Edulcorantes artificiales: con moderación hasta que se conozcan mejor sus efectos fisiológicos

A pesar de que todavía no se sabe a ciencia cierta (y con evidencia científica) cómo actúan los edulcorantes de origen artificial en el organismo y si acarrean riesgos o no, los expertos consultados por CF aconsejan una ingesta controlada de estas sustancias. Algunas investigaciones apuntan que las bebidas edulcoradas artificialmente podrían traer consigo riesgos antes achacados al propio azúcar, como es la obesidad. Así que, contención hasta nueva orden.

Correo Farmacéutico (número 2-9 de agosto), por Ana Callejo Mora

Para algunas personas un sobre de ázucar va acompañado de una señal de stop. En su lugar suelen elegir entre las variantes que existen en el mercado de edulcorantes artificiales (ver cuadro). Si estos productos son más sanos o no es algo que ha sido, y será, ampliamente debatido. Ahora, un artículo de opinión publicado en la edición electrónica de Trends in Endocrinology&Metabolism y firmado por Susan E. Swithers, profesora de Neurociencias del Comportamiento de la Universidad de Purdue, en Indiana (Estados Unidos), revisa -lo que la autora llama- “el lado oscuro” de los edulcorantes artificiales.

“El consumo de bebidas endulzadas con azúcar ha sido ligado a obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. Como resultado, la mayoría de estadounidenses ha pasado a consumir edulcorantes artificiales. Sin embargo, algunos estudios en humanos han mostrado que las bebidas con estos edulcorantes también se asocian a estas patologías”, destaca la  profesora de la citada universidad.

Los expertos consultados por CF afirman no tener una opinión completamente conformada al respecto, puesto que es un tema controvertido y sobre el que todavía no existe evidencia científica. Además, “el de los edulcorantes dietéticos es un asunto muy nuevo como para poder hacer una recomendación. Sí podemos decir que debemos tomarlos con moderación hasta que se conozcan mejor sus efectos fisiológicos”, comenta Marta Garaulet, catedrática de Fisiología y Bases Fisiológicas de la Nutrición de la Universidad de Murcia.

“Son necesarios ensayos clínicos prospectivos bien controlados en los que se demuestre con mayor nivel de evidencia que las bebidas con edulcorantes artificiales son nocivas”, añade Dolores Corella, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia. Es más, un artículo publicado el pasado julio en Nutrition Reviews por un grupo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos, “concluye que no existe mayor riesgo para la salud debido al consumo de bebidas edulcoradas con edulcorantes artificiales”, dice Corella.

Otro estudio de este año, publicado en American Journal of Clinical Nutrition por la científica española Carmen Piernas junto con el profesor Barry Popkin, en la Universidad de Carolina del Norte, “ha demostrado que si se sigue una dieta para adelgazar controlada en calorías, aquellos individuos a los que se les permite ingerir bebidas edulcoradas toman menos energía en forma de postre que aquellos que sólo pueden beber agua”, resume Garaulet.

En el caso de los diabéticos y prediabéticos, el uso de edulcorantes bajos o sin calorías “puede facilitarles el control de sus niveles de glucosa y la pérdida de peso”, según plasma Craig Johnston, de la Facultad de Medicina de Baylor (Houston), en un artículo publicado en el último número de US Endocrinology.

ALTERACIÓN CEREBRAL

Volviendo al lado oscuro, “las personas que regularmente consumen edulcorantes artificiales muestran patrones de activación alterados en los centros de placer del cerebro en respuesta al sabor dulce, lo que sugiere que estos productos no satisfacen el deseo de dulces”, explica Swithers. Igualmente, apunta, “estudios en ratones y ratas han demostrado que el consumo de edulcorantes no calóricos disminuye la respuesta fisiológica al sabor dulce, provocando que los animales se atiborren de comida rica en calorías y dulce”. Dicho esto, quizás en el día a día, señala Garaulet, “en la dieta habitual, las bebidas edulcoradas no sean de utilidad, ya que a la larga sí producen una compensación de la ingesta energética”.

Rubén Bravo, director del Departamento de Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad  (IMEO), también da la razón a este razonamiento del artículo de opinión de Trends in Endocrinology&Metabolism. “Vivimos en una sociedad con sobresaturación gustativa alimentaria, que ha educado a nuestras papilas gustativas a que todos los alimentos posean un sabor intenso y predominante, que ha anestesiado el gusto por los matices y el sabor de un alimento natural”.

Bravo prosigue diciendo que “si nos centramos en los sabores dulces y en las bebidas edulcoradas, rápidamente me viene a la cabeza la tendencia de encontrarnos en consulta a pacientes a los que no les gusta el agua y necesitan que todas sus bebidas y comidas del día lleven uno u otro sabor. De aquí, las frecuentes dicciones hacia las bebidas de cola o similares en personas con sobrepeso u obesidad”.

El miembro del IMEO comenta que los estudios que muestran la repercusión que determinados alimentos tienen sobre las hormonas y neurotransmisores “comienza a evidenciar cómo el abuso de los edulcorantes y endulzantes de sabores intensos provocan picos de insulina y dopamina en el consumidor, sumiéndole, durante un breve periodo de tiempo, en una sensación agradable de plenitud y actividad, que se tornará en fatiga y tristeza en cuanto la insulina y dopamina caigan vertiginosamente, obligando al consumidor a buscar una nueva dosis”.

En definitiva, para Garaulet, “hay muchos factores que pueden estar influyendo en la respuesta a las bebidas edulcoradas. En la Universidad de Harvard estamos viendo que la hora a la que se consumen podría cambiar su efecto sobre nuestra fisiología”.

EN 5 IDEAS

1. SUPLANTAR EL AZÚCAR

El consumo de bebidas con azúcar se ha ligado a obesidad, diabetes tipo 2 y síndrome metabólico. Por ello, la mayoría de estadounidenses consume ahora edulcorantes artificiales.

2. ASUNTO AÚN MUY ‘VERDE’

El asunto de los edulcorantes dietéticos es todavía muy nuevo como para poder hacer una recomendación. Son necesarios ensayos clínicos prospectivos con más evidencia.

3. POSIBLE UTILIDAD EN DIETA

Según la Universidad de Carolina del Norte, en una dieta para adelgazar controlada en calorías los individuos que pueden ingerir bebidas edulcoradas toman menos postre.

4. RESPUESTA ALTERADA

Los que suelen tomar edulcorantes artificiales muestran patrones de activación alterados en los centros de placer del cerebro en respuesta al sabor dulce, no satisfaciendo su deseo.

5. SATURACIÓN DEL GUSTO

La sobresaturación gustativa educa a las papilas gustativas a que todos los alimentos posean un sabor intenso, lo que anestesia el gusto por el sabor de un alimento natural.

CÓMO Y CUÁNTO ENDULZAN LA VIDA LOS SUSTITUTOS DEL AZÚCAR

Tipos de edulcorantes artificiales que se utilizan en lugar de los endulzantes con azúcar.

El aspartamo es una combinación de fenilalanina y ácido aspártico, que son dos aminoácidos.
El aspartamo es 220 veces más dulce que el azúcar y pierde su dulzor cuando se expone al calor. Se ha estudiado bien y no ha mostrado ningún efecto secundario serio.

La sucralosa es 600 veces más dulce que el azúcar.  Es termoestable, lo cual significa que no se descompone al cocinarse u hornearse. Se emplea en muchos alimentos y bebidas dietéticas.
La sucralosa también se encuentra en la goma de mascar, postres de leche congelados, jugo de fruta y gelatina. También se utiliza como un edulcorante para agregar a los alimentos en la mesa.

La sacarina es de 200 a 700 veces más dulce que el azúcar.
Se emplea en muchos alimentos y bebidas dietéticas. Puede tener un sabor amargo o saborcillo metálico en algunos líquidos.
No se utiliza para cocinar ni para hornear.

La stevia, un edulcorante no calórico, se obtiene de la planta Stevia rebaudiana, que se cultiva por sus hojas dulces.
Comúnmente se conoce como hierba dulce, hierba de azúcar o simplemente estevia.
El extracto de la stevia rebaudiana está aprobado como un aditivo para alimentos y se considera un suplemento dietético.

El acesulfamo K es un edulcorante artificial.
Es termoestable y puede usarse para cocinar y hornear. También está disponible como edulcorante de mesa.
Está aprobado por la FDA y se usa junto con otros edulcorantes, tales como la sacarina, en bebidas carbonatadas y otros productos bajos en calorías.

El neotamo es un edulcorante artificial usado en muchos alimentos y bebidas dietéticas.

Los ciclamatos son 30 veces más dulces que el azúcar.
Están prohibidos en Estados Unidos debido a que en el año 1970 se demostró que causaban cáncer de vejiga en animales.

Dietas: el cuento de nunca acabar

 

La batalla contra los kilos puede ser un infierno, una condena de por vida, aunque sólo si nos empeñamos en creer en milagros. Perder peso no es tarea fácil, pero tenemos las de ganar siempre que la dieta sea el inicio de una nueva vida

La Vanguardia.com

Atisbamos el verano en el horizonte. O empieza septiembre y en la tripa aún dan vueltas los pinchos, las cervezas, los helados, los aperitivos. O hemos convertido las Navidades en una comilona sinfín. O hemos dejado de fumar. O estamos estresados. Las circunstancias son variadas, pero el resultado, el mismo. Nos hemos puesto encima dos, tres, cinco, hasta diez kilos en un año. Y vamos por la vida cargando con ellos, como si cada día al salir de casa nos pusiéramos en la espalda una mochila que pesa exactamente esa cantidad; más lo que nos abruma el tener que acarrear con ella. Porque al sobrepeso que nos marca esa báscula cruel (las hay hasta con voz), se unen el abatimiento al comprobar que la ropa ya no nos sienta bien o el miedo cuando la tensión arterial ha subido peligrosamente o los triglicéridos se han desmadrado dentro de nuestro cuerpo. Entonces tomamos la decisión: nos ponemos a dieta, a plan, a régimen. Y estamos dispuestos a cualquier cosa, a tenor de algunos estudios que indican que 8 de cada 10 personas que quieren perder peso acuden a las dietas milagro, métodos que prometen resultados rápidos y que muy pocas veces son eficaces, como no se cansan de subrayar los expertos. “La pérdida de peso se debe realizar de una forma equilibrada, reduciendo el número total de calorías, pero sin renunciar a ningún nutriente. No sirve de nada portarnos bien durante unos días o semanas si luego retomamos los hábitos que previamente nos llevaron a engordar. Perder peso requiere cierto grado de sacrificio y constancia. Por este motivo cualquier dieta que nos prometa rapidez, una pérdida de peso sin esfuerzo y duración, va a ser seguida por muchas personas. Y en función de lo desequilibrada, rocambolesca o estricta que sea, los perjuicios para la salud van a ser proporcionalmente mayores”, destaca Albert Lecube, médico endocrino y coordinador del grupo de trabajo de obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Sobrepeso preocupante

Adelgazar siempre es una tarea urgente que, como los malos estudiantes, acometemos al final, cuando el sentimiento de culpa por los excesos gastronómicos nos aturde. Y hasta nos apuntamos al gimnasio, donde las matriculaciones aumentan en un 30% tras el verano o las Navidades. Clicamos “dieta” en Google y nos aparecen 134 millones de entradas. Buscamos la pócima milagrosa, pero también encontramos un aviso de la OMS (Organización Mundial de la Salud): la obesidad y el sobrepeso se han convertido en los países desarrollados en una pandemia no infecciosa. El 50% de la población de la OCDE padece sobrepeso. Y en España, el 63% de los hombres y el 45% de las mujeres están por encima del peso recomendado. Todo ello sin olvidar a los niños, que han disparado todas las alarmas: el 33% de ellos pesa más de lo que debería y la obesidad infanto-juvenil se ha duplicado en los últimos 15 años. Alertados por las cifras, muchos países han puesto el foco de atención en la comida basura, siguiendo el consejo de un grupo de expertos de la Universidad de Oxford que recomienda un impuesto especial para ella del 20%. Dinamarca ha gravado la grasa; Hungría, el fast food; Francia, las bebidas azucaradas; el alcalde de Nueva York quiere prohibir la venta de refrescos de más de medio litro; en las cadenas televisivas de Disney ya no se anunciará la comida basura (paradójicamente, en sus parques temáticos se seguirá vendiendo). Son medidas que, por preocupación sincera o por puro marketing, quieren poner freno a los desmanes calóricos. “Sin olvidar que siempre es mucho mejor enseñar que prohibir, es probable que en los próximos años se deba optar por medidas de este tipo, tal como se ha realizado con el tabaco. Debe tenerse bien claro que la obesidad es la segunda causa prevenible de mortalidad después del tabaco”, describe Albert Lecube. Los expertos también advierten, sin embargo, que hay que facilitar el acceso a la comida sana, quizá subvencionarla, promover el ejercicio desde la escuela, educar en los hábitos alimentarios, obligar a que las raciones de comida que se venden sean más pequeñas, ofrecer productos sanos en las máquinas expendedoras de tentempiés…, porque “no hay duda de que siempre puede hacerse más y, de momento, la lucha contra el incremento de la obesidad la estamos perdiendo todos”, en opinión del endocrino.

Sentenciados por mal educados

Los kilos de más no son sólo un problema estético. Nuestra salud está en juego. También cuando decidimos perderlos. Aunque se ha demostrado que podemos engordar debido a condicionantes genéticos (en el 35% o 40% de las ocasiones se debe a ello), la mayoría de nosotros ganamos peso porque comemos demasiado: ingerimos un exceso de energía que no utilizamos y acaba por acumularse en nuestro cuerpo en forma de grasa. En estos casos influyen en nosotros factores que podemos modificar. Tener sobrepeso es sinónimo de hacer poco ejercicio, de comer demasiado o mal (o ambas cosas a la vez), de picotear, de vivir en un entorno en el que la presencia de la comida basura empequeñece a la sana, de desarrollar una actividad laboral que favorece las comidas fuera de casa, de lanzarnos sobre raciones tradicionalmente grandes. Y cuando decidimos que ha llegado el día D, la hora H, y ponemos en marcha la operación biquini, sea cual sea el momento, no podemos arriesgarnos a que la vitalidad se nos escape a golpe de lechuga, agua y poco más, porque “una persona tiene que adelgazar manteniéndose bien nutrida, por lo tanto necesita hidratos, un poco de grasa… Debe eliminar de su dieta todo aquello que es superfluo, que no le aporta nada. Y, sobre todo, hacer ejercicio. No puede desligarse el comer del ejercicio, porque por poco que comas, si no te mueves no gastas la energía, la acumulas”, advierte Cleofé Pérez-Portabella, dietista nutricionista, supervisora de la unidad de nutrición del hospital Vall d’Hebron de Barcelona y profesora de la Universitat de Vic. Hacer dieta se convierte en la mayoría de los casos en una condena a cadena perpetua. Estamos sentenciados a engordar, adelgazar, engordar, adelgazar. Nosotros y nuestros kilos de más vivimos como en un bucle, incapaces de mantener el tipo. ¿La causa? En opinión de los expertos, no llegamos al quid de la cuestión: la educación. Las urgencias nos vencen, nos cuesta abandonar los malos hábitos. “Perder peso es muy difícil. Si una persona hace dieta y cuando llega a su peso va a volver a comer sin cambiar sus hábitos no le servirá de nada. Es necesario que haga una dieta tradicional, saludable, equilibrada, que le permita cambiar sus hábitos. Y eso es un esfuerzo enorme, de adaptación de tu vida cotidiana a la manera de comer y al ejercicio que realices”, expone la dietista del hospital Vall d’Hebron de Barcelona.

El método perfecto

¿Qué hacer para que la dieta no se convierta en una tortura sinfín? Encontrar la ideal. Y no es imposible. El régimen perfecto nos tiene que ayudar a perder peso, a mantener ese peso en el tiempo, debe ser eficaz a la hora de educarnos y darnos estrategias para comer sano y bien, mejorar nuestra salud, aumentar la autoestima y proporcionarnos una buena calidad de vida. De otro modo, por mucho que nos empeñemos, nunca lo lograremos, viviremos nuestra cadena perpetua particular saltando de método en método, poniendo en peligro nuestra salud física y psíquica. Los especialistas aconsejan dejarse guiar por manos expertas, porque “cada persona tiene sus circunstancias. Un buen profesional enseña a comer. Hay que conocer al paciente, saber su historia clínica y su historia social. Es importante saber cómo y cuándo come, cuáles son sus hábitos. Y eso pasa también por evaluar sus costumbres, sus horarios, sus recorridos. Hay hábitos que se pueden modificar, pero el objetivo central es que la persona sea capaz de tener estrategias suficientes para vivir agradablemente, disfrutar de la vida y no ganar peso. Esto es lo perfecto. ¿Difícil? Muy difícil”, afirma Pérez-Portabella. Sin embargo, a pesar de las dificultades y de que nos puede llevar un tiempo prolongado, una dieta tradicional es la más eficaz, en opinión de los expertos. Apostar por una, o muchas sucesivas, que sean inadecuadas entraña riesgos: desde volver a coger los kilos perdidos y algunos más, hasta desnutrición, problemas cardiovasculares, de trastornos en la alimentación, frustración, y cambios en el metabolismo que conducen a ser resistentes a la pérdida de peso.

Menos calorías y más ejercicio

Buenas dietas hay muchas. Malas, también. La mejor está consensuada por los especialistas: la tradicional hipocalórica equilibrada. Es decir, comer de todo pero menos. Con ella ingerimos entre 1.000 y 1.500 calorías la mujeres y hasta 2.000 los hombres. Perderemos entre medio kilo y un kilo a la semana. ¡Entre 12 y 24 kilos a los seis meses! En medio año, adiós al sobrepeso y a los problemas. Y medio año pasa volando. Además, nos habremos acostumbrado a comer bien y de todo, a disminuir nuestras raciones y a no tener que privarnos de algún capricho de vez en cuando. En esta dieta no debe faltar de nada: ni hidratos de carbono, ni proteínas, ni grasa, ni fibra, ni ácidos grasos esenciales. “La dieta ideal es aquella en la que se come de todo y poco, en la que no se abusa ni de grasas, ni de alcohol, ni de azúcares. No soy partidaria de las negativas tajantes sobre alimentos prohibidos, porque las estrategias que se pueden seguir son tan variadas como los pacientes. Lo ideal es una dieta variada, lo más equilibrada posible, en pocas cantidades, que la persona no exceda sus necesidades y que realice, también, un gasto energético”, insiste Pérez-Portabella. Y es que el ejercicio es fundamental para que la dieta funcione. Si gastamos energía metabolizamos óptimamente lo que comemos y eso significa que quemamos más y mejor. Una hora de ejercicio al día, como mínimo, resulta muy eficaz, porque a partir de la media hora de esfuerzo físico es cuando empezamos a quemar la energía que nos sobra. Sin embargo, si hacer dieta nos cuesta un esfuerzo, el ejercicio no acaba de encontrar su sitio en nuestro día a día. El Eurobarómetro de 2010 ponía de relieve que el 42% de los españoles no practica deporte nunca y que un 39% lo realiza sólo una vez a la semana. Aducimos que nos falta tiempo. Según la Asociación Española de Pediatría, entre los adolescentes es peor: menos de un 10% de ellos hace deporte habitualmente. Los jóvenes españoles entre 13 y 18 años son de los más sedentarios de Europa.

Esperando un milagro

Batidos, galletas, barritas, proteínas casi en vena… de todo hay en la viña de las dietas. Y no es que todo sea perjudicial. De hecho, en muchos hospitales se utilizan los sustitutivos de las comidas o las dietas hiperproteicas para iniciar los tratamientos, porque perder peso es complicado y ayudan a coger impulso. Sin embargo, y aunque pueden ser un buen punto de partida, “no se deben usar sin que nadie te controle. Nosotros mismos utilizamos estos batidos y sustitutivos en momentos determinados, con sentido común y haciendo un seguimiento del paciente. Incluso la dieta hiperproteica se puede hacer, pero nunca, nunca, solo, sin un profesional que te controle”, confirma Pérez-Portabella. Además, son dietas que no se pueden seguir mucho tiempo. “El peligro de las dietas milagro aumenta con el tiempo durante el que se realizan, y aumenta también en personas que tienen alguna otra enfermedad previa. No hay que olvidar que el sobrepeso y la obesidad se asocian con una mayor prevalencia de diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares… Las dietas milagro sólo ofrecen promesas que no suelen cumplirse y a un precio que puede ser elevado no sólo para el bolsillo, sino también para la salud”, avisa Albert Lecube. Una dieta vegetariana bien hecha, alejada de las modas y a ser posible que combine verduras y pescado, es perfecta para combatir el sobrepeso y algunas patologías. La mediterránea es excelente si comemos de todo y poco. La hipocalórica extrema, que nos aporta entre 450 y 800 calorías al día, es casi un suicidio, alertan los especialistas. Y los métodos más tecnológicos, como balones gástricos o sondas para alimentarnos durante unos días, siembran dudas o provocan el rechazo de un buen número de médicos. “El balón intragástrico es una técnica contrastada que consigue que las personas que lo llevan pierdan peso, pero un gran número de pacientes lo recupera en su totalidad en los seis meses siguientes a no ser que haya modificado sus hábitos de vida”, explica Lecube. Y añade: “La dieta enteral, o de la mochila (te alimentas durante una semana con líquidos a través de una sonda que se coloca por la nariz y llega hasta el estómago o el inicio del intestino) es una técnica sin ninguna evidencia científica, de la que se desconocen las complicaciones y que se debe considerar una aberración”. En el universo de las miles de dietas que van de boca en boca, de web en web, de chat en chat, los expertos recomiendan alejarse de todo aquello que no esté controlado ni por especialistas en nutrición ni por los organismos médico-científicos. “Están prohibidas las cosas que no están registradas, que no sabemos qué son. Dietas hay muchas; milagros, ninguno”, apostilla como conclusión Pérez-Portabella. Y si seguimos apostando por ellos, la dieta sí se convierte en una condena a cadena perpetua.