiene ésteres gliciril de ácidos grasos (GE) que, procesados a más de 200 ºC, dan lugar a un compuesto tóxico y cancerígeno: el glycidol.

Salchichas de queso

Si hay un menú que resuelve infinidad de cenas familiares y que los niños adoran es el que incluye un plato de salchichas tipo frankfurt, y si están rellenas de queso, mejor. Sin embargo, la nutricionista Laura Pire, propietaria de un centro de nutrición avanzada, no trae buenas noticias al respecto. “La baja cantidad y calidad de proteínas junto con el exceso de grasas saturadas y sal convierten a este plato en una elección poco recomendable». ¿Qué tipo de riesgos estamos asumiendo sin ser conscientes de ello? La experta apunta a la salud cardiovascular como la más perjudicada por su consumo: «La ingesta continuada de este tipo de alimentos descompensa la tensión arterial y fomenta la obesidad y la arteriosclerosis».

Bollería industrial

Probablemente no se sorprenderá con la elección de la doctora María Garriga, dietista-nutricionista en el Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid). Sin embargo, nunca está de más recordar la inconveniencia de consumir bollería industrial. «En la mayoría de los casos su elaboración incluye grasas trans o hidrogenadas o aceites de alto contenido en ácidos grasos saturados (aceites de palma, palmiste o coco)», justifica la experta. De modo que, a la hora de la merienda, puede dejarse convencer por los argumentos de sus hijos o bien atender las advertencias de Garriga y buscar otras opciones. «Las grasas mencionadas están relacionadas con un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, porque son las que aumentan los niveles de colesterol LDL. Además, suelen tener un alto contenido en azúcares, cuyo consumo se asocia con la obesidad y el aumento del riesgo de accidentes cardiovasculares», advierte.

Cubitos concentrados

Algunas marcas nos venden estos pequeños daditos con el argumento de que enriquecen las comidas. Sin embargo, parece ser que el sabor no es lo único que obtenemos cuando los consumimos. «Los ingredientes principales de estos cubitos son la sal, la grasa de palma y los potenciadores del sabor como el glutamato monosódico, y ninguno de estos ingredientes es necesario para una dieta saludable», señala la doctora María Garriga García. “Los cubos de caldo, así como las salsas, sopas comerciales, aperitivos salados y embutidos son algunos de los alimentos que más sal contienen”. Este alto contenido en sal es el principal motivo por el que Garriga desterraría este alimento de la cesta de la compra, ya que «favorece la aparición de hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares».

Carne en lata

Marta Gámez, directora técnica del Grupo NC Salud, menciona las pruebas aportadas por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer, órgano de la Organización Mundial de la Salud especializado en esta enfermedad. La entidad médica ha clasificado la carne procesada como carcinógena para los humanos, basándose en evidencia suficiente de que el consumo de carne procesada causa cáncer colorrectal. La experta revela que «aunque aún no se ha podido establecer una dosis segura de este tipo de alimentos, los expertos afirman que el riesgo aumenta cuanta más cantidad se ingiere».

Refrescos azucarados

Si hay un tipo de bebida directamente relacionada con la obesidad es, sin duda, los refrescos de cola o los elaborados a base de extractos de té o plantas con azúcar añadido. Así lo asegura la directora técnica en la Clínica Alimmenta, Juana María González Prada, quien sostiene que «hoy en día se sabe que su consumo no solo favorece el aumento de peso, sino que también incrementa la posibilidad de desarrollar caries». La OMS recomienda no ingerir más de 50 gramos de azúcar al día y fija una ingesta ideal de 25. Un bote de estos brebajes suele contener 35 gramos.

 

La bollería, culpable de la obesidad infantil en aumento en España

Y los malos hábitos, como no desayunar

En pocas décadas nuestro país ha pasado de la escasez a la sobrealimentación. Un nuevo estudio vuelve a poner de manifiesto los problemas de la bollería industrial

El Confidencial

imagen-sin-tituloLos ‘desayunos saludables’ en los colegios han cambiado a mejor la rutina de millones de niños españoles y ya no es habitual que consuman bollos en horario escolar. La medida es importante, dado que la obesidad es una auténtica epidemia de los países desarrollados. En el nuestro la prevalencia es preocupante: un 26,2% de los niños entre seis y nueve años tiene sobrepeso y el 18,3% son obesos, si usamos los estándares de crecimiento de la OMS. Sin embargo, no es la franja más problemática. A partir de 7 años, el problema aumenta considerablemente.

Uno de los motivos puede ser el poco tiempo que los adultos tienen para encargarse de comprar y cocinar, con padre y madre trabajando a jornada completa en muchos casos. Las familias uniparentales o de padres separados, cada vez más frecuentes, complican también el presupuesto para comida, y ayudan a caer en círculos viciosos. Superados y con miedo a no satisfacer las necesidades de los hijos, los padres tienen problemas para negarles un capricho dulce o un premio en forma de aperitivo aceitoso en el rato en que sí disfrutan de su compañía.

Desayunar bollos

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a través de la Estrategia Naos (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), coordinada por la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), ha presentado el estudio Aladino para vigilar el «crecimiento, alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad» en 2015, y la industria de la bollería sale muy mal parada.

Para recabar los datos han contado con la colaboración de administraciones públicas de educación y sanidad de las comunidades autónomas, colegios, directores y profesores, asociaciones de padres y familias, y han usado datos de 10.899 niños en total. Han comprobado que, tras muchos años de tendencia creciente (más prevalencia de la obesidad cada vez), la situación empieza a invertirse en el rango de los seis a los nueve años de edad, como se ha observado en otros países.

Estas edades son críticas, y se presta especial atención a ellas porque, como puso de manifiesto la iniciativa COSI («WHO European Childhood Obesity Surveillance Iniciative»), a la que España se adhirió desde el principio, en esta etapa los posibles cambios debidos a la pubertad son mínimos, de forma que los datos son más útiles para buscar patrones generales y valorar cómo intervenir para prevenir la obesidad y educar en los mejores hábitos de vida para su futuro.

Se han tenido en cuenta peso y medidas, respuestas a cuestionarios en colegios y casas y se ha hecho un análisis estadístico, teniendo en cuenta también datos de los niños nada más nacer y de su primer año de vida. Las medidas a favor de la lactancia materna, con formación en hospitales, talleres públicos y sobre todo el consejo directo de matronas y pediatras, han hecho que sean ya un 76% de familias del estudio las que indican que el niño recibió este tipo de alimentación, la más recomendada en los primeros meses de vida.

solo-de-vez-en-cuando-istockAunque la mejora de este año en la prevalencia de obesidad infantil es una buena noticia, hay que seguir trabajando sobre todo en estas claves, que estadísticamente están relacionadas con mayor peligro:

  • Malos hábitos de alimentación.
  • Falta de ejercicio físico.
  • No desayunar a diario. El 15,5% de los niños consultados respondieron que habían tomado solo agua, leche o zumo. Además, aún son una pequeña minoría los que toman fruta o zumo natural a primera hora: un 8,4%. Un 6,4% tomaron otros alimentos, como huevos o jamón, mientras que un 12,3% comieron bollería.
  • Tener televisión, ordenador o videojuegos en su habitación.
  • Usar estos dispositivos más de dos horas diarias.
  • Dormir poco.
  • Bajo nivel de ingresos familiares.
  • Bajo nivel educativo de padres y madres.

En un estudio de octubre de este mismo año, la OMS concluyó que los refrescos azucarados son la primera causa de obesidad infantil. Entre las recomendaciones de la organización internacional estaba aumentar los impuestos a estos productos. El estudio Aladino viene a negar la importancia de ese factor en nuestro país: según estos nuevos datos los niños no consumen refrescos azucarados a diario.

Muchos padres solo dan a sus hijos refrescos en cumpleaños y fechas especiales, pero les ofrecen bollería para merendar de forma habitual o galletas para desayunar cada mañana.

El 53% de los niños encuestados dijo que no los tomaban nunca; el 31% lo hacía una vez a la semana o menos; el 12,1% entre uno y tres días; y solo un minúsculo 0,8% lo hacía cada día. En cambio, las galletas, pasteles, donuts o bollos son consumidos a diario por un 7,8% de los niños y hasta un 39% lo hace entre una y tres veces por semana.

Estas cifras convierten a la bollería en lo segundo que los niños toman más frecuentemente, solo después de frutas frescas, verduras o lácteos. El pescado, recomendado en mucha mayor medida por los nutricionistas, lo consumen menos. Los niños que toman pescado a diario son solo un 5%.

También es significativo el número de niños que nunca han tomado bollería. Son realmente muy pocos, solo el 8,7%, aunque es aún menor (4,7%) el de los que nunca han probado pizzas, patatas fritas o hamburguesas. ¿Y los refrescos azucarados? Más de la mitad de los niños del estudio no los han tomado nunca, un 53%.

Las grasas saturadas no aumentan el riesgo cardiovascular, según estudio

  • El consumo de grasas ‘trans’ se asocia con un aumento del 34% de la mortalidad por cualquier causa, según datos de un estudio realizado por investigadores de la Universidad McMaster, en Canadá.
  • También suponen un riesgo importante cardiovascular, como éste de «sufrir un accidente coronario o elevar los niveles de colesterol», recalca Estefanía Ramo, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Investigadores canadienses han descubierto que las grasas saturadas no se asocian a un mayor riesgo de muerte, enfermedad cardiaca, ictus o diabetes tipo 2, según los resultados de un estudio que, sin embargo, corrobora como las grasas ‘trans’ si pueden asociarse a un mayor riesgo cardiovascular.

El trabajo, cuyos resultados publica la revista ‘British Medical Journal’, confirma así los estudios previos que apuntaban que las grasas ‘trans’ pueden aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular, pero en cambio sugiere una revisión de las recomendaciones nutricionales para las grasas saturadas.

«Durante años se ha recomendado a todo el mundo que limiten el consumo de grasas. Las grasas ‘trans’ no tienen beneficios para la salud y suponen un riesgo importante para la enfermedad cardiovascular, pero en el caso de las grasas saturadas queda menos claro«, ha explicado Russell de Souza, profesor de Epidemiología Clínica y Bioestadística en la Facultad de Medicina Michael G. DeGroote.

Actualmente, se aconseja que estas grasas no superen el 10% de las calorías ingeridas a diario con la dieta, mientras que el de grasas ‘trans’ no sea de más del 1%, con el objetivo de reducir el riesgo de enfermedad coronaria y accidentes cerebrovasculares.

Las grasas saturadas provienen principalmente de productos de origen animal, como la mantequilla, la leche de vaca, la carne, el salmón y las yemas de huevo, y algunos productos vegetales como aceites de chocolate y palma. Por su parte, las grasas ‘trans’ se producen principalmente de forma industrial, a partir de aceites vegetales (un proceso conocido como hidrogenación) para su uso en margarina, bollería y productos envasados.

Para tratar de aclarar el riesgo cardiovascular asociado a ambas, De Souza y su equipo analizaron los resultados de diferentes estudios observacionales que analizaban su consumo con diferentes indicadores de salud entre la población adulta.

No es malo, pero tampoco reduce el riesgo

De este modo, no encontraron ninguna relación clara entre una mayor ingesta de grasas saturadas y un aumento de mortalidad por cualquier causa y una mayor incidencia de enfermedad coronaria, enfermedad cardiovascular, ictus isquémico y diabetes tipo 2. En cambio, no quedó claro si podía asociarse a una mayor mortalidad por enfermedad coronaria, así como tampoco encontraron que una dieta rica en grasas saturadas se asociara a un menor riesgo cardiovascular.

Asimismo, el consumo de grasas ‘trans’ sí se asoció con un aumento del 34% de la mortalidad por cualquier causa, un riesgo un 28% mayor de mortalidad por enfermedad coronaria y un aumento del 21% en el riesgo de enfermedad coronaria. No se observó una asociación clara con el ictus, mientras que el único factor que no pudo confirmarse fue su asociación con la diabetes tipo 2, por falta de estudios consistentes.

Los investigadores señalan que los resultados se basan en estudios observacionales, por lo que no ofrece conclusiones definitivas sobre una posible relación causa-efecto. No obstante, han precisado, «confirma las conclusiones de cinco revisiones sistemáticas previas sobre los efectos de las grasas saturadas y ‘trans’ en las enfermedades del corazón».

Fuentes: Europa Press, Noticias Castilla la Mancha Tv

Come rápido, pero bien

La mala reputación de la comida basura y los estudios sobre obesidad imponen cambios en los menús «fast food»

Fuente: As
Cada vez más y debido a las altas tasas de obesidad en los países desarrollados, la alimentación se está convirtiendo en un problema de estado. Recientemente Italia ha declarado la guerra a la comida basura imponiendo mayores impuestos a las bebidas azucaradas y alcohólicas y pidiendo a los productores de bollería industrial que rebajen el azúcar y el sodio; hace un mes, los médicos británicos (tras un estudio que revelaba que casi el 50% de los ingleses serán obesos en 2030) lanzaron una campaña contra las marcas que comercializan este tipo de comida.

Pero es importante diferenciar entre comida basura y comida rápida. Mientras que la comida basura se refiere a alimentos que ingeridos de forma habitual resultan poco saludables por sus contenidos en grasas, azúcares y falta de vitaminas como las hamburguesas, las patatas fritas o las pizzas, la comida rápida es simplemente la que se realiza en poco tiempo. Y cada vez son más las opciones disponibles para comer en poco tiempo de forma sana y nutritiva. Conviene distinguir entre los restaurantes de influencia anglosajona y los de mediterránea, que normalmente son más sanos y variados.

El truco, tanto si se prepara en casa como si elegimos almorzar o cenar fuera, está en optar por ensaladas y patatas cocidas mejor que fritas, en carnes a la plancha antes que rebozadas, en evitar las salsas y condimentos elaborados, en prescindir de los dulces de excesivas calorías. Una buena idea puede ser optar por un bocadillo con algún ingrediente protéico (jamón, atún natural, pavo…) y abundantes vegetales.