Dieta cetogénica: ¿qué alimentos están permitidos y cuáles prohibidos?

Alimente El Confidencial, por Noelia Hontoria

Este tipo de régimen se apoya en la reducción drástica del consumo de carbohidratos, priorizando una alta ingesta de grasas en primer lugar y de proteínas en segundo

La dieta cetogénica fue la dieta más buscada en Google en 2018. A pesar de parecer un plan de alimentación moderno, cuenta con casi un siglo de antigüedad. Fue Russell M. Wilder, profesor, médico y científico muy relacionado con la investigación de la diabetes y la nutrición, quien acuñó este término en el año 1921.

A pesar de ser una dieta muy antigua, todavía existen numerosas dudas respecto a ella, como si se puede consumir un bajo porcentaje de hidratos o si tiene contraindicaciones para la salud.

Base de la dieta cetogénica

La dieta cetogénica (o dieta keto) busca generar una situación de cetosis en el cuerpo a través la restricción de cierto tipo de alimentos. Es baja en glúcidos e hidratos de carbono y la alimentación del sujeto que la lleva a cabo está basada en proteínas y grasas.

La reacción del cuerpo a la situación de cetosis es muy similar a la que se produce cuando existe el ayuno. La energía se obtiene de las grasas almacenadas y no de los hidratos de carbono, de modo que se produce una pérdida de peso rápida.

Si hacemos un repaso rápido a sus beneficios, anotan desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad, destaca la pérdida de peso apoyada en la pérdida de grasa y manteniendo la musculatura, la mejora de los niveles de colesterol y la disminución del apetito.

Sin embargo, entre sus desventajas se incluyen el bajo aporte de vitaminas, minerales y fibra y la posibilidad de tener estreñimiento, halitosis o arritmias.

Además, también debemos tener en cuenta la probabilidad de generar cuerpos cetónicos, unos compuestos generados a raíz de los desechos de las grasas, un proceso similar al que sufre el cuerpo cuando existe una diabetes. Esto puede provocar dolor de estómago, vómitos, fatiga, dificultad para respirar, mal aliento…

Mantener el estado de cetosis es difícil y arriesgado, por lo que siempre se debe realizar esta dieta bajo supervisión médica.

Alimentos permitidos y prohibidos en ella

Si en una dieta normal la presencia de hidratos de carbono representa aproximadamente el 50% o 60% de las calorías ingeridas, en la dieta keto los hidratos se sitúan entre el 5% y el 10%.

No hablamos solo de dejar de consumir pasta o patatas, los máximos exponentes y los más conocidos por todos nosotros. Los hidratos de carbono se encuentran también en frutas y verduras, de ahí que se considere una dieta baja en vitaminas. Según lo restrictivo que sea el plan nutricional que sigamos, puede permitirnos consumir algo de fruta como excepción, mientras que en otros casos se prohíbe por completo.

En la dieta cetogénica también se eliminan alimentos como pan, harinas, cereales o legumbres (esto justifica la baja proporción de fibra consumida). También se rechazan los alimentos procesados, los dulces o las bebidas gaseosas y/o azucaradas, que suelen contener una alta cantidad de hidratos de carbono, aunque en cualquier caso es saludable retirarlas de la dieta, por lo que este es el mal menor.

Por otro lado, entre los alimentos que sí se permiten encontramos como prioridad el consumo de ácidos grasos saludables y de proteínas. De hecho, es habitual que se complemente la alimentación con suplementos proteicos. El pescado azul, la carne, los embutidos, algunos frutos secos, los huevos, los lácteos ricos en grasas, el aceite de oliva o las especias son las bases de la dieta cetogénica. Aunque los vegetales en general también están prohibidos, hay algunas excepciones, como los de hoja verde, además del aguacate.

¿Están totalmente prohibidos los hidratos?

No. De hecho, incluso aunque busquemos el estado de cetosis, siempre se incluye un pequeño porcentaje de hidratos. Cuando hablamos de dieta cetogénica a secas nos solemos referir a la dieta cetogénica estándar, donde se busca consumir más de un 70% de grasas, un 20% de proteínas y menos de un 10% de hidratos de carbono.

También se puede optar por una dieta cetogénica alta en proteínas, donde se equilibra un poco más la balanza, con un 60% de grasas, un 35% de proteínas y un 5% de hidratos.

En algunos casos sí que podemos introducir los carbohidratos en la dieta. Por ejemplo, los deportistas, en días de entrenamiento de alta intensidad o de competición. También existe la denominada dieta cetogénica cíclica, donde se pueden combinar días cetogénicos con días de alimentación estándar, siempre que la balanza se mueva a favor de la cetosis.

¿Podemos comer saludable con esta dieta?

Dependerá de la proporción que le demos a cada alimento. No es lo mismo que hagamos un alto consumo de embutidos a que nos apoyemos principalmente en alimentos como el pescado azul o los frutos secos, muy saludables. También es muy importante mantener un alto consumo de proteínas.

Sin embargo, no resulta saludable eliminar nutrientes básicos. La falta de fibra y vitaminas puede llevar a problemas de salud, por lo que siempre debemos buscar suplirlos con alimentos que sí estén permitidos y que a la vez nos den un buen aporte de estos.

Asimismo, no debemos abusar de grasas saturadas por los problemas cardiovasculares que suelen llevar asociados.

Las 5 dietas que no debemos seguir este 2016

HOLA.com

peores-dietasAlgunas prometen perder mucho peso en poco tiempo, otras son demasiado restrictivas e incompatibles con la vida social y no faltan las que incluso confieren poderes milagrosos a determinados alimentos. En definitiva, son desequilibradas y comprometen nuestra salud. El equipo de expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) analiza el ‘top 5’ de las peores dietas por las que bajo ningún concepto debemos dejarnos seducir por mucho que busquemos desprendernos de los odiosos kilos de más. Ya sabes: huye de las modas y recuerda que por encima de todo está tu salud.

1. Las monodietas a base de sirope de savia, limón, manzana o piña. Son planes que basan la alimentación en un sólo alimento por un tiempo determinado. Según los expertos de IMEO son extremadamente restrictivas en calorías, muy desequilibradas y con asegurado efecto rebote. Por ejemplo, la dieta del limón, utilizada a menudo para bajar una talla de pantalón en una semana, puede desencadenar enfermedades como diabetes, hipertensión y anemia al obligar a nuestro organismo a consumir en exceso un ácido tan potente. Así, es especialmente contraindicada en personas con problemas de reflujo, acidez de estómago, ácido úrico elevado o estreñimiento.

Por otro lado, encontramos las dietas de la manzana y la piña, que se han popularizado tras los excesos navideños. Es cierto que estos alimentos tienen propiedades diuréticas y depurativas, pero «son frutas que no contienen proteinas; por lo que, a la hora de perder peso, se elimina masa muscular y cuando terminemos la dieta volveremos a recuperar el peso con gran facilidad», apunta Estefanía Ramo, nutricionista del IMEO.

2. Dieta de las 500 calorías. Es otra de las dietas milagro que abundan en la red y que consiste en hacer un par de días de ayuno a la semana con una ingesta máxima de 500 calorías. Desde IMEO recalcan que ninguna dieta debería ser inferior a las 800 calorías; ya que una ingesta tan inferior podría tener grandes consecuencias para la salud: deficiencias nutricionales que pueden derivar en anemia, osteoporosis…; falta de vitalidad, fatiga muscular, desórdenes alimenticios, ansiedad, etcétera.

3. Dieta de los sobres proteinados. Este tipo de dieta, de procedencia fracesa, utiliza sobres y preparados proteicos como sustitución de comidas. Lleva al organismo a una situación de cetosis, provocada por el uso de la grasa corporal como fuente de energía al reducir radicalmente los niveles de glúcidos. El veredicto de los expertos: no es una dieta equilibrada y el hecho de reemplazar los alimentos cotidianos por preparados proteicos la hace insostenible en el tiempo.

4. Dieta de los ‘smoothies’ multivitamínicos. A base de frutas, verduras, hortalizas… Son auténticos cócteles de vitaminas y minerales, pero reducidos en proteinas y grasas; por lo que alimentarse únicamente a base de zumos es no aportar al cuerpo los nutrientes necesarios de una comida. Además, al ingerir la fruta y verdura trituradas omitimos la masticación y la insalivación, una parte del proceso digestivo que influye en el efecto de saciedad. Los expertos recomiendan que este tipo de dieta no exceda nunca las 48 horas y no con el objetivo de adelgazar; sino como una forma de ‘limpiar’ el cuerpo.

5. Dieta del ‘cero carbohidratos’. Esta dieta, que ha cobrado especial fuerza en EEUU, de la mano de ‘celebrities’ como Gwyneth Paltrow o Miley Cyrus, limita la ingesta de hidratos de carbono (cereales, legumbres, vegetales y fruta) -nuestra principal fuente de energía-. Como consecuencia, «provoca que el organismo no disponga de glucosa suficiente en la sangre y agote las reservas del hígado y el músculo», explique la nutricionista Andrea Marqués. Seguir esta dieta puede provocar a corto plazo mareo y dolor de cabeza, extreñimiento severo por la carencia de fibra… A largo plazo las consecuencias pueden ser aún más pejudiciales: desde pérdidas de calcio a nivel renal por el exceso de proteina, a pérdida de masa muscular, pasando por arritmias cardiacas.

Flacos favores, el fraude de las dietas milagrosas

QUE / P. Manzanarez

Para seguir luciendo palmito, ponernos en forma antes de salir de vacaciones o recuperar la figura tras la vuelta muchos elegirán dietas rápidas para quitarse esos kilitos de más. Pero según los expertos esto no es posible porque la grasa no se va de la noche a la mañana y la bajada de peso inmediata se debe más a la pérdida de agua y de masa muscular.

De entre estas dietas que prometen unos resultados increíbles en un tiempo récord destacan, por estar de moda y ser las más rápidas, las llamadas hiperproteicas (como la dieta Dukan).

¿Cómo es posible perder peso tan rápido?

Al ser dietas basadas esencialmente en una ingesta muy elevada de proteínas y una mínima, y a veces nula, ingesta de hidratos de carbono, perdemos peso por los mecanismos que nuestro organismo se ve obligado a poner en marcha para producir combustible energético para los órganos y las células: «Cuando una persona está varios días sin tomar hidratos de carbono, el organismo comienza a tirar, en primer lugar, de los depósitos de glucógeno, que es la forma en la cual se almacenan en nuestro cuerpo los hidratos de carbono», explica la experta Ana María Montero, profesora de Nutrición de la Universidad San Pablo CEU.

El glucógeno tiene una peculiaridad, que es la de almacenarse junto a agua, con lo que al haber una caída de estos depósitos se produce una pérdida de agua que, desde el primer momento, se traduce en una pérdida de peso. Aunque hay células, como las nerviosas, cuyo combustible es la glucosa, otros órganos pueden tirar de otras fuentes, es entonces cuando el organismo comienza a movilizar grasas: «Eso, a priori, es lo interesante de una dieta. El problema es que en este caso la movilización de grasas es un poco incontrolada», afirma la experta.

Lo que sucede entonces es que estos ácidos grasos se transforman en el hígado en cuerpos cetónicos, como resultado de que nuestro cuerpo utiliza las grasas en lugar de los azúcares para generar esa energía de la que resulta el combustible necesario: «Se produce lo que se llama una acidosis metabólica que, a la vez, da lugar a una pérdida de apetito, algo que también es interesante en ese tipo de régimen de adelgazamiento» señala Montero, pero «como el organismo sigue necesitando glucosa comienza a movilizar masa muscular para producirla a partir de los aminoácidos».

De este modo, nos encontramos con dietas de adelgazamiento en las que hay una bajada de peso muy grande porque ha habido una pérdida de agua y de masa muscular. Así estas dietas, a largo plazo, pueden suponer un riesgo «porque como te dejan tomar alimentos hiperproteicos normalmente hay una ingesta elevada de aquellos que son de origen animal que, además de proteínas tienen grasas saturadas que puede producir problemas de aterogénesis (cardiovasculares)», señala Montero.

No es el único problema cuando alargamos en el tiempo estas dietas, ya que al metabolizar tanta proteína, que de por sí es alta en nuestra dieta habitual, se puede dar una sobrecarga hepática y renal, amén de problemas de deshidratación y, en el caso de mujeres que están en la menopausia, la acidosis metabólica de la que hemos hablado puede producir problemas óseos o agravar la osteoporosis.

«Como por lo general estas dietas se hacen en cortos periodos de tiempo y las personas que las llevan a cabo están sanas no suelen producir problemas, pero a largo plazo estos como hemos visto pueden ser graves», indica la experta en Nutrición a la par que indica que «hay gente que está a favor de estas dietas porque dicen que motivan al paciente, pero siempre y cuando vayan acompañadas de una buena educación nutricional y de una dieta de mantenimiento que incluya todos los grupos de alimentos».

El problema de las dietas ricas en hidratos de carbono y las disociadas

Dentro de este grupo de dietas excluyentes se encuentran también las ricas en hidratos de carbono pero sin grasas y sin proteínas (como la del Dr. Haas), cuyos resultados se deben a que son dietas hipocalóricas que puede ocasionar carencias en vitaminas hiposolubles y proteínas, y las ricas en grasas (como la Atkins) que se basan en eliminar casi por completo los hidratos de carbono, por lo que funcionan como las hiperproteicas.

Estas dietas cetógenas pueden producir aumentos del colesterol y los triglicéridos, entre otros daños, y producen sensación de náusea (debido a la cetosis) que conducen al que las practica a comer poco.

Tras estas, se registran otros dos grupos de dietas: las disociadas y las hipocalóricas. Las dietas llamada disociadas que hay en el mercado se basan «en la incompatibilidad que tienen los nutrientes al absorberse y que engordan según su combinación. El problema es que, a priori, esto no es cierto porque por combinar alimentos sin más no se engorda más o menos», explica Montero.

Estas dietas permiten ingestas sin límites, pero sin mezclar hidratos de carbono con grasas o proteínas, algo muy difícil de llevar a cabo, y conllevan un riesgo basado en que para mantener el suministro de glucosa se produce una pérdida de proteínas, tal y como indica la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).

Además, y como señala la experta de la San Pablo CEU, en la mayoría de ellas se vuelve al caso de las anteriores ya que suelen limitar la ingesta de hidratos de carbono al prohibir alimentos como el pan, la pasta o el arroz. Solo podrían ser adecuadas si no eran restrictivas.

Las hipocalóricas

El tercer grupo de dietas lo componen las hipocalóricas, que son las usadas en el tratamiento contra la obesidad. Las dietas bajas en calorías pretenden conseguir un balance energético negativo, es decir, que entren menos calorías de las que salen. «Debe ser equilibrada en cuanto a los nutrientes, y se debe adecuar a los gustos, costumbres y horarios de los pacientes. Hay que procurar que no represente una ruptura con la dieta anterior o, por lo menos, que la transición sea progresiva. Es importante que sea variada, para que el paciente no caiga en la monotonía y abandone el tratamiento», informa la SEEDO.

El problema de estas dietas llega cuando son desequilibradas, se hacen sin una supervisión médica, se disminuye drásticamente la ingesta de energía o, incluso, se saltan comidas y se practican ayunos poco recomendables.

Es entonces cuando son altamente peligrosas y pueden causar, entre otros trastornos, deficiencias de nutrientes y llegado a un extremo desnutrición. Al final, tal y como señala el doctor Jesús Román, presidente de la Fundación Alimentación Saludable y de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, «todas las dietas ?mágicas? que aparecen cada cierto tiempo son coincidentes: restringen grupos amplios de alimentos y lo que realmente hacen es, por esta causa, reducir el total de energía (calorías) ingerida. Por esa restricción, a medio y largo plazo, pueden ser contraproducentes para la salud al producirse malnutrición».

Efecto yoyó

Se estima que la obesidad, y no todos los que se ponen a dieta voluntariamente tienen ese problema, afecta a 150 millones de adultos y 15 millones de niños en Europa, en resumen al 20 y al 10 por ciento de la población respectivamente. El problema preocupa y mucho a los expertos, que no dudan en señalar que si bien hay que concienciar a la población de la importancia de tener un peso normal, esto no se debe conseguir de ninguna manera a cualquier precio. La recuperación del peso perdido tras una dieta de adelgazamiento es un fenómeno habitual que repercute muy negativamente sobre la salud y al que con frecuencia no se da importancia, y eso es lo que suele suceder con todas estas dietas llamadas yoyó.

Este efecto se produce porque el balance energético que regula el peso corporal reduce o aumenta el gasto energético dependiendo de la ingesta, pero con una clara tendencia al ahorro de energía, de forma que si se aumenta la ingesta se incrementa levemente el gasto, mientras que si se aminora la ingesta la reducción del gasto es mucho mayor.

Es decir, la respuesta tiende claramente a preservar la grasa corporal como reserva energética. Además de este efecto yoyó, estas dietas no equilibradas «pueden causar problemas sobre el metabolismo, la función renal, ocasionan deficiencias vitamínicas y caída del cabello, entre otros efectos nocivos», previene la doctora Susana Monereo, coordinadora del Grupo de Trabajo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), y añade: «Solo se debe perder el peso que uno vaya a ser capaz de mantener en función de los cambios que sea capaz de realizar en su estilo de vida».

Lo mejor para adelgazar es saber que una dieta solo es efectiva si la podemos incorporar a nuestra vida social y que siempre debe esta supervisada por un especialista.