¿Qué es el ‘city training’? Cómo adelgazar sin hacer deporte

El ritmo de vida frenético a veces hace difícil conciliar el día a día con el deporte. El ‘city training’ ofrece una alternativa: aprovechar la movilidad diaria para hacer deporte y reducir peso.

La Sexta, por Guillermo Rodríguez Pérez

Escaleras persecución | Pixabay.com

La actividad física y la perdida de peso no tiene por qué implicar deporte. Es decir, podemos llevar una vida activa y huir del sedentarismo sin necesidad de acudir al gimnasio. Solo tenemos que desacostumbrarnos de ciertas conductas e intentar movernos más en el día a día para adelgazar.

Rubén Bravo, experto en nutrición y portavoz del Instituto Médico Europeo de Obesidad (IMEO), acuñó hace tiempo un nuevo concepto para la actividad física diaria que no implica deporte: ‘city training’. “Consiste en ir sacando calorías a lo largo del día. Lo acuñamos hace un par de años para ayudar a pacientes que no podían o no querían ir al gimnasio”, explica Bravo a lasexta.com

En su clínica, Bravo recomienda a sus pacientes que, por ejemplo, “se bajen del metro o el autobús una parada antes, que suban y bajen escaleras en vez de utilizar el ascensor… Nos dimos cuenta de que hacer eso todos los días era como meterte en una clase de ejercicio en un gimnasio”.

La Organización Mundial de la Salud habla de estas actividades como algo positivo, y menciona que “las políticas relativas al empleo y el lugar de trabajo” deben fomentar “los desplazamientos activos y las oportunidades de realizar actividades físicas durante la jornada laboral”.

“La gente relaciona el ejercicio con ir al gimnasio. A muchos no les gustan los gimnasios, pero el concepto de estilo de vida activo y de realizar actividad física no está necesariamente relacionado con hacer un deporte en concreto”, reflexiona Bravo.

Aumento del sedentarismo

El sedentarismo y los estilos de vida con una escasa o nula actividad física se han incrementado. La OMS indica que los niveles mundiales de actividad física “no han mejorado desde 2001”.

De hecho entre ese año y 2016, la “insuficiente actividad física” aumentó cinco puntos porcentuales, del 31,6% al 36,8% en los países de ingresos altos, según la Organización Mundial de la Salud.

“Hay personas que no tienen tiempo, que llegan tarde a casa o tienen hijos, y aprovechan el tiempo diario para hacer 8.000 o 10.000 pasos”, dice Bravo. “Durante el fin de semana están activos, hacen gimnasia aeróbica moderada. Así, durante la semana tonificas y con la parte aeróbica quemas grasa, consiguiendo hacer un deporte mixto”, asegura.

Además, la pandemia hace que mucha gente pueda tener reticencias a ir al gimnasio, un lugar cerrado y con mucha gente. Bravo cuenta que hay personas “que se han montado un pequeño gimnasio en casa, que se han comprado una bicicleta estática, unas mancuernas o cintas de pilates, han hecho una inversión y lo quieren a aprovechar”.

¿Cuánto tiempo debemos hacer ejercicio?

La Organización Mundial de la Salud marca unas pautas a seguir por una persona adulta, de entre 18 y 64 años:

  • Dedicar 150 minutos (2 horas y media) semanales a la práctica de actividad física aeróbica, de una intensidad moderada, o 75 minutos de actividad física aeróbica vigorosa cada semana. Se pueden combinar equivalentemente actividades moderadas y vigorosas.
  • La actividad aeróbica se debe practicar en sesiones, como mínimo, de 10 minutos de duración. Los adultos de este grupo de edad podrían aumentar la actividad física moderada aeróbica hasta 300 minutos por semana, o hasta 150 minutos semanales de actividad física intensa aeróbica.
  • Realizar actividades de fortalecimiento de los grandes grupos musculares, mínimo, dos veces por semana.

La OMS habla de los beneficios de la actividad física en adultos citando la mejora del sueño, de la salud mental –ansiedad y depresión-, la hipertensión, la diabetes o las enfermedades cardiovasculares.

Para niños y adolescentes, habla de mejora de la salud ósea, salud mental, resultados cognitivos y el estado físico general.

Argentina declara la obesidad como un factor de riesgo para contraer el COVID-19

El Gobierno argentino estima que las personas que sufren de sobrepeso u obesidad tienen un mayor riesgo de contraer la enfermedad y tener una evolución desfavorable. Varios estudios validan esa idea.

DW


El Gobierno argentino, a través del Boletín Oficial, ha comunicado al país que las personas con obesidad fueron incluidas en el listado de los grupos que tienen un mayor riesgo frente a la enfermedad del COVID-19, haciendo referencia a la experiencia internacional.

«Por la experiencia observada en otros países y la prevalencia de casos, la evidencia reconoció a la obesidad como un factor asociado a mayor riesgo de contraer la enfermedad y de sufrir evolución desfavorable de la misma», se puede leer en el Boletín Oficial.

Dentro de esa misma lista ya se encontraban las recomendaciones para personas mayores de 60 años, quienes sufren de enfermedades cardiovasculares o respiratorias, quienes poseen una insuficiencia renal crónica, quienes portan el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH) o para quienes padecen de diabetes.

Según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, el 36% de los argentinos mayores de 18 años posee obesidad y más del 60% de la población tiene sobrepeso. Las mediciones para determinar si una persona es obesa o tiene sobrepeso se analizan con el índice de masa corporal (IMC).

Aquellos que tienen más de 25 puntos de IMC  son clasificados con sobrepeso, mientras que quienes sobrepasen los 30 puntos, son calificados como obesos. El IMC se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).

De acuerdo a un estudio publicado por la revista Jama Internal Medicine, de 3.000 pacientes que estuvieron hospitalizados en EE. UU., los adultos jóvenes (18-34 años) con obesidad, así como con diabetes e hipertensión, fueron los más propensos a necesitar ventilación mecánica o morir de COVID-19.

Otro estudio revelado por la revista Obesity, explicó que las personas, en general, con obesidad mórbida tienen el doble de riesgo de ser hospitalizadas por COVID-19 e incluso de tener que ser ingresadas en UCI o fallecer. Este estudio fue realizado por el Instituto de Salud Pública de Navarra, en España.

En tanto, un informe de la Organización Mundial de la Salud menciona que la obesidad, y el consumo de tabaco y de alcohol aumentan la posibilidad de sufrir la COVID-19 en sus formas más severas.

JU (clarin.com, boletinoficial.gob.ar, efe, afp)

Dieta para diabéticos: cómo hacerla correctamente

El Mundo Deportivo, por Laura Hernández

¿Padeces diabetes? Se trata de una enfermedad común en la sociedad que afecta a los niveles de glucosa en la sangre. Las personas diabéticas suelen tener estos niveles en un nivel más alto de lo recomendado y, por ello, es esencial controlar al máximo la dieta para no desequilibrar, aún más, la glucosa.

Tal y como aconseja la OMS, es imprescindible acudir a un médico para que se encargue de indicarnos las pautas que debemos seguir, en el caso de ser diabéticos. Sin embargo, a continuación vamos a darte las claves para que sepas cómo hacer una dieta para diabéticos conociendo los alimentos a evitar y los que sí que están permitidos.

Qué alimentos evitar para la diabetes

Para poder llevar a cabo una dieta para diabéticos adecuada y saludable, lo primero es acudir a un médico para que indique la prescripción que se debe seguir. Cada paciente cuenta con unas necesidades diferentes y, por ello, deberá ser un especialista el encargado de diseñar y definir el planning alimentario más adecuado para cada caso.

No obstante, existen algunos alimentos a evitar en el caso de padecer diabetes. Son aquellos que tienen una gran cantidad de azúcar y, por tanto, pueden hacer que la glucosa se dispare.

Dulces y azucarados

Si padeces diabetes, deberás evitar el azúcar por encima de todo. En la categoría de “azucarados” no solamente se incluye el blanco, sino que también se incluye el moreno o el edulcorante artificial. Los alimentos elaborados a base de azúcar tampoco se deberían tomar en una dieta para diabéticos, tales como el chocolate, la repostería, los pasteles, etcétera.

Alimentos ricos en sodio

Padecer diabetes aumenta el riesgo a sufrir enfermedades relacionadas con la salud cardíaca, por ello, deberemos controlar también la cantidad de sodio que tomamos en nuestra dieta. Y es que el sodio aumenta la presión sanguínea, algo que puede conllevar a la aparición de problemas cardíacos. La sal o alimentos salados como las patatas chips, los embutidos, la mantequilla, la mayonesa o los frutos secos deberán evitarse en la dieta.

Fritos y alimentos grasos

Las frituras se convierten en azúcar cuando son asimiladas por nuestro organismo, por tanto, deberemos evitar los preparados fritos o ricos en grasas saturadas. Estos alimentos aumentan los niveles de colesterol alto y pueden conllevar al aumento de la glucosa en el cuerpo.

Harinas refinadas

El pan blanco, la pizza, la pasta o el arroz deberá evitarse en una dieta para diabéticos. El motivo es que están elaborados con harinas refinadas, un ingrediente que favorece la aparición de diabetes, así como desajustan los procesos del metabolismo. Este tipo de harina, al entrar en nuestro cuerpo, se convierte en glucosa, porque altera el nivel de azúcar en la sangre.

Alimentos ideales para controlar la diabetes

Una vez conocidos los principales alimentos que deberás evitar, a continuación vamos a ofrecerte la otra cara de la moneda para que sepas qué alimentos son recomendados en una dieta para diabéticos. Aquí te dejamos un completo listado con todo lo que puedes incluir.

Hidratos de carbono

Si eres diabético, deberás tomar unos 130 gramos de hidratos de carbono al día. Se trata del nutriente más importante para regular la diabetes, ya que tiene un aporte mínimo de azúcares. Eso sí: en el caso de comer pasta o pan, deberás optar por la versión integral, es decir, la que no ha sido refinada.

Algunos alimentos ricos en carbohidratos son:

-Arroz integral

-Pan integral o de harina que no sea refinada

-Pasta integral

-Legumbres

Proteínas saludables

Dentro de una dieta para diabéticos tampoco deberían faltar las proteínas. Pero, para un óptimo funcionamiento del organismo, estas proteínas deberán ser magras y bajas en grasa. Como ya hemos comentado anteriormente, debemos evitar prepararlas con fritos o rebozados y apostar por métodos de cocción más saludables como a la plancha, al horno, etc.

Algunos de los alimentos que puedes incluir en tu dieta son:

-Pollo

-Pavo

-Conejo

-Pescados

-Lácteos desnatados

Otros alimentos permitidos en una dieta para diabéticos

Además de estos dos grandes grupos alimenticios, debes saber que en la dieta también puedes incluir estos alimentos:

-Verduras, sobre todo las de hoja verde

-Hortalizas como la zanahoria o los pimientos

-Frutas bajas en azúcares

-Grasas buenas como aceite de oliva, aguacate, etc.

La obesidad altera el cerebro de los adolescentes

ABC

Según la OMS, el número de bebés y niños pequeños con sobrepeso u obesidad de cinco años o menos aumentó de 32 millones a nivel mundial en 1990 a 41 millones en 2016

Reducción de FA en pacientes obesos en comparación con los controles, y esqueleto de FA (verde), superpuesto a la media de las imágenes de FA en la muestra. – Study author and RSNA

La obesidad en los más jóvenes se ha convertido en un importante problema de salud pública, especialmente en algunos países, como EE.UU. donde porcentaje de niños y adolescentes afectados por la obesidad se ha más que triplicado desde la década de 1970, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. En el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de bebés y niños pequeños con sobrepeso u obesidad de cinco años o menos aumentó de 32 millones a nivel mundial en 1990 a 41 millones en 2016.

Y si bien la obesidad se asocia principalmente con el aumento de peso, la evidencia reciente sugiere que la enfermedad desencadena inflamación en el sistema nervioso que podría dañar regiones importantes del cerebro. Según un estudio presentado durante la reunión anual de la Sociedad Radiológica de América del Norte, los investigadores que han empleado técnicas de resonancia magnética para identificar signos de daño que pueden estar relacionados con la inflamación en el cerebro de adolescentes obesos.

En concreto, los científicos de la Universidad de São Paulo (Brasil) han utilizado una técnica denominada la imagen de tensor de difusión (DTI), que rastrea la difusión del agua a lo largo de los tractos de materia blanca portadora de señales del cerebro.

Para el nuevo estudio, los investigadores compararon los resultados de DTI en 59 adolescentes obesos y 61 adolescentes sanos, de 12 a 16 años. El parámetro que han empelado, llamado anisotropía fraccionada (FA), se correlaciona con la condición de la sustancia blanca del cerebro. Una reducción en FA es indicativa de un daño creciente en la sustancia blanca.

Los resultados mostraron una reducción de los valores de FA en los adolescentes obesos en regiones ubicadas en el cuerpo calloso, un paquete de fibras nerviosas que conecta los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro. La disminución de FA también se encontró en la circunvolución orbitofrontal media, una región del cerebro relacionada con el control emocional y el circuito de recompensa. Ninguna de las regiones del cerebro en pacientes obesos había aumentado la FA.

«Hemos visto cambios cerebrales en adolescentes obesos relacionados con regiones importantes responsables del control del apetito, las emociones y las funciones cognitivas», afirma la coautora del estudio Pamela Bertolazzi.

Este patrón de daño se correlacionó con algunos marcadores inflamatorios como la leptina, una hormona producida por las células grasas que ayuda a regular los niveles de energía y las reservas de grasa. En algunas personas obesas, el cerebro no responde a la leptina, lo que hace que sigan comiendo a pesar de las reservas de grasa adecuadas o excesivas. Esta situación, conocida como resistencia a la leptina, hace que las células grasas produzcan aún más leptina.

El empeoramiento de la sustancia blanca también se asoció con los niveles de insulina, una hormona producida en el páncreas que ayuda a regular los niveles de azúcar en la sangre. Las personas obesas a menudo sufren de resistencia a la insulina, un estado en el que el cuerpo es resistente a los efectos de la hormona.

«Nuestros datos mostraron una correlación positiva entre los cambios cerebrales y las hormonas como la leptina y la insulina -señala Bertolazzi-. Además, encontramos una asociación positiva con marcadores inflamatorios, lo que nos lleva a creer en un proceso de neuroinflamación además de la resistencia a la insulina y la leptina».

«En el futuro, nos gustaría repetir la resonancia magnética cerebral en estos adolescentes después del tratamiento dirigido a la pérdida de peso para evaluar si los cambios cerebrales son reversibles o no», concluye.

Día Mundial de la Obesidad: la tasa de gente con kilos de más se ha duplicado desde 1980

El 12 de noviembre de todos los años está dedicado a informar y concienciar sobre una de las mayores lacras de la humanidad: los kilos de más. Sus efectos negativos no se limitan a lo visual, sino que ponen en riesgo la salud de todos

El Confidencial, por Álvaro Hermida

El almacenamiento de grasa corporal es un problema de salud mundial. Así como las terroríficas epidemias como el ébola, los esfuerzos que se llevan a cabo para ponerle freno no tienen el resultado deseado. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2014 más de 1.900 millones de adultos tenían sobrepeso y 600 millones eran, directamente, obesos. Lo peor es que esas cifras no han hecho más que aumentar, y el hecho de que hoy sea el Día Mundial de la Obesidad hace que nos encontremos en el momento perfecto para ver dónde estamos, de dónde venimos y, lo más importante, hacia dónde vamos.

Qué es la obesidad

A lo largo de los años se han dado multitud de definiciones de esta condición física. Actualmente, la más aceptada es que tanto obesidad como sobrepeso son el aumento anormal de grasa corporal que puede tener perjuicios para la salud.

Para clasificarlas, se utiliza el índice de masa corporal (IMC). Esta es una comparación estadística entre la altura de una persona y su peso. La fórmula que lo define es el peso de una persona dividido por el cuadrado de su altura en metros (kg/m²). Si bien otros factores tienen mucha relevancia individual y se ignoran con esta estadística (como la masa muscular, que es más pesada que la grasa), es una buena forma de establecer unos límites clasificatorios e informativos para la población. De hecho, como la propia Organización Mundial de la Salud aclara: «El IMC proporciona una útil referencia sobre el sobrepeso a un nivel de población total, dado que no diferencia entre sexos o edades. Dicho esto, se debe tener en cuenta que puede no corresponder al mismo nivel de ‘gordura’ para individuos diferentes«.

Según la OMS, los valores superiores a 25 se consideran sobrepeso, y aquellas personas que superen un índice mayor a 30 son considerados obesos. Por poner estos datos en perspectiva, podemos decir que un varón de 1’8 metros y 70 kilos tiene un IMC de 21,6. Si llega a los 81, alcanzará el sobrepeso; y si toca los 98, será considerado obeso.

Sus peligros

Junto con el tabaco, parece que hemos llegado todos nosotros a la conclusión de que estar obeso no es sano. La gente que la padece, según explican una grandísima cantidad de estudios científicos y confirma la OMS, tiene un riesgo mucho mayor de padecer enfermedades cardiovasculares, así como metabólicas (diabetes tipo II), problemas musculoesqueléticos como la osteoatritis y una mayor tasa de cáncer, en especial de colonmama endometrio.

El estado actual de la obesidad en el mundo

Tenemos que tener en cuenta que siempre ha habido cierta prevalencia de esta enfermedad entre la población general. Es más común en áreas urbanas y, según explican desde la OMS, no es raro que en un mismo edificio de un país en vías de desarrollo y del tercer mundo, convivan puerta con puerta una familia con problemas de obesidad y otra con desnutriciónEn 1980 la tasa mundial de sobrepeso no superaba el 13,5%, y según datos de 2015 proporcionados por la OMS, hoy en día ha superado el 39%, más de una tercera parte de la población.

Según explican los investigadores Lindsay M. JaacksStephanie Vandevijvere y el resto de su equipo de la Harvard T. H. Chan School of Public Health, de Estados Unidos y de la Universidad de Auckland en Australia, los niveles y la distribución de la prevalencia de la obesidad en un país son ejemplo de su desarrollo económico. Según los investigadores, existen 4 fases diferentes. En la primera, característica de los países del tercer mundo, la obesidad infantil es muy reducida y, en adultos, las mujeres tienen niveles mucho más altos que los hombres. La segunda fase se caracteriza por una equiparación del número de obesos de ambos sexos y un aumento sustancial de la obesidad infantil. Por último, los países desarrollados (como España) tienen más varones obesos que mujeres con esa misma condición. Ese punto de inflexión se dio en Italia en el año 2013, en Francia en 2011, en España en 2009 y en Alemania en 1993. De hecho, «se espera que Estados Unidos y Reino Unido cumplan con los pronósticos antes de 2022«, explican los investigadores.

Como se explicaba al inicio, a nivel mundial hay 1,9 millardos de personas con sobrepeso y 600 millones con obesidad. Eso es más que preocupante, en el año 2014 el 39% de los adultos del planeta tenían más kilos de los que sería normal. A su vez, también supone un gran riesgo para las nuevas generaciones, sobre todo para las de los países desarrollados, dado que en 2013, explican desde la OMS, «42 millones de niños menores de 5 años eran obesos».

Las perspectivas de futuro

Aunque los datos son más que limitados, pues al contrario que la mayor parte de enfermedades relevantes, no todos los obesos van al médico por su condición, se calcula, según datos del Centers for Disease Control (CDC) estadounidense, que en Estados Unidos un 39,3% de la población (un total de 93,3 millones de adultos) padece obesidad. El futuro no ofrece datos esperanzadores, ni para los habitantes del país norteamericano ni para el nuestro (dado que en una gran cantidad de datos macroeconómicos, los suyos son muy similares a los nuestros). Según el National Bureau of Economic Research de Estados Unidos, en el año 2025, el 83% de los varones y el 75% de las mujeres sufrirán sobrepeso u obesidad.

Qué podemos hacer

Muchas propuestas se han puesto sobre la mesa para luchar contra este tipo de problema de salud. La limitación del azúcar en los refrescos y la concienciación son las propuestas más comunes, pero otras vías son recomendables. Según la OMS, existen tres caminos claros:

  • Individual. A fin de cuentas nuestro cuerpo pertenece solo a una persona y la responsabilidad personal en la pérdida de peso es ineludible. Entre los aspectos clave está «la limitación de la ingesta de azúcares y grasas, el aumento de la actividad física regular (1 hora al día para los niños y 150 minutos semanales para los adultos) y un aumento del consumo de frutas, verduras, frutos secos, cereales integrales y legumbres».
  • Social. Es imposible conseguir cambios de relevancia macroscópica sin un cambio en las políticas sanitarias de un país. Es por esto que la OMS recomienda «un apoyo por parte del sistema a los individuos que pretenden llevar a cabo los cambios en su estilo de vida antes mencionados a través de la colaboración de las entidades tanto privadas como públicas que tienen peso en este tipo de reformas». Por otro lado, la organización internacional también recomienda que «los cambios de actividad física y dietéticos de la población deberían ser asequibles y accesibles para todos, especialmente para los individuos con menor poder adquisitivo».
  • Sector privado. Es innegable que cada vez consumimos más alimentos preparados en masa por la industria. Esta puede llevar a cabo reformas que jueguen a favor de todos como «reducir los contenidos de azúcar, grasas y sal de los alimentos, asegurarse de que los alimentos sanos son una opción asequible, llevar a cabo campañas de marketing responsables, sobre todo aquellas en las que el público objetivo son niños y asegurarse de que un estilo de vida saludable es posible en el entorno laboral».

Lo que tenemos que entender, al igual de bien que comprendemos que la obesidad es mala, es que esta condición se puede prevenir y se puede remediar. Está en nuestras manos, ya sea con el esfuerzo personal como con nuestro voto y con la promoción de iniciativas sociales y políticas, hacer de la obesidad un problema del pasado.

Los 4 tipos de cáncer cuya principal causa es la obesidad

BBC News Mundo

Ser obeso ha superado al tabaquismo como la causa principal de cuatro tipos comunes de cáncer.

Cancer Research UK (CRUK), una fundación de investigación y divulgación en Reino Unido, concluyó tras una reciente investigación que los cánceres del intestino, riñón, ovario e hígado son probablemente más el producto del sobrepeso que del tabaquismo.

La organización advierte que millones de personas están en riesgo debido al exceso de peso y que los números de obesos sobrepasan a los de fumadores en razón de dos a uno.

Para resaltar la gravedad de los riesgos asociados con la obesidad, CRUK inició una campaña con una valla publicitaria que ha sido criticada porque se asemeja a las advertencias en las cajetillas de cigarrillos que pretenden frenar el consumo de tabaco.

CRUK no es la única entidad especializada que llama la atención sobre la relación entre el cáncer y el sobrepeso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el National Cancer Institute en Estados Unidos, entre otros, han hecho énfasis en esta relación.

Cancer Research UK dice que no está sugiriendo que la obesidad y el tabaquismo se pueden comparar directamente en términos del riesgo de cáncer. Ambos incrementan el riesgo.

Mientras que el sobrepeso y la obesidad causan unos 22.800 casos de cáncer al año en Reino Unido, comparados con 54.300 casos causados por fumar, la organización resalta cuatro tipos específicos de cáncer y sus causas:

  • Intestinal– Unos 42.000 casos nuevos; el sobrepeso u obesidad causan 4.800; el fumar 2.900
  • Renal– 12.900 en total; el sobrepeso u obesidad causan 2.900; el fumar 1.600
  • Hepático– 5,900 in total; el sobrepeso u obesidad causan 1.300 casos; el fumar 1.200
  • Ovárico– 7,500 in total; el sobrepeso u obesidad causan 490 casos al año; el fumar 25

Fumar continúa siendo la principal causa evitable del cáncer en su totalidad. La obesidad en la segunda, según CRUK.

Sin embargo, aunque el número de fumadores está disminuyendo, el de obesos va en aumento, algo que preocupa a los expertos en salud.

¿Cómo actúa la obesidad en términos del cáncer?

A pesar de que los vínculos entre la obesidad y el cáncer están bien establecidos, los mecanismos biológicos relacionados no están completamente entendidos.

Los Centros de Control de Enfermedades de EE.UU., explican que es difícil definir las causas de cáncer por obesidad porque la gente obesa puede presentar otros factores de comportamiento diferentes a su peso corporal.

El ser obeso o tener sobrepeso no significa que una persona definitivamente desarrollará cáncer, pero el riesgo sí se incrementa.

Y ese riesgo crece entre más peso gana la persona y más tiempo lo mantiene.

Las células grasas sobreproducen hormonas y factores de crecimiento que le informan a las células del cuerpo a dividirse con mayor frecuencia. Eso aumenta la posibilidad de que se produzcan más células cancerosas.

Los obesos frecuentemente tienen niveles crónicos de inflamación ligera que pueden, con el tiempo, dañar el ADN y generar cáncer.

Otros posibles mecanismos que pueden afectar el riesgo de cáncer incluyen cambios en las propiedades mecánicas de la estructura que rodea a las células mamarias y la alteración en la respuesta del sistema inmune.

De acuerdo a Cancer Research UK, hay 13 tipos de cáncer que están vinculados a la obesidad: • de mama (en mujeres posmenopáusicas) • intestinal • pancreático • del esófago • hepático • renal • de la parte superior del estómago • de la vesícula biliar • uterino • ovárico • de tiroides • mieloma múltiple (cáncer de la sangre) • meningioma (cáncer del cerebro)

Los vínculos entre la obesidad y el cáncer están solamente presentes en adultos, aunque un peso saludable también es recomendable en los niños.

Los resultados de la investigación de Cancer Research UK coinciden con un debate actual sobre el papel de las autoridades para reducir el problema de obesidad.

Según la profesora Linda Bauld, experta de CRUK, el gobierno debería tomar más medidas para controlar la obesidad, como la restricción de publicidad de alimentos poco saludables y de bebidas azucaradas, tal cual lo recomendó la Asociación Médica Británica.

«Mientras estamos muy conscientes de los riesgos asociados con fumar, se han hecho menos esfuerzos para hacerle frente a la obesidad, que se ha convertido en una de las principales causas de cáncer», declaró Bauld.

La OMS, que también aboga por un impuesto a los alimentos y refrescos azucarados para disminuir su consumo, plantea una estrategia que abarque a varios sectores de la sociedad incluyendo familias, empresas alimenticias y agencias gubernamentales para combatir un problema que considera «epidémico» en muchas partes del mundo.

La obesidad infantil grave es más elevada en los países de la dieta mediterránea

Pressdigital

La obesidad infantil grave es más elevada en Grecia, Italia y España en medio del declive de la dieta mediterránea, según un informe de la OMS.

Prevalencia de la obesidad infantil en Europa

Malta tiene la tasa más alta de niños gravemente obesos, con un 5,5 por ciento de niños de seis a nueve años afectados, pero el sur de Europa tiene tasas más altas que los estados occidentales.

Los países mediterráneos -con dietas se han mantenido durante mucho tiempo como puntos de referencia para una vida sana- tienen las tasas más altas de obesidad infantil grave de Europa, ha advertido la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El informe, que recoge datos de 21 países europeos, pone al desnudo la crisis en los estados del sur, con más del 4 por ciento de los niños en edad de asistir a la escuela primaria que sufren de obesidad grave en España, Grecia, Italia, España y San Marino.

Con más del 5,5 por ciento de los niños afectados, Malta tenía las tasas más altas de obesidad grave en el estudio, presentado en el Congreso Europeo sobre Obesidad en Glasgow el 30 de abril.

Mientras que los países de Europa occidental y septentrional, como Bélgica, Irlanda y Noruega, tienen tasas de obesidad grave inferiores al 2 por ciento.

Los investigadores señalan que un factor probable es la «disminución» de la dieta mediterránea idealizada, rica en cereales integrales, nueces, verduras, aceite de oliva y pescado.

Muchos países están viendo ahora los efectos de un abuso de alimentos baratos y ricos en calorías, y algunos, como Dinamarca o Reino Unido, han introducido impuestos sobre los productos con alto contenido de azúcar o de grasas.

Otros estudios han encontrado tasas igualmente altas de obesidad infantil y adulta en los países del sur del Mediterráneo.

Pero la investigación, dirigida por el doctor João Breda, jefe de la Oficina Europea para la Prevención y el Control de Enfermedades No Transmisibles de la OMS, es la primera en analizar específicamente la obesidad infantil «grave». 

Esto se define de manera diferente a la de los adultos, pero más o menos requiere que tengan un índice de masa corporal superior a 19 de cada 20 niños de su grupo de edad.

Breda y sus colegas aseguran que una explicación para los mayores índices de obesidad en el sur de Europa «sigue siendo esquiva», aunque hay varias explicaciones posibles.

«La pérdida de la dieta mediterránea en los países del sur de Europa podría estar relacionada con este grave problema de obesidad», señalan los autores.

Aunque también podría ser el resultado de la «menor estatura para la edad que se encuentra en el sur de Europa», el mayor peso al nacer, la menor duración del sueño y los diferentes patrones de alimentación y actividad física.

Los índices más altos de educación materna es otro factor que reduce el riesgo de obesidad grave, según el informe. 

Los autores advierten que si no se hace nada, el mismo patrón podría desarrollarse en otras naciones con dietas y hábitos tradicionalmente mediterráneos, como Albania y Moldavia.

«Sin medidas políticas oportunas, apropiadas y eficaces para prevenir la obesidad, existe el riesgo de que las tasas de prevalencia en estos países acaben igualando los niveles observados en otros países europeos», apuntan los autores.

El estudio utilizó datos de 636,933 niños de seis a nueve años de edad, y los hallazgos indican que hay al menos 400,000 niños que ya son gravemente obesos de un total de 13.7 millones de niños de seis a nueve años de edad en los 21 países incluidos en el estudio.

«La obesidad grave es un grave problema de salud pública y los resultados de este estudio muestran que un gran número de niños en Europa la padecen», concluyen los autores.

«Dado su impacto en la educación, la salud, la asistencia social y la economía, la obesidad debe abordarse a través de una serie de enfoques, desde la prevención hasta el diagnóstico y el tratamiento precoz».

Zumos de frutas: ¿engordan o adelgazan?

Los zumos naturales y caseros de limón, tomate, grosella, pomelo, naranja y manzana son los que menos calorías tienen pero los expertos coinciden en que es mejor consumir la fruta entera y combinada con verdura y los zumos sólo de forma ocasional

Telva, por Clara Sánchez de Ron

En los últimos años, parece que se ha demonizado el consumir zumos de frutas y más aún envasados donde numerosos nutricionistas han alertado del exceso de azúcar en cada uno de ellos y por cómo nos hacen engordar. Sin embargo, ¿el zumo de frutas en realidad engorda o adelgaza? ¿Tienen las mismas calorías un zumo envasado, un zumo natural o un néctar? ¿Cuáles son los zumos de frutas que nos ayudan a adelgazar o a engordar? Los expertos nos dan sus claves. Descubre todo lo que tienes que saber.

Los zumos de frutas están siempre en el punto de mira a la hora de incluirlos o excluirlos de tu dieta. Sin embargo, ¿cuáles sí y cuáles no nos ayudan a adelgazar o engordar? ¿Cuáles debemos incluir en nuestra dieta sana y equilibrada?

Hace poco te contábamos si cenar fruta adelgazaba o engordaba. Pues bien, ahora son los zumos los que están en el punto de mira. Y en ese sentido, la Federación Española de Nutrición (FEN) ha presentado un estudio «Zumo de frutas: lo que de verdad dice la ciencia» acerca de la importancia de saber qué nos llevamos a la boca cuando hablamos de zumos de frutas. Y sobre todo, qué zumos tienen más calorías y cómo hay que leer las etiquetas para saber cuánto azúcar contienen lo que se traduce en calorías vacías y kilos de más.

LOS ZUMOS NOS HACEN ¿ENGORDAR O ADELGAZAR?

El doctor Gregorio Varela Moreiras, catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad CEU San Pablo nos asegura que «es un error señalar a un único alimento como causante o no del sobrepeso ya que influyen múltiples factores partiendo de la base de que no hay ningún producto milagroso que haga adelgazar y que la única forma de conseguirlo es llevando a cabo una dieta sana y equilibrada».

En este sentido, «no existen zumos más o menos saludables, sino que su composición nutricional depende de la fruta de la que son extraídos y sus correspondientes propiedades. Dado su origen vegetal, el zumo es un alimento rico en vitaminas, minerales y compuestos bioactivos como los fitoquímicos» , apunta Moreiras.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la OMS «recomienda el consumo de 25 gramos de azúcar diarios como máximo en adultos «y un vaso de zumo de naranja envasado de unos 250 ml tiene 23 gramos de azúcar y sólo 0,75 gramos de fibra, por tanto no será un opción saludable y nos lleva al sobrepeso y puede hacernos engordar» nos cuenta Rubén Bravo, nutricionista del Instituto Médico de la Obesidad.

En ese sentido, Bravo aconseja siempre consumir siempre la pieza entera de fruta y verdura para cumplir con los objetivos diarios de cinco piezas de verdura y fruta cada día en el contexto de una dieta equilibrada.

Desde Instituto Médico de la Obesidad, en ningún caso, aseguran que el zumo envasado suele llevar mucho más azúcar que el zumo natural hecho en casa y además pierde la pulpa en muchos casos, «donde encontramos el 80 por ciento de las vitaminas por lo que si la quitas, no nos te aportará ningún beneficio sino calorías vacías y todos los zumos deben tomarse de forma ocasional».

Pero por ejemplo, la doctora Marcela González-Gross, catedrática de Fisiología del Ejercicio y Nutrición Deportiva de la Universidad Politécnica de Madrid, nos asegura que el 90 por ciento de la población española tiene una ingesta deficitaria de folatos y entre el 30 y el 50 por ciento no toma la cantidad de vitamina C precisa (cantidad que se puede conseguir con un vaso de 200 mililitros de zumo, y «hay estudios que demuestran que personas después de tomar durante cuatro semanas zumo de fruta (aumentando su cantidad semana a semana), han mejorado el perfil lipídico de todas ellas, así como sus niveles de vitamina C y de ácido fólico». Por lo que tampoco habría que demonizarlos.

LOS ZUMOS QUE MÁS ADELGAZAN O QUE MÁS ENGORDAN

Los zumos por encima de todo son fuentes de vitaminas y nutrientes para nuestro organismo. Los zumos de naranja, pomelo, limón, piña y tomate son fuente de vitamina C; los de naranja, piña y tomate, de potasio, y el zumo de naranja, además, de folato. Este último destaca especialmente por su contenido en compuestos bioactivos, que influyen en el grado de biodisponibilidad del zumo, como los carotenoides (principalmente luteínas y criptoxantinas), polifenoles (especialmente flavononas como la hesperidina y narirutina) y pectina (fibra) con propiedades detox y antienvejecimiento.

Eso sí, a la hora de adelgazar, el doctor Varela Moreiras lo tiene claro, «los zumos de limón, tomate, grosella, pomelo, naranja y manzana son los que menos calorías contienen». entre los zumos que más calorías llevan y pueden hacerte engordar, el experto asegura que «el de cereza, la uva, el mango, la granada, el higo y el plátano son los más hipercalóricos».

EL ZUMO NO NOS SACIA Y ES MEJOR TOMAR LA FRUTA ENTERA

Sí que es cierto que la fruta entera genera mayor sensación de saciedad que el zumo, debido a su mayor contenido en fibra y el tiempo que tardas en ingerirla según los expertos. «Y lo ideal como decimos es consumirla entera y combinarla con otras verduras para llegar a las cinco unidades dejando los zumos para un consumo ocasional y no diario» según el experto en nutrición Rubén Bravo del Instituto Europeo de la Obesidad.

¡OJO CON LOS NÉCTARES Y ZUMOS CONCENTRADOS Y LOS AZÚCARES ESCONDIDOS Y CALORÍAS VACÍAS!

También conviene diferenciar entre zumo de fruta natural, zumo a partir de concentrado y el néctar. «Por ley, el zumo de fruta no puede llevar azúcares añadidos. Tan solo contiene el azúcar presente de forma natural en la fruta, tal y como está establecido en la legislación vigente de la Unión Europea y tampoco se le puede añadir agua, tan solo el aroma, la pulpa y las células que haya perdido con la extracción . En el caso del zumo de fruta a partir de concentrado, se le añade la cantidad de agua extraída al zumo en el proceso de la concentración» apunta Varela Moreiras. El problema es cuando le añades otros ingredientes, agua, azúcares añadidos…

Es el caso de los néctares, «que sí pueden contener azúcar o miel añadida, aunque en teoría y por ley, la cantidad no puede superar el 20 por ciento del peso total del producto acabado. En ellos, además, los azúcares se pueden sustituir total o parcialmente por edulcorantes, y solamente podrá declararse que no se han añadido azúcares a un néctar de frutas si no se le ha agregado ningún monosacárido, ni disacárido, ni ningún elemento utilizado por sus propiedades edulcorantes» concluye el experto.

Nos cuidamos más… Y no nos cuidamos lo suficiente

  • Seis de cada diez personas han reducido la ingesta de grasas o azúcares, pero las tasas de sobrepeso siguen en índices altos
  • Nos preocupa tener una nutrición saludable, pero no sabemos cómo mantenerla o no nos la podemos permitir. El nivel cultural y económico determina la alimentación

El Mundo, por Ruth Diaz

Congreso Europeo sobre la Obesidad, mayo de 2018, Viena. El Dr. João Breda, jefe de la oficina europea de la OMS para la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles, sentencia: «Ya no hay dieta mediterránea». Y en el Sur de Europa se oyó un crac. «Quienes están cerca de la dieta mediterránea son los niños suecos», remata. ¿Pánico? ¿Estupor? La OMS ya alertó en mayo de 2015 de que un 30% de los españoles sufriría obesidad y un 70%, sobrepeso. A la cuna del aceite de oliva, las hortalizas y la fruta se le fue la mano con el azúcar, la sal y las grasas industriales, favoreciendo la epidemia, sobre todo, en más del 40% de menores de Grecia, España e Italia.

Cuatro años más tarde, España se ha esforzado por volver al redil: hasta un 60% de la población declara haber reducido el consumo de grasas y un 61,5% el de azúcares, según el Barómetro Social Observados, obtenido a partir de la colaboración entre EL MUNDO, EXPANSIÓN y Sigma Dos. Pero ¿este cambio en los hábitos alimentarios es suficiente y, sobre todo, adecuado? Considerando en conjunto el sobrepeso y la obesidad, sólo un tercio de los encuestados por Observados reconoce sufrirlas, mientras que la Encuesta Nacional de Salud de 2017 (ENSE) estima que más de la mitad (54,5%) de los adultos tiene exceso de peso. La percepción positiva sobre nuestra salud se mantiene desde hace 30 años, según la ENSE, pero no dejan de aumentar los índices de enfermedades crónicas y de riesgos cardiovasculares en el metabolismo, como la hipertensión, la diabetes o el colesterol alto. Resulta evidente: «Los españoles quieren alimentarse mejor, pero no lo logran». Así acertó en el tiro la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) en 2017, tras indagar en los menús de la población.

«Debemos invertir recursos para favorecer una vida más saludable y de calidad, sobre todo en los desfavorecidos», aconseja Carmen Pérez, presidenta de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC). Las desigualdades de clase afectan como un rodillo a la salud. Según la ENSE, uno de cada diez menores padece obesidad y, mientras en la prole de directores o gerentes afecta al 5’6%, en la de trabajadores no cualificados se triplica (15,4%). «A mayor nivel cultural, la información y los hábitos nutricionales mejoran, pero en niveles inferiores se ha ido a peor», explica Pérez.

La falta de recursos provoca estragos en la alimentación, ya que, pese a los preocupantes indicadores, el 76,5% de los encuestados por Observados admite no haber realizado dieta alguna para perder peso en los últimos años y, aún menos, para prevenir enfermedades: un 81,1% no mantiene ningún hábito alimenticio para tal efecto. De hecho, el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), con 25 años de experiencia, afirma que la preocupación por la nutrición es «estética, en vez de por salud; especialmente, entre mujeres», sobre las que se acentúa la presión. Observados confirma que son ellas las que más reducen grasas (64,5%) y azúcar (63,3%). Y una puntada más: se sigue recurriendo a las dietas milagro, dice Carmen Escalada, nutricionista de IMEO.

Las más nocivas son «las restrictivas e hipocalóricas; las monodietas a base de sirope de savia, limón, manzana o piña y la citogénica o keto dieta no supervisada, como la Atkins o Dukan«, explica la nutricionista Estefanía Ramo, también de IMEO. Con las tres, la pérdida de peso es rápida, pero, de regalo, hay que lidiar con el temido efecto rebote, bajadas de tensión, anemia o pérdida de masa muscular y, a lo peor, con la agudización de posibles trastornos como la anorexia y la bulimia e, incluso, con ataques cerebrovasculares o cardíacos.

«Es importante contar con el apoyo y consejo de un dietista-nutricionista», recalcan desde IMEO, inclusive siendo vegetariano o vegano. Ambos regímenes suponen menos colesterol y grasas saturadas y, por tanto, menor peligro cardiovascular. Pero la falta de proteína animal debe sustituirse por la vegetal (de ahí que el tofu sea el rey); cuidar el déficit de hierro y añadir suplemento de vitamina B12, pues, si se suprimen todas las fuentes de origen animal (huevos, lácteos o miel) aparecerá la anemia y el daño del sistema nervioso.

En el otro extremo de la báscula, la dieta paleo, tan cárnica y potenciadora de proteínas magras y vegetales y de grasas saludables (las mono y poliinsaturadas), tampoco es la panacea. Reduce el colesterol y protege frente a dolencias degenerativas, pero sólo es apta para deportistas: mantiene la masa muscular, pero camufla el riesgo de afecciones crónicas. Todo régimen varía en función del sexo, hábitos de ejercicio, patologías… «La mejor dieta es no hacer dieta», concluye Carmen Escalada. «Una alimentación saludable y adoptar la dieta mediterránea», precisa.

Un te lo dije, en toda regla, del Dr. João Breda de la OMS. En Viena, demandó: «Hay que recuperar la dieta mediterránea». Y si ésta, además, es sostenible, la reivindicación última de plataformas por la transformación del sistema alimentario, como la Fundación EAT, mejor que mejor. «Productos de proximidad, lo más frescos posible y de temporada», especifica Carmen Pérez, presidenta de SENC. Ese es el futuro.

¿Puedo saltarme la dieta una vez a la semana para hincharme a hamburguesas?

La controversia está servida sobre la moda de las ‘cheat meals’ y los ‘cheat days’

Buena Vida El País, por Ángeles Gómez Lopez

Que el mundo tiene un problema con el exceso de kilos es de sobra conocido y los datos lo demuestran: más de 1.900 millones de personas tienen sobrepesoSolo en España, el 61% de la población supera el límite considerado normal (el 39,3 tiene sobrepeso y el 21% es directamente obesa), apunta el Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE). Esta realidad, unida a la presión social por la imagen y la moda por lo healthy ofrece un campo abonado para que proliferen todo tipo de dietas (la mayoría con escaso rigor científico), que a menudo utilizan reclamos del tipo «sin pasar hambre», «variada» o «no aburrida» para captar adeptos.

Ponerse a dieta es sinónimo de sacrificio. Por eso, muchas personas abogan por hacer pequeñas transgresiones que alivian el rigor, aunque después de esas licencias suene la voz de Pepito Grillo martilleando la conciencia. Un ejemplo son los conocidos como cheat day (día trampa) y cheat meal (comida trampa), que consisten en saltarse la dieta durante una comida o un día para comer todo aquello que nos apetezca, aunque no sea saludable.

«El concepto se introdujo como compensación gratificante durante un día o una comida en un escenario de una dieta hipocalórica», describe Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad(SEEDO) y miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (Ciberobn). La idea es que esta estrategia incremente la motivación para llevar una dieta hipocalórica el resto de los días, pero «no hay ninguna evidencia científica que demuestre que esta forma de actuar incremente la pérdida de peso o la motivación«, añade Tinahones.

¿Hay una relación entre las «comidas trampa» y los desórdenes alimentarios?

El concepto no procede del mundo de la medicina ni del de la nutrición, sino del fitness, indica José Manuel Moreno, director de la revista Nutrición Hospitalaria, y aclara que en lugar de llamarlo «comida trampa» o «día trampa» y prefiere hablar de hacer excepciones: «Trampa suena a engaño, a falta de compromiso, y ese no es el propósito de hacer un día o una comida diferente».

De hecho, un estudio publicado en Psychology&Health ha comprobado que hay personas que perciben esa recompensa como algo negativo y ese sentimiento de culpa puede conducir a pérdidas de autocontrol respecto a la comida. Otro trabajo en Appetite encuentra una fuerte correlación (mayor en los hombres que en las mujeres) entre la participación en comidas trampa y los síntomas de trastornos alimentarios y atracones, aunque sin repercusiones psicológicas o clínicas.

Para Moreno “en cualquier régimen de alimentación saludable hay cabida para que un día o en una comida se pueda hacer una excepción sobre la dieta habitual. El problema está en la falsa imagen que se ofrece de las cheat meal a través de las redes sociales, que tienden a idealizar su empleo en el contexto de personas muy comprometidas con la mejoría de su imagen o forma física que las conciben como una recompensa psicológica, sin demostrar potenciales repercusiones clínicas».

«No existe un beneficio en seguir una dieta tan restrictiva que nos obligue a romperla»

La falta de evidencia científica sobre las consecuencias de las comidas trampa lleva a los expertos a poner en cuarentena los mensajes que llegan alrededor de esta estrategia. Por ejemplo, ¿tiene algún impacto sobre las hormonas que regulan el apetito? Bartolomé Burguera, director del Programa de Obesidad de la Clínica Cleveland, en Ohio (Estados Unidos) reconoce que «existe la creencia de que las dietas con trampa, al permitir una comida con cierto exceso, conllevan un aumento de los niveles de leptina [una de las hormonas reguladoras del apetito; cuanto más alto su nivel, menor el hambre] que podrían alterar la tasa metabólica basal, pero no está demostrado». Por el contrario, existe evidencia científica de que «la pérdida de peso va asociada a una disminución de la tasa metabólica basal derivada del esfuerzo [del organismo] por conservar reservas», añade.

Burguera afirma que «no existe un riesgo significativo en el hecho de permitirse una comida menos restrictiva una vez a la semana; de la misma forma no existe un beneficio claro en seguir una dieta tan restrictiva que nos cause la necesidad imperiosa de romperla un día».

Coincide con el director de la revista Nutrición Hospitalaria en que las comidas trampa pueden ser útiles en deportistas que tienen que alcanzar unos objetivos en un momento puntual, pero «para la población en general no considero que sean eficaces a largo plazo ni hay ninguna evidencia que lo demuestre», y lanza un aviso: «Esa comida semanal donde no existe control lleva obviamente asociada una ingesta extra de calorías que pueden compensar la restricción que se ha llevado a cabo durante el resto de la semana, sin además causar ningún beneficio asociado a un incremento en la tasa metabólica basal».

No abusar de las grasas saturadas en los días «trampa»

Después de esta declaración parece difícil defender esta estrategia, pero el dietista-nutricionista Rubén Bravo, portavoz del IMEO ofrece una propuesta conciliadora: «Disfruta de tu comida trampa, degusta ese plato que habitualmente no puedes comer». Pero que quede claro que ha dicho comida y no día trampa: «Es muy importante aclarar que se trata de una sola comida y no un día entero, pues lo que inicialmente puede ser un método que ayude a desestresar de una dieta muy estricta, podía convertirse en una falta de control, que provoque altos niveles de ansiedad y potencie un proceso de comedor compulsivo».

Tampoco podemos venirnos arriba y llenar el plato de grasas saturadas. En su opinión lo mejor es aprovechar para comer carbohidratos y enumera algunos de los platos que le parecen válidos: «Una hamburguesa completa con patatas y de postre una porción de bizcocho; paella; tortilla de patata; un buen bocadillo de jamón; fajitas de trigo y carne, dos huevos fritos para mojar pan; un plato de pasta o una buena ración de lasaña; una pizza casera, o ensalada campera».