España es el país europeo donde más personas dicen haber ganado peso…pero en kilos ganados estamos por debajo de la media mundial. Aún así, el 21% declaran haber perdido peso entre marzo y noviembre.
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España es el país donde los ciudadanos dicen haber engordado más en Europa, aunque por debajo de la media mundial de 6,1 kilos
Pese a todo, un 21% de los españoles han perdido peso desde marzo de 2020
Desde el inicio de la pandemia los españoles han engordado de media 5,7 kilos, y somos el país europeo donde más ciudadanos dicen haber ganado peso desde el pasado marzo (38%), seguido de Italia (35%). Son datos de un estudio de la empresa Ipsos sobre el impacto de la pandemia en la alimentación y la salud, donde se especifica que a nivel mundial la media se sitúa en 6,1 kilos ganados desde la llegada de la covid-19.
Por tanto, en España, aunque superamos la media mundial en cuanto a ciudadanos que reconocen haber engordado desde marzo, el incremento medio de peso es menor que la media. No obstante, estamos por encima de la media global y entre los primeros países europeos donde más gente ha perdido peso, ya que un 21% de los españoles así lo afirma.
Bajar de peso es junto a dejar de fumar y hacer más ejercicio los factores que los españoles creen que pueden minimizar los síntomas del coronavirus en caso de contagiarse. Abaratar los precios de los productos saludables, habilitar más espacios verdes para hacer deporte, medidas gubernamentales y de la industria de la alimentación ayudarían a perder peso, han sostenido también los ciudadanos.
IPSOS
¿Qué es lo mejor para perder peso?
Para cada cuatro de cada diez españoles lo mejor es hacer dieta y reducir la cantidad de alimentos ingeridos; para un 31% tomar menos bebidas azucaradas es determinante y para dos de cada diez beber menos alcohol también ayuda bastante a bajar peso. Los españoles comparten la importancia de la reducción del azúcar en la dieta (65 %), pero en segundo lugar sitúan la eliminación de comida procesada (46 %), siendo los ciudadanos a nivel mundial que más importancia le dan a este factor.
En el estudio, un 24% de los españoles reconoce que ha aumentado su actividad física pero un 27% dice que se mueve menos que antes de la llegada del virus. Respecto al consumo de alcohol durante esta pandemia, el 10% de los españoles reconoce haber aumentado la ingesta mientras un 7% admite que ha bebido menos alcohol en los últimos meses. En cuanto al tabaquismo, un 4% admite que ha dejado este hábito, lo que nos sitúa entre los 6 primeros países que más ciudadanos han empezado a fumar.
¿Cuántos españoles intentan perder peso?
Según el estudio, el 32% de los españoles no tienen especial intención de ganar o perder peso, en sintonía con el 31% de la media mundial (o al menos la media de lo que declaran los ciudadanos de esos 30 países). En cambio, la mayoría tiene intención de perder peso. En concreto, el 50% de los encuestados, por encima de la media universal del 45%, y solo un 6% (8% de media mundial) declaran su intención contraria de ganar kilos. El resto, no contesta.
Entre los que declararon su intención de perder peso, el 17% señalaron que su principal motivación era rebajar el riesgo de sufrir una enfermedad severa si contraían la Covid-19. El 63% creían que el virus era un factor importante para animarse a bajar kilos, pero no el principal mientras el 21% no lo nombraban entre los motivos para aliviar un poco a la báscula.
Para este estudio se entrevistó a 22.008 adultos en 30 países del 23 de octubre al 6 de noviembre de 2020.
El ránking: los países que más peso ganaron en pandemia
Un hombre vende aperitivos y comida envasada en Ciudad de México. CUARTOSCURO
La prosperidad es el objetivo lógico de cualquier sociedad, pero también trae sus propios riesgos. Uno de ellos es la obesidad. La población con sobrepeso se ha incrementado prácticamente al mismo tiempo que disminuía la desnutrición. Por eso, porque la obesidad es prima hermana de la abundancia, América Latina en pleno -pero, sobre todo, sus países más ricos- es hoy más obesa que nunca.
Las tasas de obesidad de las grandes naciones latinoamericanas todavía no han alcanzado los peligrosos índices de sus vecinos del norte. Pero hacia allá se encaminan. La bella paradoja es que por una vez el retraso en la prosperidad ofrece una ventaja para los que llegan tarde: la oportunidad de aprender de los errores de los que cayeron primero en el problema de los ricos.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que no toda abundancia tiene el mismo efecto. Ciertos alimentos contribuyen más al que es el principal mecanismo para producir obesidad: los productos ultra-procesados (aquellos que son profundamente transformados desde su forma original, con sustanciales añadidos de otros ingredientes, normalmente grasa, azúcar y sal) han sido identificados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) como determinantes en la extensión de la obesidad en el continente.
Bebidas azucaradas, galletas, panes industriales… existe evidencia sólida de que todos ellos fomentan el consumo excesivo de calorías. Igualmente, cada vez tenemos más datos de que la cantidad de ejercicio que necesitaríamos hacer para compensar dicho consumo sin reducirlo es más bien inalcanzable. Por todo ello, a la hora de buscar políticas para frenar el crecimiento de la obesidad parece una buena idea empezar por preguntarnos cómo podemos embridar a los ultraprocesados.
¿Basta con más información?
Quizás lo que necesita la ciudadanía es más información. Y, si la obtiene, tal vez comience a tomar decisiones más acordes con su bienestar a largo plazo. Más específicamente, si obligamos a las empresas a informar de manera clara, comprensible y accesible del contenido de sus alimentos
Esta es la lógica que ha llevado a todo un movimiento (o, más bien, a una serie de iniciativas) para demandar un etiquetado más claro y visible en los supermercados. Según la mayoría de estas propuestas, la información a mostrar quedaría en el frente del envase para que se pudiera observar de un vistazo. Incluiría precisamente la cantidad de calorías; azúcares añadidos; sodio y grasas, particularmente las saturadas. Y lo que es más importante: no se trata de representar estas cantidades de manera exacta tanto como de que cualquier persona entienda si está adquiriendo un producto que entraña algún riesgo para su salud. Aquí existen varias alternativas: desde la conocida como técnica del semáforo (verde para niveles razonables de calorías, grasa, azúcares o sodio; amarillo y rojo para los progresivamente elevados) hasta, sencillamente, indicar «alto» o «bajo» en cada uno de los componentes. Tal ha sido, por ejemplo, la propuesta defendida en Colombia (derrotada en el Legislativo).
No quedarse sencillamente en las cantidades es una buena idea: cabe esperar que la mayoría de personas no tenga una noción clara de qué es una cantidad saludable de cualquiera de esos elementos en una persona promedio. Los datos de una encuesta pública realizada en México confirman la impresión con creces.
Ahora bien, esa misma encuesta arroja unos datos que invitan a pensar que añadir información en el mercado es condición necesaria, pero no suficiente, para reducir significativamente la obesidad. Resulta que una abrumadora mayoría de los mexicanos decía conocer la etiqueta, pero una porción casi igual de importante afirmaba no leerla ni tomar decisiones de compra por ella. Y aunque varios citaban la falta de claridad o visibilidad como una de las causas para esta falta de efecto, la verdad es que eran menos de un 10% quienes solo se referían a este tipo de problemas, frente a un tercio que admitían falta de interés o tiempo sin referirse a las cuestiones operativas.
Estos datos no descartan, ni mucho menos, la conveniencia de un mejor etiquetado. La información siempre será una herramienta poderosa para aquellos consumidores que disponen del tiempo y los códigos para interpretarla, así como los recursos para actuar en consecuencia. El sistema semáforo por ejemplo, demostró en varios estudios que ayudaba a identificar adecuadamente los productos más saludables. Pero una cosa es hacernos saber lo que debemos hacer y otra distinta es que lo hagamos. Recomendaciones ampliamente difundidas como la campaña del Servicio Nacional de Salud británico que recomendaba el consumo mínimo de cinco piezas de fruta o verdura al día fueron conocidas incluso fuera de las fronteras del Reino Unido. Sin embargo, la evidencia de su capacidad para poner más vegetales en las cestas de la compra es desigual y poco concluyente. Se acotan así las esperanzas, señalando que no puede ser la única política en el menú contra la obesidad.
Poner difícil lo malo
Hablábamos de tiempo, códigos y recursos para hacer uso de la información. Pero habría que añadir otra dimensión más: la voluntad. Que las personas seamos agentes más o menos racionales no quiere decir que no estemos sometidos a tentaciones, sesgos, convenientes olvidos. Trampas, incluso. A veces autoimpuestas y en otras ocasiones, provenientes del contexto.
Ese contexto muchas veces toma la forma de una especie de pantano alimenticio(en inglés los llaman food swamps): grandes áreas en las que la comida accesible por defecto para sus residentes es en su mayoría ultraprocesada. Al menos para los EE UU, estas densidades de lo nocivo predicen [tasas de obesidad más altas]. Normalmente, además, se presentan en entornos de menor poder adquisitivo. Ahora bien: lo fácil es identificarlos. Lo complicado, hacerlos desaparecer.
Drenar completamente estos pantanos de comida nociva se antoja descomunal, difícilmente canalizable para Estados completos. Aquí es conveniente pensar más bien en escala urbana. Por ejemplo: la ciudad de Nueva York decidió hacer más accesible la comida sana, con políticas que hacían hincapié en los vecindarios con menor nivel medio de ingresos. Los efectos existen, pero son más bien modestos: una década apenas añadió un punto porcentual más de personas que consumían alguna fruta o verdura. Ahora bien, hay que tener en cuenta que en un 1% de Nueva York caben decenas de miles de personas. En cualquier caso, más profundos y duraderos parecen los programas centrados en convertir la comida sana en una opción por defecto dentro lugares donde la intervención pública de gran escala sí es posible: principalmente, en los colegios.
«Si quieres que alguien empiece a hacer algo, pónselo más fácil» es una paráfrasis del psicólogo Daniel Kahneman que resume bastante bien el espíritu de este tipo de intervenciones. Pero de esa aserción a la otra, necesaria cara de la moneda media un segundo de reflexión: si quieres que alguien deje de hacer algo, pónselo difícil. O menos fácil.
Excluyendo la prohibición completa, es aquí donde entra en juego la que quizás sea la medida con mayor potencial, y también más cargada de polémica. Los impuestos sobre alimentos nocivos, en particular bebidas con azúcar añadida, están en la mira de muchos países latinoamericanos. Y en el cuerpo legislativo de más de uno. Chile, México y Perú cuentan con el suyo. También las islas caribeñas de Dominica y Barbados. En Colombia la propuesta ha sido tumbada varias veces. Pero el asunto es que funciona.
Funciona si el objetivo es reducir el consumo de bebidas azucaradas, en cualquier caso. En México las estimaciones apuntan a una caída relevante en la compra de estos productos. Pero es demasiado pronto para saber si está teniendo algún efecto duradero en el problema último: la obesidad. No sabemos si las calorías que se dejan de consumir por esta vía se están reemplazando con otras, por ejemplo. Ni tenemos apenas experiencia con sistemas impositivos más completos, que tasen directamente el elemento (grasa, azúcar). El intento más completo lo llevó a cabo Dinamarca hace casi una década. Un impuesto sobre la carne, los productos lácteos y las grasas para cocinar (aceites incluidos) cuyos efectos muchos (pero no todos) consideran hoy un fracaso. Entre otras cosas, y sirva de esto como lección de la imprevisibilidad del comportamiento humano, porque una cantidad significativa de daneses (país pequeño, profundamente integrado con sus vecinos con los que mantiene fronteras casi invisibles en el marco de la Unión Europea) se iba a comprar esos mismos alimentos a, por ejemplo, Alemania.
Las herramientas políticas a nuestra disposición para luchar contra la obesidad, en suma, existen y funcionan, pero también que tienen efectos limitados, a veces inciertos, y que no salen gratis: con cada una de ellas estamos restringiendo un poco la capacidad de decisión inmediata de las personas. Pero si asumimos todos esos riesgos, si decidimos atarnos las manos hoy para mejorar nuestra situación mañana como ya lo hicimos con el tabaco, la cuestión no será cuántos años de vida estamos dispuestos a pagar por cada grado adicional de libertad. Así lo plantean algunos a la derecha del espectro ideológico, ignorando que la propia decisión de poner coto a nuestras decisiones y a las acciones de quienes se benefician de ellas también es un ejercicio pleno de esta misma libertad. La autonomía no empieza ni termina en un supermercado.
El 73 por ciento de los españoles no ha visitado en ninguna ocasión una consulta de ‘expertos’ en medicina alternativa, una cifra 13 puntos por encima de la media a nivel mundial, según se desprende de la última encuesta de Ipsos Global Advisor llevada a cabo en 27 países, que analiza los aspectos más importantes relacionados con la salud a nivel global.
De esta forma, siempre según los datos de Ipsos, España se sitúa como el tercer país que menos acude a conocer la opinión de estos ‘especialistas’ en acupuntura u osteopatía, por detrás de Serbia (el 78% no ha acudido nunca) y Japón (81%). En el lado opuesto se sitúan China (21%), Arabia Saudí (38%), India (42%) y Perú (45%).
En relación a las fuentes de información en materia de salud, los españoles recurren en primer lugar a la opinión del experto (54 por ciento), seguido del farmacéutico (44%), y de familiares y amigos (31%). Solo el 26 por ciento dice acudir a buscadores ‘on line’ para solucionar sus dudas, mientras que la media a nivel mundial en este aspecto se sitúa en el 43 por ciento.
Visitas al médico
Por lo general, la gran mayoría de los españoles (82 por ciento) afirma realizar al menos una visita al año a expertos de medicina general (Atención Primaria, médicos de Familia, Medicina Interna, etcétera), dato que sitúa a España en los primeros puestos del ranking mundial, sólo superados por belgas (89%) y polacos (83%).
Respecto a otros especialistas, España está a la cola en visitas anuales a profesionales de la salud mental, ya que el 71 por ciento de los españoles dice no haber ido nunca a un psicólogo o psiquiatra. Tampoco los españoles son muy asiduos al dentista (el 58 por ciento va al menos una vez al año), al oculista (el 38 por ciento dice realizar al menos una visita anual) o al otorrinolaringólogo (el 14 por ciento contesta que va una vez al año).
En la misma línea, dos de cada diez mujeres (19%) dice no haber ido nunca al ginecólogo, situando a las mujeres españolas en el puesto décimo tercero del ranking, por detrás de países como Rusia (con sólo un 6 por ciento que afirma no haber realizado ninguna visita al ginecólogo), Argentina (7%), Alemania (7%), Suecia (16%) o Italia (18%), y por delante de otros como Francia (21%), Bélgica (25%) o Gran Bretaña (62%). Sin embargo, 1 de cada 2 mujeres (51%) confirma que realiza una visita al ginecólogo al menos una vez al año, dato superior a la media mundial, situada en el 48 por ciento.
El cáncer, el mayor enemigo para la salud
A nivel global, el cáncer se consolida como el mayor enemigo para la salud, señalado por el 52 por ciento de la población mundial. En segundo lugar, se encuentra la obesidad, señalado por el 33 por ciento de los encuestados, y en tercer lugar, la salud mental (27%). En España, los tres problemas relacionados con la salud más preocupantes son el cáncer, la obesidad y el estrés.
En cuanto al uso de la telemedicina y otros dispositivos electrónicos relacionados con la salud, en España solo el 2 por ciento de los encuestados dice haberla para tener contacto con el médico especialista sin la necesidad de tener que visitarlo personalmente, y que volverá a hacerlo, frente al 2 por ciento que la ha usado pero que no quiere volver a hacerlo.
Buena salud y dieta, pero de los más sedentarios
El estudio internacional de IPSOS refleja que, por lo general, los españoles están en la media mundial en lo que se refiere a temas relacionados con la salud, buenos hábitos alimentarios y estilos de vida saludables. En concreto, casi 6 de cada 10 españoles (58%) señala gozar de buena salud, muy en línea tanto de la media mundial situada en el 56 por ciento, como de otros países europeos: Francia (60%), Gran Bretaña (59%), Alemania (57%) o Italia (57%).
También ocupan los puestos intermedios en lo que se refiere a los buenos hábitos alimentarios, donde 1 de cada 2 (50%) españoles afirma seguir una dieta saludable. En aspectos relacionados con el descanso, 1 de cada 2 españoles (49%) dice cubrir bien sus necesidades de sueño, frente al 23 por ciento que señala no descansar lo suficiente. Sin embargo, los españoles ocupan el puesto 19 del ranking mundial en actividad física: sólo 1 de cada 3 (35%) señala llevar a cabo suficiente ejercicio en su día a día, muy por debajo de alemanes (54%), estadounidenses (47%), ingleses (45%) o belgas (44%).
COMO RECUPERARSE A PARTIR DEL 7 DE ENERO
Se estima que aumentan, en promedio, un kilo más que las mujeres. En nuestro país, ese indicador está por encima del promedio de América Latina. Para el Instituto Médico Europeo de la Obesidad ponerse en forma tras las fiestas demanda solo un mes, siguiendo un régimen adelgazante y depurativo
Revista Domingo
20 de Diciembre de 2015 | 00:20 | Publicado en Edición Impresa Es sabido que durante las fiestas de fin de año los excesos en las comidas son moneda corriente. Ahora un estudio realizado por científicos europeos indica que los hombres aumentan más de peso que las mujeres durante esta etapa del año. Y que el promedio de kilos de más que dejan las fiestas es superior para los Argentinos que para la mayor parte de los países de América Latina.
Los científicos que elaboraron el trabajo tienen. no obstante, una buena noticia: y es que, empleando una dieta equilibrada después del 7 de enero, alcanza apenas un mes para recuperar el peso previo a las fiestas.
Para reducir peso el experto sugiere alternar ‘días depurativos’, que son calóricamente muy restrictivos y priorizan alimentos que propician la detoxificación; ‘días de régimen’, que son un plan de alimentación equilibrado, saciante y apetitoso; y ‘días sociales’ que buscan compaginar la alimentación con la vida social durante el fin de semana.
Los especialistas del Instituto Médico Europeo de la Obesidad indican que, en promedio, los hombres argentinos, como los españoles, aumentan entre 3 y 4 kilos durante las fiestas como consecuencia de una mayor ingesta de alcohol y dulces y la tendencia a comer las mismas comidas típicas de las fiestas otros días que rodean al 24,25 y 31 de diciembre y al 1 y 6 de enero.
Mientras tanto, las mujeres argentinas aumentan entre 2 y 3 kilos en promedio, lo mismo que los varones de países como Chile, Perú, Ecuador o Brasil. En tanto, en Estados Unidos, se espera que los hombres aumenten un promedio de dos kilos y las mujeres, uno.
CAUSAS
“Las principales causas son el consumo excesivo de alcohol y dulces y la tendencia a comer durante las jornadas que rodean a los días de celebración de forma similar al 24, 25 y 31 de diciembre y el 6 de enero”, según Rubén Bravo, naturópata y experto en nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO).
Según esta entidad (https://www.imeoobesidad.com/), se espera que los excesos navideños afecten en mayor parte a los hombres, que este año subirán entre 3 y 4 kilogramos (kg) de media, mientras que las mujeres aumentarán entre 2 y 3 kilos.
“Si extrapolamos y combinamos estos datos con los calendarios del 1 de diciembre hasta el 6 de enero de diferentes países, nuestras estimaciones nos arrojan que en España, Argentina y Alemania los hombres se acercarán más al aumento de 4 kg. y las mujeres a los 3 kg. de media”, señala Bravo.
Añade que “en los casos de Brasil, Perú, Venezuela, Colombia, Chile y México, las medias de aumento de peso rondarán probablemente en unos 3 kilos para los hombres y 2 para las mujeres; mientras que en Estados Unidos y Canadá los hombres tenderán a engordar 2 kg. y las mujeres un kilo.”
Bravo traslada algunos consejos prácticos para adelgazar a partir del 7 de enero:
1.- Realice cinco comidas al día, donde todas incluyan un alimento rico en grasas saludables (frutos secos, aceite de oliva, pescados grasos), una proteína de alta biodisponibilidad (huevo entero, leche de vaca, pescado, carne de ternera, pollo, arroz) y un hidrato de carbono basado en frutas o verduras de bajo índice glucémico (cerezas, uvas, ciruelas, pomelo, ciruelas, manzana; brócoli, repollo, lechuga, cebolla, tomates, berenjenas ) o bien cereales integrales.
2.- Incluya en todas las cenas 28 gramos de chocolate negro, y una copa de vino tinto.
3.- Distribuya los alimentos a lo largo del día para que se ajusten a nuestras necesidades bioquímicas y biorritmo humano: alimentos con más carga glucémica (carbohidratos que aportan más cantidad de energía en forma de glucosa) en el primer tramo del ciclo (de 6:00h a 18:00h), y alimentos más estructurales (lácteos, carnes, pescados, huevos y marisco) en el segundo tramo del ciclo (de 18:00h a 6:00h).
Beba agua de forma abundante. Al menos dos litros diarios.
Para adelgazar los kilos sumados en Navidad, Bravo recomienda realizar cinco comidas al día, donde todas incluyan un alimento rico en grasas saludables, una proteína de alta calidad y un hidrato de carbono basado en frutas o verduras o bien cereales integrales, e incluir en algunas comidas el chocolate negro y una copa de vino tinto.
5.- Evite estos alimentos: dulces, bebidas espirituosas y mantecas, frutas excesivamente dulces, café común, fritos o rebozados, productos elaborados con harinas y cereales refinados, quesos y embutidos grasos, pasta y papas.
Como sexto consejo, Rubén Bravo propone una sugerencia dietética llevadera y compatible con la vida laboral y social, basada en la ‘Dieta de los Días Alternos’, un plan de cuatro meses y tres fases, que combina de forma alterna tres tipos de días: depurativos, de régimen y sociales.
En tal sentido, Bravo sugiere alternar tras las fiestas días depurativos, con días de régimen entre semana, y realizar dos días sociables en el fin de semana, lo “que nos permitirá seguir con nuestra vida normal, sin saltarnos la dieta”.
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