Las mujeres con obesidad y una dieta rica en sal tienen más riesgo cardiovascular que los hombres

La enfermedad cardiaca es ahora la tercera causa principal de muerte entre la población femenina de entre 20 y 44 años.

Heraldo / Europa Press

Las mujeres con obesidad y una dieta rica en sal tienen más riesgo cardiovascular que los hombres, Pixabey

Las mujeres con obesidad y una dieta rica en sal tienen más riesgo cardiovascular que los hombres, según ha puesto de manifiesto un estudio llevado a cabo por investigadores de la Augusta University (Estados Unidos) y ha sido presentado en el ‘American Physiological Society Annual Meeting at Experimental Biology 2021’.

La hormona sexual estrógeno, que tiene algunos poderes protectores, como mantener los vasos sanguíneos más flexibles, se considera una protección natural para las mujeres premenopáusicas, sin embargo, junto con las crecientes tasas de obesidad severa en las mujeres jóvenes, la enfermedad cardiaca es ahora la tercera causa principal de muerte entre la población femenina de entre 20 y 44 años.

En este sentido, los investigadores han avisado de que la obesidad y el alto consumo de sal son riesgos aún mayores para las mujeres porque tienen niveles naturalmente más altos de dos hormonas adicionales, leptina y aldosterona, las cuales preparan el escenario para las disparidades cardiovasculares potencialmente mortales.

«Muchos de nosotros probablemente pensamos en la leptina como la ‘hormona de la saciedad’ que envía a nuestro cerebro señales para dejar de comer cuando nuestro estómago está lleno, pero en la obesidad, el cerebro normalmente deja de escuchar el mensaje completo, pero el sistema cardiovascular de las mujeres comienza a recibir señales poco saludables», han detallado los expertos.

Y es que, han demostrado que en las mujeres la leptina hace que las glándulas suprarrenales, que producen aldosterona, produzcan aún más de este poderoso constrictor de vasos sanguíneos. Al igual que la leptina, las mujeres, independientemente de su peso, ya tienen niveles naturalmente más altos de aldosterona y también glándulas suprarrenales más grandes.

La obesidad en realidad produce mayores aumentos de presión arterial en las mujeres, y los estudios indican que las mujeres también son más propensas a la disfunción vascular asociada a la obesidad, cosas como vasos sanguíneos más rígidos que no son tan hábiles como la dilatación. Por otro lado, la leptina aumenta la producción del óxido nítrico vasodilatador, el cual reduce la presión arterial, en los ratones machos, una de las muchas diferencias cardiovasculares que están encontrando entre machos y hembras.

Debido a que las mujeres ya producen más aldosterona, y la respuesta normal del cuerpo cuando se ingiere mucha sal es producir aún más aldosterona para ayudar a eliminar parte de ella, por ello, los expertos proponen ahora que las mujeres pueden tener una capacidad deteriorada para reducir la aldosterona, lo que las hace más sensibles a la sal.

Estos son los alimentos que deberías estar comiendo este verano

CuidatePlus Marca, por Mar Sevilla Martínez

Piscina, playa, ventilador, aire acondicionado… cualquier alternativa es buena para sobrellevar el calor y las altas temperaturas de la época estival. Igual que tomamos este tipo de medidas, nuestro organismo también reacciona ante los grados del termómetro y se ve obligado a regular (y bajar) la temperatura corporal a través de la transpiración.

¿Pero qué ocurre cuando la sudoración es excesiva? “En este caso, por las altas temperaturas, es necesario reponer correctamente la hidratación del organismo para evitar problemas asociados a la deshidratación como cansancio, fatiga, pérdida de memoria, debilidad y mareos”, explica Estefanía Ramo, nutricionista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

A esta necesidad de mejorar nuestra hidratación se suma que en verano cambian las necesidades dietéticas: tenemos menos hambre e incrementa la sensación de sed. “Es necesario continuar nutriéndonos e hidratándonos y, para eso, hay que saber elegir bien los ingredientes y la manera de tomarlos”, señala la responsable de Endocrinología y Nutrición de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), Guadalupe Blay.

Si el resto del año la mayoría de comidas se hacen sometidas a las prisas y al estrés, en verano Blay recomienda dedicar tiempo a la comida y al placer vinculado al alimento. “Se trata de aprovechar la relajación que suele acompañar a los días de descanso para hacerla extensiva también a las diferentes ingestas del día. Desde el desayuno hasta la cena es posible recuperar el placer de comer sin prisas, respetando el ritmo de la propia comida”, señala Blay.

¿Qué tenemos que comer?

Sin embargo, mejorar la hidratación no es sinónimo de que las comidas estén regadas de líquido (esto también dificulta la digestión). Optar por platos frescos y ligeros y aumentar el consumo de frutas, ensaladas o sopas nos asegura un buen aporte de agua.

“No hemos de olvidar los elementos básicos de una alimentación equilibrada, comunes a todas las estaciones del año”, apunta Blay, quien recuerda que los cereales y las legumbres deben seguir presentes cambiando la forma de prepararlas. “Las comidas crudas o levemente cocinadas son la mejor opción”, recomienda.

Además, recuerda que no deben faltar los ácidos grasos esenciales, ya que combaten la desecación y mejoran la hidratación de la piel en verano. Se encuentran en el pescado azul y también en frutos secos y semillas.

“Para aliñar, aceite de oliva virgen extra, rico en ácido oleico y vitamina E, antioxidante”, apostilla.

Teniendo en cuenta estos apuntes y dando por hecho que hay que hacer una ingesta adecuada de agua y de bebidas isotónicas, Ramo aconseja aumentar el consumo de:

  • Frutas y vegetales (enteras, en zumos naturales o en forma de helados caseros sin azúcar) destacando gazpachos, ensaladas, polos y granizados naturales / caseros o macedonias.
     
  • Incluiríamos también la leche (preferiblemente desnatada o semidesnatada) sola o combinada con los alimentos mencionados anteriormente en forma de batidos caseros.
  • Otras opciones serían las gelatinas sin azúcar y los alimentos salados o alimentos con sodio.

“En el caso de los alimentos salados o bebidas a las que se les ha añadido sodio mejorarían la hidratación, aunque parezca contradictorio, por varios motivos. La sal o la adición de sodio va a producir, por un lado, una mayor retención de líquidos (que no se perderían por la orina) y, por otro lado, aumentará la sensación de sed (lo que producirá que se aumente la hidratación)”, explica Ramo.

Respecto a por qué habría que incrementar la ingesta de verduras y frutas, la nutricionista de IMEO indica que aportan gran cantidad de agua (algunas son 95% agua) y numerosas vitaminas y minerales que prevendrían la deshidratación.

“Son grandes aliadas en forma de ensaladas de verduras (destacando zanahorias, espinacas, lechugas, brócoli…), frutas enteras o en forma de zumos, smoothies y granizados o helados intentando que sean caseros y sin azúcar (se destacan la sandía y los cítricos)”, añade Ramo.

¿Qué alimentos tenemos que restringir en verano?

Las expertas también hacen un repaso por los platos y alimentos que habría que restringir o tomar de forma ocasional:

  • Grasas saturadas: “Nos proporcionan un exceso de calorías y un bajo valor nutritivo”, explica Blay. Quesos, natas, cremas, etc., están entre los alimentos que no son aconsejables, además, pide que se modere el consumo de helados industriales (se pueden sustituir por sorbetes o helados caseros).
     
  • Bebidas alcohólicas: “Aunque parezca contradictorio por su aspecto refrescante, su ingesta produce una deshidratación directa en el organismo, ya que inhibe la hormona (antidiurética o arginina vasopresina) encargada de la reabsorción de agua a nivel renal, por lo que se produciría una eliminación excesiva de orina con las bebidas alcohólicas”, explica Ramo.
     
  • Otros alimentos que habría que evitar son aquellos muy grasientos, ya que van a producir digestiones muy pesadas y lentas, van a requerir que el organismo aumente su temperatura corporal interna y, por tanto, sea mucho más fácil que se produzca una sudoración.
     
  • Refrescos o bebidas con un elevado contenido en azúcar: Ramo señala que al tomar este tipo de bebidas aumenta la concentración de solutos en el organismo y se requiera mayor ingesta de agua.

Dentro de este grupo se pueden incluir también helados, granizados, horchatas, gelatinas comerciales…, ya que en su composición presentan gran cantidad de azúcar. Una alternativa, como se ha mencionado anteriormente, es que estos productos sean caseros para disminuir ese aporte de azúcar”, reitera Ramo.

Cómo reducir el azúcar, la sal y las grasas en la dieta

Combatir el exceso de sal, azúcar y grasas ayuda a prevenir la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2, la hipertensión y el cáncer.

Mujer hoy, por Raquel Alcolea

Qué cantidad de azúcar al día es saludable? ¿Y de sal? La recomendación general de la OMS limita la cantidad del azúcar, tanto añadida, como natural de los alimentos, al 10% de la ingesta calórica diaria, aunque lo deseable es que ésta sea inferior del 5%. “Hablamos de unos 25-50 gr, equivalentes a 1-2 cucharadas soperas, dependiendo del peso y la edad de cada persona”, explica Andrea Marqués, nutricionista del IMEO.

Estas cantidades se superan con frecuencia, debido a los malos hábitos alimentarios: consumo frecuente de productos preparados, bollería industrial, zumos y refrescos con azúcar añadido.

En cuanto a la sal, se estima que tres cuartas partes de la sal que ingerimos proviene de productos elaborados y procesados. Y la recomendación de la OMS limita el consumo a los 5 gr al día, que corresponden a 2 gr de sodio y sería el equivalente de una cucharadita de café. En el caso de los niños menores de 14 años y en pacientes hipertensos esta cantidad se reduce a 3-4 gramos.

El consumo diario de grasa debe representar de 20 a 30 por ciento de la ingesta calórica total: entre 50 y 80 gr en adultos y entre 30 y 40 gr en niños. Las grasas saturadas que resultan perjudiciales se encuentran en los lácteos enteros (mantequilla, nata, queso curado, leche entera), en las grasas vegetales de baja calidad (palma, palmiste) o en las carnes grasas (embutidos grasos, manteca de cerdo o de vaca) no deben superar el 10% de esa ingesta total, siendo ideal que fueran inferiores al 7%.

Ideas para reducir el azúcar, la sal y la grasa

“Las opciones más utilizadas para endulzar un alimento sin añadirle azúcar son los edulcorantes y la miel, aunque últimamente se han ido introduciendo otras, como la panela (obtenida del jugo de la caña de azúcar, con minerales y vitaminas del grupo B) o el sirope de agave”, indica Carmen Escalada, nutricionista clínica del IMEO. A pesar de tener ventajas, no son la mejor opción, puesto que favorecen el desarrollo de determinadas patologías y mantienen el umbral del dulzor extraordinariamente alto, neutralizando el propio sabor del alimento.

El modo más sencillo de endulzar un plato de manera saludable es usando fruta fresca, madura o deshidratada (manzana, plátano, higo y pera) o verduras dulces (calabaza, zanahoria y remolacha). Todas ellas se pueden emplear para hacer masa de bizcochos, salsas o siropes, solas o mezcladas con leche o bebida vegetal, en ensaladas o guisos. Además, los platos quedan más coloridos y atractivos.

Otra opción para conseguir este efecto es recurrir a los frutos secos (almendras, avellanas, pistachos, nueces o castañas) y ciertas especias dulces (canela, vainilla, nuez moscada y jengibre). Sus propiedades organolépticas hacen que se usen en la repostería.

Por otro lado, existen hierbas aromáticas o especies picantes que ayudan a reducir el consumo de sal en la dieta. “En ensaladas o platos de carne y pescado se suele añadir albahaca, perejil, tomillo o romero, lo que aportaría un sabor fresco y refrescante al plato, pero también algunas propiedades medicinales, debido a su poder antiséptico, antiinflamatorio y antibacteriano”, aconseja Escalada.

Las especies picantes como curri, pimienta roja, cayena, guindilla o chile son ideales para aderezar carnes adobadas, arroces, pescados o encurtidos y cuentan con la ventaja que además de aportar sabor, pueden reducir la cantidad de alimento ingerida, debido a la presencia de capsaicina que ayuda a regular el apetito.

Respecto a las grasas, hay que evitar aquellas más perjudiciales para la salud como la de palma y los productos que tienden a contenerla, como ultraprocesados o bollería industrial.

Una opción para reducir el consumo de grasas sería hacer fondos con variedad de verduras que den sabor a los guisos y otra, dejarlos enfriar tras el cocinado para que la grasa se solidifique en la superficie y se pueda retirar.

Alternativas más saludables

“En general, recomendamos intentar evitar los productos procesados o elaborados ya que emplean la sal, el azúcar o las grasas como parte de su composición con el fin de aumentar su vida útil y hacerlos más apetecibles para los consumidores”, apunta la nutricionista del IMEO Estefanía Ramo.

Por otra parte, los alimentos de la dieta mediterránea con menor contenido estas sustancias son las verduras y frutas frescas, el pescado blanco y azul, la carne magra, los cereales sin procesar, los frutos secos naturales, el aceite de oliva virgen extra y el agua.

Hay que tener especial cuidado con los aperitivos salados, las bebidas refrescantes, los néctares, bollería y pastelería, el pan de molde o envasado, galletas y cereales con importantes cantidades de azúcar, helados y polos comerciales, cremas y salsas procesadas, platos preparados y rebozados, derivados cárnicos ricos en grasa en los que la sal se emplea de conservante. Estos son los consejos de los expertos de IMEO:

Ideas para que tu menú sea saludable

  • Aperitivos. Toma frutos secos naturales y tostados como almendras, avellanas, pistachos o nueces antes que fritos, garrapiñados o con sal. También crudités de verduras, ideales para picotear entre horas. Evitar los snacks salados, las patatas fritas y las palomitas de microondas. Otra opción son los encurtidos como los pepinillos, las cebolletas o las aceitunas, escurridas para disminuir al máximo el aceite o la sal que puedan llevar.
  • Bebidas y zumos. La cantidad de azúcar que llevan algunos refrescos, (unos 35 gr por cada lata de 330 ml), ya sobrepasa el límite diario, marcado por la OMS. La opción “cero azúcares” tampoco es la más indicada, porque carece de valor nutricional. Escoge una infusión, té o café con leche desnatada, sin añadir azúcar. Si se preparan zumos naturales, es aconsejable evitar las frutas con mayor índice y carga glucémica, como sandía, melón, plátano, papaya, mango o uva. No obstante, lo mejor es comer la pieza de fruta entera para controlar las calórias.
  • Bizcochos y repostería. Siempre es mejor elaborarlos de forma casera para controlar las cantidades de los ingredientes. Cuanto más simples sean, mejor, evitando rellenos de chocolate o coberturas ricas en grasas y azúcares. Elegir aceite de oliva en vez de mantequilla o lácteos desnatados en vez de enteros hará que el producto final sea más saludable.
  • Cereales de desayuno. Evitar los que lleven chocolate, miel o coberturas por poseer azúcar escondido. Mejor que sean integrales, tipo muesli o granola. Pueden llevar frutas desecadas o frutos secos.
  • Cremas y salsas. Las cremas elaboradas en casa son la mejor opción, ya que no emplean azúcar para reducir la acidez y se les puede añadir verduras (evitando aquellas con mayor carga e índice glucémico como calabaza, batata, zanahoria o guisantes verdes) o proteína en forma de pollo, pavo, pescado, huevo o ternera.
  • Derivados cárnicos. Es preferible tomar –siempre con moderación—las piezas magras, como las lonchas de pavo, el lacón, el jamón cocido o serrano frente al salchichón, la longaniza, el chorizo y la mortadela que llevan más cantidad de grasas.
  • Helados y polos. Mucho cuidado para los helados y polos a base de agua: pueden tener más contenido de azúcar. Podemos elaborar nuestros propios helados saludables a base de yogures desnatados naturales o frutas.
  • Galletas y pan integral. La opción integral emplea en su elaboración el grano o cereal entero. Ayuda a conservar mejor los nutrientes y sacia más. Fíjate en el etiquetado y elige “elaborado 100% con harina integral”, que no es lo mismo que “elaborado con harina 100% integral”, que nos indica que contiene una pequeña parte de harina integral.
  • Platos preparados. Si no nos da tiempo a cocinar y tiramos de comidas envasadas, elegir platos que lleven proteínas (carnes, pescados y huevos) y verduras antes que pastas, arroces, fritos, empanados y rebozados como las croquetas o empanadillas.
  • Productos lácteos. Evita los que llevan alto contenido de grasas y azúcares, como natillas, flanes y yogures cremosos tipo griego. La mejor opción siempre serían los yogures desnatados y edulcorados. Es mejor que lleven trozos de fruta a que sean con sabores, porque aquellos provendrán de aditivos químicos como saborizantes que no son saludables. De los quesos, se recomiendan aquella variedad etiquetada como baja en sal y grasas.

Combatir desde la cesta de compra el excesivo consumo de sal, azúcar y grasas ayudará a prevenir tanto la obesidad, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión o cáncer.

IMEO avisa de que el Plan de Sanidad para reducir la sal, azúcar y grasas «no afecta» a la mayoría de zumos infantiles

Un análisis a fondo realizado por expertos en nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) ha puesto de manifiesto que el Plan aprobado por el Ministerio de Sanidad para mejorar la composición de alimentos y reducir el contenido de sal, azúcar y grasas de cara a 2020 en más de 3.500 productos «no afecta» la mayoría de refrescos o zumos infantiles envasados, o disminuye la sustancia menos relevante en otros.

El Economista/ EP

«En países, como Canadá, el modelo voluntario hacia las empresas a la hora de reducir las cantidades de sal, azúcar y grasa en los alimentos industrializados ha fracasado», ha explicado el portavoz del IMEO, Rubén Bravo. Asimismo, prosigue, en el caso del sodio, por ejemplo, se pedía disminuir la proporción en un 60 por ciento, cuando éste se utilizaba para mejorar el gusto, y en un porcentaje menor cuando desempeñaba un papel de conservación.

Ahora el organismo federal responsable de la salud pública canadiense exigirá que los alimentos que son ricos en estas sustancias se marquen en la parte delantera de sus envases y, si quieren evitar este logotipo negativo, los fabricantes tendrán que revisar y cambiar las recetas.

Otra medida adoptada por muchos países, tal y como ha argumentado el experto en Nutrición, es la subida de impuestos para aquellos productos que superan los 5 gramos de azúcar por cada 100 de producto. Dinamarca fue la primera en introducir el gravamen, si bien terminó eliminándolo dos años después tras ver que apenas tuvo efecto sobre el consumo de refrescos y bollería.

«Hay que aprender de los errores y buscar vías alternativas y eficaces para resolver un problema de salud que comienza por un cambio en los hábitos de consumo y por fomentar la cultura nutricional desde casa. Desde IMEO apelamos a la conciencia, tanto de las empresas como de las familias, a la hora de abordar el tema con responsabilidad, para que alimentación y salud vayan de la mano», ha recalcado Bravo.

Además, ha asegurado que combatir desde la cesta de compra el excesivo consumo de sal, azúcar y grasas ayudará a prevenir tanto la obesidad, como enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, hipertensión o cáncer. Por todo ello y con el fin de afrontar el problema desde su raíz, los expertos del instituto ofrecen una serie de consejos prácticos, ejemplos saborizantes naturales y alternativas saludables a la hora de sustituir dichas sustancias o alimentos que muestran un contenido muy elevado.

«Combinados con otros potenciadores del sabor, como el glutamato y los edulcorantes, o las grasas, activan nuestra serotonina a nivel cerebral, desencadenando una sensación de placer y bienestar, con un efecto aditivo difícil de controlar en pacientes con ansiedad», ha apostillado una nutricionista del IMEO, Andrea Marqués.

De hecho, la recomendación general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) limita la cantidad del azúcar, tanto añadida, como la presente de forma natural en los alimentos, al 10 por ciento de la ingesta calórica diaria, siendo lo deseado que ésta sea inferior del 5 por ciento para obtener beneficios para la salud.

«Hablamos de unos 25-50 gramos, equivalentes a 1-2 cucharadas soperas, dependiendo del peso y la edad de cada persona. Estas cantidades suelen superarse con frecuencia, debido a malos hábitos alimentarios, consumo frecuente de productos preparados, bollería industrial, zumos y refrescos con elevadas cantidades de azúcar añadido», ha recalcado la experta.

Se estima que tres cuartas partes de la sal que se ingiere proviene de productos elaborados y procesados, si bien la recomendación de la OMS limita el consumo a los 5 gramos al día, que corresponden a 2 gramos de sodio y sería el equivalente de una cucharadita de café. En el caso de los niños menores de 14 años y en pacientes hipertensos esta cantidad se reduce a 3-4 gramos.

Respecto a la grasa, su consumo diario debe representar de 20 a 30 por ciento de la ingesta calórica total: entre 50 y 80 gramos en adultos y entre 30 y 40 gramos en niños. Sin embargo, las grasas saturadas que resultan perjudiciales para la salud y se encuentran en los lácteos enteros (mantequilla, nata, queso curado, leche entera), en las grasas vegetales de baja calidad (palma, palmiste, margarina) o en las carnes grasas (embutidos grasos, manteca de cerdo o de vaca) no deben superar el 10 por ciento de esa ingesta total, siendo ideal que fueran inferiores al 7 por ciento.

CONSEJOS PARA ENDULZAR LOS PLATOS SIN AZÚCAR

«Las opciones más utilizadas para endulzar un alimento sin añadirle azúcar son los edulcorantes y la miel, aunque últimamente se han ido introduciendo en nuestro entorno otros, como la panela (obtenida del jugo de la caña de azúcar, con minerales y vitaminas del grupo B) o el sirope de agave. A pesar de tener ventajas, no son la mejor opción, puesto que favorecen el desarrollo de numerosas patologías y mantienen el umbral del dulzor extraordinariamente alto, neutralizando el propio sabor del alimento», ha argumentado una nutricionista clínica del IMEO, Carmen Escalada.

Por ello, ha asegurado que la manera «más sencilla» de endulzar los platos de manera saludable es usando fruta fresca, madura o deshidratada (manzana, plátano, higo y pera) o verduras dulces (calabaza, zanahoria y remolacha). Todas ellas se pueden emplear en recetas variadas para hacer masa de bizcochos, salsas o siropes, solas o mezcladas con leche o bebida vegetal, en ensaladas o guisos. Además, los platos quedan más coloridos y atractivos para los niños.

Otra opción para conseguir este efecto es recurrir a los frutos secos (almendras, avellanas, pistachos, nueces o castañas) y ciertas especias dulces (canela, vainilla, nuez moscada y jengibre). Además, hay hierbas aromáticas o especies picantes que pueden ayudar a reducir el consumo de sal en la dieta.

«En ensaladas o platos de carne y pescado se suele añadir albahaca, perejil, tomillo o romero, lo que aportaría un sabor fresco y refrescante al plato, pero también algunas propiedades medicinales, debido a su poder antiséptico, antiinflamatorio y antibacteriano», ha aconsejado Escalada, para aseverar que la especies picantes como curri, pimienta roja, cayena, guindilla o chile son «ideales» para aderezar carnes adobadas, arroces, pescados o encurtidos, aportan sabon y pueden reducir la cantidad de alimento ingerida, debido a la presencia de capsaicina que ayuda a regular el apetito.

Respecto a las grasas, hay que evitar aquellas más perjudiciales para la salud como la de palma y los productos que tienden a contenerla, como ultraprocesados o bollería industrial. En este sentido, los expertos han recordado que el aceite de oliva virgen extra, por ser rico en grasas monoinsaturadas, ácido oleico y antioxidantes, ayuda a reducir el riesgo de enfermedades coronarias, así como los altos niveles de colesterol en la sangre, aunque se deben controlar las cantidades, porque es muy calórico.

«En general, recomendamos intentar evitar los productos procesados o elaborados ya que emplean la sal, el azúcar o las grasas como parte de su composición con el fin de aumentar su vida útil y hacerlos más apetecibles para los consumidores», ha apuntado la nutricionista del IMEO Estefanía Ramo.

Por otra parte, prosiguen los alimentos de la dieta mediterránea con menor contenido de estas sustancias son las verduras y frutas frescas, el pescado blanco y azul, la carne magra, los cereales sin procesar, los frutos secos naturales, el aceite de oliva virgen extra y el agua.

Finamente, han recomendado tener «especial cuidado» con los aperitivos salados, las bebidas refrescantes, los néctares, bollería y pastelería, el pan de molde o envasado, galletas y cereales con importantes cantidades de azúcar, helados y polos comerciales, cremas y salsas procesadas, platos preparados y rebozados, derivados cárnicos ricos en grasa en los que la sal se emplea de conservante.

Tomar mucha sal aumenta el riesgo de obesidad

La cantidad de sal puede influir en cuánto comemos de un determinado alimento.
Muy interesante

sal-obesidad_0No es ningún secreto que demasiada sal equivale una asociación nociva para nuestra salud, ya que puede aumentar la presión arterial, el riesgo de ataque al corazón, accidente cerebrovascular… pero dos nuevos estudios han identificado ahora una nueva consecuencia de una alta ingesta de sal: la obesidad.

Las directrices alimentarias recomiendan menos de 2.300 mg de sodio al día de media, sin embargo, se estima que el promedio está muy por encima de esta cifra. La culpa no sería exclusivamente de que se nos vaya la mano con el salero a la hora de aderezar las comidas, sino por los alimentos procesados y las comidas fuera de casa que representarían el 75% de nuestra ingesta total de sodio.

Según los expertos, la cantidad de sal presente en un determinado alimento puede influir en la cantidad que comemos, provocando que aquellas personas más sensibles a los productos con sabores grasos, sean más propensas a comer alimentos de este tipo y por tanto, aumenten el riesgo de sufrir obesidad.

En los experimentos llevados a cabo por los investigadores, la sal resultó tener un papel clave a la hora de describir lo agradable o atractivo que resultaba un alimento. Así cuanta más sal contenían los alimentos (dulces o salados), mejor eran calificados -en cuanto a sabor- por los participantes y más aumentaba el consumo de alimentos grasos.

El fuerte efecto de la sal sobre el sabor puede indicar que la sal es un importante impulsor de la ingesta de alimentos grasos y refleja el reto de reducir la sal mientras se mantiene la palatabilidad”, afirma los autores.

Además descubrieron que “cuando se añade mucha sal a la comida, los mecanismos biológicos del organismo se embotan y terminamos comiendo más alimentos. Esto puede hacer que comamos más alimentos grasos y con el tiempo, nuestro cuerpo se adapta o se vuelve menos sensible a la grasa, lo que a su vez conduce a comer más para obtener la misma sensación de saciedad, inclinando la balanza hacia la obesidad”, aclara Russell Keast, líder del trabajo.

Añadir sal a los alimentos altos en grasa tiene, por tanto, el potencial de acelerar este proceso. Esta explosiva combinación anula la capacidad de nuestro cuerpo para reconocer cuándo estamos llenos y hace que comamos más, convirtiéndose en una mezcla tóxica para nuestra salud.

Los estudios han sido llevados a cabo por investigadores de la Universidad de Deakin (Australia) y publicados en las revistas The Journal of Nutrition y Chemical Senses.

 

Habría que controlar el sodio contenido en alimentos procesados

Correo Farmacéutico, por Ana Callejo Mora
salchichasLa nueva edición de las guías dietéticas americanas (2015-2020 Dietary Guidelines for Americans), recién presentadas por el Gobierno de Estados Unidos, limita la ingesta de sodio, fijándola en menos de 2.300 miligramos por día. «Sabemos que niveles elevados de sal en los alimentos aumentan el riesgo de hipertensión arterial. El problema es que desde niños hemos ido acostumbrando a nuestro paladar al sabor intenso de la sal en los platos, perdiendo, de esta forma, el sabor natural de los alimentos. Por ello, hay que trabajar en este asunto desde la infancia», explica Rubén Bravo, del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Para este especialista, otro foco de atención son los alimentos elaborados con niveles altos de sal. «Por ejemplo, seguramente la salazón sea el motivo por el que el jamón serrano (si su consumo es elevado) esté incluido en la lista de carnes procesadas con riesgo carcinogénico que publicó la Organización Mundial de la Salud el pasado año», recuerda este experto.

VERDURAS EN CONSERVA
«El consumo de sal es muy elevado a nivel mundial», advierte Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Universidad de Murcia, «pero no sólo depende de las costumbres familiares, sino también de la sal contenida en los alimentos procesados. Por ejemplo, el líquido que permite conservar la verdura enlatada contiene sal. A la industria ya se les están poniendo restricciones».

¿El sushi es un buen alimento para la dieta?

Livestrong.com
Autor Tara Carson, Traducción Verónica Sánchez Fang

fotolia_5768530_XSLos estadounidenses gastan alrededor de $ 40 mil millones de dólares cada año en programas de dieta, productos y libros, según el sitio web de PBS, y la mayoría de los intentos de bajar de peso no tienen éxito. Más del 65 por ciento de los adultos en Estados Unidos tienen sobrepeso o son obesos. Los japoneses tienen un perfil de peso saludable y la población se encuentra entre las más saludables del mundo. Okinawa, Japón, se encuentra entre las mejores zonas residenciales más grandes. Los alimentos tradicionales japoneses, como el sushi, contienen verduras, pescado y arroz, ingredientes que proporcionan nutrientes que apoyan la pérdida de peso.

Rollo California

El rollo California es una variedad de sushi popular desarrollado en los Estados Unidos. Los ingredientes son imitación de cangrejo, o el abadejo, aguacate, pepino y nori, o algas, y el arroz blanco de grano corto. Un rollo de seis piezas contiene varios nutrientes beneficiosos para la pérdida de peso, incluyendo 282 calorías, o 14 por ciento de una dieta estándar de 2.000 calorías; 0,9 g de grasa, o menos del 2 por ciento de los 65 g recomendados por la Food and Drug Administration (FDA, por sus siglas en inglés)y 3,6 g de fibra, o 14 por ciento del valor diario de 25 g de la FDA. Incluir un rollo de California en la dieta contribuye a la ingesta de fibra dietética que te hace sentir lleno y regula la absorción de hidratos de carbono, mejorando el metabolismo.

Rollo de atún picante

Un rollito de atún picante es un rollo de sushi, que incluye atún, arroz blanco de grano corto, nori y salsa picante. El rollo proporciona 290 calorías, o 15 por ciento de la dieta estándar de 2.000 calorías y 11 g de grasa, o el 17 por ciento del valor diario de 65 g recomendado por la FDA. La inclusión de un rollito de atún bajo en calorías en la dieta reduce las necesidades de gasto de energía.

Rollo de camarón témpura

El rollo témpura de camarón es un rollo de sushi que incluye camarones fritos en pasta, arroz blanco de grano corto y nori. El rollo proporciona 544 calorías, o 27 por ciento de la dieta estándar de 2.000 calorías y 13 g de grasa, o el 20 por ciento del valor diario g FDA 65. El rollo témpura de camarones y todos los rollos de sushi que incluyen ingredientes fritos tienen un contenido calórico más alto en comparación con el pescado crudo sin empanizar y verduras. Evita el consumo de este tipo de rollo en una dieta, o si incluyes este rollo de sushi en la dieta, vigila de cerca tu ingesta diaria de calorías.

Sodio

El acompañamiento de los rollos de sushi que mantiene el peso del agua en el cuerpo es la salsa de soja o shoyu, una salsa de soja fermentada y salsa de trigo. A 1 cucharada de salsa de soja, o cerca de dos paquetes proporcionan 902 mg de sodio. La FDA estableció un máximo de consumo diario de sodio de 2.400 mg. Una salsa de soja baja en sodio proporciona 533 mg de sodio, una reducción de casi el 50 por ciento de sodio.

BBC Mundo: por qué los hombres argentinos son los más gordos de Sudamérica

asado argentinoRecientemente la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer un mapa que muestra los niveles de sobrepeso y obesidad en el mundo. El estudio analizó 193 países sobre la base de información recogida en 2014.

El mapa confirmó lo que ya se sabía: América del Norte y Europa son las regiones con mayores problemas por comer de más.

Sin embargo, también mostró cómo esta epidemia de gordura ha crecido en Sudamérica, en particular en el Cono Sur.

En los tres países más australes del subcontinente, Argentina, Chile y Uruguay, más del 60% de la población hoy tiene sobrepeso, y lo mismo ocurre en Venezuela.

En 2010, cuando se hizo la última medición, Argentina y Uruguay estaban por debajo de ese guarismo, lo cual indica cómo ha empeorado el panorama.

La situación de la región es más grave entre los hombres, ya que los representantes de los tres países del Cono Sur lideran la tabla regional de sobrepeso y de obesidad.

Al tope de la lista está Argentina, que tanto en 2010 como ahora es el país con mayor porcentaje de hombres gordos y obesos.

Según la OMS el 63,9% de los hombres argentinos tienen sobrepeso, comparado con el 63,2 % de los chilenos, el 62,4 % de los uruguayos y el 61% de los venezolanos.

En tanto, el 23,6 % de los argentinos son obesos, cifra un poco mayor que los chilenos (23,3%), uruguayos (22,5 %) y venezolanos (20,3%).

Pasión por el asado

El dato contrasta un poco con la imagen tradicional que se tiene del argentino como alguien bastante preocupado por su apariencia.

Sin embargo cuando uno analiza lo que los argentinos comen, no sorprende tanto que tengan problemas de gordura.

Cada ciudadano consume, en promedio, casi 59 kilos de carne por año, según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra).

Se trata de una de las cifras más altas del mundo.

En cambio, los argentinos no llegan a comer ni la mitad de la cantidad de fruta y verdura recomendada por los expertos en alimentación.

Según la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), ingieren 193 gramos de fruta y verdura diaria, cuando lo aconsejable es 400.

A eso hay que sumarle un par de adicciones peligrosas: las galletas y las gaseosas.

Los argentinos comen 15 kilos de galletas dulces al año, una cifra muy superior al resto del mundo, según la SAN.

Y en 2013 la consultora Euromonitor International informó que este país sudamericano lidera el consumo mundial de gaseosas en el comercio minorista, con un consumo de 131 litros per cápita.

Sin variedad

Pero la debilidad por los “asados”, las “galletitas” –como les dicen localmente- y las gaseosas no son la única dificultad para los argentinos a la hora de estar en forma.

También la poca variedad de sus alimentos representa un problema.

Mónica Katz, coordinadora del grupo de obesidad de la SAN, dijo a BBC Mundo que mientras que las normas aconsejan un consumo mínimo de 20 alimentos distintos por semana, los argentinos no comen más de 15.

“No hay cultura de comer variedades de fruta y verdura”, explicó.

“Se comen 58 kilos de tomates al año, pero sólo 0,3 kilos de espárragos”, ejemplificó.

¿A qué se debe esto?

La experta lo atribuye a costumbres alimenticias y a una falta de incentivos para comer alimentos más sanos.

“La fruta y verdura es más cara que otros alimentos y además comerlos requiere más trabajo: hay que pelarlos, cocinarlos, condimentarlos para que tengan más sabor”.

“En cambio un pedazo de carne uno lo pone al fuego y ya tiene una comida”, ilustró.

Abundancia

Otro problema que tienen los argentinos, según Katz, es la sobreoferta de comida.

Mientras que el ser humano solo necesita entre 2.000 y 2.500 calorías diarias, Argentina produce más de 4.000 calorías diarias por habitante.

“El país tiene cerca de 40 millones de personas y puede alimentar a 440 millones”, graficó.

Sin embargo, la experta consideró que las autoridades sanitarias argentinas han logrado algunos avances importantes en su lucha por una alimentación más sana.

Uno de ellos fue prohibir las grasas trans, consideradas muy dañinas para la salud cardiovascular, una medida pionera en el mundo en desarrollo.

Y las autoridades también emprendieron una efectiva campaña para reducir el consumo de sodio, otro peligro cardiovascular.

Sedentarismo

No obstante, Katz resaltó que uno de los principales desafíos que tienen quienes tratan de combatir la epidemia de obesidad no es mejorar lo que se come sino luchar contra la falta de movilidad.

Una encuesta realizada en 2014 por el Ministerio de Salud argentino enumeró el sedentarismo como uno de los principales factores de riesgo a la salud.

Las horas sentados frente a una pantalla se suman a los problemas de inseguridad, que han hecho que muchos argentinos dejen de caminar en las calles.

Sin embargo, Katz remarcó que la falta de actividad física es un problema mundial.

Y que los niveles de sobrepeso y obesidad en Argentina no son tanto más altos que los de los vecinos Chile y Uruguay.

En ese sentido, señaló que no es casual que se trate de los tres países más australes del continente americano, donde hace más frío, otro factor que incentiva el consumo de alimentos pocos saludables.

Por: Veronica Smink / BBC Mundo, Argentina

¿Es sano saber al detalle las calorías de un menú?

La FDA americana ha dado de plazo un año a los restaurantes, entre otros locales de hostelería, para informar en sus menús sobre el contenido calórico de cada plato. En España, expertos discrepan sobre esta medida. De una parte está la opinión del Instituto Médico Europeo de la Obesidad, que la valora positivamente. De otra, la responsable de la Unidad de trastornos alimentaria del Clínico de Madrid, que ve un posible riesgo de obsesión en forma de recuento.

Correo Farmacéutico, por Ana Callejo Mora
Saber cuantas calorías tiene cada menú nos ayuda a elegir bienLa agencia reguladora de medicamentos y alimentos (FDA, en inglés) de Estados Unidos presentó a finales de noviembre del pasado año dos regulaciones que exigen incluir información sobre las calorías en los menús y tableros de menús en cadenas de restaurantes, establecimientos de venta de alimentos y máquinas expendedoras con 20 o más ubicaciones . El objetivo es ofrecer a los consumidores mayor información nutricional acerca de los alimentos que consumen fuera de casa. Estas regulaciones, exigencia de la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio y Protección del Paciente de 2010, piden  a los establecimientos contemplados (ver cuadro) proporcionar, a solicitud del consumidor y según se indique en los menús y los tableros de menús, información nutricional adicional por escrito sobre el número total de calorías y el número de calorías derivadas de la grasa, así como el contenido total de grasa, el de grasa saturada y el de grasa trans, y el contenido de colesterol, sodio, carbohidratos totales, azúcares, fibra y proteína.

Los restaurantes y otros establecimientos similares de venta de alimentos tendrán un año para cumplir con los requisitos de etiquetado, mientras que para los administradores de máquinas expendedoras el plazo será de dos años.

A Rubén Bravo, especialista en Nutrición y Gastronomía y portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), le parece una iniciativa muy positiva, pues, «por un lado, el consumidor estará mucho más informado y podrá tomar decisiones más acertadas sobre los alimentos que come fuera de casa, y, por otro, presiona a la industria alimentaria para competir no sólo en precios y sabores, sino también para proporcionar alimentos más saludables e hipocalóricos».

La pregunta es obligada: ¿tendría sentido una medida de este tipo en España? Según el portavoz del IMEO, «se debería implantar tanto aquí como en el resto de países que configuran el top 30 de los que tienen mayores tasas de obesidad mundial (lista encabezada por Estados Unidos, según un informe de 2012 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Ayudaría de forma muy favorable a reducir los niveles de obesidad, sobrepeso, diabetes, hipercolesterolemia e hipertensión, mejorando de esta manera la salud de las diferentes franjas poblacionales».

Sin embargo, Bravo reconoce que, para que la medida se hiciera efectiva en España, «muy posiblemente tendría que comenzar como una iniciativa propuesta en la Unión Europea y sus estamentos pertinentes».

Esta regulación traerá más efectos positivos que negativos para el consumidor, afirma el especialista en Nutrición, aunque «es posible que en casos muy concretos y escasos pudiera acentuar un comportamiento obsesivo compulsivo incorporado en trastornos de alimentación, como la bulimia, el comedor nocturno o el compulsivo».

EL ‘PESO’ DEL RECUENTO
Marina Díaz-Marsá, responsable de la Unidad de trastornos de la conducta alimentaria del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, es más crítica con la decisión de la FDA: «Poner esta información tan a mano me parece negativo porque puede llevar a personas vulnerables, o incluso a la población general, a obsesionarse por contar las calorías». Lo que plantea la especialista es «que pusiera un mensaje más global como alimento recomendable o plato saludable», algo que ya incluyen algunas cartas de restaurantes españoles. «Las anoréxicas restrictivas cuentan las calorías a lo largo del día para limitarse la ingesta. Las bulímicas, a pesar de hacer recuento, tienden a descontrolarse, cosa que no ocurre en las anoréxicas nerviosas», puntualiza Díaz-Marsá.

Sobre la importancia del recuento de calorías en la prevención del exceso de peso, Bravo comenta que el total de calorías ingeridas al día o la semana es el primer paso para controlar y planificar un planteamiento tanto de pérdida de peso como de mantenimiento del mismo. «Aun así, cada persona trae asociado un metabolismo determinado y unas características individuales que nos indicarán, previos estudios concretos, las claves determinadas en su prevención contra el exceso de peso. En nutrición no todo son kilocalorías, pues depende de qué alimentos aporten esa energía y cuándo consumamos dichos alimentos. No obstante, las calorías sí son la base para comenzar a estructurar una forma de alimentación determinada».

Lo que exige la FDA

Resumen general de los requisitos de etiquetado de la FDA para los restaurantes, establecimientos similares de venta de alimentos y máquinas expendedoras.

¿Qué cubre?

  • Los restaurantes y los locales de comida rápida, las panaderías, los cafés, y las comidas «estilo restaurante» que venden ciertos supermercados y tiendas de autoservicio.
  • Las comidas para llevar y de entrega a domicilio, como las pizzas.
  • Las comidas que se compran desde una ventanilla de servicio para automóviles.
  • Los alimentos que uno mismo se sirve en una barra de ensalada o de comida caliente.
  • Las bebidas alcohólicas, tales como los cócteles, cuando se incluyen en el menú.
  • Las comidas que se venden en centros de entretenimiento, como son las salas de cine.
  • La regulación es para las máquinas expendedoras y sólo afectan a los que administren 20 máquinas o más.

¿Qué no cubre?

  • Los alimentos que se venden en las barras de viandas frías y que normalmente están destinados para el consumo de más de una persona.
  • Las botellas de licor que se exhiben detrás de una barra.
  • Los alimentos que se encuentran en vehículos de transporte, tales como cocinas móviles, aviones y trenes.
  • Las comidas que aparecen en el menú de escuelas primarias, secundarias y preparatorias que formen parte de los programas de alimentación escolar del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (aunque sí contempla las máquinas expendedoras disponibles en los lugares citados).

(Fuente: FDA)

Desciende un 24% en Estados Unidos la adquisición de tartas, pasteles y donuts

Al observar el comportamiento de los estadounidenses en el supermercado ya se atisba un cambio -a mejor- en su alimentación. Un estudio publicado en el último número del Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics concluye que, dentro de las compras globales de los consumidores de Estados Unidos, en los últimos siete años ha descendido un 24 por ciento la adquisición de postres listos para tomar, como las tartas, galletas, pasteles y donuts.

Los investigadores, coordinados por Kevin C. Mathias, del Departamento de Nutrición de la Universidad de Carolina del Norte,  midieron, en el periodo comprendido entre 2005 y 2012, si las compras de los citados productos habían crecido o disminuido.

Según los autores de esta investigación, el desarrollo de nuevos sistemas de etiquetado en la parte frontal de los envases, que conduce al consumidor hacia productos con menor contenido en calorías, azúcar y grasas saturadas, supone una oportunidad para ayudar a los consumidores a mejorar su ingesta alimenticia.

Otro de los descubrimientos de este análisis es que entre 2005 y 2012 se ha producido un pequeño cambio en el contenido nutricional de estos postres industriales.

En 5 ideas

1. Nuevo reglamento

La FDA americana presentó a finales de noviembre de 2014 dos regulaciones que exigen incluir información sobre calorías en los menús de los restaurantes y las máquinas expendedoras.

2. Cambio en estados unidos

En Estados Unidos se está empezando a ver un cambio nutricional. Un estudio de la Universidad de Carolina del Norte concluye que las compras de postres industriales han bajado.

3. Problema en anorexia

Las anoréxicas restrictivas cuentan durante el día el número de calorías que ingieren. Las bulímicas hacen recuento calórico pero tienden a descontrolarse.

4. Bajar de peso

El total de calorías ingeridas a lo largo del día o de la semana es el primer paso para controlar y planificar una dieta para la pérdida de peso o para el mantenimiento de éste.

5. No todo son kilocalorías

En nutrición no todo son las kilocalorías que se ingieren, ya que depende de qué alimentos son los que aportan esa energía y en qué momento se consuman esos alimentos.

Cómo leer la etiqueta nutricional correctamente para saber lo que comemos

La actual etiqueta nutricional que aparece en los alimentos tiene los días contados. A finales de año, los fabricantes estarán obligados por ley a hacerla más clara y legible para el consumidor.

Qué, por Arancha Cuéllar

etiquetadoAunque cada vez más gente se fija en el reverso de los alimentos para consultar la etiqueta nutricional, muchas veces las prisas hacen que metamos en el carro de la compra todo tipo de productos cuyas propiedades pasamos por alto.

Para entender mejor qué se oculta detrás de la letra pequeña en una lata de conservas, un paquete de galletas o un envase de pan de molde, hemos entrevistado a Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), que, además, nos da las claves de lo que será la nueva etiqueta de los alimentos que se presentará a finales de 2014, mucho más clara y legible para no tener excusas a la hora de fijarnos bien en lo que comemos.

¿Qué es en lo primero en que debemos fijarnos en una etiqueta nutricional y que normalmente pasamos por alto?

Lo primero que hay que ver son los ingredientes y la composición de macronutrientes fundamentales, es decir, proteínas, grasas y carbohidratos. Por ejemplo, si estamos haciendo una dieta, es importante que el producto que elijamos tenga un nivel bajo de grasa. En cuanto a los carbohidratos, hay que elegir productos que no tengan niveles de azúcares elevados. Y en el caso de los ingredientes, tenemos que fijarnos bien los que incluyen para no llevarnos sorpresas desagradables.

¿Qué tipo de sorpresas?

Como por ejemplo un pavo envasado que tiene aspecto sano y luego no lo es tanto, ya que de carne de pavo tiene un 52% y el 48% restante es gluten, sacarosa, almidones de trigo… O sea, añadidos más baratos que nada tienen que ver con el pavo.

¿Qué es lo mínimo que debe aparecer en una etiqueta nutricional?

Por ley, lo mínimo que ha de aparecer es la denominación exacta del producto; la lista de ingredientes y la cantidad en porcentaje; el grado alcohólico en las bebidas con una graduación superior en volumen a los 1,2 grados; la cantidad neta del producto si es envasado; la fecha de duración mínima o fecha de caducidad; las condiciones de conservación y uso; el número de lote y el lugar de origen y procedencia. A partir de ahí, el fabricante es libre de añadir nuevos datos, siempre y cuando no induzcan a error al consumidor. Por ejemplo, no puede poner características obvias del producto, como que la leche favorece la densidad ósea, porque eso es algo que ya se sabe.

¿Realmente hay quien se para a ver las etiquetas a la hora de hacer la compra?

Sí, cada vez estamos más concienciados sobre lo que comemos e intentamos hacerlo lo más sano posible, sin embargo, muchas veces la evaluación es rápida. Hay gente que va al 0% o al ‘light’ como si eso fuera garantía de sano y ¡cuidado! No siempre es así.

¿Lo ‘light’ engorda?

Sí. La denominación ‘light’ es muy engañosa, ya que puede engordar. Hay yogures de una marca conocidísima que los venden como 0% grasa y luego les añaden dos dedos de mermelada azucarada. O las patatas ‘light’. Les pueden reducir un 30% la grasa con respecto a las normales, pero son productos que engordan muchísimo.

A finales de año será obligatorio poner etiquetas más claras…

Efectivamente habrá una nueva ley desde el 13 de diciembre de 2014 que obligará a hacer etiquetas más claras y legibles para que el consumidor no caiga en errores. Además, en toda Europa será la misma etiqueta, lo cual es muy bueno. Hasta ahora existía una directiva europea a partir de la cual los estados miembros de la UE tenían sus propias normas de etiquetado. En el caso de España nos regimos por el Real Decreto 1334/1999. Los fabricantes tendrán hasta 2016 para hacer todos los cambios y análisis pertinentes.

¿Y cuáles serán los principales cambios del nuevo texto?

En primer lugar, se ampliarán los alimentos sobre los que hay que conocer su origen. Por ejemplo, además de la carne de vacuno, el pescado, las frutas, verduras o aceites, será necesario conocer el origen de la carne de cerdo o de ave. Por otro lado, la letra será más grande y legible y cosas que antes no querían que se vieran demasiado, se verán mucho más clararemene.

También será más explícita con la información para alérgicos. Alimentos como la lactosa o los frutos secos deben estar bien visibles. Asimismo se va a mantener la fecha de caducidad o el consumo preferente. La primera para productos perecederos como lácteos o carnes y la segunda, para conservas. La palabra sodio debe desaparecer y hay que sustituirla por sal, para que todo el mundo sepa de qué se habla.

Además, toda la información deberá aparecer en una etiqueta única, nada de circulitos repartidos por todo el envase que confunden a la gente. En el caso de los alimentos procesados, hay que poner claramente a partir de qué se obtienen. Por ejemplo, los palitos de cangrejo hay que saber si están elaborados a partir de pescado azul o de qué. Lo mismo con las salchichas.

Además de conocer los nutrientes del alimento, será obligatorio poner recomendaciones nutricionales en cuanto a niveles de calcio o grasas, que hay que desmenuzarlas en grasas hidrogenadas (grasas trans), poliinsaturadas y monoinsaturadas. En el caso de las grasas, aparecerán más al detalle. Ahora solo hay que indicar si la procedencia es vegetal, animal o son hidrogenadas. La nueva ley obligará a detallar el aceite que contiene: girasol, oliva o palma.

¿Aparecerán también claramente las grasas trans?

grasastransLa ley cojeará en este tema. A la espera de la resolución de 2016, no será obligatorio indicar la presencia de grasas trans, que son las que se obtienen a partir del aceite vegetal industrializado y que está demostrado que son nocivas para la salud. En algunos países han sido prohibidas, ya que elevan los niveles de colesterol malo LDL y rebajan los de colesterol bueno HDL.

¿Detrás de qué alimentos se esconden?

Grasas trans llevan, por ejemplo, las margarinas, las mantecas vegetales o la bollería industrial. Al paladar resultan más agradables por su textura esponjosa.

¿Y todas las grasas son malas?

En absoluto. De hecho, necesitamos tomar grasas porque si no moriríamos. Además de las grasas trans, que sí son malas, existen las grasas insaturadas, cuyo aspecto, a temperatura ambiente, es líquido: aceite de oliva, maíz, girasol… Éstas se clasifican a su vez en monoinsaturadas (aceite de oliva o aguacate) y poliinsaturadas (pescados azules o atún ricos en omega 3 y omega 6). En ambos casos, rebajan los niveles de colesterol malo LDL y aumentan los del colesterol bueno, HDL.

Por otro lado, están las grasas saturadas, que a temperatura ambiente son sólidas. Nos referimos al tocino del jamón ibérico, a las mantecas animales… ¿Cuál es el problema de éstas? Pues que si se toman en exceso elevan el colesterol malo, por lo que hay que evitarlas en exceso.

¿Qué nutrientes hay que evitar en exceso y cuáles hay que consumir suficientemente?

piramide nutricionalSi nos basamos en la pirámide nutricional, son desmedidas las recomendaciones sobre el consumo de hidratos de carbono. A mi juicio, esto tenía más sentido cuando los trabajos se basaban más en la fuerza física, pero ahora se ha quedado obsoleta. En cualquier caso, las recomendaciones serían las siguientes: Entre el 45 y el 55% de las kcal diarias deben proceder de los hidratos de carbono y los azúcares no deben superar el 10%. Por otro lado, entre el 15 y el 30% han de proceder de las grasas y en torno a un 20% deben ser proteínas. Por lo que se refiere a la fibra (que suele aparecer incluida en los carbohidratos junto con los azúcares), lo recomendable son 25 gramos diarios. Importantísimo el consumo de frutas, verduras y legumbres.

Hay que evitar a toda costa las grasas trans y de las saturadas no superar el 20%. En cuanto a las proteínas, hay que evitar el exceso de proteínas animales y sustituirlas mejor por lácteos o huevos.

Por último, la sal. No se recomienda más que medio gramo al día y el cálculo medio de lo que se consume en España está en tres gramos, seis veces más de lo que se debe. Los alimentos ya vienen con sal suficiente, habría que evitar echar sal a las comidas.