Qué contiene una tableta de chocolate saludable

CuidatePlus, por Ana Callejo Mora

Resulta complicado resistirse a la sensación placentera que reporta comer chocolate. Si vamos a tomarlo, al menos que sea lo más saludable posible, ¿no? Sonia Peinado y Mireia Elías, nutricionistas del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), explican pormenorizadamente las características de la tableta más recomendable desde el punto de vista de la salud.

Podemos considerar el chocolate como una “venta de impulso” porque la mayoría de sus consumidores no hacen la lista de la compra pensando en incluirlo, sino que se dejan llevar por la cantidad de productos expuestos. Es importante tomarse el tiempo necesario para poder leer el etiquetado nutricional de los alimentos que nos interesan.

No todas las tabletas son iguales. El chocolate blanco está elaborado con manteca de cacao, leche y azúcar (entre otros edulcorantes y productos semielaborados) y no contiene cacao. El chocolate con leche suele contener menos del 40 por ciento de cacao (se consigue reduciendo la pasta de cacao y aumentando el contenido en leche, que puede ser en polvo, azucarada o condensada), reduciendo de esta manera la concentración de los polifenoles (concretamente los flavonoides), que son aquellos que están relacionados con la reducción del riesgo cardiovascular.

Por último, encontramos el chocolate negro, con un alto porcentaje de crema o pasta de cacao (cuanto mayor es esta menos azúcar contendrá) y manteca de cacao. De acuerdo al Real Decreto actual, para que un producto pueda ser considerado chocolate deberá tener “como mínimo, un 35 por ciento de materia seca total de cacao, un 14 por ciento de cacao seco desgrasado y un 18 por ciento de manteca de cacao” y para ser considerado como “negro” deberá de contener un mínimo de 50 por ciento de pasta de cacao.

Considerando entonces la composición de los distintos chocolates cuyo efecto beneficioso está asociado al porcentaje de pasta o crema de cacao, “sin duda, la opción más saludable sería el consumo del chocolate negro, entendiendo su composición anteriormente mencionada. Sin embargo, y a pesar de los efectos beneficiosos asociados, su toma debe ser prudente en poblaciones con riesgo o padecimiento de sobrepeso u obesidad, ya que sigue siendo un alimento muy energético y los compuestos fenólicos también se pueden encontrar en alimentos como frutas y verduras, cuya recomendación de ingesta es diaria. Hay que dejar la elección de un buen chocolate para momentos puntuales o de consumo moderado”, dicen las nutricionistas del IMEO.

Beneficios del cacao para la salud

Elías cita, a continuación, los beneficios que tiene el cacao para la salud:

  1. Mejora nuestra salud cardiovascular, gracias a los polifenoles que contiene. Estos tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que reducen la tensión arterial y el colesterol ‘malo’ o LDL. La grasa que contiene está constituida, fundamentalmente, por un ácido graso denominado esteárico, el cual no provoca una subida del colesterol malo.
  2. Como consecuencia de mejorar la circulación y aumentar el flujo sanguíneo, el cacao ayuda a las funciones cognitivas, mejorando nuestra atención y memoria.
  3. Posee un alto contenido en fibra, la cual nos aporta beneficios para la salud intestinal además de ser saciante.
  4. El cacao no provoca subidas de glucosa en sangre ni su consecuente resistencia a la insulina y diabetes o alteraciones metabólicas.
  5. Es rico en vitaminas del grupo B y minerales como el magnesio, manganeso, potasio, fósforo,  cobre y zinc.
  6. Además, el cacao aporta triptófano. Este es un aminoácido precursor de la serotonina, una hormona relacionada con la felicidad. También mejora el ánimo y combate la depresión.
  7. Provoca un aumento que en la elasticidad, hidratación, densidad y circulación de nuestra piel.

A pesar de todo lo anterior, no podemos obviar que puede resultar algo adictivo por su contenido en teobromina y cafeína.

¿Qué debe contener una tableta chocolate saludable?

Han aparecido en el mercado tantos tipos de tabletas de chocolate que el consumidor puede sentirse perdido ante el volumen de opciones. Según Elías, para que le chocolate sea saludable debe contener:

  • Alto porcentaje de cacao. Cuanto más elevado sea, menor cantidad de azúcar. Mirar que ponga mínimo 75 por ciento de cacao, pero cuanto más, mejor. Esto se ve fácil en la parte delantera de la etiqueta.
  • Bajo contenido en azúcar. Si el chocolate tiene un elevado porcentaje de cacao, va a ser bajo en azúcar casi seguro. Aun así, lo podemos ver en la parte trasera de la etiqueta, en concreto en el valor o información nutricional, donde el apartado de “hidratos de carbono de los cuales son azúcares” no debería ser mayor a 20-25g por cada 100g.
  • No obstante, casi todos los chocolates van a llevar azúcar. Si lo que buscamos es un aporte muy bajo o nulo de este, podemos comprar cacao puro en polvo desgrasado “sin azúcar añadido” o chocolate del 99 por ciento de cacao.
  • Cuando el chocolate viene etiquetado como “sin azúcar añadido”, la mayoría de las veces va a llevar edulcorante para endulzar. El problema está en que el más utilizado es el maltitol, apareciendo incluso a veces como primer ingrediente de la lista lo que implica que es el de mayor cantidad en la tableta. El maltitol no es recomendable para personas con patologías intestinales como colon irritable.Además, si lo tomamos de forma continuada puede provocarnos hinchazón abdominal, diarrea y otros síntomas gastrointestinales.
  • El hecho de que contenga frutos secos tostados, como almendras o avellanas, no implica que sea ni más ni menos saludable, sino simplemente que su aporte de nutrientes será distinto. También puede llevar pepitas de cacao tostadas con el mismo efecto.
  • Algunos vienen con naranja, chile, fresa… lo cual les da un toque especial. La cantidad que aportan de estos ingredientes es muy pequeña, por lo que a nivel nutricional no suponen demasiada diferencia. Lo más importante seguirá siendo que lleven un alto porcentaje de cacao. Solo así serían adecuados.
  • Cuando viene con caramelo, debemos ser conscientes que es un aporte de azúcar extra y, por tanto, de kilocalorías vacías.
  • Fijarse que el cacao sea puro, ya que si ha sido sometido a algún tratamiento químico como la alcalinización puede perder parte de sus flavonoides y sus respectivos beneficios.

¿Podemos acostumbrar al paladar a la amargura del chocolate negro?

“Anteriormente hemos comentado los ingredientes principales que contienen los distintos tipos de chocolates, por lo que cambiar radicalmente de un tipo a otro puede causar rechazo en la población si están acostumbrados a consumir aquellos que contienen mayores cantidades de azúcar. El cambio, por tanto, debería de ser gradual para acostumbrar nuestro paladar a un producto con una cantidad mayor de cacao y menor de azúcar”, señala Peinado.

Normalmente, “esta composición con menor cantidad de leche es la que nos lleva a considerar este tipo de chocolate como amargo y, sin embargo, no siempre es verdad, ya que gran parte del sabor final del producto vendrá determinado por la calidad del grano escogido, así como por su tratamiento”.

Sobre las tabletas de chocolate con frutas, frutos secos o para cocinar

De manera general, “las tabletas de chocolate con trozos de fruta aumentan las kilocalorías destinadas al azúcar por la presencia de las frutas (sumándose a la que ya adiciona el fabricante junto al cacao, grasa láctea, manteca, etc.), por lo que no serían una opción muy saludable”, indica Peinado.

Cuando se incluyen frutos secos en una tableta de chocolate hay que considerar que aumentaremos la carga energética del chocolate, ya de por sí energético. No obstante, es una opción mucho más saludable porque el contenido de grasas saturadas será inferior, así como el valor medio de los hidratos de carbono y azúcares, cuya opción también se puede mejorar al escoger marcas cuyos productos lleven en el etiquetado “sin azúcares añadidos”.

¿Y para cocinar postres?

Actualmente, encontramos en todas los establecimientos de alimentación productos elaborados con grandes concentraciones de materia grasa y azúcar que tienen una elevada palatabilidad (son muy gratos al paladar) y, por ello, llaman la atención del consumidor.

“Una mejor opción sería realizar repostería casera cuidando los ingredientes y sus cantidades, priorizando el uso de chocolates amargos o negros con alto porcentaje de cacao y bajo contenido de azúcares a los que podemos añadir elementos que contengan fibra dietética, con alto poder saciante. Un perfecto ejemplo de ello serían las tortitas de copos de avena integral con chocolate amargo sin azúcares añadidos que se puede decorar con trocitos de fruta”, recomienda Peinado.

Cantidad diaria o semanal máxima de ese chocolate saludable

“De acuerdo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para adultos y niños, que dice que el consumo total de azúcares no debe exceder el 10 por ciento de la ingesta total y sugiriendo que esta sea inferior al 5 por ciento, la ingesta de chocolate debería de ser moderada y ocasional, no excediendo los 30 gramos semanales, los cuales corresponderían a una onza o cuatro cuadraditos pequeños de una tableta. Esta cantidad puede ser superior (una onza al día) si tomamos chocolate con un porcentaje de cacao no inferior al 90 por ciento”, concluye Peinado.

5 consejos para no subir de peso en Navidad

Sigue estos consejos y evita dar el botonazo durante las celebraciones decembrinas

Las Estrellas Tv, por Elizabeth González
Diciembre es uno de los meses más bonitos del año, pero también uno de los más peligrosos, ya que nuestro cuerpo tiende a subir entre tres y cinco kilos, gracias a los deliciosos platillos a los que no nos podemos resistir, según expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Así que para evitar que esto suceda, aquí te van cinco consejos para comer sin culpas durante las celebraciones decembrinas.

1. Toma mucha agua
El primer paso para no subir de peso es tomar agua natural en el momento de mayor apetito. Estudios han demostrado que solo así lograrás engañar a tu cerebro y éste a tu estómago. ¡Te sentirás satisfecho!

2. No a los aderezos
De acuerdo con la National Agricultural Library los aderezos con más calorías son: César (80 calorías); Francés (73 calorías); Aceite de canola (119 calorías) y Mil islas (59 calorías).

3. Modifica las recetas
Los expertos recomiendan sustituir los ingredientes por unos más sanos o preparar los alimentos de otra forma. Por ejemplo, si algo va frito, hiérvelo.

4. Ropa
Utiliza ropa ligeramente ajustada para recordar que no quieres ganar peso. Además, será un recordatorio del momento justo en que debes dejar de comer, aconseja la doctoraElvira Ródenas de Slow Life House.

5. Come lento
Un estudio del Hospital General de Laiko, en Atenas, descubrió que comer lento ayuda a que tu cerebro perciba la cantidad de comida que estás ingiriendo. La ventaja de este tip es que podrás probar todos los platillos, pero ¡en pequeñas cantidades!

¿Qué es peor: un atracón de beicon o de dulces?

Expertos nutricionistas despejan la eterna duda: grasas versus carbohidratos

El País, por Elena Horrillo

1471342866_572511_1471423965_noticia_fotograma¿Grasas o carbohidratos? Adivinar quién es el malo de la película parece fácil: «Las grasas», dirá probablemente, con soltura. Un macronutriente de los tres principales (grasas, proteínas e hidratos) al que se ha demonizado en casi todas las dietas. Se ha llevado el sambenito de responsable de la obesidad y de las grasas acumuladas, se ha vinculado al aumento del colesterol y a un mayor riesgo cardiovascular. Sin embargo, la nutrición no es una cinta de Hollywood; aquí los malos no son tan malos, la ciencia evoluciona y los matices no solo son importantes, sino primordiales.

Pongamos las cartas sobre la mesa. Es cierto que las grasas tienen más calorías: 9 kcal por gramo, frente a las 4 que tienen las proteínas y los hidratos; pero también es cierto que, como el resto de macronutrientes, son completamente necesarias para nuestra dieta. Aportan el combustible a nuestro cuerpo, son imprescindibles para la absorción de importantes vitaminas (A, D, E y K), suministran ácidos grasos fundamentales y forman parte de la estructura de otros compuestos esenciales como las hormonas esteroides y los ácidos biliares. Aunque, eso sí, hay que tener en cuenta que no todas las grasas son iguales. Y esta es la piedra angular del asunto. Hay tres grandes tipos: en primer lugar, las insaturadas, que se dividen a su vez en monoinsaturadas (de origen vegetal, como el aceite de oliva o el aguacate) y poliinsaturadas (del pescado azul y otros aceites como el de girasol). El segundo grupo es el de las saturadas, presentes principalmente en carne y lácteos derivados de la leche entera. Y, por último, las grasas trans, que son las que pasan de ser insaturadas a saturadas (alterando las parejas de átomos), normalmente, de forma artificial, al añadir más hidrógenos, aumentando así su perdurabilidad y mejorando su textura. A este grupo pertenecen las margarinas, bollería industrial y multitud de alimentos preparados.

A pesar de la gran diferencia entre unas y otras, se las englobó en el mismo saco durante décadas. “De algún modo se equipararon todas las grasas con las saturadas, por lo que las recomendación nutricional era evitarlas y tomar, en su lugar, carbohidratos”, explica Emili Ros, director de la Unidad de Lípidos del Hospital Clinic de Barcelona y jefe de grupo de Obesidad y Nutrición del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBEROBN) del Instituto Carlos III. Así pues, durante años, se asoció directamente el consumo de cualquier tipo de grasas con el aumento del colesterol y, por tanto, con el incremento del riesgo cardiovascular. Además, múltiples dietistas ayudados por numerosas campañas de márketing hicieron de lo bajo en grasa (de nuevo, de forma genérica) un reclamo de dieta saludable. Pero la mayonesa light engorda (y mucho).

Con el tiempo, comenzaron las necesarias diferenciaciones y empezaron a borrarse o matizarse algunos de los estigmas atribuidos a este nutriente. Para nuestro cerebro, la conexión puede ser obvia: a mayor consumo de grasa, más obesidad; pero lo cierto es que la asociación no es tan sencilla. “La gente que come más grasas vegetales [aceites de oliva, girasol o maíz, aceitunas y frutos secos] no tiene más tasas de obesidad ni ganan más peso que las que consumen más carbohidratos. Para el tratamiento de la obesidad, un régimen hipocalórico con más grasa es más fácil de tolerar y consigue más pérdida de peso que con una dieta alta en carbohidrato”, asegura Ros.

¿Y qué pasa con el riesgo cardiovascular? Hasta ahora se afirmaba que había correlación entre el consumo de este tipo de lípidos y los peligros para el corazón, pero algunos estudios comienzan a ponerlo en duda. Porque ni siquiera la asociación grasas insaturadas/buenas y grasa saturadas/malas es certera. “El debate existe porque se ponían en un mismo saco a todas las grasas saturadas. Ahora se ha visto que hay que darles nombres y apellidos: no todas tienen el mismo efecto”, asegura Eduard Baladia, profesor de la Universidad de Alicante y editor de la Revista Española de Nutrición Humana y Dietética. Tanto es así que Ros asegura que solo si se sustituyen «las grasas saturadas por mono o poliinsaturadas, baja el riesgo cardiovascular. Su mera eliminación carece de efecto sobre este problema y la diabetes».

Baladia se muestra más cauto: “La mayoría de las grasas saturadas siguen teniendo efectos nocivos”, aunque asegura que los lípidos son solo “un factor más” al evaluar los peligros a nivel cardiovascular: “Las grasas nunca han sido el único elemento a tener en cuenta, el peso ha sido otro, la obesidad abdominal, la ingesta energética o la falta de ejercicio físico”. Sin embargo, Ros es más optimista y cree que habría que ir sacando del banquillo de los acusados a la leche entera, los lácteos fermentados ricos en grasa como el queso y las carnes rojas magras. Se quedarían, sin embargo, las carnes procesadas, como ya adelantó en su día la OMS.

El peligro de los azúcares

El debate sobre las grasas se encuentra abierto y la evidencia científica trabaja contra reloj para aportar más certezas sobre el asunto. Sin embargo, en lo que todos los expertos consultados se muestran de acuerdo es en la condena a los hidratos de carbono refinados, es decir, el azúcar y aquellos a lo que se les ha eliminado la parte más rica en fibra. Aquí también es capital la diferenciación entre estos y los hidratos buenos (principalmente los integrales y los que se encuentran se forma natural en frutas y verduras). “Estos van entrando lentamente, así que nos aportan energía estable a largo plazo, en cambio, los azúcares nos provocan un pico de insulina, que es una energía que dura poco y que, si no la quemamos, la almacenaremos en forma de grasa”, explica Rubén Bravo, experto en nutrición y portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).

Los refinados sí se han demostrado enemigos de nuestro corazón. Según el informe Consenso sobre las grasas y aceites en la alimentación de la población española adulta, dirigido por Ros, “las dietas altas en hidratos de carbono, particularmente aquellas con un alto índice glucémico [que elevan rápidamente la glucosa en la sangre: donuts, azúcar de mesa, refresco, pasta blanca, natillas, golosinas…], contribuyen, no solo a un mayor riesgo cardiovascular, sino también de síndrome metabólico, obesidad y diabetes”. Baladia señala que su consumo “hace que aumente la producción de grasa saturada endógena” y señala a los integrales como sustitutivos primordiales.

Tanto Ros como Baladia señalan un punto fundamental que parece resumir, con grandes dosis de sentido común, el estado de la cuestión: la importancia del tipo de grasa o de hidratos, y recordar que un alimento no se compone de un único nutriente. Por ello, Ros se muestra tajante: “Es mucho más importante el alimento que el nutriente”. El foco, más que en consumir más o menos grasas, más o menos hidratos o más o menos proteínas, debe centrarse en tomar más alimentos saludables. Y ni un kilo de beicon o una caja de donuts parecen serlo…

Food trucks: una nueva oleada de comida rápida

Una «nueva oleada» de comida rápida irrumpe en España «sobre ruedas» bajo el nombre food trucks. Se trata de comida de la calle vendida en furgonetas en eventos, festivales y ferias. Un nuevo americanismo que amenaza con engrosar los índices de sobrepeso y obesidad en España con su amplia oferta de comida rápida y asequible, pero desmesurada en calorías y de escaso valor nutricional. Fomentar su consumo supondría una nueva zancadilla a la dieta mediterránea y sería un mal ejemplo para los más jóvenes y su cultura alimentaria, alertan los expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).
En este programa de la «Alpispa», de la Radio Autonómica de Canarias, interviente como invitado Rubén Bravo, experto en nutrición y portavoz del IMEO para explicar los posibles efectos negativos en la salud que puede tener el consumo frecuente de este tipo de manjares, que deleitan más que nutren.
Para escuchar la entrevista integra, pulsa play.

Coca-Cola, acusada de financiar a científicos con un discurso sesgado sobre la obesidad

El Mundo, por Cristina G. Lucio

Coca Cola y la obesidadLa polémica está servida para Coca-Cola desde la publicación, el pasado domingo en The New York Times, de un artículo en el que se señala que la compañía ha financiado y apoyado logísticamente a investigadores que sostienen que es principalmente la falta de ejercicio -y no una mala alimentación- la causante de la epidemia de obesidad que vive el planeta.

La productora de refrescos ha donado, según el diario norteamericano, unos 1,5 millones de dólares (1,36 millones de euros) a la recién creada organización sin ánimo de lucro Global Energy Balance Network y, desde 2008, otros cuatro millones (3,6 millones de euros) a los proyectos de dos de sus miembros fundadores -Steven N. Blair y Gregory Hand-; cuyos mensajes dirigidos a la opinión pública y a la comunidad médica ‘exculpan’ en gran medida a la dieta de estar detrás de los problemas de sobrepeso.

«La mayor parte del foco en los medios y la prensa científica es ‘oh, se come demasiado; se come demasiado’, culpando a la comida rápida y a las bebidas azucaradas. Pero realmente no hay una evidencia convincente de que eso sea así», ha señalado Blair recientemente en un vídeo presentando la organización.

Sin embargo, ese mensaje está sesgado y obvia los resultados de investigaciones que han demostrado que la actividad física tiene un impacto mucho menos importante que la dieta en la ganancia de peso, tal y como señalan varios expertos en Nutrición y Salud Pública.

«La agenda de Coca-Cola es muy clara: Consigue que esos investigadores confundan la ciencia y desvíen la atención sobre la ingesta calórica», ha señalado a ‘The New York Times Marion Nestle, profesora de Nutrición de la Universidad de Nueva York.

Por su parte, Barry M. Popking, de la Universidad de Carolina del Norte, ha comentado que estas tácticas recuerdan a las empleadas por la industria tabaquera, que reclutaban a expertos para que se convirtieran en «vendedores de dudas» sobre los riesgos para la salud del tabaquismo.

Desde España, el dietista-nutricionista Aitor Sánchez coincide en criticar las estrategias de la industria alimentaria y de bebidas para conseguir que los mensajes de salud pública sean favorables a sus intereses.

«No es una novedad. Uno de los argumentos que pretenden hacer que cale es el del balance energético, lo que implica poner al mismo nivel cualquier tipo de calorías. Pero lo cierto es que no es lo mismo tomar determinadas calorías a través de un refresco azucarado, que no tiene ningún interés nutricional y que provoca una absorción rapidísima del azúcar, que hacerlo comiendo garbanzos», señala.

«Está demostrado que el sedentarismo por sí mismo no explica la epidemia de obesidad», continúa el también autor del blog Mi dieta cojea. «La mala dieta es lo que está detrás. No hay obesos que coman poco», subraya.

Sánchez recuerda que el caso de Coca-Cola no es aislado ni se limita a Estados Unidos. «El mayor patrocinador de muchos organismos y entidades de Nutrición en todo el mundo es la industria. Es quien financia a sociedades científicas, quien paga sus congresos, quien patrocina sus investigaciones», apunta. Y eso, añade, tiene repercusión en los mensajes que llegan a la población y en los resultados de las investigaciones.

En este sentido, una investigación realizada por científicos de la Universidad de Navarra y publicada en ‘PLoS Medicine’ en enero de 2014 señaló que las conclusiones de los trabajos que analizaban la relación entre consumo de refrescos y aumento de peso eran muy diferentes en función de si se habían financiado o no por compañías del sector.

«Hemos visto que es cinco veces más probable que las revisiones sistemáticas donde los autores reconocen la existencia de un potencial conflicto de interés económico determinen que la relación entre el consumo de refrescos y la ganancia de peso es inconcluyente», indicó a EL MUNDO Maira Bes, profesora del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra y principal firmante de la investigación.

Hace algo más de un año, la asociación Dietética sin Patrocinadores, a cuyo nacimiento contribuyó Sánchez, comenzó a denunciar los estrechos lazos que unen a la industria de la alimentación con las sociedades científicas y a abogar por «la divulgación libre e independiente» de la información nutricional.

El problema de la transmisión de mensajes sesgados y confusos sobre alimentación no tiene visos de pronta solución, concluye Sánchez, porque la financiación pública de los ensayos cada vez se reduce más en favor de la privada, lo que abre la puerta a los conflictos de interés.

En un comunicado, The Coca-Cola Company señala que la empresa «tiene una larga historia de apoyo a la investigación basada en la evidencia sobre nuestras bebidas, los ingredientes que usamos e importantes temas como el balance de energía».»Como parte de ese compromiso», continúa el texto, «hacemos equipo con algunos de los principales expertos en los campos de la Nutrición y la Actividad Física. Hacemos un gran esfuerzo para asegurarnos de que proporcionamos apoyo de una manera apropiada y de acuerdo a los estándares fijados por las universidades y las organizaciones con las que trabajamos. Para nosotros es importante que los investigadores con los que trabajamos compartan sus propios puntos de vista y hallazgos científicos, independientemente del resultados, y sean transparentes y abiertos sobre nuestra financiación».

Mejor integral: comer dos porciones de pan blanco al día aumenta el riesgo de obesidad

  • Dos o más raciones al día de pan blanco elevan el riesgo de sobrepeso y obesidad en un 40%, en comparación con quienes comen una ración por semana.
  • El consumo en conjunto de pan blanco e integral no se asoció con mayor aumento de peso.
  • Tampoco se observó asociación significativa entre pan integral y obesidad.

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el pan blanco fomenta la obesidadA vueltas con el pan, si engorda o no, un nuevo estudio realizado por la Universidad de Navarra viene a decir que puestos a elegir, mejor integral. Y es que los investigadores aseguran que comer mucho pan blanco al día aumenta el riesgo de obesidad.
El estudio, dentro del proyecto SUN, pone de manifiesto que el consumo de dos o más raciones al día de pan blanco (cada ración son 3 rodajas) incrementa el riesgo de sobrepeso y obesidad en un 40%, en comparación con quienes optan por reducir este consumo a una ración por semana.
Pocos estudios han investigado la relación entre el pan y la obesidad. En esta investigación, los autores evaluaron la relación entre el pan blanco y el cambio de peso en una cohorte mediterránea de España, donde el pan blanco es el alimento básico.

Los investigadores siguieron a un total de 9.267 graduados universitarios del proyecto SUN durante un periodo medio de 5 años. Al inicio del estudio se tuvieron en cuenta los hábitos alimentarios realizando un cuestionario validado de frecuencia de alimentos.

Los resultados, dados a conocer por los profesores Miguel A. Martínez-González y Maira Bes-Rastrollo, de Medicina Preventiva y Salud Pública, mostraron que el consumo en conjunto (pan blanco y pan integral) no se asoció con un mayor aumento de peso. Por el contrario, la ingesta de únicamente pan blanco se asoció directamente con un mayor riesgo de sobrepeso y obesidad.

Así, los participantes que consumían dos o más raciones al día eran 40% más propensos a desarrollar este trastorno que los que tomaban una ración por semana o menos.

No se observó asociación significativa entre el consumo de pan integral y el sobrepeso y la obesidad. «La naturaleza de los hidratos de carbono, el contenido de fibra y otros micronutrientes en el pan integral y la absorción más lenta de carbohidratos pueden explicar la falta de asociación entre el consumo de éste y la obesidad», según concluyen los autores, integrados en el Centro de Investigación Biomédica en Red de la Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBER-OBN).

Flacos favores, el fraude de las dietas milagrosas

QUE / P. Manzanarez

Para seguir luciendo palmito, ponernos en forma antes de salir de vacaciones o recuperar la figura tras la vuelta muchos elegirán dietas rápidas para quitarse esos kilitos de más. Pero según los expertos esto no es posible porque la grasa no se va de la noche a la mañana y la bajada de peso inmediata se debe más a la pérdida de agua y de masa muscular.

De entre estas dietas que prometen unos resultados increíbles en un tiempo récord destacan, por estar de moda y ser las más rápidas, las llamadas hiperproteicas (como la dieta Dukan).

¿Cómo es posible perder peso tan rápido?

Al ser dietas basadas esencialmente en una ingesta muy elevada de proteínas y una mínima, y a veces nula, ingesta de hidratos de carbono, perdemos peso por los mecanismos que nuestro organismo se ve obligado a poner en marcha para producir combustible energético para los órganos y las células: «Cuando una persona está varios días sin tomar hidratos de carbono, el organismo comienza a tirar, en primer lugar, de los depósitos de glucógeno, que es la forma en la cual se almacenan en nuestro cuerpo los hidratos de carbono», explica la experta Ana María Montero, profesora de Nutrición de la Universidad San Pablo CEU.

El glucógeno tiene una peculiaridad, que es la de almacenarse junto a agua, con lo que al haber una caída de estos depósitos se produce una pérdida de agua que, desde el primer momento, se traduce en una pérdida de peso. Aunque hay células, como las nerviosas, cuyo combustible es la glucosa, otros órganos pueden tirar de otras fuentes, es entonces cuando el organismo comienza a movilizar grasas: «Eso, a priori, es lo interesante de una dieta. El problema es que en este caso la movilización de grasas es un poco incontrolada», afirma la experta.

Lo que sucede entonces es que estos ácidos grasos se transforman en el hígado en cuerpos cetónicos, como resultado de que nuestro cuerpo utiliza las grasas en lugar de los azúcares para generar esa energía de la que resulta el combustible necesario: «Se produce lo que se llama una acidosis metabólica que, a la vez, da lugar a una pérdida de apetito, algo que también es interesante en ese tipo de régimen de adelgazamiento» señala Montero, pero «como el organismo sigue necesitando glucosa comienza a movilizar masa muscular para producirla a partir de los aminoácidos».

De este modo, nos encontramos con dietas de adelgazamiento en las que hay una bajada de peso muy grande porque ha habido una pérdida de agua y de masa muscular. Así estas dietas, a largo plazo, pueden suponer un riesgo «porque como te dejan tomar alimentos hiperproteicos normalmente hay una ingesta elevada de aquellos que son de origen animal que, además de proteínas tienen grasas saturadas que puede producir problemas de aterogénesis (cardiovasculares)», señala Montero.

No es el único problema cuando alargamos en el tiempo estas dietas, ya que al metabolizar tanta proteína, que de por sí es alta en nuestra dieta habitual, se puede dar una sobrecarga hepática y renal, amén de problemas de deshidratación y, en el caso de mujeres que están en la menopausia, la acidosis metabólica de la que hemos hablado puede producir problemas óseos o agravar la osteoporosis.

«Como por lo general estas dietas se hacen en cortos periodos de tiempo y las personas que las llevan a cabo están sanas no suelen producir problemas, pero a largo plazo estos como hemos visto pueden ser graves», indica la experta en Nutrición a la par que indica que «hay gente que está a favor de estas dietas porque dicen que motivan al paciente, pero siempre y cuando vayan acompañadas de una buena educación nutricional y de una dieta de mantenimiento que incluya todos los grupos de alimentos».

El problema de las dietas ricas en hidratos de carbono y las disociadas

Dentro de este grupo de dietas excluyentes se encuentran también las ricas en hidratos de carbono pero sin grasas y sin proteínas (como la del Dr. Haas), cuyos resultados se deben a que son dietas hipocalóricas que puede ocasionar carencias en vitaminas hiposolubles y proteínas, y las ricas en grasas (como la Atkins) que se basan en eliminar casi por completo los hidratos de carbono, por lo que funcionan como las hiperproteicas.

Estas dietas cetógenas pueden producir aumentos del colesterol y los triglicéridos, entre otros daños, y producen sensación de náusea (debido a la cetosis) que conducen al que las practica a comer poco.

Tras estas, se registran otros dos grupos de dietas: las disociadas y las hipocalóricas. Las dietas llamada disociadas que hay en el mercado se basan «en la incompatibilidad que tienen los nutrientes al absorberse y que engordan según su combinación. El problema es que, a priori, esto no es cierto porque por combinar alimentos sin más no se engorda más o menos», explica Montero.

Estas dietas permiten ingestas sin límites, pero sin mezclar hidratos de carbono con grasas o proteínas, algo muy difícil de llevar a cabo, y conllevan un riesgo basado en que para mantener el suministro de glucosa se produce una pérdida de proteínas, tal y como indica la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).

Además, y como señala la experta de la San Pablo CEU, en la mayoría de ellas se vuelve al caso de las anteriores ya que suelen limitar la ingesta de hidratos de carbono al prohibir alimentos como el pan, la pasta o el arroz. Solo podrían ser adecuadas si no eran restrictivas.

Las hipocalóricas

El tercer grupo de dietas lo componen las hipocalóricas, que son las usadas en el tratamiento contra la obesidad. Las dietas bajas en calorías pretenden conseguir un balance energético negativo, es decir, que entren menos calorías de las que salen. «Debe ser equilibrada en cuanto a los nutrientes, y se debe adecuar a los gustos, costumbres y horarios de los pacientes. Hay que procurar que no represente una ruptura con la dieta anterior o, por lo menos, que la transición sea progresiva. Es importante que sea variada, para que el paciente no caiga en la monotonía y abandone el tratamiento», informa la SEEDO.

El problema de estas dietas llega cuando son desequilibradas, se hacen sin una supervisión médica, se disminuye drásticamente la ingesta de energía o, incluso, se saltan comidas y se practican ayunos poco recomendables.

Es entonces cuando son altamente peligrosas y pueden causar, entre otros trastornos, deficiencias de nutrientes y llegado a un extremo desnutrición. Al final, tal y como señala el doctor Jesús Román, presidente de la Fundación Alimentación Saludable y de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación, «todas las dietas ?mágicas? que aparecen cada cierto tiempo son coincidentes: restringen grupos amplios de alimentos y lo que realmente hacen es, por esta causa, reducir el total de energía (calorías) ingerida. Por esa restricción, a medio y largo plazo, pueden ser contraproducentes para la salud al producirse malnutrición».

Efecto yoyó

Se estima que la obesidad, y no todos los que se ponen a dieta voluntariamente tienen ese problema, afecta a 150 millones de adultos y 15 millones de niños en Europa, en resumen al 20 y al 10 por ciento de la población respectivamente. El problema preocupa y mucho a los expertos, que no dudan en señalar que si bien hay que concienciar a la población de la importancia de tener un peso normal, esto no se debe conseguir de ninguna manera a cualquier precio. La recuperación del peso perdido tras una dieta de adelgazamiento es un fenómeno habitual que repercute muy negativamente sobre la salud y al que con frecuencia no se da importancia, y eso es lo que suele suceder con todas estas dietas llamadas yoyó.

Este efecto se produce porque el balance energético que regula el peso corporal reduce o aumenta el gasto energético dependiendo de la ingesta, pero con una clara tendencia al ahorro de energía, de forma que si se aumenta la ingesta se incrementa levemente el gasto, mientras que si se aminora la ingesta la reducción del gasto es mucho mayor.

Es decir, la respuesta tiende claramente a preservar la grasa corporal como reserva energética. Además de este efecto yoyó, estas dietas no equilibradas «pueden causar problemas sobre el metabolismo, la función renal, ocasionan deficiencias vitamínicas y caída del cabello, entre otros efectos nocivos», previene la doctora Susana Monereo, coordinadora del Grupo de Trabajo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), y añade: «Solo se debe perder el peso que uno vaya a ser capaz de mantener en función de los cambios que sea capaz de realizar en su estilo de vida».

Lo mejor para adelgazar es saber que una dieta solo es efectiva si la podemos incorporar a nuestra vida social y que siempre debe esta supervisada por un especialista.

La leche descremada contribuiría a la obesidad

Un nuevo estudio del Hospital de Niños de Boston y de la Universidad de Harvard asegura que los lácteos bajos en grasa favorecen el aumento de peso
Semana

Durante años se creyó que al beber la leche descremada se podía obtener los beneficios de la leche entera: la vitamina D, calcio y proteínas, sin consumir la misma grasa ni las mismas calorías. Inclusive, muchos cambiaron la leche entera por la leche descremada para perder peso, pero el más reciente estudio, publicado el pasado miércoles en la revista Time y en JAMA Pediatrics, contradijo el mito urbano.

La investigación liderada por David Ludwig, del Hospital de Niños de Boston y por Walter Willett, doctor de la escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, revela que la leche descremada podría incluso engordar más que la leche entera: “pues las bebidas bajas en calorías no significarían necesariamente menor ingesta de las mismas”, advirtieron.

El estudio se realizó a través del análisis de diferentes casos de niños que consumían leche entera y descremada, con el fin de relacionar el tipo de leche con el peso. Uno de los autores del estudio, el dr. Mark Daniel DeBoer, profesor asociado de pediatría endocrinología en la Universidad de Virgina Facultad de Medicina, afirmó: «Nuestra hipótesis inicial era que los niños que bebían leche entera eran más pesados ya que consumían más grasas saturadas. Al final, nos sorprendimos cuando nos fijamos en los datos y descubrimos que dentro de todas las etnias y todos estratos socioeconómicos, era todo lo contrario: los niños que bebían leche descremada eran más pesados que los que bebían leche entera”.

Por otro lado, los investigadores coinciden en que muchas personas abusan de los alimentos bajos en grasa, ingiriéndolos como si no tuvieran calorías, entonces, comen mucho más, duplicando la cantidad de calorías de grasa y engordando rápidamente.

La investigación pone en duda también la reputación de muchas empresas, pues aseguran que muchas veces pueden aumentar los niveles de azúcar para mejorar el sabor de los productos lácteos bajos en grasa y lo más importante, que la leche descremada proporciona menos nutrientes y menos beneficios para la salud.

¿Se puede adelgazar mientras dormimos?

El insomnio se asocia con un aumento del perímetro de la cintura de 6.7 centímetros en los hombres y de 5.4 en las mujeres.

El País, Vanguardía de México

dormida_310513España. La población descansaba unas nueve horas en 1960; hoy, seis. El problema es que la carencia de sueño está relacionada con el aumento de peso, según varios estudios, entre ellos una revisión en 2008 de 30 trabajos de la Universidad de Warwick (Reino Unido).“Los niños que más duermen durante los primeros 11 años tienen menor riesgo de engordar. Además, en un experimento realizado a 68 mil 183 mujeres adultas, aquellas que pernoctaban cinco horas o menos ganaron 4,3 kilos más que las que dormían siete”, afirma Albert Lecube, coordinador de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición.

El insomnio se asocia con un aumento del perímetro de la cintura de 6.7 centímetros en los hombres y de 5.4 en las mujeres.

La leptina, que inhibe la sensación de hambre, y la grelina, que la estimula, son dos hormonas que se modifican de noche. Entre menos tiempo se duerma, se disminuye considerablemente la primera y, en cambio, la segunda se ve incrementada en forma proporcional.

A la rica proteína

La dieta de la noche (The Overnight Diet), creada por Caroline Apovian, directora de Nutrición del Centro Médico Boston, arrasa en EE UU.

Este método, se basa en la descomposición de los nutrientes y en el funcionamiento de la insulina, una hormona capaz de regular el almacenamiento de grasa.

Su teoría: cuanto más azúcar tenga una comida, más se intensifica esta hormona y más se engorda.

Esta dieta no mezcla hidratos de carbono con proteínas, porque juntos aumentan los niveles insulínicos.

El pescado, la carne o los huevos se reservan para la cena, menos un día a la semana en el que se consumen batidos proteínicos.

“Al descansar, el organismo gasta las reservas de glucosa y de grasa”, razona Paula Rosso, nutricionista de M+C. En la cena, están prohibidos azúcares y harinas.

“El organismo los transforma en grasa mientras se duerme”, dice Rosso. Al no tener reserva de carbohidratos al llegar a la cama, el metabolismo tira de grasas.

Cosmética de turno de noche

Existe la creencia de que aplicarse cremas anticelulíticas de noche es más efectivo que de día. ¿Mito o realidad?

“No hay evidencia científica, pero es lógico pensar que estar en reposo aumenta la acción de los anticelulíticos”, responde Lola Bou, miembro de la Academia Española de Dermatología.

Mientras pernoctamos, el flujo sanguíneo disminuye y esto hace que los ingredientes de los productos penetren mejor.

Además, la posición horizontal favorece la eliminación de líquidos y de residuos, lo que oxigena los tejidos y evita problemas de circulación y la piel de naranja. Un consejo: masajear bien la zona a tratar con la crema.

Acelerar el metabolismo

Debemos aumentar el metabolismo con el deporte. Después de ir al gimnasio, el organismo sigue quemando grasas y consumiendo calorías, incluso en reposo. “La clave está en realizar ejercicios de fuerza, como coger pesas y combinarlos con actividades de alta intensidad, como correr”, sugiere Jordi Notario, de Gimnasios Dir. También es importante reducir las calorías que se consumen para no generar reservas de grasa.

¿Cuáles son las bebidas que más engordan?

Si somos aficionados a tomar refrescos edulcorados, notaremos una bajada de peso con solo eliminarlos de nuestra dieta

Las Provincias

Los refrescos nos engordanUna manera inteligente de eliminar los kilos de más sin someternos a una dieta muy estricta es quitar de nuestros hábitos alimentarios aquellos productos que nos hacen engordar en mayor medida. Eliminar las grasas y azúcares, un exceso de pan u otros hidratos de carbono o sustituir los peores tentempiés por frutas son las opciones más ocurrentes, pero también podemos probar a modificar los hábitos a la hora de elegir qué bebemos.

El alcohol tiene mucha incidencia en aumentar de peso. Esto puede explicarse observando la actividad del hígado: mientras está trabajando para quemar el alcohol que el cuerpo ingiere, no puede quemar las grasas que el proceso del organismo precisa. Además, la ingesta de alcohol afecta al proceso hormonal y una de sus consecuencias es que hace que sintamos más hambre.
 
Por otro lado, si somos aficionados a tomar refrescos edulcorados, notaremos una bajada de peso con solo eliminarlos de nuestra dieta. Los azúcares añadidos significan calorías directas y más aún con los siropes de jarabe de maíz que se usan actualmente en muchas bebidas y cuyos efectos están siendo estudiados como causantes de la obesidad epidémica en Estados Unidos. Según la Asociación Americana del Corazón, los refrescos y otras bebidas con azúcar son la principal fuente de azúcares en las dietas de los estadounidenses.
 
Aunque no hay todavía investigaciones concluyentes al respecto, lo cierto es que existe una posibilidad de que las bebidas bajas en calorías influyan en la subida de peso. Para compensar la falta de azúcar, estas bebidas se basan en edulcorantes artificiales además de contener un exceso de sodio (un 200% más), lo que provoca que se retenga líquido. En consecuencia, además de aumentar peso, esto es un problema para los riñones y el hígado. Por otro lado, aunque los edulcorantes artificiales no sean a priori calóricos, causan unas bacterias en el intestino que interfieren en el metabolismo. Sin embargo, estas bebidas acaban suponiendo un problema para perder peso y para la propia salud solo si se consumen de una manera excesiva.
 
Por otro lado, las bebidas gaseosas colaboran al hecho de que comamos más y, por lo tanto, a que engordemos. Si ingerimos bebidas gaseosas cuando comemos, nos llenamos antes y creemos que estamos llenos cuando simplemente sentimos una falsa sensación de saciedad, pero fácilmente podremos volver a tener hambre al cabo de poco tiempo.
 
A diferencia de las bebidas alcohólicas o gaseosas, el té verde es una excelente opción para tomar en cualquier hora del día. Las catechinas, un ingrediente antioxidante de la bebida, estimulan que el cuerpo queme calorías. Las catechinas también se encuentran presentes en las manzanas y las moras y, aunque no sean adecuados en dietas, también en el chocolate y el vino tinto.