Obesidad psicógena: Cuando engordas por tristeza y ansiedad

Esta circunstancia puede llevarnos a una erma de seguridad en la vida diaria, fácil de derivar en una depresión

ABC
Por no haber podido superar un episodio traumático de nuestra vida, como una muerte cercana, una pérdida sentimental, o por tratar de controlar nuestra ansiedad mediante la ingesta desmesurada de comida. Al primero de los casos, se le denomina clínicamente Obesidad Psicógena Reactiva y al segundo Obesidad Psicógena de Desarrollo. Por supuesto, tal como aclara la psicóloga de Clínicas Origen, en ambos supuestos el incremento de peso se debe a un desfase entre las calorías que comemos y las que quemamos mediante actividad o ejercicio pero, aclara que en este diagnóstico el origen y el mantenimiento, en la mayoría de los casos, es psicológico y emocional.

Comemos para tranquilizarnos, porque las sensaciones que nos produce el acto de alimentarnos son placenteras. De esta manera, explica la experta, resulta muy fácil caer en la trampa de asociar la comida con una reducción del malestar. Comer algo que nos gusta nos aporta un refuerzo y, además, de manera inmediata. «Si la persona llega a percibir esto, y lo asocia, puede empezar de manera progresiva a realizar mayor ingesta alimentaria. Una vez iniciado el proceso, es difícil romper el círculo vicioso. Comemos por estrés y engordamos. Al vernos mal, perdemos nuestra autoestima, nos sentimos mal, y comemos».

Esta realidad implica, según Conde, importantes dificultades en nuestra vida, «pudiendo propiciar problemas de baja autoestima, limitación de la vida social y ansiedad. Puede ser un factor limitante para nuestra calidad de vida y desarrollo personal e incluso laboral. Estamos, sin querer, ayudando a que nuestro cuerpo se mantenga en ese peso que no es saludable para nosotros, lo que a su vez interfiere con nuestras posibilidades de desarrollo personal».

La ingesta voraz

Cuando el «hambre emocional» es excesiva puede aparecer el «trastorno por atracón» que, según la Asociación Psiquiátrica Americana, declara haber padecido entre el 20% y el 40% de las personas obesas. También conocido «trastorno de ingesta voraz» (binge eating disorder) consiste en una ingesta desmesurada, que puede llegar a sobrepasar las 6.000 calorías, y que, al contrario que la bulimia, no presenta episodios de vómitos. Es decir, la persona que se da el atracón no vomita lo que ha comido. En algunos episodios llega a darse la pérdida absoluta de control. Es un proceso muy adictivo, relacionado con la necesidad de recompensa, mediante la liberación de sustancias como dopamina y serotonina y, en este sentido, se buscan productos ricos en azúcar y, por lo tanto, altamente calóricos.

Desde Origen, Pilar Conde advierte que para trabajar la Obesidad se requiere de tratamientos multicomponente, en los que el apoyo psicológico es clave, pero pide también responsabilidad social en el tratamiento de la imagen, que discrimina a los cánones de belleza alejados de la delgadez, a veces extrema.

La psicóloga recuerda que personas con exceso de peso se pueden llegar a sentir rechazadas socialmente, influyendo en sus ámbitos tanto personales como laborales. Esta circunstancia puede repercutir en una pérdida de autoestima, una merma de seguridad en la vida diaria, fácil de derivar en una depresión.

 

Día Mundial de la Diabetes, una emergencia silenciosa

mapa-de-la-diabetes-2016-imagen-el-paisEl País
Un enfermo de diabetes tiene un nivel alto de glucosa en la sangre, ya sea porque su cuerpo no produce suficiente insulina o no responde de forma correcta a esta enzima, necesaria para procesar los azúcares. Alrededor de 415 millones de adultos padecen esta enfermedad en el mundo y se espera que aumente a 640 millones para 2040, según la Federación Internacional de Diabetes (FID).

Las tres variantes más comunes son la diabetes tipo 1, la tipo 2 y la gestacional. La primera se debe principalmente a una predisposición genética o familiar, mientras que la segunda se asocia a malos hábitos alimenticios, obesidad y sedentarismo, y la tercera se transmite durante el embarazo. La diabetes tipo 2, la más común, puede pasar desapercibida por años y, por sus características, tiene una mayor incidencia en poblaciones urbanas. La FID señala que los hombres suelen padecerla más (215 millones de casos) y que uno de cada dos adultos con diabetes no está diagnosticado.

La diabetes tipo 1, que hasta hace unas décadas se consideraba una enfermedad rara, sobrepasó en 2015 por primera vez los 500.000 casos en niños. En cuanto a la prevalencia en adultos, China es el país con más enfermos de diabetes (alrededor de 110 millones), le siguen India (69 millones) y Estados Unidos (29 millones). Dos países latinoamericanos están entre los 10 países más afectados: Brasil, con 14 millones de casos, y México, con 11,5 millones de enfermos, de acuerdo con la FID.

La mitad de los que padecen diabetes no lo sabe: 7 pistas para descubrir si es su caso

diabetes-03Cada 14 de noviembre se celebra el Día Mundial para concienciar de esta enfermedad que no duele y, por tanto, puede pasar desapercibida. Estas señales le pondrán sobre aviso

Como una «pandemia global» que afecta ya a más de 400 millones de personas en todo el mundo: así califica la Organización Mundial de la Salud (OMS) la diabetes en sus diversas variantes, que padecen el 14% de los españoles. Aún más preocupante: la mitad de ellos ni siquiera lo sabe.

Para atajar esta situación, cada 14 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Diabetes, este 2016 con un lema significativo: “Ojo con la diabetes”. Especialmente con la diabetes mellitus tipo 2, que representa más del 90% de todos los casos.

El diagnóstico temprano y un pronto tratamiento son fundamentales para evitar las graves complicaciones que la diabetes tiene en sus etapas más avanzadas. Una mala dieta, el sobrepeso y la obesidad, y por supuesto la falta de ejercicio físico, son los principales causantes de que una persona desarrolle diabetes.

Contactamos con el doctor Diego Fernández, endocrino y responsable del grupo 2.0 de la Sociedad Española de Diabetes (SED) para conocer más de cerca los factores que debemos tener vigilados para prevenir o al menos diagnosticar a tiempo esta enfermedad. “La diabetes no duele. Sus síntomas pasan frecuentemente desapercibidos porque el paciente apenas los nota y en muchos casos ni siquiera los conoce. La gran mayoría de diabéticos descubre su enfermedad cuando acude al médico por otros motivos», dice.

Aun así, nuestro cuerpo nos ofrece varias pistas. Si posee usted algún familiar directo con diabetes, si su alimentación no es adecuada, si tiene sobrepeso u obesidad y si apenas realiza ejercicio físico, tenga bien controladas las siguientes señales:

1. Más ganas de orinar

El término científico es poliuria, y el doctor Fernández nos explica que es uno de los síntomas más característicos de la diabetes. “Cuando nuestra sangre contiene una alta concentración de azúcar, nuestro cuerpo busca los medios para eliminar ese exceso. Intenta paliarlo mediante los riñones, lo que hace que orinemos más y de manera más frecuente”.

Este síntoma es especialmente visible durante la noche (nicturia) y puede incluso afectar a nuestra capacidad para descansar. Si usted cree que va al baño más de lo habitual considere acudir al médico para consultar a qué puede deberse.

2. Mayor sensación de sed

Nuestro cuerpo, para compensar la pérdida de líquidos por el exceso de orina, pone en marcha la alerta de la sed. “Es el efecto de nuestro metabolismo intentando corregir el primer desajuste” recuerda el doctor. Es un círculo basado en nuestra propia fisiología: nuestro metabolismo trata el azúcar mediante su dilución con agua, por lo que cuanto más azúcar tengamos en sangre, más agua necesitaremos y, como es obvio, más frecuentemente acudiremos al baño a eliminarla.

Tratar esa sed con bebidas azucaradas, carbonatadas, batidos o incluso con zumos embotellados, es desaconsejable y no hará sino añadir glucosa a nuestro torrente sanguíneo, iniciando nuevamente todo el proceso.

3. Pérdida de peso

Resulta irónico que una afección como la diabetes, asociada a una inadecuada alimentación y la obesidad, tenga como uno de sus síntomas la pérdida de peso. Sin embargo, tal y como explica el doctor Fernández, “cuando tienes el azúcar muy alto, la insulina resulta insuficiente o no funciona como debería y esa situación obliga a tu cuerpo a buscar las reservas de grasa para obtener la energía que necesita”.

La insulina es una hormona generada en el páncreas y cuya misión fundamental es aprovechar los nutrientes que el cuerpo necesita, especialmente la biosíntesis de la glucosa. Esta pérdida de peso es un síntoma característico de la diabetes en la infancia.

4. Cansancio todo el día

La sensación de falta energética es un signo muy común en todos los tipos de diabetes, especialmente en el tipo 2. En este síntoma entran en juego varios factores que hacen que su cuerpo, a pesar de hacer poco ejercicio físico, se sienta cansado y escaso de fuerzas.

En primer lugar, y conectado con los primeros puntos, su cuerpo está constantemente deshidratado. Gestionar el exceso de azúcar requiere gran cantidad de agua y energía, que el metabolismo desvía para realizar esas funciones internas, dejando menos para otras tareas diarias.

Además su exceso de azúcar está consiguiendo que sus células estén peor alimentadas. Puede sonar paradójico si tenemos en cuenta que la glucosa es la principal fuente de energía de nuestras células, pero “hay que recordar que la responsable de administrar esa entrada de energía es precisamente la insulina”, indica el doctor Fernández, que recientemente participó en la presentación una app de seguimiento para diabéticos y familiares llamada LibreLink. Cuando el nivel de azúcar es excesivo, la insulina no gestiona adecuadamente el combustible interno que necesita nuestro organismo y aparece el cansancio injustificado.

5. Heridas que cicatrizan más lentamente

“La diabetes es fundamentalmente una enfermedad cardiovascular”, indica el especialista. “Por tanto sus problemas más serios están relacionados con la vascularización, ya sea en los grandes vasos (por eso existe más riesgo de infartos e ictus cerebrales) o en los vasos más pequeños que se ocupan de cicatrizar pequeños cortes y heridas”. Además, añade el doctor, “esto también incide en un mayor peligro de contaminación e infección”.

6. Hormigueo y picores en las extremidades

“No se deben al azúcar en sí mismos, sino a las complicaciones en la vascularización”, aclara Fernández. Se conocen como neuropatías, son muy características de la diabetes (sobre todo a medida que la enfermedad avanza) y se sabe que un alto porcentaje de diabéticos desarrollarán problemas en el sistema nervioso a lo largo de su vida.

En las primeras etapas de la enfermedad, unos niveles excesivos de azúcar en sangre pueden producir daños leves en los nervios periféricos, lo que se traduce en picor, escozor, hormigueo o entumecimiento de las extremidades. Si usted los sufre a menudo, quizá es momento de consultar con su médico.

7. Visión borrosa

Para tranquilizar al lector diremos que en las primeras etapas no se trata de la grave retinopatía diabética que puede conducirnos a la ceguera. “En los primeros momentos, tan solo serán momentos de visión borrosa, como si necesitásemos gafas”, aclara el doctor. “Cuando tienes niveles altos de azúcar en sangre, inevitablemente también afecta al sistema visual y sus conexiones”.

El exceso de azúcar puede además causar la inflamación del cristalino, una estructura que funciona como una lente, y que al cambiar de forma puede alterar nuestra capacidad de enfocar los objetos y, por tanto, hacer que veamos borroso.

Adelantarse a la diabetes

Las recomendaciones para evitar desarrollar diabetes mellitus son sencillas. Una alimentación sana, baja en azúcares y carbohidratos, y una actividad física adecuada (30 minutos al día de ejercicio al día) pueden ahorrarle muchos problemas en el futuro. Siguiendo con el eslogan de este Día Mundial de la Diabetes, póngale el ojo encima: si tiene familiares diabéticos, obesidad, sobrepeso, colesterol alto o hipertensión y empieza a notar alguno de los síntomas que hemos descrito en este artículo, pida cita con su médico. Puede que usted tenga diabetes y no lo sepa.

¿Por qué a los niños no les gusta la verdura ni el pescado?

Hay una explicación física, incluso genética, pero también se debe a hábitos sociales

El País, por Ana Camarero
1469785072_070988_1469787308_noticia_normal_recorte1Padres y madres se quejan habitualmente de lo difícil que es incluir el pescado y las verduras en la dieta de sus hijos. Que niños y jóvenes no tengan estos alimentos entre sus preferidos tiene una explicación física, incluso genética, pero también está asociada estrechamente a los hábitos sociales y culturales.

No todas las verduras ni todos los tipos de pescados consiguen hacerse un hueco en los gustos de los más pequeños de la casa. Una circunstancia que, según Francisco J. Sánchez Muniz, catedrático de Nutrición y Bromatología en la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), está relacionada con que “la sensibilidad a los sabores tiene un componente genético indiscutible”.

Sánchez Muniz indica que “la percepción gustativa y olfativa está muy desarrollada en los niños, sobre todo, en los de corta edad. Eso explica la dificultad de introducir nuevos alimentos tras el destete o a la vez que el niño toma los biberones”. Además, “esa sensibilidad es particularmente alta a aquellos alimentos o compuestos químicos relacionados con un posible daño para nuestro organismo (señales nociceptivas). Muchos alcaloides son muy amargos y muy tóxicos. Esto explica que la sensibilidad al amargo sea elevada en todas las personas, pero especialmente en niños pequeños y madres gestantes. Esta sensibilidad va reduciéndose a medida que cumplimos años, muy posiblemente por la pérdida de receptores o, más bien, por la dificultad de los receptores de transformar los estímulos sápidos (y olfativos) en señales nerviosas que lleguen a las áreas sensoriales cerebrales y allí sean interpretadas”.

El catedrático explica que, “normalmente, los sabores dulces y algo menos los salados, son bien aceptados. El sabor fuertemente amargo provoca un rechazo universal y los sabores amargos suaves o moderados (de muchos alimentos) son buscados y deseados”. Sánchez Muniz señala que en relación al consumo de verduras, “los niños rechazan normalmente espinacas, coles de Bruselas, acelgas, berenjenas, rábanos o pepinos. Las verduras de hojas verdes oscuras suelen ser más amargas. Zanahorias, tomates maduros, patatas y batatas son una buena opción para consumir hidratos de carbono y fibra dietética”. En cuanto al pescado, entre los mejor tolerados en estas edades estarían “los pescados blancos frescos de sabor suave, como el lenguado, el gallo, la pescadilla, la merluza y la trucha”.

Estos consejos son bienvenidos para incrementar el consumo de unos alimentos que en los niños y adolescentes españoles se alejan del patrón alimentario mediterráneo recomendado, según recoge el estudio científico Antropometría, Ingesta y Balance Energético en España (ANIBES), realizado por la Fundación Española de la Nutrición (FEN). Los datos publicados en este informe indican que chicos y chicas consumen 117 y 128 gramos diarios de verduras y 37,8 y 41,9 gramos diarios de pescados. Cantidades que distan bastante de las recomendadas para este grupo de población y consideradas “saludables” para niños y niñas, que serían 137 y 148 gramos de verduras y 55,2 y 80,4 gramos de pescado, respectivamente.

José Manuel Moreno Villares, coordinador del Comité de Nutrición de la Asociación Española de Pediatría (AEP), indica que el consumo de estos alimentos, “en general, está por debajo de las cantidades recomendadas: frutas y verduras a diario (cinco raciones) y pescado (2-3 veces a la semana). Su consumo es menor en los niños pertenecientes a grupos socioeconómicos más bajos, aunque se incrementa durante el curso escolar, dado que el comedor escolar corrige en parte este déficit, pues el pescado está presente 1 o 2 veces a la semana y la verdura diariamente”.

Los expertos coinciden en destacar la importancia nutricional que tienen estos alimentos en el desarrollo de niños y jóvenes. Por eso es necesario incorporar una serie de pautas para lograr que tanto las verduras como el pescado adquieran una mayor presencia en la dieta de este grupo de población. El doctor Moreno Villares recomienda que estos alimentos “estén presentes en la mesa de la familia y del colegio de forma habitual y que se elaboren con un poco de “alegría”. Ser imaginativos y buscar la manera de hacer atractivos ambos alimentos. También que los niños y adolescentes los conozcan, acompañando en la compra, ayudando en la cocina, etcétera. La exposición temprana a los sabores – en el primer año de vida- es una buena garantía de la diversidad de la dieta. Los padres son responsables, primero de consumirlos ellos mismos y, segundo, de que formen parte de la dieta habitual de la familia. No se trata tanto de hablar sobre las virtudes de ambos alimentos como de hacer (¡comérselos!)”.

La nutricionista y doctora en Farmacia Amil López Viéitez, fundadora del proyecto Dieta Coherente, indica que “un pescado se considera magro cuando tiene menos del 2% de grasa, semigraso entre el 2% y el 7%, y graso o azul con más del 7% de contenido graso. Mientras que en la carne abundan las grasas saturadas, en los pescados es mayor la cantidad de ácidos grasos insaturados beneficiosos para la salud, como el Omega 3, que es antiinflamatorio, ayuda a prevenir enfermedades cardiovasculares, mejora la memoria y la concentración”. Además, prosigue López Viéitez, “el pescado es una importante fuente de yodo, hierro (no tanto como las carnes rojas), calcio, fósforo, magnesio y cobre, además de vitamina A, D y B12. Por su alto contenido en agua y su baja cantidad de grasa, tiene muy bajo valor calórico”.

En cuanto al consumo de verduras, la doctora López Viéitez subraya que “aportan principalmente fibra, vitaminas y minerales. Contienen mucho potasio y poco sodio. Las verduras de hoja verde son ricas en calcio, magnesio y vitamina K. Las verduras de color, como los tomates, zanahorias y pimientos, son excelente fuente de antioxidantes y vitamina A, importantes para la salud de los tejidos, piel y mucosas. Aportan hidratos de carbono de absorción lenta y fibra dietética previniendo el estreñimiento y enfermedades intestinales”.

La obesidad en España ya es un problema

Uno de cada seis adultos padece de ella y cada año mueren 18 mil personas por problemas prelsacionados con la obesidad.

Negocios.com
, por Daniel Marín Arribas
La obesidad se está convirtiendo en un problema crónico en las sociedades de consumo capitalistas occidentales. En EEUU, país que encabeza el ranking en cifras, casi uno de cada tres adultos padece esta enfermedad.

capitalismo_obesidadEl arco del mundo anglosajón sigue muy de cerca a los norteamericanos. Reino Unido y Australia se sitúan en los primeros puestos, y Méjico, que ha tomado los hábitos de sus vecinos, anda en parejos niveles que ellos.

España, que nunca había sufrido esta situación, en las últimas décadas se ha ido poniendo al día. Actualmente, su tasa de adultos obesos está en uno de cada seis, siendo uno de cada dos los que tienen exceso de peso.

Los principales causantes de que esto ocurra son los malos hábitos alimenticios y la falta de deporte. Rubén Bravo, director del Departamento de Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) asegura que «el abandono en muchos casos de la dieta mediterránea y sus beneficios nutritivos por la comida rápida adaptada a ritmos laborales estresantes» a la vez que el «incremento de la vida sedentaria», ha sido letal para el correcto desarrollo de la salud de las personas.

La obesidad ya es un problema en España, pero aún peor que esto, según explican desde IMEO, es que se haya extendido a los menores. Actualmente, casi un 45% de los niños de entre seis y nueve años sufre exceso de peso, y más del 10% padece directamente obesidad.

obesidad_mundoSi no se pone remedio a estos problemas tratando con expertos y cambiando de hábitos, la obesidad alcanzará aún niveles más preocupantes en unas sociedades donde no ha dejado de crecer desde hace tiempo y siendo, además, causante de más de 18.000 muertes al año.

La obesidad se propaga por el planeta

México ya es líder mundial en obesidad, superando a EEUU. La influencia cada vez más dañina de la industria alimentaria y el cambio en la dieta tradicional permiten el paso a enfermedades como el cáncer o la diabetes.

Telecinco informativos
obesidad-propaga-planetaMéxico ya es líder mundial en obesidad, superando a EEUU
, que hasta entonces ocupaba el primer lugar.Casi una tercera parte de los adultos mexicanos padecen sobrepeso según el último informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
«Por primera vez en nuestra historia vemos que las personas se vuelven obesas en tan sólo unos pocos años. Este es un asunto muy serio», comenta Abelardo Ávila Curiel, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición.

A la obesidad van asociados otros riesgos sanitarios como el aumento de las enfermedades cardiovasculares,algunos tipos de cáncer,la diabetes, las enfermedades de las articulaciones. El problema reside en el cambio de la dieta tradicional de los mexicanos. «Lo que hacen los científicos es ir a un laboratorio y crear mezclas químicas que agraden el paladar, ya sean dulces, saladas o ácidas. A este resultado lo llaman ‘el punto de la felicidad’. Y, en resumen, significa que se ha creado un adictivo que hace que los consumidores se enganchen y vengan a por más y más», denuncia Kristin Wartman, periodista y especialista en nutrición.

Los estadounidenses consumen grandes cantidades de grasas y oxidantes cada día. De tal forma que no resulta casual que enfermedades relacionadas con el sobrepeso estén cada vez más extendidas entre los ciudadanos, que a su vez son presa de las grandes compañías que les suministran su dosis diaria de ‘comida’.

«Tenemos un gran problema en EEUU respecto a lo que se indica en las etiquetas: sobre lo que tenemos y lo que comemos. Es incierto el origen de los alimentos, si son genéricos o si han sido modificados en laboratorios. Es muy difícil saber la verdad solo a través de las etiquetas. Hay un gran retroceso en la industria alimentaria que se traduce en que no quieren reflejar realmente en la etiqueta lo que vamos a consumir«, argumenta Elizabeth Kucinich del Comité de Fisiatras por una Medicina Responsable.Un factor que influye mucho en lo que consumen los estadounidenses, es el marketing. La conocidísima cantante Beyoncé firmó un contrato con Pepsi por 50 millones de dólares para promocionar su producto.

La Asociación Norteamericana para los Problemas del Corazón anunciaba que en el año 2010 unas 25.000 muertes por obesidad estuvieron relacionadas con el sobreconsumo de bebidas azucaradas. Un paso adelante en la preocupación por la salud del consumidor podría haber pasado por la iniciativa del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que proponía restringir el uso de las bebidas efervescentes tamaño familiar, con el objetivo de aliviar la obesidad en la gran manzana. No obstante, la medida fue rechazada por el Tribunal Supremo, a quien parece no preocuparle demasiado la alta incidencia en la salud de los consumidores del consumo excesivo de estos azúcares.

La obesidad infantil, un problema que se genera en casa

 Comer del ‘tupper’ en el colegio puede favorecer la obesidad infantil, si se carece de cultura nutricional, advierten los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO)               

  • En España el 19% de los niños son obesos, en EEUU el 16%, según datos de la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte de la Universidad Politécnica de Madrid.
  • Tan solo el 75% de los niños españoles come una fruta al día y un 24% pasa hasta dos horas diarias viendo la televisión o delante del ordenador, según un estudio de la Fundación Thao.
  • Casi el 50% de los niños en edad preescolar (de 2 a 6 años) afirma consumir verduras al menos una vez a la semana, según el estudio IDEFICS  2011 financiado por la Comisión Europea.

Con el comienzo del curso escolar y el polémico uso del ‘tupper’ en los comedores escolares se ha reabierto el debate sobre las causas de obesidad infantil y su tendencia al alza durante los últimos quince años. ¿Han de llevar los niños su comida al mediodía en el cole y quién va a controlar qué comen? ¿Dónde van a conservar y calentar el contenido de su ‘tupper’? ¿Se debe pagar o no un suplemento por el uso de las instalaciones del comedor, aunque se prescinda del menú? Son muchas las preguntas que quedan por solucionar por parte de las administraciones autonómicas, pero la gran preocupación de los expertos en nutrición infantil y educación alimentaria es que una cosa tan sencilla, como es la de preparar la tartera, puede resultar considerablemente complicada, si se carece de cultura nutricional. ¿Están lo suficientemente preparados en materia de nutrición los padres de los niños que sí, acudirán al cole con su fiambrera?

Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) y especialista en nutrición, comparte su temor que el ‘tupper’ puede convertirse en otra causa más a favor de la obesidad entre los menores, si el asunto no se toma en serio. “Durante la última década estamos atendiendo cada vez más casos de obesidad infantil en consulta. Hemos trabajado mucho para corregir malos hábitos y conductas alimenticias en menores e incluso hemos acudido a colegios públicos y campamentos urbanos de verano para supervisar el menú escolar y asegurarnos que éste es equilibrado y saludable”, explica Bravo.

En este comunicado destinado a los medios hemos considerado necesario identificar y analizar las 10 causas habituales por las que se origina la obesidad infantil. Y la conclusión es –eso hay que decirlo– que el problema se genera en casa, allí es donde debemos remediarlo.   

Las 10 causas habituales de la obesidad infantil

  1. Comer de forma habitual delante del televisor.

Es totalmente desaconsejable comer mientras se ve la televisión, ya que el contenido habitual de éstas “comidas rápidas” suele ser de un bajo nivel nutricional y escasa preparación y se da más importancia a lo que ponen en la pantalla que a lo que se come eneste momento. 

  1. Consumir en exceso bebidas y refrescos azucarados.

Hace 20 años los menores consumían estas bebidas de forma excepcional, en celebraciones o fines de semana. Actualmente es difícil encontrar un menor al que le guste más el agua, hemos sustituido éste bien imprescindible por bebidas cargadas de azúcares, gases y edulcorantes, añadiendo muchas calorías extra al día que no alimentan y estimulan con su exceso la secreción de insulina.                                           

  1. Ingerir en exceso golosinas y dulces y aumento de la tendencia a la diabetes.

Galletas de chocolate, bollería industrial, helados, chuches, pasteles son los alimentos que han sustituido en desayuno, media mañana, meriendas y postres a las tan saludables y variadas frutas. Traduciendo esto al lenguaje nutricional, estamos privando a nuestros hijos de una gran cantidad de vitaminas y minerales, reemplazándoselas porun exceso de grasas insaludables y azúcares que aumentarán su tendencia a la diabetes. 

  1. Declive del consumo de frutas y verduras.

La recomendación saludable para aquellos que están en edad de crecimiento es de 5 raciones de fruta y verdura diarias. Según el estudio IDEFICS  2011 financiado por la Comisión Europea, alrededor del 50% de los niños en edad preescolar (de 2 a 6 años) afirma consumir verduras al menos una vez a la semana, dato que se reduce en un 20% en países como Chipre o Italia, siendo en edades posteriores aún menor el uso de la verdura como alimento de consumo prioritario. “Nuestras abuelas manejaban hasta cien productos y el alimento fresco que venía del huerto era básico”, concreta Bravo. Ahora, en cambio, tenemos un abanico de alimentos tan amplio, que no sabemos seleccionar bien a la hora de llenar la sesta de la compra. Priorizamos el consumo diario de carne y derivados y nos olvidamos de las verduras.                                                                                                                                            

  1. Más tiempo delante de la pantalla en detrimento de los “juegos tradicionales” al aire libre.  

El sedentarismo alcanza datos de entre 2 y 5 horas dedicadas a las últimas tecnologías en vez de a las actividades al aire libre. Por un lado se ingieren más calorías y de peor calidad, y por otro a penas las queman, ya que pasan la mayoría del tiempo sentados delante de “la caja tonta”. La falta de actividad física no sólo ayuda al sobrepeso de nuestros hijos, también aumenta sus niveles de estrés y ansiedad, problemas de sueño, tendencia depresiva e inapetencia por realizar sus obligaciones, deterioro muscular y un largo etcétera lleno de desequilibrios físicos y emocionales. 

  1. Menos horas de sueño, por debajo de las 9 horas recomendadas a los escolares.

Y los datos en Europa son claros, los menores que duermen menos de 9 horas cada noche, tienen un mayor riesgo de padecer exceso de peso, entre otras cosas porque estas horas que restan de su sueño, las dedican a ver la televisión o jugar a la videoconsola, todo ello aderezado con “comida rápida”. Es en la noche cuando la Hormona de Crecimiento (GH) actúa a pleno rendimiento, inducida por el sueño profundo y el descanso. 

  1. Menos calidad de la comida en familias monoparentales o con bajos ingresos.

Innumerables estudios europeos nos indican una relación directa entre los bajos ingresos familiares y el mayor número de casos de obesidad y sobrepeso infantil, al igual que en familias monoparentales o con padres divorciados. Teóricamente, el encarecimiento de la cesta de la compra en alimentos primarios como la fruta, la verdura, o el pescado son una traba más que se suma a la dejadez por parte de los padres en la educación y alimentación de sus hijos. Una pieza de fruta no es mucho más cara que un bollo, o un plato de verduras más que una pizza. 

  1. Aumento de los casos de obesidad adulta.

Las costumbres y hábitos de los padres condicionan en gran medida de forma positiva o negativa en las de sus hijos. Los adultos son los que deciden qué alimentos entran en casa, cómo se comen y cuándo se comen. Pordesgracia, la mayoría de los casos nos indican que padres obesos suelen provocar que sus hijos sean obesos también, y no sólo por la tendencia genética que en 3 o 4 generaciones ya es patente, sino también por la poderosa influencia que los padres tienen sobre sus hijos en ámbitos tan importantes como son la alimentación o la actividad física. 

  1. “Corrupción” de las preferencias gustativas de los menores.

Los alimentos ricos en grasas y azúcares estimulan los niveles de dopamina (neurotransmisor que regula la sensación de felicidad), proporcionan energía rápida y contribuyen a que nuestras papilas gustativas se adapten a los sabores excesivamente dulces, por lo que un alimento bajo en estos ingredientes tendrá menos sabor y nos resultará más insulso, además de no proporcionarnos esa sensación temporal de satisfacción. Esto explica porqué a nuestros hijos les gusta más un donuts o una pizza que una ración de fruta y verdura. Su cerebro y sus sentidos gustativos se ven más “atraídos” por su forma, aroma, color y sabores que por una pieza de fruta de toda la vida. Al fin y al cabo, son productos creados por la industria alimentaria con el fin de llamar la atención de los más pequeños y, en ocasiones, esconden un riesgo adictivo. 

  1. “Entorno hostil” para los que quieren llevar una vida saludable.

Nuestros pequeños son esponjas absorbiendo información. Por ello es muy importante “predicar con el ejemplo” e intentar a neutralizar los factores negativos que influyen sobre sus apetencias nutricionales, como pueden ser losanuncios televisivos de comida chatarra, la variada oferta de dulces en pie de la calle o la merienda del compañero de clase, rica en azúcares y grasa. Este es un entorno hostil para los menores que aún están formando sus hábitos y personalidad.

Algunas reglas básicas a la hora de preaprar el ‘tupper’

Los recortes en el sistema educativo en España y la incertidumbre en torno a las becas del comedor, han dejado la posibilidad de que los alumnos acudan al colegio con su propio ‘tupper’. Sin una
normativa que regule el uso de la fiambrera y su contenido a nivel nutricional, queda responsabilidad exclusiva de los padres educar a sus hijos en la difícil tarea de comer bien, de forma sana y equilibrada. “Cuando se trata de menores, el concepto “del pan de cada día” va mucho más allá; ya no se trata sólo de satisfacer el hambre, sino una serie de necesidades nutricionales que contribuyen en el crecimiento y el desarrollo físico e intelectual”, remarca Bravo. Es deber de los padres transmitir valores y conocimiento a sus hijos, también a la hora de comer o preparar el tupper. 

Los niños comen más por la vista y podemos explicarles que el hecho de que la verdura, por ejemplo, tenga más color, les indica que también tiene más propiedades. En el menú diario de un niño no tiene que faltar lo imprescindible: un puñado de hidratos de carbono (pasta, pan, patata); tres puñados de verdura (calabacín, pimientos, frijoles verdes, zanahorias, espinacas, acelgas, tomate); una proteína del tamaño de la palma de nuestra mano (pollo, ternera, pescado o una tortilla). La clave es hacer que no se aburran con el mismo plato e ir variando con las recetas, por ejemplo, ofrecer el pollo a la plancha, en trocitos en la ensalada, en una salsa que no engorde, como sopa o en croquetas. Los alimentos empanados podemos utilizarlos, pero no todos los días. Las legumbres, mejor comerlas dos veces a la semana, y si no les gusta como plato caliente, podemos preparárselas en forma de ensalada.