Cuidado con el queso rallado: a veces es otra cosa

Al buscar uno para hacer pizza o pasta caseras, es importante buscar la palabra ‘queso’ en el etiquetado. Si no está presente, probablemente estemos ante un producto totalmente diferente

Alimente El Confidencial, por Ana Durá

Nos proponemos preparar una pizza casera. Todo parece perfecto y de lo más saludable. Solo nos falta el queso. Tenemos prisa, así que cogemos el primer rallado que vemos… et voilà, acabamos de arruinar un estupendo plato con algo que, desde luego, no es queso.

Ya en 2014, la OCU lanzó el aviso de que este producto era un impostor, pues “no todos los quesos rallados están elaborados únicamente a partir de queso”, asegura. Así, este organismo explica en un informe que “hay productos elaborados a partir de una mezcla de queso natural con otros ingredientes como la mantequilla, las proteínas de leche, las sales fundentes, los conservantes o los almidones”.

Restos de excedentes y piezas defectuosas

Parece que poco o nada queda de la filosofía empresarial que en principio encontrábamos en estos productos, pues con ellos se pretendía dar salida a los restos, los excedentes y las piezas defectuosas que no se podían vender. Según recalcan en la OCU, estos ‘quesos‘ han evolucionado hasta un “producto final en sí, elaborado ex profeso para fundirse, gratinarse y proporcionar un agradable sabor a una amplia variedad de platos”.

A veces, podemos toparnos con ingredientes tan sorprendentes como el aceite de palma, que es el rey de la ubicuidad. Moisés Chacón, autor de ‘No + aditivos’, asegura en su vídeo dedicado a este tema que si “no nos fijamos bien en los ingredientes, en vez de queso rallado puede que acabemos comprando virutas de grasa de palma. Para evitar este tropiezo, debemos evitar las denominaciones genéricas como ‘rallado’ y buscar siempre en la etiqueta la palabra queso». Chacón asegura también que en los supermercados podemos encontrar tres tipos de rallado: queso, queso fundido y sucedáneo de queso. “Lamentablemente, la legislación permite que bajo denominaciones tan genéricas como rallados para pizza se vendan otros productos que no tienen nada de queso. En realidad, no están mintiendo porque en ningún momento utilizan la palabra queso, hablan de rallados, pero resulta evidente que la mayoría de los que lo adquieren creen estar comprando queso rallado”, añade.

Según la OCU, la industria aprovechaba los excedentes del queso o piezas defectuosas

Siguiendo esta tendencia, nos topamos con marcas que usan grasa de palma y hasta nueve aditivos distintos para que esta “cosa”, subraya Chacón, parezca queso. Y lo peor es que no es el único caso donde el fabricante busca únicamente “ahorrarse materia prima de calidad”, concluye el experto. Por lo tanto, su consejo es, una vez más, que adoptemos la costumbre de leer el etiquetado de los productos. Un hábito que evita desagradables sorpresas, pero que solo practica uno de cada tres consumidores.

Otra manera sabia de esquivar estos sucedáneos es la que nos propone la OCU, que anima a comprar el queso en cuñas o trozos. “Rallar el queso en casa no es tan cómodo como comprarlo ya preparado, pero suele ser la opción más sabrosa. Y el sobrecoste no es demasiado elevado: 11 euros/kg si compra el emmental en trozos, por los 8,80 euros/kg del emmental ya rallado. Además, nos proporcionan un buen truco por si acaso nos excedemos rallando y nos sobra una pequeña cantidad que, obviamente, no debemos tirar», aconseja. Asimismo, la OCU recomienda «congelar la parte del queso recién rallada que haya sobrado, evitaremos que se enmohezca. De hecho, se puede congelar la pieza entera y rallarla así, es incluso más cómodo; y las pequeñas hebras se funden en un instante».

Lamentablemente, este último consejo resulta un tanto discutible, pues aunque los expertos de la Agencia de Alimentos Británica (FSA) aseguran que «se puede congelar casi todo», ciertos alimentos pierden cualidades en el proceso y el queso es uno de ellos. Bajo esta premisa, los quesos más tiernos son los más aptos para su congelación; los curados, en cambio, no.

Celulosa en el queso

Según un estudio realizado por el medio Bloomberg News, muchos de estos quesos rallados llevan celulosa, un derivado de la madera que evita el apelmazamiento del queso. En realidad, no pasa nada siempre que no exceda el límite establecido pero, al parecer, algunas de marcas lo rebasan con creces.

En Estados Unidos, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) autoriza la inclusión de este aditivo, siempre y cuando no supere un determinado porcentaje del producto. En España, también se emplea la celulosa -E460- para la elaboración de rallados, además de otros muchos productos.

Queso entero, el colmo del sabor

Sin embargo, si no queremos perdernos nada del sabor de un buen queso, los cánones mandan que no lo compremos rallado. Según argumentan en la web Gastronomía y Vino, recurrir al queso rallado -cuando es auténtico- es un hábito en el que todo el mundo incurre, sobre todo con variedades como el parmesano y el pecorino. No obstante, este formato provoca que desperdiciemos gran parte del producto. “En ese estado, todas las partículas del queso están más expuestas al aire, a diferencia de si estuviera completo. Por eso, pierde mucho más rápido sus características y no se pueden apreciar esos ricos sabores y la textura que adquirió durante el proceso de maduración”, detallan.

Olvídate de estos alimentos: pueden causar cáncer

El American Institute of Cancer Research (AICR) ha hecho advertencias sobre la mala alimentación y el cáncer, recomendándoles a todos reducir o evitar el consumo de ciertas comidas y bebidas que en la actualidad están invadiendo el mercado. 

Informe21
nugget-500x339Es muy preocupante que muchas personas intenten justificar sus malos hábitos de vida con la popular frase “todo causa cáncer”.

Esta es cada vez es más común entre las personas por el hecho de que se viene advirtiendo de que muchas cosas que forman parte del estilo de vida moderno puede aumentar el riesgo de padecer esta enfermedad.

Lo cierto es que hay investigaciones científicas que sustentan muchas de esas advertencias y, aunque aún faltan más evidencias, se ha podido determinar que hay algunos alimentos comunes en la dieta que pueden aumentar el riesgo de sufrir alguno de los tipos de cánceres, ya que sus compuestos tienen un efecto negativo en el organismo.

Organismos genéticamente modificados (GMO)

Los transgénicos están invadiendo el mercado y las dietas, a pesar de que se ha comprobado que tanto los GMO como los productos químicos que se utilizan para su cultivo son causas potenciales de tumores en el organismo.

El interés de la industria alimentaria y las grandes compañías del mundo son los que han llevado estos alimentos a la mesa del consumidor, disfrazándolos de frescura y, sobre todo, mejor precio.

Entre los alimentos transgénicos más comunes se destacan:

Alimentos a base de maíz

Soja y sus derivados

Canola convencional (Colza)

Tomates

Carnes procesadas

Los cárnicos procesados como, por ejemplo, las mortadelas, tocino o salchichas, entre otros, contienen conservantes químicos que los mantienen frescos y atractivos para el consumidor, pero que también pueden provocar cáncer.

El nitrito y el nitrato de sodio hallados en este tipo de alimentos son los responsables del mayor riesgo de cáncer de colon y otros tipos de cánceres.

Por esta razón, a la hora de comprar este tipo de productos, lo mejor es asegurarse de que sea carne curada sin nitratos y, en lo posible, de una fuente animal alimentada con pasto.

Harina blanca refinada

Este ingrediente está presente en la mayoría de alimentos procesados, pero también está presente en muchas otras comidas que son comunes en la dieta y por esto, la preocupación ha aumentado, ya que las personas están excediendo su consumo de hidratos de carbono.

Un estudio publicado en la revista Cancer Epidemiology reveló que el consumo excesivo de hidratos de carbono puede aumentar hasta un 220% el riesgo de cáncer de mama en las mujeres.

Además, por ser alimentos de alto índice glucémico, incrementan los niveles de azúcar en la sangre y, por ende, alimenta las células cancerosas.

Azúcares refinados

Su dulce sabor lo ha convertido en un alimento muy adictivo que es casi imposible eliminar por completo de la dieta.

Este producto tan común está asociado con el crecimiento de las células cancerígenas, ya que las ayudan a metabolizar y proliferar en el organismo, reduciendo los efectos de los medicamentos para combatir la enfermedad.

Los azúcares refinados están presentes en alimentos como:

Jarabe de maíz de alta fructosa

Galletas
, tortas, pasteles

Refrescos, jugos

Salsas

Cereales

Alimentos salados

Las comidas saladas o conservadas con sal están relacionadas con el mayor riesgo de cáncer de estómago y de la nasofaringe.

Los expertos en salud se preocupan mucho por el consumo de este ingrediente ya que, además de estar presente en muchas mesas y cocinas, también forma parte de muchas comidas que se incluyen de forma habitual en la dieta, lo que se traduce en un exceso.

Lo peor es que, además de aumentar el riesgo de cáncer, la sal también está relacionada con el mayor riesgo de problemas cardiovasculares.

La recomendación es reducir al máximo el consumo de sal y verificar la cantidad que contienen los productos elaborados y conservados que se adquieren en el mercado.

Aceites hidrogenados

Por lo general este tipo de productos son utilizados en la conservación de alimentos procesados y con el fin de mantenerlos estables.

El problema es que ya está demostrado que este tipo de grasas alteran la estructura y la flexibilidad de las membranas celulares en todo el cuerpo, lo que conduce a enfermedades crónicas como el cáncer.

En la actualidad muchos fabricantes están sustituyendo poco a poco estos aceites por otros más seguros, como el aceite de palma.

No obstante, a pesar de esto, los hidrogenados siguen siendo los más utilizados en la fabricación de procesados.

Fuente: Mejor con salud

AJV

Los 12 aditivos más perjudiciales de alimentos que comemos todos los días

Las familias consumen diversos alimentos empacados y procesados durante el día. Son convenientemente portables y permanecen frescos por mucho tiempo (gracias a los conservadores)

glutamato
Los aditivos que ponen en los alimentos procesados para hacer que se vean y sepan mejor, incluyen grandes cantidades de sal, grasas, azúcar, por decir algunos que se puedan pronunciar. Estos aditivos, sin embargo, tienen un precio que incluye efectos secundarios, alergias, cinturas agrandadas, disminución en la absorción de los minerales y vitaminas, cáncer, esclerosis múltiple y más.

Abajo está la lista de los 12 aditivos más perjudiciales que hay. No tienen ningún orden en particular.

1. Endulzantes artificiales: Los endulzantes artificiales son una combinación de químicos que existen para hacer más dulces los alimentos sin las calorías del azúcar. La mayoría de los endulzantes artificiales tienen efectos secundarios y el desglose químico en el cuerpo puede ser tóxico. Adicionalmente, en combinación con otros aditivos como los colorantes artificiales, estos endulzantes tienen un efecto más potente en las células del sistema nervioso y la función de los neurotransmisores. Los endulzantes artificiales están ligados a más de 90 efectos secundarios.

2. Azúcar refinada: La gente en Estados Unidos consume de 150 a 175 libras de azúcar por año. En otras palabras la gente está consumiendo media taza de azúcar al día y la mayoría ni siquiera se da cuenta. Debido a su naturaleza adictiva y al hecho de que se puede encontrar virtualmente todos los alimentos procesados, (excepto los que dicen) “libre de azúcar”, nosotros “subsistimos” en azúcar. El gran consumo de azúcar y su correspondiente efecto en la elevación del nivel de insulina causan sobrepeso, hinchazón, fatiga, artritis, migrañas, bajo funcionamiento inmunológico, obesidad, caries, y enfermedades cardiovasculares. También interrumpe la absorción de los nutrientes, provoca osteoporosis, depresión, síntomas premenstruales y estrés.

3. Glutamato monosódico (MSG): MSG es una excitotoxina usada para extraer el sabor en los alimentos. Las excitotoxinas son toxinas que se unen a ciertos receptores (Ej., ciertos receptores glutamatos). De acuerdo con Dr. Russell Blaylock, un autor y neurocirujano, las excitotoxinas pueden causar que las neuronas más sensibles mueran. Algunas personas experimentan otros efectos secundarios como jaquecas, piel irritada, somnolencia, y problemas respiratorios, digestivos, circulatorios y coronarios.

4. Colorantes artificiales: Los colorantes artificiales son químicos sintéticos que no ocurren en la naturaleza. Muchos son derivados del alquitrán de hulla y pueden contener hasta 10 partes por millón de arsénico y aun así ser reconocidos como seguros por la FDA. Los colorantes artificiales pueden causar reacciones alérgicas e hiperactividad y déficit de atención en los niños, también pueden contribuir a desórdenes de la vista y de aprendizaje o causar daño nervioso.

5. BHA y BHT: BHA y BHT bloquean el proceso de “arranciamento” del aceite. Estos aditivos afectan el sueño y el apetito y están asociados con daño renal y hepático, pérdida del cabello, problemas de comportamiento, cáncer, anormalidades fetales y retardo en el crecimiento.

6. Nitrato y Nitrito de Sodio: El Nitrato y Nitrito de Sodio son conservadores que se añades a productos alimenticios procesados. Estos componentes se transforman en agentes causantes de cáncer en el estómago llamados nitrosaminos. Notables efectos secundarios incluyen jaquecas, nauseas, vomito y mareos.

7. Cafeína: La Cafeína es un estimulante adictivo que se encuentra en gaseosas, chicle, pastillas dietéticas y analgésicos; el café, el té y la cocoa la contienen de manera natural. La Cafeína causa excreción del calcio de los huesos, que lleva a la osteoporosis e incrementa la infertilidad.

8. Olestra (Olean): La Olestra es un sustituto de grasa libre de calorías usado como ingrediente en snacks y botanas. Inhibe la absorción de algunas vitaminas y otros nutrientes. También puede causar diarrea y goteo anal.

9. Aceite Vegetal Brominado (BVO): El Aceite Vegetal Brominado es utilizado para mantener en suspensión los aceites saborizados en las gaseosas. Se almacena como grasa en el cuerpo y con el tiempo se puede acumular. Este aditivo interfiere en la función reproductiva y defectos de nacimiento. Ha sido vetado en 100 países.

10. Aceite Vegetal Parcialmente Hidrogenado: El aceite vegetal parcialmente hidrogenado es fabricado al hacer reaccionar aceite vegetal con hidrógeno. Cuando esto ocurre, el nivel de aceites poliinsaturados (grasa buena) se reduce y se forman grasas trans. Están asociados con enfermedades cardíacas, cáncer de mama y colon, arterioesclerosis y colesterol elevado.

11. Pesticidas: Cada año se añaden más de 2 billones de libras de pesticidas a nuestra fuente alimenticia. Esto es 10 libras por persona por año. Muchos pesticidas utilizados en el mundo son cancerígenos. La acumulación de pesticidas en el organismo reduce nuestra habilidad para resistir organismos infecciosos, daña la fertilidad y contribuye a pérdidas de embarazos y defectos de nacimiento. Además de que reduce el contenido vitamínico de los productos.

12. Organismos Genéticamente Modificados (GMOs): GMOs son plantas o animales a los que se les modificó el ADN. En USA, la mayoría del maíz, frijol de soya, algodón y cultivos de canola están genéticamente modificados y una o más de estas se encuentran en casi todos los alimentos procesados. No ha sido comprobado que los GMOs sean seguros y algunos estudios muestran que disminuyen la inmunidad a las enfermedades en plantas y humanos, pueden causar resistencia a los antibióticos y pueden tener un impacto negativo en las funciones genéticas. Las plantas que han sido genéticamente modificadas para resistir enfermedades, pesticidas e insecticidas pueden disminuir la necesidad de usar estos fuertes químicos en un principio, pero a la larga pueden construir una resistencia y por ello requerir mayores cantidades de químicos que al principio. Es muy pronto para concluir los efectos; no se cuenta con evidencia a largo plazo todavía.

Fuentes: Mamanatural.com.mx / Informe21

La obsesión por la comida sana puede causar ortorexia

Orígenes

La ortorexia es un término moderno creado a finales del siglo XX para definir la obsesión patológica de una persona por la comida saludable. La palabra viene del griego orthos, «correcto», y orexis, «apetito» y es un símil de anorexia, «sin apetito». Muchas veces, culpable para esta conducta poco sana es la obsesión por una mejor salud o el temor a ser lentamente envenenado por los colorantes y conservantes de las industrias alimentarias. 

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) esta enfermedad afecta al 28% de la población mundial, tiene más incidencia en mujeres y adolescentes y en deportistas que practican el atletismo y el fisicoculturismo. Algunos estudios aseguran que sus precedentes son el culto al cuerpo, la obsesión por las dietas y el temor a la comida tratada con productos artificiales. Los seguidores de estas malas prácticas suelen estar aislados socialmente y jamás acuden a restaurantes o a reuniones que impliquen comer en casas o sitios públicos que no garanticen una alimentación sana. Eso sí, a veces llevan su propia comida, lo cual crea malestar y distanciamiento con los anfitriones.

Se trata de un trastorno obsesivo-compulsivo perjudicial para la salud que en algunos casos podría causar la muerte. El perfil de un paciente que padece ortorexia se caracteriza con extrema obsesión por una alimentación que él mismo considera saludable. Son personas que emplean más de 3 horas para organizar su dieta. La alimentación sana les aumenta su autoestima y para esto están dispuestos a renunciar los  alimentos que les gustan. Se evitan ciertos alimentos, sobretodo los que contienen grasas, conservantes o productos animales y se corre el riesgo de tener una mala alimentación o incluso desnutrición debida a descompensación por falta de proteínas y minerales, carencia o exceso de vitaminas. Como consecuencias dañinas de esta conducta aparecen las anemias, hipervitaminosis o hipovitaminosis y carencias de oligoelementos, como cobre, hierro, cinc, yodo, etc. En algunos casos la obsesión excesiva por comer sano puede derivar en dolencias más graves como hipotensión y osteoporosis, depresión, ansiedad e hipocondría.

Las personas que padecen esta enfermedad suelen evitar los productos con preservantes que consideran «peligrosos», los alimentos industriales o prefabricados que tachan de  «artificiales». Únicamente son tolerados los producidos biológicamente «saludables», dando prioridad a la fruta y verdura ecológica. A diferencia de las personas que nos son enfermos, los ortoréxicos nunca interrumpen su dieta, ni siquiera en ocasiones especiales. Excluyen de la dieta carnes rojas, huevos, harinas, lácteos, azúcares, grasas y los alimentos tratados con herbicidas o pesticidas, pero sin el debido reemplazo de los alimentos necesarios para el correcto funcionamiento del organismo. Leen de forma atenta las etiquetas con los valores nutricionales e ingredientes de los productos. En estos casos también se observa realización de purgas para purificarse y desintoxicarse muy seguido.

Algunos ortoréxicos convierten en ritual la preparación y conservación de los alimentos: algunos se niegan a cortarlos para no estropear su aura; otros sólo admiten vajillas y utensilios de madera; terceros los mastican una número exacto de veces antes de tragarlos… Invierten su jornada en planificar al milímetro las comidas, examinan y comparan etiquetas, llevados por un miedo que limita con la paranoia.

Este tipo de pacientes suelen experimentar ataques de ansiedad, nerviosismo, estrés, frustración o deseos fuertes de comer con cada cambio emocional. Para seguir el régimen, hacen prueba de una gran fuerza de voluntad, pero si rompen los votos y sucumben a la tentación de los alimentos prohibidos, se sienten culpables y corrompidos. Este comportamiento es similar al de las personas que sufren anorexia o bulimia nerviosa, sin embargo, los anoréxicos y bulímicos se preocupan por la cantidad de comida que consumen, mientras que los ortoréxicos se obsesionan con la calidad de la misma, fomentada de forma excesiva por los medios de comunicación.

Tratamientos realizados en el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO)

Una dieta saludable debe ser aquella que contenga todo tipo de nutrientes: proteínas, hidratos de carbono y grasas, restringiendo siempre las que son saturadas. Y hacia ese equilibrio se dirige el tratamiento de la ortorexia. Su finalidad, además de tratar los posibles trastornos emocionales, será que la persona analice y supere sus creencias erróneas sobre lo que considera una alimentación sana con la intención de que consiga modificar sus pautas.

En primer lugar el tratamiento intenta abastecer las necesidades nutricionales del organismo, aportando de forma progresiva los alimentos básicos hasta que el enfermo recupere el peso adecuado y la salud en general. Paralelamente, se recomienda un tratamiento psicológico con el fin de desterrar la obsesión por la comida sana.
Para remediar el estrés y la ansiedad, también se podrían aplicar terapias de apoyo como la biorresonancia que permite equilibrar el funcionamiento emocional, corregir los pensamientos negativos y positivizar los traumas acumulados a nivel inconsciente. La magnetoterapia asistida combinada con técnicas de relajación también es muy útil para mitigar el estrés, la fatiga o los estados depresivos.