¿Por qué es el yogur un alimento tan completo?

CuidatePlus

Dentro del grupo de los lácteos encontramos el yogur. Los expertos en Nutrición suelen recomendar tomarlo una vez al día, ¿por qué? ¿Qué hace que tanto en los patrones habituales de alimentación, como en los planes de adelgazamiento se incluya el yogur?

“A día de hoy todas las recomendaciones justifican la presencia de los lácteos dentro de una dieta equilibrada (salvo en patologías muy concretas) puesto que se trata de un grupo de alimentos de consumo diario. El yogur es un alimento que por sus características ocupa un lugar muy especial dentro de los lácteos”, indica Leila Pérez, dietista nutricionista del Hospital Vithas San José, en Vitoria.

La experta señala dos razones que justifican esa posición privilegiada dentro de los lácteos:

  • Aporte de calcio: la mayor cantidad del calcio de la dieta proviene del grupo de los alimentos lácteos. Por ello, el yogur al ser un alimento tradicional de nuestra dieta y por aportar otra serie de minerales, vitaminas y macronutrientes, puede cubrir parte de nuestras necesidades diarias de lácteos y calcio de manera placentera y de forma saludable.
  • Se adapta a nuestras necesidades: en la actualidad tenemos a nuestra disposición un abanico muy amplio de opciones que nos permiten que elijamos el yogur que más se adapte a nuestras necesidades: desnatados, enteros, enriquecidos, edulcorados, sin edulcorar, de sabores, naturales, líquidos, etc.

    “Todo ello hace que sea un alimento versátil, pudiendo ser utilizado para comer solo o utilizarlo para diferentes preparaciones dulces o saladas; siempre debemos tener en cuenta que una dieta saludable debe ser también placentera y el yogur es un alimento que puede cumplir ambas condiciones”, añade la experta.

De gran calidad nutricional

Pero si profundizamos más, nos encontramos que estamos ante un alimento de una densidad nutricional alta, es decir, aporta muchos nutrientes con pocas calorías, “lo que significa que es un alimento denso en nutrientes, en comparación con los alimentos que aportan calorías vacías”, añade Pérez.

¿Y qué significa que sea un alimento denso en nutrientes? Andrea Marqués, directora del departamento de Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), aclara que en el yogur podemos distinguir los tres macronutrientes principales:

  • Proteínas: en este caso caseína, la proteína de la leche.
  • Hidratos de carbono: azúcar en forma de lactosa.
  • Grasas: “hoy en día hay una oferta de desnatados con una amplia gama de sabores. Eso nos da la ventaja para incluirlo en las dietas de adelgazamiento. Además, las calorías del yogur son reducidas. Un yogur natural edulcorado con poco azúcar suele rondar las 80 calorías, por lo que como tentempié está muy bien y también nos permite hacer combinaciones con fruta y frutos secos”, añade la especialista del IMEO.

Además de las características que ya hemos especificado, hay otras que hacen que este alimento sea tan completo. Marqués añade que otra propiedad ventajosa del yogur es que su calcio es de fácil absorción. “El calcio se absorbe muy bien si se encuentra en una matriz láctea como el yogur. El consumo de un lácteo al día a través del yogur nos está ayudando a mantener los niveles de calcio en pacientes con menopausia, osteoporosis, etc.”.

También destaca la presencia de los probióticos en algunas de las variedades, lo que favorece el mantenimiento de la microbiota o flora intestinal y ayuda al sistema de defensas. “La virtud de los probióticos es que son bacterias positivas que van a llegar a nuestro intestino favoreciendo la el equilibrio de la flora bacteriana. Es cierto que parte se pierde con el proceso de la digestión porque el pH del estómago es ácido, pero las bacterias del yogur pueden atravesar la barrera ácida del estómago y nos ayudan a mantener esa flora saludable”, aclara.

Por último, la especialista del IMEO señala que para que se cumplan todos estos beneficios del yogur es importante que sea un yogur de calidad. Para distinguirlos aconseja revisar la lista de ingredientes y elegir aquellos que incluyan como máximo 3 o 4 ingredientes.

¿Puedo comer yogur si tengo problemas para digerir la lactosa?

La respuesta es sí, tal y como señalan ambas expertas. La dietista nutricionista del Hospital Vithas San José especifica que esto es posible gracias a la fermentación láctica, el proceso por el que la leche pasa a convertirse en yogur. A través de esa fermentación bacteriana una parte importante de la lactosa se transforma en ácido láctico y por ello muchas personas que tienen problemas para digerir la lactosa pueden consumir el yogur.

No te olvides de comer yogur si estás tomando antibióticos

Por último, las especialistas destacan que este proceso de fermentación láctica también resulta beneficioso para mantener la flora intestinal de las personas que toman antibióticos. “El antibiótico está destinado a matar unas determinadas bacterias que son las que están produciendo la infección, pero muchas veces no es selectivo y destruyen todas las bacterias, sin distinguir las bacterias que son beneficiosas para nuestra microflora intestinal de las bacterias que son patógenas y que nos causan la enfermedad.

Por este motivo, “al tomar los antibióticos favorecemos que se pierda la flora positiva y las defensas”, apostilla Márquez, quien indica que al tomar yogur propiciamos que se mantenga la flora.

Paleodieta: el regreso a nuestra esencia ancestral

La recuperación de los patrones de alimentación y actividad física que teníamos cuando éramos cazadores-recolectores gana cada vez más adeptos

ABC, por Alejandro Carra
paleovida-dos-kwrc-620x349abcEl sol aún está alto cuando el grupo de sapiens descuartiza al bisonte que acaban de cazar. Las grandes hienas no tardarán en aparecer así que trabajan con rapidez para cargar cuanto antes con los grandes trozos y regresar a la carrera a su asentamiento, a 50 km. Esta escena bien pudo producirse hace 30.000 años. Pero, ahora, cada vez más personas intentan reproducir el patrón de vida «paleo» que nos moldeó a los humanos modernos. Lo hacen tanto a nivel de dieta (paleodieta), como de actividad física (paleotraining).

«En los últimos 160.000 años de evolución, nuestro código genético solo se ha modificado un 0,1 %; por tanto, nuestro genoma se ha establecido en un contexto de cazador-recolector. Sin embargo, nuestra alimentación actual no tiene nada que ver con la de antes de la llegada de la agricultura, hace 10.000 años», explica a ABC, Carlos Pérez, fisioterapeuta, especialista en medicina natural y autor de libros como «Paleovida» y «Paleotraining» (Ediciones B).

El movimiento «paleo», que nació en EE.UU. en los años 80 siguiendo las pautas del profesor Loren Cordain y del investigador Boyd Eaton, defiende que la paleodieta, basada en un elevado consumo de frutas, verduras, carne roja, pescado, huevos, marisco, frutos secos y grasa… saludable (la del pescado azul, aceite de oliva y de animales criados en el campo), es la única adecuada a nuestra composición genética.

«Hace 500 generaciones (y durante los anteriores dos millones y medio de años), todos los seres humanos comían así. Es la dieta para la que estamos adaptados», afirma Cordain en su libro «Paleodieta».

El tesoro de la grasa

José Luis Guil Guerrero, del Campus de Excelencia en Agroalimentación de la Universidad de Almería, publicó recientemente un artículo junto con la Academia de Ciencias de San Petersburgo en el que aseguraba que el omega-3 de la grasa de los bisontes fue esencial para sobrevivir a las glaciaciones. Según sus investigaciones, en esa época, «la dieta se basada en productos animales, sobre todo grasa, porque la proteína es tóxica y más de medio kilo de carne diario produce una gran cantidad de residuos nitrogenados», señala.

Pero realmente paleodietas ha habido muchas. «Cada época del Paleolítico ha sido distinta. No fue lo mismo la alimentación de quienes vivían en los hielos de Europa y cazaban mamuts, renos o bisontes, que la de los que estaban en África, donde había acceso a frutas y vegetales. En otras zonas recolectaban bellotas o marisco, como ocurría en España». Guil también subraya que, entonces, «las necesidades calóricas rondaban las 4.500 kcal diarias».

El patrón de la moderna paleodieta concuerda en parte con la dieta mediterránea, a excepción de cereales, legumbres y lácteos, que son excluidos o reducidos al mínimo. «El doctor Alessio Fasano, de la Universidad médica de Harvard, define el gluten de los cereales como una molécula no digerible por ningún ser humano que altera nuestro equilibrio metabólico. No pasa nada por comerlo de vez en cuando, pero el problema es que lo tomamos en casi todas nuestras comidas», señala Carlos Pérez, que además añade que los cereales presentan otro tipo de sustancias «tóxicas» conocidas como «antinutrientes».

Es el caso de la lectina de los cereales o las saponinas de las legumbres, una defensa de las plantas para evitar que comamos sus semillas y que «estresan a nuestro sistema inmunitario, alterando el pH y la composición de la microbiota intestinal», asegura.

Eliminar alimentos

La catedrática de la Universidad Politécnica de Madrid y vicepresidenta de la Sociedad Española de Nutrición, Marcela González-Gross, confirma esa base científica. Pero matiza. «Esos antinutrientes se conocen de siempre, y es cierto que pueden fijarse a la pared intestinal e interactuar con el sistema inmune, pero para eso se desarrollaron los métodos de cocinado. Las lectinas se inactivan con el remojo y el cocinado y al desespumar durante la cocción se quitan también».

En cuanto a los lácteos, los «paleo» argumentan que la lactosa (azúcar de la leche) es más difícil de digerir conforme cumplimos años y que la caseina (proteína láctea) nos irrita las mucosas y causa alergias. Lo que puede ser cierto pero sin olvidar un detalle. «La costumbre de consumir leche en Occidente se debe a que es muy rica en calcio. Se pueden eliminar alimentos, pero no nutrientes. Si quitamos la leche tenemos que buscar otra fuente de calcio, y el de la leche es muy biodisponible. De las almendras y los garbanzos lo podemos obtener, pero se absorbe peor. Hay que saber mucho de nutrición para sustituir un alimento por otro sin tener carencias», advierte González-Gross.

El otro gran pilar del movimiento «paleo» es la actividad física. Airam Fernández es coautor, junto con Carlos Pérez, del libro «Paleotraining» y también es el precursor de este modo de vida. «El paleotraining es un movimiento genuinamente español que comenzamos a desarrollar en 2006. Estudiamos cómo podía ser la actividad física de nuestros ancestros y desarrollamos un modelo replicable en la sociedad actual. Se trata de recuperar capacidades físicas que faciliten la resolución de dificultades en la vida cotidiana», dice Airam Fernández.
Y puntualiza. «La gente cree que levantamos palos y piedras en el campo, y no es exactamente así. Nuestro trabajo se desarrolla a diario en salas y es cierto que hacemos salidas puntuales. Pero lo que de verdad tenemos es el modelo de entrenamiento funcional más sofisticado que hay en el fitness. Buscamos recuperar un nivel de actividad que nos devuelva la felicidad porque el movimiento lo tenemos grabado en nuestros genes», afirma.

Y aquí hay poca discusión. «El gran problema de la sociedad occidental es el sedentarismo. Ese sí que supone una modificación muy reciente. Una persona activa metaboliza mejor los nutrientes y tiene un sistema inmune más fuerte. Si se separa el estilo de vida de la dieta, esta no sirve para nada», concluye González-Gross.

Escuchad, jefes: queremos ir en chándal a la oficina

No es un capricho, sino una de las medidas eficaces contra la hinchazón abdominal. Se acabó lo de aflojar el pantalón cuando nadie está mirando
El País, por Salomé García
hinchazón, como combatirloCada mañana se mira al espejo más o menos orgulloso de su silueta. Sin embargo, a medida que el día avanza, nota cómo se apodera de su abdomen una incómoda sensación de tirantez. No son imaginaciones suyas: se le está hinchando la barriga. Y puede que mucho. Tanto, que teme que el botón del pantalón salga disparado. O, directamente, se lo desabrocha usted mismo, con discreción, bajo la mesa de su oficina. Según la Biblioteca Nacional de Medicina de los EE UU, este problema puede ser causado por diversas patologías, como intolerancia a la lactosa, síndrome de intestino irritable o acumulación de líquidos por alguna enfermedad. Partamos de una base: la culpa suele ser de los gases. Según la Sociedad Canadiense de Investigación Intestinal, cada persona genera entre 0,6 y 1,8 litros de este fluido al día. Y procede de dos fuentes: el que se traga (exógeno) y el que generan las bacterias del colon al descomponer los alimentos. «Estaremos más o menos hinchados según lo que comamos y la rapidez de nuestro aparato digestivo para deshacerse de ese gas», reza el organismo. Las vías habituales de salida ya las conocemos. Por escabroso que parezca, un individuo sano expele de 12 a 25 ventosidades anales al día. Cuando la cosa no fluye con naturalidad, aumenta su barriga. Evite estos comportamientos si es propenso a la hinchazón.

Comer deprisa

1Un bocata a toda velocidad antes de meterse en una reunión. Usted no come, engulle. “Trasladamos nuestro estrés al acto de comer. Ingerimos alimentos sin pensar, sin saborear y, muchas veces, sin masticar bien y en demasía. Así es fácil que, entre bocado y bocado, nos entre aire al estómago”, explica María Pilar Casanova, coach de alimentación consciente en Atrévete a Comer. En ese caso, le tocará a su abdomen hacer el trabajo que los dientes no han hecho. Prepárese para una digestión más pesada de lo normal. Según la Revista Española de Enfermedades Digestivas, tragar aire es el origen de muchos males derivados del gas intestinal. Consejo: dedíquele al menos 20 minutos al almuerzo y mastique entre 10 y 15 veces cada bocado. Y siéntese.

Abusar de las bebidas carbonatadas con pajita

2Es pura física. “Hay quienes agitan la bebida para eliminar las burbujas, pero siempre queda algo. Si se tienen problemas de hinchazón, lo mejor es evitarlas”, precisa Liliana Velásquez, nutricionista en los centros de medicina estética Cristina Álvarez. El mecanismo de las pajitas, como nos cuenta la experta, es el siguiente: al hacer el vacío para que suba el líquido por ella, absorbemos esa fracción de aire que será tanto mayor cuanto más largo sea el cachivache. Hay quienes lo expulsan con bastante rapidez (eructando) y otros lo retienen en el estómago, de donde pasa al intestino, provocando la hinchazón.

Decantarse por la sacarina

3Los edulcorantes artificiales son una buena alternativa al azúcar para la pérdida de peso. Pero, como casi todo, tiene su lado oscuro: a veces, presentan problemas digestivos en sus consumidores. Lo afirmó Mark Gold, del Centro de Información sobre la Toxicidad del Aspartamo, en 2002. Una revisión de la bibliografía más actual: las bacterias intestinales y los polialcoholes no se llevan bien. Si es su caso, decántese por la miel, la estevia o el mismo azúcar.

Alimentarse a base de ‘fast food’

4¿Creía que solo hinchan los gases? El agua, también. Comidas industriales, patatas fritas, hamburguesas de poca calidad… Además de ser bombas de grasas poco saludables, tienen un alto contenido en sal (cloruro de sodio). “El cuerpo necesita 4,5 gramos de sodio al día. La sal que no pueden filtrar de inmediato los riñones pasa al torrente sanguíneo. Eso descompensaría los niveles de sodio, así que el cuerpo hace acopio de agua para asegurarse el equilibrio interno”, explica la divulgadora Josefina Segno en su libro Hinchazón abdominal y retención de líquidos. La solución está en su mano: tire de ensaladas sin salsas, aleje el salero y pruebe a sazonar con hierbas. Como confirma este estudio de la Universidad de Hawái, una ensalada de frutas se digiere en 30 minutos, mientras que una hamburguesa puede llegar a las 24 horas. Deje la comida rápida para el fin de semana.

Repetir con la fabada

5Las legumbres son ricas en fibra. Y la OMS recomienda entre 20 y 30 gramos de esta parte de las plantas para una función intestinal correcta. El problema sucede cuando la legumbre se queda rezagada en el intestino, provocando inflamación abdominal, como cuenta Velásquez. Por fortuna, no le pasa a todo el mundo. Pero si usted es de los afectados, no renuncie a judiones, garbanzos y lentejas, pero consúmalos siempre muy cocidos o en puré. O, al menos, modere sus raciones. Otra solución pasa por ingerir suplementos nutritivos con probióticos para superar «molestias gastrointestinales transitorias», como dicta la Asociación Científica Internacional de Probióticos y Prebióticos (ISAPP).

Obsesionarse con la fibra

6Para evitar el estreñimiento, tomamos otros alimentos ricos en fibra, como cereales integrales, frutos secos o verduras de hoja verde. “El exceso suele producir gases. La solución está en repartir estos alimentos en cantidades pequeñas a lo largo del día en las cinco comidas. Por ejemplo, una pieza de fruta al desayuno, media mañana y merienda; y si comemos verdura, evitar la fruta como postre”, sugiere Rubén Bravo, experto en nutrición y portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

No pasear lo suficiente

7Hemos perdido la sana costumbre del paseo después de comer. Además de ayudar a despejar la mente, caminar (pero también correr, bailar o nadar, aunque no siempre después de comer) estimula el movimiento intestinal. “La actividad física aeróbica activa multitud de órganos y sistemas de nuestro cuerpo, favoreciendo directamente la motilidad intestinal. Es decir: fuera gases”, recuerda Bravo.

Cenar tarde

8“Por la noche, el intestino se enlentece, por lo que es más fácil que se produzcan gases. Por ello, conviene cenar temprano y no irse a dormir justo después de comer, sino dejar que pasen al menos 3 horas, así como evitar los alimentos que producen más gases”, explica el doctor Jesús López Heras, del Institut Català de la Salut.

Pasarse de ‘hipster’

9Y no por la barba. Desde que se convirtió en un apóstol de la col rizada (el mítico kale de Beyoncé) y la consume cruda en ensalada para no perder ni una vitamina, su cuerpo es un globo aerostático. “Sucede también con las coles de Bruselas, la coliflor o el repollo. Contienen mucha fibra y rafinosa, un polisacárido difícil de digerir que se fermenta en el intestino por acción bacteriana. Ambos factores contribuyen a la hinchazón abdominal”, advierte Velásquez. Si no quiere ser una burbuja humana, espacie el consumo de estos vegetales. Y cuézalos bien.

Beber leche (sin tolerarla)

10Si nota distensión intestinal después del café con leche, tal vez sea alérgico a este alimento o tenga cierto grado de intolerancia. Para poder digerir el azúcar de la leche, es necesaria una enzima llamada lactasa. Si usted carece de ella, se enfrentará a los siguientes síntomas: hinchazón, cólicos, diarrea o flatulencia, según MedlinePlus. Consúltelo con su médico y baraje alternativas como la leche de soja.

Reírse de las abdominales

11Sabemos que no es el mejor ejercicio para perder michelines, pero unos abdominales fuertes harán de barrera a los gases cuando quieran expandirse. Una serie de 20 al día no parece demasiado. “De hecho, las personas con un six pack muy marcado suelen tener menos problemas de hinchazón”, explica Mariano Aicardi, entrenador en Caroli Health Club Madrid. Hay una excepción: personas con síndrome de colon irritable. Según Anton Emmanuel, gastroenterólogo del University College Hospital de Londres, “en estos casos, la musculatura abdominal se relaja al empezar la digestión, cuando el reflejo debería ser a la inversa”.

Seguir al dedillo las revistas de tendencias

12Que se lleva el pantalón de cintura alta, pues usted se compra cuatro. Error. Las personas propensas a la hinchazón abdominal deben vestir cinturas bajas y elásticas. El internista Octavio Bessa, de Connecticut, describió en 1993 el síndrome de los pantalones ajustados. Oprimir en la región intestinal dificulta el tránsito (recorrido de los alimentos desde la boca hasta el ano). La revista Archivos de Medicina Interna lo confirma.

Enfermedad celíaca: Cómo vivir, sano, sin gluten

Finanzas, por Alberto Velázquez

glutenAlfonso y su mujer vieron cómo su hijo Álvaro, de año y medio -once años en la actualidad-, sufría problemas de salud: »Todo empezó cuando introdujimos los cereales en el biberón. Empezó a devolver, a tener diarreas, a no tolerar alimentos… Lo llevamos al hospital y veían que estaba bien hidratado, bien de azúcar, etc. Y a casa. A los dos meses, había perdido bastante peso y masa muscular, así que le hicieron una endoscopia para obtener una muestra y detectaron que era celíaco».
El siguiente en ser diagnosticado fue el propio padre, con síntomas menos evidentes: »A raíz del diagnóstico de Álvaro, decidí hacerme las pruebas. Desde pequeño, me salían aftas en la boca y en la lengua, muy incómodas, y los médicos lo atribuían a falta de vitaminas… eran otros tiempos -ahora se detecta con más facilidad-».

Ojo con el gluten

Juan Ignacio Serrano, Doctor en biología y responsable de investigación e información de la Asociación de Celíacos y Sensibles al Gluten de la Comunidad de Madrid – www.celiacosmadrid.org-, detalla por qué este caso no es extraño: »Por redondear, la estimación de casos totales afecta a un 1% de la población… y de cada siete, solo lo sabe uno. ¿Por qué? Porque se considera como un desorden sistémico, lo que significa que no es un problema exclusivamente intestinal. En muchos casos, problemas como gases, estreñimiento, hinchazón, etc., no suponen la visita al médico, porque se tratan de forma oral y esporádica». Y no es meramente una intolerancia alimentaria, como subraya Serrano: »Una intolerancia es la incapacidad para digerir un nutriente -por ejemplo, la lactosa-, cuyos síntomas desaparecen al dejar de ingerirlo. Pero la enfermedad celíaca es algo más, ya que el sistema inmunológico se activa de forma inadecuada -algo que no pasa en las intolerancias propiamente dichas- y puede provocar daños en distintos órganos».

El causante de la afección es el gluten, la proteína que se encuentra en cereales como el trigo, la cebada, el centeno y la avena, presentes en la mayoría de productos manufacturados. Por lo tanto, la harina y sus derivados quedan vetados, así como cualquier elaboración que contenga gluten en su composición -desde un embutido a una salsa- e, incluso, como contaminante, cuando la presencia de gluten en una elaboración contamine una elaboración posterior. Todos provocan que el sistema inmunológico de los celíacos reaccione. En el caso de los niños, los problemas intestinales son los que suelen dar la alarma -vómito, diarrea, distensión abdominal, falta de apetito…-. En adolescentes y adultos puede producirse, además, dolor abdominal, pesadez de estómago, alteraciones menstruales, dolores articulares u óseos, incluso migrañas, artritis, fátiga, problemas en la piel, endocrinos -como la diabetes-, etc. En el caso de los adolescentes puede haber déficit de crecimiento.

Información, la mejor de las bazas

Una vez más, la información, sobre todo la de los distintos especialistas médicos para que evalúen acertadamente los síntomas, se vuelve a convertir en la clave de una afección ante la que no hay que bajar la guardia y cuya solución, de momento, es la dieta. La atención primaria encabeza la cadena que debe ser la voz de alarma ante unos síntomas de una enfermedad cada vez más controlada gracias al loable trabajo de asociaciones como la representada por Juan Ignacio Serrano y como FACE (Federación de Asociaciones de Celíacos de España) – www.celiacos.org-, cuya gerente, Luján Soler destaca: »Asociaciones como FACE elaboran anualmente listas de productos sin gluten ‘seguros’, más información sobre la forma de evitar la ‘contaminación cruzada’ en casa, establecimientos formados y supervisados, consejos en caso de viajar a otro país… Si se sigue la dieta sin gluten, se puede tener una vida normal y recuperar el posible déficit principalmente nutricional previo al diagnóstico». Vidas normales, sanas, como las de Álvaro, activo deportista a sus once años, y la de su padre, que se benefician de los avances que ha conseguido la sociedad en este sentido, aunque queda camino por recorrer.

¿Dieta ‘gluten free’ sin ser celíaco?

‘Celebrities’ como Gwyneth Paltrow, Victoria Beckham, Miley Cyrus y Kim Kardashian han declarado seguir una dieta libre en gluten con argumentos como, entre otros, que »hasta hace 25.000 años no consumíamos harinas procesadas». Sea como sea, lo obvio de esta aversión al gluten es que lo más aconsejable es contar con consejo médico por los perjuicios que pueden tener estas dietas para la salud. Según opiniones autorizadas, como la de Sociedad Española de Enfermedad Celíaca, esta pauta de alimentación se centra, en ocasiones, solo en la supresión de pan, pasta o cerveza y puede ocasionar desequilibrio nutricional, aún más importante en etapas de desarrollo como la adolescencia.

Y no hay que olvidar que la industria alimentaria ha avanzado en el terreno del ‘gluten free’, pero no tanto como para dominar todo el proceso de elaboración, como señala Luján Soler, de FACE: »Cada vez se consiguen mejores productos, principalmente en la parte organoléptica. Pero aún se ven productos sin gluten con alto contenido en grasas saturadas, azúcares simples, refinados y pobres en vitaminas y minerales». La consulta a especialistas médicos y las asociaciones -muy activas a la hora de asesorar y ayudar a los celíacos y a sus familias- deben ser el principal ingrediente en este tipo de decisiones.

Alimentación: Ferias de Referencia

Los pasados 4 y 5 de junio se celebró en Barcelona Free From Food, la feria de alimentos sin alérgenos y dietética para profesionales -fabricantes, proveedores y compradores- más importante de Europa, en la que la participación española ha pasado de 3 a 20 empresas. José Luis Potoc, representante de la feria para España, Portugal y Andorra, sitúa a España en el contexto de los consumidores de productos sin gluten: »Por mi experiencia internacional, podríamos posicionar a España en la tercera posición detrás del Reino Unido e Italia, por la facilidad para poder adquirir productos sin gluten -mercado tradicional y moderno, tiendas de conveniencia, tiendas de dietéticas, restaurantes, hoteles y establecimientos de comida rápida-. Las empresas han invertido en I+D para mejorar la calidad de sus productos, intentando ofrecer sabores y texturas lo más similares a sus equivalentes con gluten». Potoc es, además, representante en España de la firma Udi´s, una multinacional que se ha convertido en un referente de la alimentación sin gluten en los países anglosajones y que acaba de llegar a un mercado español cada vez más introducido, con marcas propias, muchas de ellas artesanas, en este tipo de productos.

Por otra parte, el 12 y 13 de junio se celebró la quinta edición de SALAIA, Salón de Productos y Servicios para Alergias e Intolerancias Alimentarias, donde los visitantes pudieron informarse e inscribirse en las distintas ponencias y actividades programadas, así como en catas, talleres para niños o ‘show cookings’. En este encuentro, la Asociación de Celíacos y Sensibles al Gluten de la Comunidad de Madrid presentó la aplicación singlu10 -singlu10.org-, una excelente iniciativa para consultar el etiquetado de alimentos, establecimientos recomendados, consejos de nutrición, etc.

Menos gluten, más gasto

‘En nuestra cocina hay dos secciones: una con los productos para celíacos, de Álvaro y míos, y otra con los de mi mujer y mi hija, que sí toleran el gluten… Una cuesta cinco veces más que la otra». Alfonso reconoce con esta palabras como, a pesar del camino recorrido para que la vida de los celiacos sea cada vez más sencilla, aún quedan batallas para estrechar distancias en el mundo con/sin gluten, como destaca la gerente de FACE: »Otra de nuestras prioridades es que la diferencia de precios entre productos con gluten y sin gluten sea menor. En otros países europeos, las personas celíacas reciben ayudas económicas, cosa que no ocurre en España. Hay que recordar que el único tratamiento que existe es la dieta sin gluten y de por vida, y que no todo el mundo puede permitirse una dieta equilibrada y variada porque no puede comprar productos específicos por su coste, lo que les puede suponer déficit de algunos nutrientes».

¿Sabías qué…?

– ¿Se estima que más de un 30% de personas tienen predisposición genética a ser celíacos, lo que no quiere decir que todos la desarrollen?

– Más de 17 millones de europeos padecen algún tipo de alergia alimentaria. En el caso de los niños, uno de cada 20 sufre alergia a uno o más alimentos.

– Investigación: Se estudian especies de cereales evolutivamente más antiguas o cruces de cereales, y en España, un grupo de Córdoba ha obtenido un trigo trasgénico del que se ha bloqueado la parte más tóxica del gluten.

– Tratamiento: De momento, no hay vacuna ni medicamentos que eviten la enfermedad celíaca, aunque sí se habla de unas pastillas que lleguen a neutralizar la acción del gluten, algo no viable en la actualidad y que, en todo caso, serviría cuando pueda haber riesgo de contaminación en una dieta sin gluten, por ejemplo la de un restaurante.

Los lácteos en el econtexto de una alimientación saludable

El Economista
Los productos lácteos y el consumo de leche se incluyen con frecuencia como alimentos importantes en una dieta sana y equilibrada. Diversos estudios indican que el consumo principalmente de leche y yogur se asocia a una mejor puntuación en el índice de calidad de la dieta.

Sin embargo, en los últimos años, varias controversias surgen en torno a la ingesta de lácteos y pretenden poner en duda la necesidad de su consumo durante la edad adulta.

¿Qué hay de cierto en todo ello? Pues, a pesar de estas controversias, las evidencias científicas confirman la importancia nutricional de su consumo y refuerzan el posible papel en la prevención de varias enfermedades crónicas como las enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer, la obesidad y la diabetes.

Nutricionalmente, ¿qué nos aportan? Dado que no todos los productos lácteos aportan los mismos nutrientes, sólo me referiré a los beneficios de los lácteos que los dietistas-nutricionistas recomendamos dentro del contexto de una dieta saludable: leche, yogur y leches fermentadas, y con menor frecuencia los quesos -por su contenido en sal-.

Los productos lácteos siguen siendo una fuente dietética importante de nutrientes esenciales para la salud que son difíciles de obtener en una dieta donde el consumo de lácteos sea limitado o nulo. Estos aportan proteínas de alta calidad, calcio, fósforo, magnesio, zinc, yodo, potasio, vitaminas A, D, B12 y B2.

Sin embargo, el nutriente que por excelencia destacamos en los lácteos es el calcio. Es cierto que el calcio se puede obtener a través de otras fuentes alimentarias tales como verduras de hoja verde oscuro, algunos frutos secos, legumbres, pescados pequeños -por ejemplo, las sardinas- o aguas mineralizadas.

Pero, tanto la cantidad que aporta como su biodisponibilidad -facilidad para absorberse- no es la misma en comparación con el calcio procedente de alimentos lácteos.

Veamos con ejemplos concretos. El requerimiento medio estimado de calcio en mg/día según la edad es de 800mg/día -niños de 4 a 8 años-; 1.100 mg/día -niños/adolescentes de 9-18 años-; 800 mg/día -adultos de 19 a 50 años-; 1.000 mg/día -en mujeres a partir de los 51 años-.

Sólo el consumo de una ración de lácteos -una taza de leche o dos yogures: 250 cc- aportan aproximadamente 350 mg de calcio. Es decir, que sólo con una ración de lácteos se cubre del 32 al 44 por ciento del requerimiento de calcio que necesitamos. Por ello, los dietistas-nutricionistas recomendamos, consumir de dos a tres raciones de lácteos según la edad -sin considerar el embarazo y la lactancia cuya recomendación es superior-.

Con estas raciones recomendadas de lácteos estaríamos casi cubriendo la totalidad de nuestras necesidades de calcio diarias.

Si en lugar de tomar una taza de leche o dos yogures, preferimos sustituirlo por otros alimentos fuentes de calcio, deberíamos consumir por ejemplo 407g/día de espinacas, 325 g/día de brócoli, 254 g/día de sardinas, 200g/día -peso en crudo o 400g en cocido- de lentejas o 141g/día de almendras. Por tanto, si bien se puede cubrir el calcio con otros alimentos, una dieta sin lácteos es difícil de llevar.

No sólo es importante la cantidad de calcio que aportan los alimentos, sino también su biodisponibilidad. Es bien conocido que el calcio proveniente de los lácteos es de fácil absorción, mientras que el que proviene de otras fuentes, tales como el de las legumbres, frutos secos o verduras, no se absorbe tan eficientemente -no son tan biodisponibles- por su alto contenido en fibra.

No obstante, no por ello desaconsejo los otros alimentos fuentes de innumerables antioxidantes, fibra y otros nutrientes importantes en nuestra alimentación diaria.

Pero bien, ¿por qué realmente en el último tiempo se intenta poner en duda la importancia o necesidad en su consumo? Una de las argumentaciones es que el calcio de los lácteos se reemplaza por otras fuentes dietéticas, aunque ya hemos visto las grandes cantidades que deberíamos comer. Otro de los motivos es la posible intolerancia o malabsorción de la lactosa.

Entre el 35 y el 50 por ciento de la población adulta ha perdido la capacidad de digerir la lactosa. Pero debemos diferenciar si es una situación patológica temporal, o bien es un déficit congénito -es lo menos frecuente- o un déficit degenerativo -al nacer tenemos los niveles de lactosa óptimos, pero algunas personas sufren una disminución posterior en la secreción de esta enzima-.

Así pues, si la ingesta de lactosa supera su capacidad de absorción, generará molestos síntomas como distensión abdominal, meteorismo o diarrea.

Existen soluciones para no prescindir de los lácteos en estos casos: consumir leches fermentadas, yogur o leches sin lactosa. El yogur mejora la digestión de la lactosa y los síntomas, porque contiene baja cantidad de lactosa y las bacterias que lo fermentan expresan lactosa funcionante.

Las más recientes evidencias del consumo de lácteos, especialmente del yogur, demuestran que su consumo se relaciona con menor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes, hipertensión y obesidad.

Actualmente, y aunque oficialmente se sigan recomendando los lácteos bajos en grasas, se están cuestionando estas recomendaciones, ya que parece ser que las grasas que aportan los lácteos son más beneficiosas que perjudiciales, principalmente para prevenir estas enfermedades.

¿Provocan cáncer los lácteos? Todo lo contrario, el consumo de lácteos se ha relacionado con menos riesgo de cáncer colorrectal, mama y vejiga. Sólo para el cáncer de próstata se ha demostrado una relación significativa, aunque muy pequeña -7 por ciento- entre el consumo de lácteos y el aumento del riesgo de padecer este tipo de cáncer. Aunque por todos los beneficios descritos, no hay razón para no consumir lácteos -principalmente leche, yogur y leches fermentadas-.

Lo sensato es tomar la leche recomendada, ni más ni menos

Una investigación sueca publicada en ‘The British Medical Journal’ apunta un posible riesgo de muerte y fracturas en el consumo excesivo de leche. Expertos advierten de que no es un trabajo concluyente.

Correo Farmacéutico, por Ana Callejo Mora

consumo moderado de lácteosUn estudio observacional publicado en el último número de The British Medical Journal (BMJ) apunta que una elevada ingesta de leche en mujeres y hombres podría estar asociada con altas tasas de muerte y de fracturas, sobre todo de cadera. El trabajo, que ya adelantó correofarmaceutico.com el pasado miércoles, ha sido realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de Uppsala y del Instituto Karolinska, ambos en Suecia, coordinados por el profesor Karl Michaëlsson.

Dos grandes grupos de población que habitaba en Suecia (61.433 mujeres de entre 39 y 74 años y 45.339 hombres de 45 a 79 años) cumplimentaron cuestionarios de frecuencia en el consumo de 96 alimentos. Las mujeres fueron seguidas 20 años, tiempo en el cual fallecieron 15.541 y sufrieron una fractura 17.252, de las que 4.259 se rompieron la cadera. En contra de lo esperado, los autores observaron que las mujeres que bebieron más de tres vasos de leche al día (680 ml) tuvieron un riesgo mayor de muerte que aquéllas que consumieron menos de un vaso al día (60 ml). En el caso de los hombres, seguidos durante 11 años, 10.112 murieron en ese periodo y 5.066 sufrieron una fractura, con 1.166 casos de fractura de cadera. Los varones también presentaron un mayor riesgo de muerte asociado a un mayor consumo de leche, aunque de forma menos pronunciada que en las mujeres.

“Como siempre en nutrición, en el medio está la virtud. El exceso en el consumo de cualquier alimento nunca es bueno”, considera María Ballesteros, vocal de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). La especialista puntualiza que, “al tratarse de un estudio observacional, tiene factores de confusión, pero sí que aporta una hipótesis interesante”. Los investigadores sospechan que esta asociación entre ingesta excesiva de leche y mortalidad y fracturas podría deberse a los niveles altos de lactosa y su metabolito, la galactosa, contenidos en la leche, puesto que previamente vieron en ratones que estos niveles incrementan el estrés oxidativo y la inflamación crónica.

“Para que un estudio como éste pueda llegar a tenerse en cuenta y hacer que cambie la recomendación nutricional actual habría que investigar más tipos de población y hacer un metaanálisis que confirmara estos datos”, explica Elena Alonso, vicedecana de la Facultad de Farmacia de la Universidad CEU San Pablo, de Madrid. Ballesteros, Alonso y el resto de expertos consultados por CF consideran que, mientras no se demuestren estas conclusiones, lo sensato es seguir las dosis recomendadas: de 2 a 4 raciones diarias de lácteos en la edad adulta.

Desde el Instituto Tomás Pascual Sanz son todavía más precavidos al valorar este trabajo. Consideran que es llamativo en su discusión y resultados, así como en su título, pero, como los mismos autores dicen en las conclusiones del estudio, éstas deben ser interpretadas con cautela, ya que es observacional. Además, opinan que los datos se basan en la respuesta a dos cuestionarios de frecuencia de consumo de alimentos que tienen algunas limitaciones, como infraestimación o sobreestimación del consumo de algunos alimentos por parte de los voluntarios.

“Se cree que con tomar leche basta para tener unos huesos fuertes, pero sin vitamina D el calcio de la leche no cumple esta función. De ahí la importancia de combinarla con alimentos ricos en vitamina D, como el pescado”, insiste Rubén Bravo, especialista en Nutrición y portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Dentro de los pescados, “los que aportan más cantidad de esta vitamina son el atún, el bonito, el salmón -incluso ahumado-, el pez espada y las sardinas. Debe tomarse, al menos, 3 ó 4 veces por semana. No hace falta ingerir la leche en la misma comida que el pescado, pero sí el mismo día”.

LÁCTEOS CON POCA LACTOSA

En cuanto a los productos lácteos fermentados con bajo contenido en lactosa (incluidos yogur y queso), las asociaciones halladas por Michaëlsson fueron en la dirección opuesta. Vieron que las mujeres que tomaban cantidades altas de estos productos presentaban tasas más reducidas de mortalidad y fracturas, en comparación con las que ingerían menos cantidad de los citados lácteos.

Casi medio millón de personas en España son celíacos

La Sexta


En España hay casi medio millón de personas que son celíacas y un tercio de la población mundial sufre este tipo de alergias. Las asociaciones denuncian que hay un desconocimiento general de esta enfermedad y destacan la necesidad de fomentar la producción ecológica y una relación calidad-precio acequible.
Se trata de productos que son muy controlados, carecen de gluten, lactosa, azúcar o alergenos y se consideran de suma importancia para la salud de los celíacos.
¿Cómo podemos saber a qué somos alérgicos o qué alimentos nos causan los cuadros de males digetivos?
Una de las formas es mediante un Test de Intolerancias Alimenticias, como el que realizan en el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) de Madrid. «La prueba consiste en extraer en cada una de las mediciones una muestra electromagnética del paciente y compararla con cada uno de estos alimentos», explica Rubén Bravo, portavoz del centro médico.
El precio de este tip de análisis anunciados en la Red puede alcanzar los 300 euros y varia en función del número y tipo de productos que se utilicen.
Para más información sobre el Test de Tolerancias Alimenticias, consulta la web del IMEO: http://www.imeoobesidad.com/intolerancias_alimenticias.php 

Cómo leer la etiqueta nutricional correctamente para saber lo que comemos

La actual etiqueta nutricional que aparece en los alimentos tiene los días contados. A finales de año, los fabricantes estarán obligados por ley a hacerla más clara y legible para el consumidor.

Qué, por Arancha Cuéllar

etiquetadoAunque cada vez más gente se fija en el reverso de los alimentos para consultar la etiqueta nutricional, muchas veces las prisas hacen que metamos en el carro de la compra todo tipo de productos cuyas propiedades pasamos por alto.

Para entender mejor qué se oculta detrás de la letra pequeña en una lata de conservas, un paquete de galletas o un envase de pan de molde, hemos entrevistado a Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), que, además, nos da las claves de lo que será la nueva etiqueta de los alimentos que se presentará a finales de 2014, mucho más clara y legible para no tener excusas a la hora de fijarnos bien en lo que comemos.

¿Qué es en lo primero en que debemos fijarnos en una etiqueta nutricional y que normalmente pasamos por alto?

Lo primero que hay que ver son los ingredientes y la composición de macronutrientes fundamentales, es decir, proteínas, grasas y carbohidratos. Por ejemplo, si estamos haciendo una dieta, es importante que el producto que elijamos tenga un nivel bajo de grasa. En cuanto a los carbohidratos, hay que elegir productos que no tengan niveles de azúcares elevados. Y en el caso de los ingredientes, tenemos que fijarnos bien los que incluyen para no llevarnos sorpresas desagradables.

¿Qué tipo de sorpresas?

Como por ejemplo un pavo envasado que tiene aspecto sano y luego no lo es tanto, ya que de carne de pavo tiene un 52% y el 48% restante es gluten, sacarosa, almidones de trigo… O sea, añadidos más baratos que nada tienen que ver con el pavo.

¿Qué es lo mínimo que debe aparecer en una etiqueta nutricional?

Por ley, lo mínimo que ha de aparecer es la denominación exacta del producto; la lista de ingredientes y la cantidad en porcentaje; el grado alcohólico en las bebidas con una graduación superior en volumen a los 1,2 grados; la cantidad neta del producto si es envasado; la fecha de duración mínima o fecha de caducidad; las condiciones de conservación y uso; el número de lote y el lugar de origen y procedencia. A partir de ahí, el fabricante es libre de añadir nuevos datos, siempre y cuando no induzcan a error al consumidor. Por ejemplo, no puede poner características obvias del producto, como que la leche favorece la densidad ósea, porque eso es algo que ya se sabe.

¿Realmente hay quien se para a ver las etiquetas a la hora de hacer la compra?

Sí, cada vez estamos más concienciados sobre lo que comemos e intentamos hacerlo lo más sano posible, sin embargo, muchas veces la evaluación es rápida. Hay gente que va al 0% o al ‘light’ como si eso fuera garantía de sano y ¡cuidado! No siempre es así.

¿Lo ‘light’ engorda?

Sí. La denominación ‘light’ es muy engañosa, ya que puede engordar. Hay yogures de una marca conocidísima que los venden como 0% grasa y luego les añaden dos dedos de mermelada azucarada. O las patatas ‘light’. Les pueden reducir un 30% la grasa con respecto a las normales, pero son productos que engordan muchísimo.

A finales de año será obligatorio poner etiquetas más claras…

Efectivamente habrá una nueva ley desde el 13 de diciembre de 2014 que obligará a hacer etiquetas más claras y legibles para que el consumidor no caiga en errores. Además, en toda Europa será la misma etiqueta, lo cual es muy bueno. Hasta ahora existía una directiva europea a partir de la cual los estados miembros de la UE tenían sus propias normas de etiquetado. En el caso de España nos regimos por el Real Decreto 1334/1999. Los fabricantes tendrán hasta 2016 para hacer todos los cambios y análisis pertinentes.

¿Y cuáles serán los principales cambios del nuevo texto?

En primer lugar, se ampliarán los alimentos sobre los que hay que conocer su origen. Por ejemplo, además de la carne de vacuno, el pescado, las frutas, verduras o aceites, será necesario conocer el origen de la carne de cerdo o de ave. Por otro lado, la letra será más grande y legible y cosas que antes no querían que se vieran demasiado, se verán mucho más clararemene.

También será más explícita con la información para alérgicos. Alimentos como la lactosa o los frutos secos deben estar bien visibles. Asimismo se va a mantener la fecha de caducidad o el consumo preferente. La primera para productos perecederos como lácteos o carnes y la segunda, para conservas. La palabra sodio debe desaparecer y hay que sustituirla por sal, para que todo el mundo sepa de qué se habla.

Además, toda la información deberá aparecer en una etiqueta única, nada de circulitos repartidos por todo el envase que confunden a la gente. En el caso de los alimentos procesados, hay que poner claramente a partir de qué se obtienen. Por ejemplo, los palitos de cangrejo hay que saber si están elaborados a partir de pescado azul o de qué. Lo mismo con las salchichas.

Además de conocer los nutrientes del alimento, será obligatorio poner recomendaciones nutricionales en cuanto a niveles de calcio o grasas, que hay que desmenuzarlas en grasas hidrogenadas (grasas trans), poliinsaturadas y monoinsaturadas. En el caso de las grasas, aparecerán más al detalle. Ahora solo hay que indicar si la procedencia es vegetal, animal o son hidrogenadas. La nueva ley obligará a detallar el aceite que contiene: girasol, oliva o palma.

¿Aparecerán también claramente las grasas trans?

grasastransLa ley cojeará en este tema. A la espera de la resolución de 2016, no será obligatorio indicar la presencia de grasas trans, que son las que se obtienen a partir del aceite vegetal industrializado y que está demostrado que son nocivas para la salud. En algunos países han sido prohibidas, ya que elevan los niveles de colesterol malo LDL y rebajan los de colesterol bueno HDL.

¿Detrás de qué alimentos se esconden?

Grasas trans llevan, por ejemplo, las margarinas, las mantecas vegetales o la bollería industrial. Al paladar resultan más agradables por su textura esponjosa.

¿Y todas las grasas son malas?

En absoluto. De hecho, necesitamos tomar grasas porque si no moriríamos. Además de las grasas trans, que sí son malas, existen las grasas insaturadas, cuyo aspecto, a temperatura ambiente, es líquido: aceite de oliva, maíz, girasol… Éstas se clasifican a su vez en monoinsaturadas (aceite de oliva o aguacate) y poliinsaturadas (pescados azules o atún ricos en omega 3 y omega 6). En ambos casos, rebajan los niveles de colesterol malo LDL y aumentan los del colesterol bueno, HDL.

Por otro lado, están las grasas saturadas, que a temperatura ambiente son sólidas. Nos referimos al tocino del jamón ibérico, a las mantecas animales… ¿Cuál es el problema de éstas? Pues que si se toman en exceso elevan el colesterol malo, por lo que hay que evitarlas en exceso.

¿Qué nutrientes hay que evitar en exceso y cuáles hay que consumir suficientemente?

piramide nutricionalSi nos basamos en la pirámide nutricional, son desmedidas las recomendaciones sobre el consumo de hidratos de carbono. A mi juicio, esto tenía más sentido cuando los trabajos se basaban más en la fuerza física, pero ahora se ha quedado obsoleta. En cualquier caso, las recomendaciones serían las siguientes: Entre el 45 y el 55% de las kcal diarias deben proceder de los hidratos de carbono y los azúcares no deben superar el 10%. Por otro lado, entre el 15 y el 30% han de proceder de las grasas y en torno a un 20% deben ser proteínas. Por lo que se refiere a la fibra (que suele aparecer incluida en los carbohidratos junto con los azúcares), lo recomendable son 25 gramos diarios. Importantísimo el consumo de frutas, verduras y legumbres.

Hay que evitar a toda costa las grasas trans y de las saturadas no superar el 20%. En cuanto a las proteínas, hay que evitar el exceso de proteínas animales y sustituirlas mejor por lácteos o huevos.

Por último, la sal. No se recomienda más que medio gramo al día y el cálculo medio de lo que se consume en España está en tres gramos, seis veces más de lo que se debe. Los alimentos ya vienen con sal suficiente, habría que evitar echar sal a las comidas.

Mucha carne acorta la vida

  • El consumo de carne en España es cuatro veces más que la aconsejada.
  • Comer más de 500 gramos a la semana de carne roja eleva el riesgo de cáncer y problemas de corazón.

El País / La Sexta Noticias


Un estudio recientemente publicado en la revista digital Biomedcentral.com ha concluido que limitar el consumo de carnes procesadas (salchichas, embutidos) a 20 gramos al día reduce la mortalidad un 3,3%. O, dicho al revés: quienes exceden esa ingesta tiene ese ligero riesgo de morir antes.

El trabajo se basa en una observación realizada en 448.568 personas (hombres y mujeres) sin antecedentes de infarto, cáncer o ictus ha permitido delimitar más la situación. Los participantes fueron reclutados en 23 centros de 10 países europeos (Francia, Italia, España, Holanda, Reino Unido, Grecia, Alemania, Suecia, Noruega y Dinamarca) durante una media de 10 años. En líneas generales, se fijaron tres variables: consumo de carne roja, de carne procesada y de carne blanca (pollo, pavo). Y se estableció la relación entre la dieta y la mortalidad.

La Sexta Noticias ha acudido a la opinión profesional de Rubén Bravo, experto en materia nutricional del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) para saber cuál es la cantidad de carne diaria que nos podemos permitir sin poner en peligro la salud.  Según Bravo, «comer más de 500 gramos a la semana de carne roja eleva el riesgo de cáncer y problemas de corazón». Los niveles de grasa de estas carnes son medios o altos, son ricas de omega 6 que, consumida en exceso, puede producir este tipo de problemas y aumentar el colesterol malo en la sangre. Por esta razón, el experto del IMEO desaconseja el consumo habitual de carne procesada, como salchicas, hamburguesas y embutidos, porque en general tienen más grasa, más sal y, por tanto, más riesgo cardiovascular. En algunas ocasiones, este tipo de productos se hacen con grasas vegetales, lactosa, etc.

El consumo de carne en España es cuatro veces más que la aconsejada. Por esta razón los nutricionistas recomiendan no superar el medio kilo a la semana y fijarse cuánto pesa cada pieza que ingerimos. A continuación os ofrecemos algunos ejemplos de carne que nos ayudaría no exceder el tope:

Un perrito caliente pesa unos 29gr.
Una loncha de jamón york – 34 gr.
Un filete normal – 125gr.
Una porción de lasaña – 200 gr.
Una hamburguesa de ternera – 250gr.
Un chuletón de ternera – 500gr.