La obesidad y el exceso de azúcar afectan la memoria

Padecer sobrepeso y consumir en exceso azúcares y grasas saturadas contribuyen en el deterioro de la memoria

La Opinión, por Lorenza Amor

Una excesiva ingesta de grasas saturadas se relaciona con ciertos tipos de demencia. Foto Shutterstock

Mucho se ha hablado sobre las consecuencias negativas que tiene el sobrepeso y la obesidad en la salud, se trata de un padecimiento que se deriva en diversas enfermedades degenerativas como es el caso de la diabetes, la hipertensión, enfermedades cardiovasculares y en particular afecta directamente el funcionamiento cerebral. 

Diversos estudios a nivel internacional relacionan la obesidad con afectaciones directas en el cerebro y sobretodo vivir con sobrepeso se destaca por tener efectos negativos en ciertas funciones cognitivas como es el caso de la memoria y el aprendizaje. Tomando en cuenta que la obesidad es uno de los padecimientos más graves de salud y que lo padecen cerca de 600 millones de personas en el mundo, es un tema en el que hay que prestar especial atención.

El exceso de peso puede afectar directamente las funciones cerebrales ya que interviene  en la expresión y funcionamiento de determinados genes relacionados con la memoria, esto se debe a que deteriora la zona del hipocampo, ya que mata a las células nerviosas y también dificulta la comunicación entre neuronas. 

A la vez el excesivo consumo de azúcar está altamente relacionado con serias consecuencias, por supuesto la más popular es un aumento de peso; sin embargo cuando analizamos la lista de efectos negativos, uno de las más graves es que causa una disminución considerable en el rendimiento intelectual, esto se debe principalmente a que provoca una reacción llamada hipoglucemia reactiva que se destaca por afectar al hipocampo, que también rige la concentración mental. Es por ello que uno de los mejores hábitos para cuidar nuestras funciones cognitivas es moderar significativamente el consumo de azúcares de absorción rápida, entre los que se destacan algunos hidratos de carbono y grasas que en muchas ocasiones consumimos de manera cotidiana como es el caso del pan blanco, patatas, sopas instantáneas, comidas rápidas, postres , galletas y cereales comerciales. 

Un estudio recientemente publicado por la revista Nurology establece que un alto consumo en azúcares o harinas refinadas, puede poner en riesgo la estructura y función cerebral es por ello que una de las principales consecuencias se refleja en un deterioro de la memoria. 

Por otra parte las investigaciones a nivel mundial han continuado y evolucionado, sobretodo aquellas realizadas por Investigadores del Instituto de Neurociencia de Princeton; quienes han comprobado los efectos negativos de las grasas en el cerebro, todos relacionados con afectaciones cognitivas en diferentes grados. Complementario el Hospital Brigham en Boston han asociado el origen de los problemas de memoria, con la ingesta de grasas trans las cuales se relacionan directamente con demencias y Alzheimer. 

Existen muchas bases científicas que comprueban los efectos de la obesidad en las funciones cognitivas y abren la puerta a establecer nuevos parámetros para potenciar aún más los beneficios de una alimentación equilibrada y consciente, enfatizando el gran valor de seguir las bases de tendencias de salud que promueven las bondades de gozar de los enormes beneficios de una dieta mediterránea o bien de los principios vegetarianos.

¿Tienes el colesterol alto? ¡Evita estos alimentos!

El Periodista Digital, por Ana González

El colesterol es una sustancia que está presente en nuestro organismo, forma parte de las membranas celulares y es necesario para la síntesis de algunas hormonas, de la bilis y del tejido nervioso. Sin embargo, cuando los niveles de colesterol en la sangre son elevados puede aparecer la hipercolesterolemia, factor de riesgo de otras enfermedades cardiovasculares, según cd.

Lácteos enteros
Caja señala que aunque la leche es rica en grasas saturadas, las cuales juegan un papel esencial en la subida del colesterol, los lácteos no intervienen tanto en la subida como otros alimentos, aunque sí conviene sustituir los productos enteros por lácteos semidesnatados o desnatados enriquecidos con vitaminas liposolubles.

Algunos ejemplos de lácteos enteros son la leche entera, la nata, la mantequilla y la margarina.

Quesos
Desde el IMEO indican que existe mucha diferencia a nivel de composición nutricional entre unos quesos y otros y Caja añade que dependiendo de la leche de procedencia y el tipo, el queso puede tener más o menos colesterol.

“De manera general, los que más grasas saturadas y colesterol tienen son los que han sido sometidos a un mayor proceso de curación y los de untar, como por ejemplo el gouda, el emmental, el queso de cabra curado, el parmesano y el brie”, señalan desde el IMEO.

Fiambres y embutidos
Estos productos, además de tener un exceso de sal, tienen elevadas proporciones de grasas saturadas y colesterol por lo que no resultan óptimos si lo que queremos es reducir los mismos.

Azúcar, productos azucarados, bollería industrial y productos ultraprocesados
A menudo, los productos con altas concentraciones en azúcar lo son también en grasas saturadas y trans.

Además, cuando hay abundante azúcar en el torrente sanguíneo, el efecto del colesterol LDL (conocido como colesterol malo) es más agresivo.

Respecto a la bollería industrial, el IMEO especifica que tiene mucha azúcar, harinas refinadas y grasas saturadas y es muy rica en grasas hidrogenadas o trans, cuyo efecto sobre el aumento del colesterol es más importante si cabe.

Muy Importante: Consulte siempre a su médico para conocer los detalles concretos de su perfil y si es aconsejable o no para usted.

Este artículo es el resultado de información compilada en la red, de la fuente o fuentes señaladas, y que considero interesante compartir con los seguidores de esta sección, por su alto interés divulgativo.

Autor: Ana González es profesora, experta en atención temprana por la Universidad Antonio de Nebrija e instructora de Yoga Federada, especialista en yoga infantil. Creadora del método Anamaste Yoga.

La UE limitará las grasas ‘trans’ a partir de 2021: se prohibirá vender alimentos que contengan más del 2%

Son las grasas que se ocultan en la comida rápida y en la comida procesada tras términos como «parcialmente hidrogenado» o como grasas de origen vegetal.

La Sexta Noticias

La bollería esconde altas cantidades de grasa perjudicial para el organismo. Las grasas ‘trans’ se encuentran en la comida rápida, en congelados, en helados o en bollería.

Video: Reglamento de UE para limitar las grasas trans

«La grasa ‘trans’ es un proceso industrializado en el que se cogen aceites líquidos vegetales, se pasan por un proceso de hidrolización y los convierten en una grasa gelatinosa», explica Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad.

Se trata de una grasa nada saludable y relacionada directamente con problemas del corazón, con el colesterol alto o la hipertensión.

La Unión Europea limitará a un máximo de dos gramos por cada 100 las grasas ‘trans’ en 2021 y en España este reglamento entrará en vigor el próximo 15 de mayo, aunque la industria tendrá dos años para adaptarse. «Es demasiado a largo plazo. En EEUU lo han hecho en ocho meses», señala Bravo.

Las grasas ‘trans’ no siempre aparecen indicadas en el etiquetado, a veces lo hacen con el término «parcialmente hidrogenado». En ocasiones pueden estar ocultas en las grasas de origen vegetal y pasar desapercibidas.

Y no son las únicas perjudiciales para la salud. También lo son las grasas saturadas, que se pueden encontrar en productos de origen animal como embutidos, la leche o en el aceite de coco y palma.

Para estas grasas todavía no existe ninguna limitación, a pesar de que su consumo eleva el colesterol y también está relacionado con enfermedades cardiovasculares.

Grasas ‘trans’: no más de 2gr/día en una dieta de 2.000 kcal

La industria alimentaria utiliza estas grasas, innecesarias para el ser humano, para conseguir una consistencia más sólida, manejable y barata y con un sabor más adictivo.

Correo Farmacéutico, por Joanna Guillén Valera

patatas fritas

Bollería industrial, alimentos fritos, mantequillas, comida rápida, snacks, sopas en polvo, salsas industriales… Son sólo algunos ejemplos de productos alimenticios que incluyen en su composición grasas trans, un tipo de grasa “caracterizada por tener, al menos, un doble enlace en su posición trans”, informa Carmen Escalada, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Este tipo de grasas se pueden encontrar en productos cárnicos y en leche de rumiantes (como la leche de vaca), sin embargo, su origen habitual es un procedimiento industrial, “por el que someten diferentes aceites vegetales a altas presiones y temperaturas que permiten la adición de hidrógenos a su estructura química”, describe la experta. Gracias a este proceso, la industria alimentaria “consigue una grasa sólida, mucho más manejable y barata, de mayor vida útil y sabor más adictivo”.

Todas estas características favorecen que sean utilizadas por la industria para “aumentar la vida útil del alimento, para potenciar su sabor, para mejorar su textura, evitar que se pongan rancios, hacerlos más resistentes a la oxidación y, por tanto, abaratar costes de producción”, destaca Estefanía Ramo, nutricionista del IMEO.

Riesgos para la salud

Los riesgos para la salud de este tipo de grasas son innumerables. Los efectos nocivos, junto al hecho de que son grasas totalmente innecesarias, hizo que la Organización Mundial para la Salud limitara su ingesta al “1 por ciento del aporte energético total, lo que supondría consumir unos 2-2,5 gramos al día en una dieta de unas 2.000 kcal”, sostiene Sonia Peinado, nutricionista del IMEO, una cantidad mínima, teniendo en cuenta que entre las grasas trans también se encuentran los lácteos y las carnes.

Sobre los efectos para la salud de su consumo, Escalada señala que “se ha visto, en numerosos estudios realizados desde los años 90, que el consumo de este tipo de grasas aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardio y cerebrovasculares, como la hipertensión, el infarto de miocardio o el ictus”. Esto, según la nutricionista, “se debe a que, al absorberse, sustituyen a las moléculas que forman las paredes de los vasos sanguíneos haciendo que éstas queden rígidas e impidiendo que las moléculas de colesterol se adhieran a ellas”. El resultado de esto es “una elevación en sangre de los niveles de colesterol total y LDL”.

Además, no hay que olvidar que, al tratarse de una grasa, su aporte energético es elevado (9 kcal/gr), “por lo que su consumo abusivo está ligado a mayores niveles de sobrepeso y obesidad”, advierte Escalada. Estos efectos son los que están demostrados pero, según ella, hay otros que señalan “su relación con la diabetes tipo 2 y algún tipo de cáncer”.

Etiquetado

Como se ha mencionado antes, los alimentos que suelen contener altos porcentajes de este tipo de grasas son, fundamentalmente, los altamente procesados. Para saberlo y evitarlos, es importante fijarse en el etiquetado de los productos, ya que “cualquiera que se comercialice en el mercado europeo debe seguir una serie de normas, como el su-brayado de aquellas sustancias que se consideren alérgenos o de las cantidades de macronutrientes (proteínas, grasas y azúcares).

“Aunque su porcentaje por 100 gr de alimento se puede encontrar en la tabla de composición nutricional, algunas veces, el fabricante sólo lo enumera en la lista de ingredientes bajo los términos ácidos grasos trans, grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas, aceites hidrogenados o parcialmente hidrogenados”, apunta Peinado. Esto, por el momento, es lo que puede ayudar al consumidor a elegir, a la espera del logotipo nutricional Nutri-Score“más intuitivo y en colores”, que comunicó Sanidad para este año.

Los sustitutos sin grasas trans

Para limitar el consumo de grasas trans, existen sustitutos más sanos que pueden añadirse a la dieta. Frente a los fritos, Estefanía Ramos, nutricionista del IMEO, aconseja cocinar con aceite de oliva y sustituir la bollería industrial por productos caseros elaborados con este aceite. Ademas, en lugar de patatas fritas de bolsa, aconseja escoger su versión deshidratada o cocida, y de los snacks, elegir frutos secos naturales o tostados. Las sopas de sobre deberán sustituirse por las caseras con verduras.

Ocho alimentos que suben el colesterol

Democracia.com
El colesterol es una sustancia que está presente en nuestro organismo, forma parte de las membranas celulares y es necesario para la síntesis de algunas hormonas, de la bilis y del tejido nervioso. Como señala Sergio Caja, doctor en biología molecular del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid, formado en Nutrición y Gestión Científica por el Instituto de Empresa, hay que vigilar la alimentación, ya que la hipercolesterolemia es un problema multifactorial donde la presencia en la dieta de alimentos ricos en colesteroldebe ser un factor a tener en cuenta. “Así como hay alimentos que ayudan a disminuir el colesterol otros pueden contribuir a su aumento”, añade.
Además de la alimentación hay otros factores clave para reducir el colesterol y que pueden intervenir en la variación de sus niveles, tal y como señalan desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO): la obesidad, el consumo de alcohol y tabaco y la realización de deporte.

Lácteos enteros
Caja señala que aunque la leche es rica en grasas saturadas, las cuales juegan un papel esencial en la subida del colesterol, los lácteos no intervienen tanto en la subida como otros alimentos, aunque sí conviene sustituir los productos enteros por lácteos semidesnatados o desnatados enriquecidos con vitaminas liposolubles.

Quesos
Desde el IMEO indican que existe mucha diferencia a nivel de composición nutricional entre unos quesos y otros y Caja añade que dependiendo de la leche de procedencia y el tipo, el queso puede tener más o menos colesterol.
“De manera general, los que más grasas saturadas y colesterol tienen son los que han sido sometidos a un mayor proceso de curación y los de untar, como por ejemplo el gouda, el emmental, el queso de cabra curado, el parmesano y el brie”, señalan desde el IMEO.
Por el contrario, los de oveja o cabra prácticamente no tienen colesterol. “En un estudio clínico, el consumo de queso aumentó los niveles de colesterol en sangre cuando se compara con el uso de tofu, pero lo hacía muy por debajo del uso de mantequilla.

Carnes rojas
Las carnes rojas (ternera, buey, cordero), son ricas en colesterol y grasas saturadas. Los especialistas del IMEO recomiendan que, además de no abusar de su consumo, es conveniente elegir cortes magros y eliminar toda la grasa visible posible.

Fiambres y embutidos
Estos productos, además de tener un exceso de sal, tienen elevadas proporciones de grasas saturadas y colesterol por lo que no resultan óptimos si lo que queremos es reducir los mismos.
De hecho, Caja señala que favorecen la disminución de los niveles de colesterol HDL, conocido como colesterol bueno, y el aumento del colesterol total en la sangre y, por consiguiente, su consumo incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades coronarias.

Casquería y vísceras
La casquería y las vísceras aportan vitaminas A, D, y B12 y minerales como el cobre y el potasio. Sin embargo, los expertos del IMEO señalan que hay que consumirlas con mucha moderación ya que su contenido en colesterol y grasas saturadas es muy elevado.
Azúcar, productos azucarados, bollería industrial y productos ultraprocesados
A menudo, los productos con altas concentraciones en azúcar lo son también en grasas saturadas y trans. Además, cuando hay abundante azúcar en el torrente sanguíneo, el efecto del colesterol LDL (conocido como colesterol malo) es más agresivo.

Huevos
“Los huevos han sido un producto que tradicionalmente se ha prohibido, pero esto está en discusión”, explica Caja, quien indica que la yema contiene un alto porcentaje de colesterol, mientras que la clara está exenta y, por tanto, se ha recomendado la eliminación de la yema en la dieta de los individuos con el colesterol elevado.

Mariscos
Al igual que el huevo, el marisco es un caso diferente a los anteriores, tal y como matizan desde el IMEO.
Es cierto que algunos como las cigalas, las gambas o los langostinos tienen elevadas cantidades de colesterol en su composición. Sin embargo, su consumo moderado no tiene motivos para ser perjudicial a nivel cardiovascular.

Las grasas saturadas no aumentan el riesgo cardiovascular, según estudio

  • El consumo de grasas ‘trans’ se asocia con un aumento del 34% de la mortalidad por cualquier causa, según datos de un estudio realizado por investigadores de la Universidad McMaster, en Canadá.
  • También suponen un riesgo importante cardiovascular, como éste de «sufrir un accidente coronario o elevar los niveles de colesterol», recalca Estefanía Ramo, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Investigadores canadienses han descubierto que las grasas saturadas no se asocian a un mayor riesgo de muerte, enfermedad cardiaca, ictus o diabetes tipo 2, según los resultados de un estudio que, sin embargo, corrobora como las grasas ‘trans’ si pueden asociarse a un mayor riesgo cardiovascular.

El trabajo, cuyos resultados publica la revista ‘British Medical Journal’, confirma así los estudios previos que apuntaban que las grasas ‘trans’ pueden aumentar el riesgo de enfermedad cardiovascular, pero en cambio sugiere una revisión de las recomendaciones nutricionales para las grasas saturadas.

«Durante años se ha recomendado a todo el mundo que limiten el consumo de grasas. Las grasas ‘trans’ no tienen beneficios para la salud y suponen un riesgo importante para la enfermedad cardiovascular, pero en el caso de las grasas saturadas queda menos claro«, ha explicado Russell de Souza, profesor de Epidemiología Clínica y Bioestadística en la Facultad de Medicina Michael G. DeGroote.

Actualmente, se aconseja que estas grasas no superen el 10% de las calorías ingeridas a diario con la dieta, mientras que el de grasas ‘trans’ no sea de más del 1%, con el objetivo de reducir el riesgo de enfermedad coronaria y accidentes cerebrovasculares.

Las grasas saturadas provienen principalmente de productos de origen animal, como la mantequilla, la leche de vaca, la carne, el salmón y las yemas de huevo, y algunos productos vegetales como aceites de chocolate y palma. Por su parte, las grasas ‘trans’ se producen principalmente de forma industrial, a partir de aceites vegetales (un proceso conocido como hidrogenación) para su uso en margarina, bollería y productos envasados.

Para tratar de aclarar el riesgo cardiovascular asociado a ambas, De Souza y su equipo analizaron los resultados de diferentes estudios observacionales que analizaban su consumo con diferentes indicadores de salud entre la población adulta.

No es malo, pero tampoco reduce el riesgo

De este modo, no encontraron ninguna relación clara entre una mayor ingesta de grasas saturadas y un aumento de mortalidad por cualquier causa y una mayor incidencia de enfermedad coronaria, enfermedad cardiovascular, ictus isquémico y diabetes tipo 2. En cambio, no quedó claro si podía asociarse a una mayor mortalidad por enfermedad coronaria, así como tampoco encontraron que una dieta rica en grasas saturadas se asociara a un menor riesgo cardiovascular.

Asimismo, el consumo de grasas ‘trans’ sí se asoció con un aumento del 34% de la mortalidad por cualquier causa, un riesgo un 28% mayor de mortalidad por enfermedad coronaria y un aumento del 21% en el riesgo de enfermedad coronaria. No se observó una asociación clara con el ictus, mientras que el único factor que no pudo confirmarse fue su asociación con la diabetes tipo 2, por falta de estudios consistentes.

Los investigadores señalan que los resultados se basan en estudios observacionales, por lo que no ofrece conclusiones definitivas sobre una posible relación causa-efecto. No obstante, han precisado, «confirma las conclusiones de cinco revisiones sistemáticas previas sobre los efectos de las grasas saturadas y ‘trans’ en las enfermedades del corazón».

Fuentes: Europa Press, Noticias Castilla la Mancha Tv

Los 10 grandes peligros de la dieta moderna que deberías conocer

Se estima que hoy consumimos de media unos 67 kilos de azúcar al año, o lo que es lo mismo, alrededor de 500 calorías sólo en azúcar al día

El Confidencial
dietas absurdasEn las últimas décadas nuestra alimentación ha ido cambiando radicalmente. El consumo de grasas, azúcares y alimentos procesados es cada día más elevado y apenas nos planteamos los daños adversos en que pueden derivar.

En una época en la que parece que comer ligero, fresco y natural, son las herramientas básicas para tener una vida –cuerpo y mente– sana, comemos cada vez más platos precocinados con altos índices de grasas trans y alimentos sobreazucarados. Ya sea por el ritmo vertiginoso de las rutinas diarias, los horarios de trabajo o, simplemente, la pereza de cocinar, el hecho es que la comida casera saludable brilla por su ausencia.

Kris Gunnars, experto nutricionista, enumera en Business Insider algunos de los principales problemas de salud que pueden derivarse de los malos hábitos de la alimentación moderna. La dieta que llevamos influye directamente en el desarrollo de enfermedades de corazón, obesidad o diabetes tipo 2.

Lee atentamente y párate a pensar en tu alimentación diaria: ¿estás poniendo en riesgo tu salud? ¿Llevas una dieta moderna o una alimentación sana y equilibrada?

1. Excesivo consumo de azúcares refinados

El consumo de azúcar se ha disparado en los últimos 160 años. Aunque, claro está, dependen de en qué país vivamos, se calcula que consumimos una media de 67 kilos de azúcar al año. O lo que es lo mismo, alrededor de 500 calorías sólo en azúcar al día.

Se encuentran en demasiados alimentos industriales procesados –casi que lo complicado es encontrar aquellos que no contengan azúcares– e incluso los productos bajos en azúcares contienen cantidades más elevadas de las que deberíamos consumir.

El problema es que, explica Gunnars, su consumo masivo “puede conducir a graves problemas metabólicos, incluyendo resistencia a la insulina, síndrome metabólico, colesterol elevado y triglicéridos”. Así, es urgente que trabajemos por reducir la cantidad de azúcar en nuestras vidas.

2. El azúcar de las bebidas gaseosas y zumos de frutas industriales  

De la dieta moderna, las bebidas edulcoradas con azúcares son las peores. ¿Por qué? La respuesta es sencilla aunque quizás lo desconocías: el organismo no registra el azúcar líquido igual que en los alimentos sólidos.

El cuerpo sintetiza las calorías provenientes de líquidos de forma diferente que en los sólidos. De ahí que, como dice el nutricionista, “cada porción diaria de bebidas azucaradas esté relacionada con un 60% más de riesgo de padecer obesidad”.

3. Consumimos demasiadas calorías al día

Se calcula que la ingesta diaria de calorías por persona ha aumentado alrededor de 20% en las últimas décadas.

El aumento del consumo de alimentos procesados, los aceites vegetales y harinas, o las mencionadas cantidades de azúcares que encontramos en nuestra cesta de la compra, incrementan las calorías de nuestra dieta.

4. Los aceite vegetales procesados sustituyen a las grasas tradicionales

Hace algunos años, dietistas y nutricionistas coincidían en culpar a las grasas saturadas de provocar enfermedades de corazón. Así, las personas fueron abandonando las grasas tradicionales, como la mantequilla o la maneca de cerdo, en favor de los aceites vegetales procesados.

El problema es que estos aceites son muy ricos en omega-6, un ácido linoleico que termina por incorporarse en nuestras reservas de grasas lo que podría derivar en mayor riesgo de padecer cáncer. No sólo eso, estos aceites se hidrogenan a menudo, lo que incrementa sus niveles de grasas trans, que está demostrado, aumentan el riesgo de enfermedades de corazón.

5. Margarina vs. Mantequilla: más grasas trans

Como acabamos de comentar, hemos reemplazado las grasas tradicionales como la mantequilla por alimentos hidrogenados con altos contenidos de grasas trans.

Como explica Gunnars, “la mantequilla en realidad contiene nutrientes que protegen contra enfermedades del corazón como la vitamina K2”, por lo que tendría más sentido dejar de promocionar e impulsar el consumo de margarina y volver a la tradicional mantequilla (eso sí, como todo, en su justa medida).

6. La soja sigue de moda: tiene demasiadas calorías

La soja tiene beneficios para la salud, pero no todo es bueno. De hecho pocas personas se plantean que el aceite de soja es una fuente importante de calorías y en países como EEUU es el aceite vegetal más consumido.

Se encuentra fundamentalmente en los alimentos preparados porque resulta más barato que otros aceites. Así, Gunnars lo deja claro: “la mejor manera de evitar el aceite de soja (y otros ingredientes desagradables) es evitar los alimentos procesados”.

7. El trigo ya no es lo que era

Parte fundamental de la dieta occidental, el trigo se encuentra en infinidad de alimentos, desde el pan hasta pastas, pasteles o pizzas. El problema es que el trigo moderno dista mucho del tradicional y, entre otras cosas, contiene entre un 20% y 30% menos de minerales importantes como el magnesio, hierro, zinc y cobre.

En resumen: no sólo es menos sano y carece de algunas de sus propiedades tradicionales, además se ha convertido en un alimento mucho más perjudicial para celiacos y personas intolerancia al gluten.

8. Comemos menos huevos

El consumo de huevos ha bajado mucho en los últimos años. Según comentan en el artículo, “desde el año 1950 hemos reducido el consumo de este alimento altamente nutritivo de 375 a 250 huevos al año, lo que se traduce en una disminución del 33%”.

Es cierto que se trata de un alimento con una alta tasa de colesterol pero no elevan el colesterol malo en sangre. Se trata de los alimentos más nutritivos del planeta, por lo que debemos volver a fomentar su consumo y olvidar falsas creencias como que contribuye a generar enfermedades de corazón.

9. Comemos más alimentos procesados ​​que nunca

El consumo de comidas rápidas ha aumentado en las últimas décadas, con sus correspondientes cantidades de azúcares, aceites vegetales, grasas trans, calorías de más… Es hora de revisar de verdad las etiquetas y conocer qué ingredientes contienen los alimentos que compramos y consumimos.

10. Mundo obeso: cuidado con las dietas bajas en grasas

Aunque la creencia de que las dietas bajas en grasas son más saludables y previenen enfermedades sigue ahí, lo cierto es que estos alimentos con grasas saturadas y colesterol (del “bueno”) no pueden desaparecer de nuestra alimentación. De hecho, son necesarios.

Pese a que numerosos estudios han demostrado que este tipo de dietas no previenen las enfermedades de corazón, la obesidad o el riesgo de padecer cáncer, “por alguna razón extraña, todavía se aconseja seguir este tipo de dietas bajas en grasas a pesar de que numerosos estudios demuestran que puede ser completamente ineficaz”, plantea Gunnars.

Las cosas que no te contaron de las grasas en el cuerpo

«No todas las grasas son iguales». El portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad, Rubén Bravo, defiende el papel de este macronutriente en el organismo. ¿Sabes qué alimentos altos en grasa son beneficiosos y cuáles no?

El Mundo, Yo dona, por Galiana Legorburu
En una sociedad adicta a los productos fat free, es normal que, al oír la palabra ‘grasa’, salten las alarmas. Sin embargo, que un ingrediente aporte grasas no tiene por qué ser perjudicial ni para la salud ni para el peso. Más bien todo lo contrario. Según Bravo, hay que distinguir entre dos tipos: las ‘malas’, también llamadas saturadas o trans, y las ‘buenas’, que se conocen como monoinsaturadas y poliinsaturadas.

El problema radica en que se suele abusar de las menos saludables, mientras que el consumo de las más necesarias es deficitario. Es decir, que la dieta incluye más alimentos altos en grasa saturada, como las carnes grasas, los lácteosno todas las grasas son malas enteros o la piel de las aves, en vez de otros que sí contienen ácidos grasos esenciales. También hay que tener cuidado con las hidrogenadas o trans, que se forman con la solidificación de ciertos aceites vegetales y que se encuentran escondidas en margarinas, snacks y bollos industriales. Éstas son incluso más nocivas que las anteriores, ya que no solo elevan el colesterol malo, sino que reducen el bueno, favoreciendo la aparición de enfermedades cardiovasculares.

Entonces, ¿qué alimentos se deben incluir en el menú para aumentar el consumo de las grasas ‘buenas’? Bravo mantiene que, en general, las que tienen origen vegetal, aunque también el pescado es una gran fuerte de grasa poliinsaturada rica en omega 3. En este sentido, el IMEO recomienda añadir a los platos en pequeñas proporciones productos como el aceite de oliva, las semillas y los frutos secos. Eso sí, también hay algunas excepciones que, aun teniendo el mismo origen, pertenecen al grupo de las saturadas, como el aceite de coco y de palma, causantes de la formación de colesterol.

Al contrario que las grasas saturadas y trans, las ‘buenas’ actúan como protectoras de la salud cardiovascular. Por ejemplo, el omega 3, presente en el pescado azul o las nueces, es un gran controlador de los niveles de colesterol total en sangre. Las poliinsaturadas y las monoinsaturadas, por su parte, aportan ácidos grasos y vitaminas liposolubles, es decir, aquellas que sí se almacenan en el cuerpo y que no son solubles en agua, por lo que solo se asimilan a través de la dieta, como la E. Su carencia, como explica Bravo, puede acarrear graves inconvenientes para la salud:

  1. Problemas en la vista y la agudeza visual
  2. Reducción de la absorción de calcio y el desarrollo óseo
  3. Alterar la coagulación sanguínea y el funcionamiento cardíaco
  4. Depresión asociada a la disminución de serotonina debido a un déficit hormonal
  5. Menor respuesta inmunitaria del organismo

Cómo leer la etiqueta nutricional correctamente para saber lo que comemos

La actual etiqueta nutricional que aparece en los alimentos tiene los días contados. A finales de año, los fabricantes estarán obligados por ley a hacerla más clara y legible para el consumidor.

Qué, por Arancha Cuéllar

etiquetadoAunque cada vez más gente se fija en el reverso de los alimentos para consultar la etiqueta nutricional, muchas veces las prisas hacen que metamos en el carro de la compra todo tipo de productos cuyas propiedades pasamos por alto.

Para entender mejor qué se oculta detrás de la letra pequeña en una lata de conservas, un paquete de galletas o un envase de pan de molde, hemos entrevistado a Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), que, además, nos da las claves de lo que será la nueva etiqueta de los alimentos que se presentará a finales de 2014, mucho más clara y legible para no tener excusas a la hora de fijarnos bien en lo que comemos.

¿Qué es en lo primero en que debemos fijarnos en una etiqueta nutricional y que normalmente pasamos por alto?

Lo primero que hay que ver son los ingredientes y la composición de macronutrientes fundamentales, es decir, proteínas, grasas y carbohidratos. Por ejemplo, si estamos haciendo una dieta, es importante que el producto que elijamos tenga un nivel bajo de grasa. En cuanto a los carbohidratos, hay que elegir productos que no tengan niveles de azúcares elevados. Y en el caso de los ingredientes, tenemos que fijarnos bien los que incluyen para no llevarnos sorpresas desagradables.

¿Qué tipo de sorpresas?

Como por ejemplo un pavo envasado que tiene aspecto sano y luego no lo es tanto, ya que de carne de pavo tiene un 52% y el 48% restante es gluten, sacarosa, almidones de trigo… O sea, añadidos más baratos que nada tienen que ver con el pavo.

¿Qué es lo mínimo que debe aparecer en una etiqueta nutricional?

Por ley, lo mínimo que ha de aparecer es la denominación exacta del producto; la lista de ingredientes y la cantidad en porcentaje; el grado alcohólico en las bebidas con una graduación superior en volumen a los 1,2 grados; la cantidad neta del producto si es envasado; la fecha de duración mínima o fecha de caducidad; las condiciones de conservación y uso; el número de lote y el lugar de origen y procedencia. A partir de ahí, el fabricante es libre de añadir nuevos datos, siempre y cuando no induzcan a error al consumidor. Por ejemplo, no puede poner características obvias del producto, como que la leche favorece la densidad ósea, porque eso es algo que ya se sabe.

¿Realmente hay quien se para a ver las etiquetas a la hora de hacer la compra?

Sí, cada vez estamos más concienciados sobre lo que comemos e intentamos hacerlo lo más sano posible, sin embargo, muchas veces la evaluación es rápida. Hay gente que va al 0% o al ‘light’ como si eso fuera garantía de sano y ¡cuidado! No siempre es así.

¿Lo ‘light’ engorda?

Sí. La denominación ‘light’ es muy engañosa, ya que puede engordar. Hay yogures de una marca conocidísima que los venden como 0% grasa y luego les añaden dos dedos de mermelada azucarada. O las patatas ‘light’. Les pueden reducir un 30% la grasa con respecto a las normales, pero son productos que engordan muchísimo.

A finales de año será obligatorio poner etiquetas más claras…

Efectivamente habrá una nueva ley desde el 13 de diciembre de 2014 que obligará a hacer etiquetas más claras y legibles para que el consumidor no caiga en errores. Además, en toda Europa será la misma etiqueta, lo cual es muy bueno. Hasta ahora existía una directiva europea a partir de la cual los estados miembros de la UE tenían sus propias normas de etiquetado. En el caso de España nos regimos por el Real Decreto 1334/1999. Los fabricantes tendrán hasta 2016 para hacer todos los cambios y análisis pertinentes.

¿Y cuáles serán los principales cambios del nuevo texto?

En primer lugar, se ampliarán los alimentos sobre los que hay que conocer su origen. Por ejemplo, además de la carne de vacuno, el pescado, las frutas, verduras o aceites, será necesario conocer el origen de la carne de cerdo o de ave. Por otro lado, la letra será más grande y legible y cosas que antes no querían que se vieran demasiado, se verán mucho más clararemene.

También será más explícita con la información para alérgicos. Alimentos como la lactosa o los frutos secos deben estar bien visibles. Asimismo se va a mantener la fecha de caducidad o el consumo preferente. La primera para productos perecederos como lácteos o carnes y la segunda, para conservas. La palabra sodio debe desaparecer y hay que sustituirla por sal, para que todo el mundo sepa de qué se habla.

Además, toda la información deberá aparecer en una etiqueta única, nada de circulitos repartidos por todo el envase que confunden a la gente. En el caso de los alimentos procesados, hay que poner claramente a partir de qué se obtienen. Por ejemplo, los palitos de cangrejo hay que saber si están elaborados a partir de pescado azul o de qué. Lo mismo con las salchichas.

Además de conocer los nutrientes del alimento, será obligatorio poner recomendaciones nutricionales en cuanto a niveles de calcio o grasas, que hay que desmenuzarlas en grasas hidrogenadas (grasas trans), poliinsaturadas y monoinsaturadas. En el caso de las grasas, aparecerán más al detalle. Ahora solo hay que indicar si la procedencia es vegetal, animal o son hidrogenadas. La nueva ley obligará a detallar el aceite que contiene: girasol, oliva o palma.

¿Aparecerán también claramente las grasas trans?

grasastransLa ley cojeará en este tema. A la espera de la resolución de 2016, no será obligatorio indicar la presencia de grasas trans, que son las que se obtienen a partir del aceite vegetal industrializado y que está demostrado que son nocivas para la salud. En algunos países han sido prohibidas, ya que elevan los niveles de colesterol malo LDL y rebajan los de colesterol bueno HDL.

¿Detrás de qué alimentos se esconden?

Grasas trans llevan, por ejemplo, las margarinas, las mantecas vegetales o la bollería industrial. Al paladar resultan más agradables por su textura esponjosa.

¿Y todas las grasas son malas?

En absoluto. De hecho, necesitamos tomar grasas porque si no moriríamos. Además de las grasas trans, que sí son malas, existen las grasas insaturadas, cuyo aspecto, a temperatura ambiente, es líquido: aceite de oliva, maíz, girasol… Éstas se clasifican a su vez en monoinsaturadas (aceite de oliva o aguacate) y poliinsaturadas (pescados azules o atún ricos en omega 3 y omega 6). En ambos casos, rebajan los niveles de colesterol malo LDL y aumentan los del colesterol bueno, HDL.

Por otro lado, están las grasas saturadas, que a temperatura ambiente son sólidas. Nos referimos al tocino del jamón ibérico, a las mantecas animales… ¿Cuál es el problema de éstas? Pues que si se toman en exceso elevan el colesterol malo, por lo que hay que evitarlas en exceso.

¿Qué nutrientes hay que evitar en exceso y cuáles hay que consumir suficientemente?

piramide nutricionalSi nos basamos en la pirámide nutricional, son desmedidas las recomendaciones sobre el consumo de hidratos de carbono. A mi juicio, esto tenía más sentido cuando los trabajos se basaban más en la fuerza física, pero ahora se ha quedado obsoleta. En cualquier caso, las recomendaciones serían las siguientes: Entre el 45 y el 55% de las kcal diarias deben proceder de los hidratos de carbono y los azúcares no deben superar el 10%. Por otro lado, entre el 15 y el 30% han de proceder de las grasas y en torno a un 20% deben ser proteínas. Por lo que se refiere a la fibra (que suele aparecer incluida en los carbohidratos junto con los azúcares), lo recomendable son 25 gramos diarios. Importantísimo el consumo de frutas, verduras y legumbres.

Hay que evitar a toda costa las grasas trans y de las saturadas no superar el 20%. En cuanto a las proteínas, hay que evitar el exceso de proteínas animales y sustituirlas mejor por lácteos o huevos.

Por último, la sal. No se recomienda más que medio gramo al día y el cálculo medio de lo que se consume en España está en tres gramos, seis veces más de lo que se debe. Los alimentos ya vienen con sal suficiente, habría que evitar echar sal a las comidas.