La bollería, culpable de la obesidad infantil en aumento en España

Y los malos hábitos, como no desayunar

En pocas décadas nuestro país ha pasado de la escasez a la sobrealimentación. Un nuevo estudio vuelve a poner de manifiesto los problemas de la bollería industrial

El Confidencial

imagen-sin-tituloLos ‘desayunos saludables’ en los colegios han cambiado a mejor la rutina de millones de niños españoles y ya no es habitual que consuman bollos en horario escolar. La medida es importante, dado que la obesidad es una auténtica epidemia de los países desarrollados. En el nuestro la prevalencia es preocupante: un 26,2% de los niños entre seis y nueve años tiene sobrepeso y el 18,3% son obesos, si usamos los estándares de crecimiento de la OMS. Sin embargo, no es la franja más problemática. A partir de 7 años, el problema aumenta considerablemente.

Uno de los motivos puede ser el poco tiempo que los adultos tienen para encargarse de comprar y cocinar, con padre y madre trabajando a jornada completa en muchos casos. Las familias uniparentales o de padres separados, cada vez más frecuentes, complican también el presupuesto para comida, y ayudan a caer en círculos viciosos. Superados y con miedo a no satisfacer las necesidades de los hijos, los padres tienen problemas para negarles un capricho dulce o un premio en forma de aperitivo aceitoso en el rato en que sí disfrutan de su compañía.

Desayunar bollos

El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, a través de la Estrategia Naos (Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad), coordinada por la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), ha presentado el estudio Aladino para vigilar el «crecimiento, alimentación, actividad física, desarrollo infantil y obesidad» en 2015, y la industria de la bollería sale muy mal parada.

Para recabar los datos han contado con la colaboración de administraciones públicas de educación y sanidad de las comunidades autónomas, colegios, directores y profesores, asociaciones de padres y familias, y han usado datos de 10.899 niños en total. Han comprobado que, tras muchos años de tendencia creciente (más prevalencia de la obesidad cada vez), la situación empieza a invertirse en el rango de los seis a los nueve años de edad, como se ha observado en otros países.

Estas edades son críticas, y se presta especial atención a ellas porque, como puso de manifiesto la iniciativa COSI («WHO European Childhood Obesity Surveillance Iniciative»), a la que España se adhirió desde el principio, en esta etapa los posibles cambios debidos a la pubertad son mínimos, de forma que los datos son más útiles para buscar patrones generales y valorar cómo intervenir para prevenir la obesidad y educar en los mejores hábitos de vida para su futuro.

Se han tenido en cuenta peso y medidas, respuestas a cuestionarios en colegios y casas y se ha hecho un análisis estadístico, teniendo en cuenta también datos de los niños nada más nacer y de su primer año de vida. Las medidas a favor de la lactancia materna, con formación en hospitales, talleres públicos y sobre todo el consejo directo de matronas y pediatras, han hecho que sean ya un 76% de familias del estudio las que indican que el niño recibió este tipo de alimentación, la más recomendada en los primeros meses de vida.

solo-de-vez-en-cuando-istockAunque la mejora de este año en la prevalencia de obesidad infantil es una buena noticia, hay que seguir trabajando sobre todo en estas claves, que estadísticamente están relacionadas con mayor peligro:

  • Malos hábitos de alimentación.
  • Falta de ejercicio físico.
  • No desayunar a diario. El 15,5% de los niños consultados respondieron que habían tomado solo agua, leche o zumo. Además, aún son una pequeña minoría los que toman fruta o zumo natural a primera hora: un 8,4%. Un 6,4% tomaron otros alimentos, como huevos o jamón, mientras que un 12,3% comieron bollería.
  • Tener televisión, ordenador o videojuegos en su habitación.
  • Usar estos dispositivos más de dos horas diarias.
  • Dormir poco.
  • Bajo nivel de ingresos familiares.
  • Bajo nivel educativo de padres y madres.

En un estudio de octubre de este mismo año, la OMS concluyó que los refrescos azucarados son la primera causa de obesidad infantil. Entre las recomendaciones de la organización internacional estaba aumentar los impuestos a estos productos. El estudio Aladino viene a negar la importancia de ese factor en nuestro país: según estos nuevos datos los niños no consumen refrescos azucarados a diario.

Muchos padres solo dan a sus hijos refrescos en cumpleaños y fechas especiales, pero les ofrecen bollería para merendar de forma habitual o galletas para desayunar cada mañana.

El 53% de los niños encuestados dijo que no los tomaban nunca; el 31% lo hacía una vez a la semana o menos; el 12,1% entre uno y tres días; y solo un minúsculo 0,8% lo hacía cada día. En cambio, las galletas, pasteles, donuts o bollos son consumidos a diario por un 7,8% de los niños y hasta un 39% lo hace entre una y tres veces por semana.

Estas cifras convierten a la bollería en lo segundo que los niños toman más frecuentemente, solo después de frutas frescas, verduras o lácteos. El pescado, recomendado en mucha mayor medida por los nutricionistas, lo consumen menos. Los niños que toman pescado a diario son solo un 5%.

También es significativo el número de niños que nunca han tomado bollería. Son realmente muy pocos, solo el 8,7%, aunque es aún menor (4,7%) el de los que nunca han probado pizzas, patatas fritas o hamburguesas. ¿Y los refrescos azucarados? Más de la mitad de los niños del estudio no los han tomado nunca, un 53%.

De boxeador a obeso mórbido

Es la historia del púgil bonaerense Angel Martínez, quien llegó a pesar 300 kilos y sufrir serias complicaciones. Había salido de su casa gracias a la ayuda de Defensa Civil. Sin embargo, hoy recibe atención médica y, con mucho esfuerzo, se recupera en el marco de un programa provincial

El Día, diario de Argentina

El ex boxeador bonaerense Angel Jorge Martínez, hospitalizado hace 50 días con serias complicaciones de salud, tras llegar a pesar 300 kilos y ser auxiliado por personal de Defensa Civil, se recupera favorablemente en el hospital Bocalandro de Tres de Febrero ,donde recibe un tratamiento en el marco del programa provincial Alimentación Saludable.

Está en el hospital Bocalandro, uno de los 4 de la Provincia en los que ya se operaron más de 80 obesos en 6 meses, como parte del nuevo Programa de Alimentación Saludable. Los pacientes requieren una ardua preparación psicológica, actividad física y dieta estricta.

Angel José Martínez estaba tan mal que tuvo que ir Defensa Civil a sacarlo de su casa para trasladarlo hasta el hospital. Pesaba 300 kilos. Siete personas ingresaron a su habitación, donde estaba postrado, le ayudaron a sentarse en una silla de ruedas adaptada a sus dimensiones y lo subieron a la ambulancia.

Hoy, a un mes y 20 días desde su ingreso al hospital provincial Bocalandro de Tres de Febrero, Ángel, de 55 años, bajó más de 20 kilos y se prepara para una cirugía bariátrica “con la misma disciplina que tenía a los 19, cuando hacía boxeo amateur en la Federación Argentina de Box”. Por aquel entonces, rememora, “pesaba 78 kilos de ‘puro músculo’ y como mido 1,78 tenía un cuerpo perfecto”.

Tanto es así “que me sumaron al staff de modelos de Ante Garmaz”, cuenta Ángel sentado en la cama de la habitación del hospital y, enseguida, muestra las fotos que lo documentan para no dar lugar a los incrédulos.

Martínez es uno de los pacientes del nuevo *Programa de Alimentación Saludable* del ministerio de Salud de la Provincia que incluye, como parte del tratamiento, las cirugías bariátricas gratuitas.

Desde abril hasta ahora ya se hicieron 82 operaciones de este tipo en los hospitales Bocalandro de Tres de Febrero, El Cruce de Florencio Varela, San Martín y Gutiérrez de La Plata y otros 115 obesos mórbidos están en tratamiento y podrían ser candidatos a operaciones de este tipo, que achican la capacidad del estómago.

“Ante todo hay que tener en claro que estas operaciones son una herramienta más del tratamiento pero no constituyen soluciones mágicas”, advirtió el ministro de Salud de la Provincia, Alejandro Collia, quien promovió e hizo posible el traslado de Angel al hospital Bocalandro. Por eso, agregó, “en cada hospital donde se hacen estas operaciones el paciente es tratado por nutricionistas, psicólogos, fisioterapeutas, kinesiólogos y clínicos antes de entrar al quirófano”.

Adicto a la comida

“Si había pizza me comía cinco yo solo”, recuerda Ángel de sus épocas como cocinero en el club Primera Junta, de Capital Federal. Ya corría la década de 1980 y los tiempos de modelo, boxeador, vendedor y buscavidas tras quedar desocupado habían quedado atrás.

“La debacle empezó cuando entré a trabajar como cocinero en el club, a los 29 años”, cuenta. Para ese entonces ya estaba casado con Marisa, su actual mujer, y tenían dos hijas pequeñas. Dejó de hacer las 4 comidas diarias y las reemplazó por una suerte de banquete permanente: “Simplemente comía y tomaba gaseosa todo el día, desde que me levantaba hasta la madrugada, cuando salía del club”. Ocho meses más tarde ya no le entraban los pantalones.

Hace dos años todo empeoró, la compulsión a comer hizo que su peso trepe a 300 kilos, lo que le impidió moverse. Se instaló en la cama, cortó su vida social y cayó en una profunda depresión. Llegó un punto en que no podía ni levantarse para ir al baño y al moverse sentía que iba a morir asfixiado.

“Un día que estaba solo me caí de la cama, no pude levantarme y ahí dije ‘yo estoy reloco’, me sentí tan impotente, tan dependiente de los demás, tan destruido que quise morirme”, asegura. Desde ese momento se puso a dieta y algo logró, pero nada sustancial.

Desde hace un mes y medio, cuando Defensa Civil lo rescató, ingresó al Bocalandro sin poder caminar, con diabetes, hipertensión, úlceras en las piernas y pies. “Por la misma obesidad sufría de una inflamación de los testículos: parecían una pelota de fútbol cinco: el dolor era indecible”, enfatizó Ángel.

Tras haber bajado más de 20 kilos hoy dice que está comprometido con el tratamiento, que le volvió la disciplina de su juventud y que cuando el proceso termine “va a ser como nacer otra vez”.

Alberto Ferreres, el cirujano que estará a cargo de la cirugía bariátrica de Ángel, dijo que aún tiene que bajar varios kilos más para intervenirlo y que la operación se hará en dos etapas.

“Primero le colocaremos un balón gástrico que es un método reversible para que baje más de peso y recién en una segunda etapa evaluaremos la posibilidad de un by pass que, de todos modos, requiere de mucha disciplina en el postoperatorio”, dijo Ferreres.

Por eso la preparación psicológica de estos pacientes compulsivos es clave. En el hospital una psicóloga tiene dos encuentros semanales con Ángel y es monitoreado por médicos, kinesiólogos que le indican actividad física, y nutricionistas.

Come raciones de 1.800 calorías diarias que, por ejemplo, contienen a modo de almuerzo una hamburguesa, zanahoria hervida, caldo y dos gelatinas. Ángel no se queja y asegura que está motivado “para dar la pelea más difícil de su vida”.

Dormir muy poco despierta el deseo de comida basura

  • El hambre y los hábitos alimenticios relacionados con el sueño son generados en parte por unas glándulas intestinales del apetito.
  • Las redes cerebrales asociadas con el deseo se activaron más cuando las personas no habían dormido y vieron fotos de comida basura.

20 minutos
El cuerpo es todo uno y en su interior todo se relaciona. Por eso no debe sorprender el descubrimiento que acaban de hacer cientídicos norteamericanos: la falta de sueño despierta el deseo de comida basura, de comida de alto contenido de calorías.  

Las personas que habían dormido mal deseaban pizzas y hamburguesasSegún dos estudios presentados en el encuentro anual de la Associated Professional Sleep Societies de EE UU, dormir poco puede incrementar la actividad en áreas del cerebro que buscan placer. Los investigadores sugieren que el hambre y los hábitos alimenticios relacionados con el sueño son generados en parte por unas glándulas intestinales involucradas en el apetito.

En uno de los estudios, el de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), se pidió a 23 adultos jóvenes poner nota a varios platos de comida mientras eran examinados en resonancia magnética funcional. De ellos, unos habían estado despiertos durante 24 horas seguidas, y la otra parte habían descansado bien. El grupo de los voluntarios que no habían dormido en un día, mostró una amplia preferencia por la comida menos saludable en comparación con los otros.

La otra investigación se ha llevado a cabo en  la Universidad de Columbia. También utilizaron resonancia magnética funcional, que registra el flujo sanguíneo en el cerebro, para comparar la actividad cerebral en 25 voluntarios después de una noche de sueño normal y de una noche en que se les limitó el sueño a sólo cuatro horas.

Desean comidas altas en calorías porque buscan la energía que saben que les falta. A unos y a otros les mostraron imágenes de comidas saludables, frutas y vegetales, intercaladas con otras poco saludables, del tipo comida basura. Ocurrió que las redes cerebrales asociadas con el deseo tuvieron más actividad cuando los voluntarios no habían dormido que cuando habían descansado bien, especialmente cuando vieron las imágenes de comida basura.

Lo que pasaba es que las personas que habían dormido mal deseaban comidas como pizzas y hamburguesas. Según los investigadores, los voluntarios deseaban comidas altas en calorías porque sus cuerpos y cerebros buscan la energía que les falta para poder enfrentar la jornada.