Investigadores españoles explican cómo sufre el corazón de una persona con obesidad

Por Europa Press / Sin embargo

El corazón de personas obesas sufre una sobrecarga de trabajo, de aumento de presión, y se vuelve viejo, debido a que este órgano necesita mover más sangre a más volumen de tejido, lo que también genera que aumente su grosor y su tamaño. 

Madrid, 22 de Octubre (EuropaPress).- El corazón de las personas con obesidad es diferente al de las personas que no tienen sobrepeso. En ellos sufre una sobrecarga de trabajo, de aumento de presión, y se vuelve viejo, según alerta la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad (SECO).

Detalla que esta sobrecarga se produce porque en estos pacientes su corazón necesita mover más sangre a más volumen de tejido, de forma que, igual que cualquier otro músculo del cuerpo, aumenta en consecuencia su grosor primero y después su tamaño, “lo que deriva a la larga en una insuficiencia cardíaca, o lo que es lo mismo en un fallo de la capacidad del corazón de bombear la sangre de forma adecuada”.

La doctora Laura Crespo, médico especialista en Aparato Digestivo y Endoscopia Bariátrica del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), subraya por su parte que los pacientes obesos presentan alteraciones en la contractilidad cardíaca, disfunción sistólica y diastólica, aumento de estados protrombóticos, cardiopatía isquémica, mayor incidencia de aterosclerosis, fibrilación auricular, arritmias y ectopias ventriculares.

“El corazón de una persona obesa puede mostrar cambios anatómicos como dilatación de las cavidades cardíacas e hipertrofia ventricular. Esto conduce a que el corazón de una persona obesa pueda ser a menudo disfuncionante y ocasionar insuficiencia cardíaca”, remarca.

Es más, mantiene que la obesidad se asocia no sólo a enfermedad coronaria, sino también a alteraciones del ritmo cardíaco y de la función ventricular.

“El tejido adiposo subepicárdico se ha relacionado con un mayor riesgo cardiovascular y aterosclerosis coronaria. Además, la grasa subepicárdica en pacientes con enfermedad coronaria grave es una fuente de mediadores proinflamatorios. Recientemente se están llevando a cabo algunos estudios para determinar si el corazón de personas obesas es más rígido y menos distensible que el de individuos con normopeso. Parece también que este daño permanece, aunque el paciente pierda peso”, sostiene la especialista de IMEO.

Según advierte, la obesidad representa también un factor de riesgo cardiovascular. De hecho, es el factor de riesgo cardiovascular más prevalente y también el más difícil de mejorar en pacientes con cardiopatía ya establecida, según destaca: “Existe un aumento de mortabilidad en pacientes obesos debido a eventos cardiovasculares. Los obesos tienen menos calidad de vida y una esperanza de vida más corta con los individuos con normopeso”.

RELACIÓN DE LA OBESIDAD CON EL CORAZÓN

En este sentido, la doctora Crespo remarca que actualmente se sabe que la obesidad es un factor de riesgo cardiovascular independiente, aunque con frecuencia se asocia a otros como la hipertensión, la elevación del colesterol y la diabetes: “La obesidad, por sí misma, puede ocasionar aterosclerosis coronaria por mecanismos bien descritos tales como estados proinflamatorios, activación neurohormonal y altas concentraciones de leptina, entre otros. También sabemos que la obesidad es un factor de riesgo para el desarrollo de insuficiencia cardiaca y trastornos del ritmo cardíaco”.

De hecho, señala que las complicaciones cardiovasculares más frecuentes en personas con obesidad son la enfermedad coronaria/cardiopatía isquémica, la hipertrofia ventricular izquierda, la insuficiencia cardíaca/cardiomiopatía, arritmias como la fibrilación auricular y otras arritmias ventriculares.

“La obesidad es el factor de riesgo cardiovascular más comúnmente descrito en los pacientes que han sufrido un infarto agudo de miocardio. Además, los pacientes con obesidad tienen el doble de riesgo de sufrir insuficiencia cardíaca que los pacientes con un índice de masa corporal normal”, agrega la experta de IMEO.

En última instancia, la experta Laura Crespo Pérez celebra que el tratamiento de la obesidad mejora el estado del corazón. En este sentido, resalta que se ha demostrado que la endoscopia y la cirugía bariátrica pueden detener el avance del deterioro de la función diastólica del ventrículo izquierdo.

“Los procedimientos de endoscopia y/o cirugía bariátrica son métodos seguros y eficaces para perder peso en pacientes con obesidad mórbida o con obesidad y comorbilidades, como la enfermedad coronaria”, agrega.

¿Hay alimentos tóxicos?

CuidatePlus, por Isabel Gallardo Ponce

Una alimentación equilibrada es básica para mantener una buena salud. Pero al planear nuestros menús para la semana, algo que permite huir de picoteos poco saludables, también hay que prestar atención a alimentos que pueden resultar tóxicos. En realidad no se trata de que los alimentos sean tóxicos en sí mismos si no a que una mala conservación o la proliferación de microorganismos puedan provocar una toxicidad. 

Toxiinfección e intoxicación alimentaria

Para entenderlo hay que diferenciar entre dos términos que pueden parecer sinónimos pero que no lo son: toxiinfección o infección alimentaria e intoxicación alimentaria. Según Inmaculada Luengo, nutricionista dietista del Instituto Médico Europeo de la Obesidad, una toxiinfección se produce al ingerir alimentos sobre los cuales han proliferado microorganismos, que al entrar en contacto con el tracto digestivo continúan su ciclo vital, desarrollándose y provocando síntomas digestivos. “Por otro lado, una intoxicación alimentaria se produce cuando se consumen alimentos donde el microorganismo ya ha realizado parte de su ciclo vital liberando toxinas”. 

De esta forma, la contaminación de un alimento puede ser física -producida en restos de envases, en residuos…-, química -por productos desinfectantes, aditivos o metales- o biológica. “Los agentes biológicos pueden causar efectos adversos para la salud. Sin embargo, no necesariamente pueden suponer un riesgo para el consumidor, ya que hay microorganismos patógenos y no patógenos, como pueden ser las bacterias lácticas productoras de fermentaciones beneficiosas como las que se producen en el yogur”. 

Toxicidad de tubérculos como la patata o la yuca

Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aecosan), “los glicoalcaloides son un grupo de compuestos que contienen nitrógeno que se producen naturalmente en varias especies de plantas cultivadas y ornamentales de la familia Solanaceae. Entre las solanáceas se incluyen verduras como las patatas, los tomates, las berenjenas y los pimientos”

La solanina, un glicoalcaloide presente en este tubérculo, es la responsable de que pueda aparecer en la patata, con mayor frecuencia que en el resto de verduras, “una sustancia tóxica como mecanismo de defensa para evitar el ataque de depredadores, insectos y parásitos”, dice Luengo. 

Este contenido de glicoalcaloides, según Miguel Civera, endocrinólogo del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, varía en función de la variedad de la patata, la madurez y su conservación. Además, la cáscara contiene una mayor cantidad de estos glicoalcaloides. “Las condiciones de almacenamiento, especialmente la luz y la temperatura, son responsables directos de un aumento de solanina, siendo la tasa de formación de glicoalcaloides en oscuridad solo alrededor del 20% de la tasa de formación de las patatas expuestas a la luz”, explica Civera. 

Para inactivar la aparición de los glicoalcaloides de la patata, desde la Aecosan se aconseja cocinarlas a temperaturas de 170ºC o superiores. Civera añade que “pelar, hervir o freír pueden reducir el contenido de glicoalcaloides en los alimentos. Por ejemplo, pelar las patatas puede reducir el contenido entre un 25 y 75%, hervir en agua entre un 5 y un 65% y freír en aceite entre 20 y 90%”. 

¿Qué síntomas puede producir el consumo de estos glicoalcaloides?

Consumir estos glicoalcaloides presentes en la patata sin cocinarlos a las temperaturas recomendadas pueden producir, según la Aecosan y la Autoridad Europea de Salud Alimentaria (EFSA):

  • Síntomas gastrointestinales, como diarrea, vómitos y dolor abdominal si se consumen más de 1 mg/kg de peso corporal o más. 
  • Apatía, confusión, debilidad, alteraciones de la visión, pulso rápido y débil y presión arterial baja. Estos signos pueden producirse de forma secundaria a la deshidratación producida por los síntomas gastrointestinales. 
  • En los casos graves puede aparecer parálisis, insuficiencia respiratoria, insuficiencia cardiaca y muerte. La dosis de 3-6 mg/kg de glicoalcaloides por peso corporal se consideran potencialmente letales.

Toxicidad de las setas y consejos para su recolección

El otoño es el momento más adecuado para el consumo de setas y, para los más atrevidos, para su recolección. Sin embargo, aunque es un alimento con alto contenido en fibra y contiene otros beneficios para la salud, hay que asegurarse de que son comestibles y de que no son tóxicas y, por ende, venenosas. Desde la Aecosan han elaborado el documento Consejos para la recolección y el autoconsumo de setas silvestres, para aquéllos que recogen setas para el consumo doméstico privado. Lo más importante para ello es la prudencia y por ello explican: “No recolectes setas si no tienes la seguridad de que son comestibles. Si tienes dudas, no las consumas hasta consultar con un experto que sepa reconocerlas. Este consejo puede salvarte la vida”. 

Asimismo, el documento también aconseja no recogerlas en zonas que puedan estar contaminadas, como las ciudades, las cunetas de las carreteras, las áreas industriales o agrícolas, jardines o zonas próximas a vertederos. También aconsejan cortar el ejemplar por su base con un cuchillo o navaja y llevarlas limpias a casa. Si hay dudas sobre la identificación de alguna seta lo más sensato y prudente es envolverla en papel de aluminio y mantenerla separada del resto hasta poder consultar con un experto. 

Las setas recogidas no deben transportarse en bolsas de plástico sino en cestas de mimbre u otros contenedores con agujeros. Además, no deben recogerse jóvenes ni muy maduras ni tras abundantes lluvias o heladas. 

“La toxicidad en las setas se produce por micotoxinas (mohos) que crecen en condiciones adecuadas de temperaturas y humedad. Las micotoxinas como son aflotoxinas u ocratoxina A, crecen en alimentos como los cereales, granos de café, frutos secos -como el anacardo-, etc. La importancia patológica reside en que su consumo en determinadas concentraciones puede ser cancerígeno y producir alteraciones en el hígado, los riñones u otros órganos”, añade Luengo. 

No obstante, en el caso de que se produzca una intoxicación, cuyos síntomas varían en función de la especie, estos pueden aparecer a los pocos minutos de la ingesta o a lo largo de varias horas o días tras la ingestión. La mayoría de las intoxicaciones pueden producir cuadros gastrointestinales -vómitos, diarrea y dolor abdominal- pero también puede aparecer sudoración, mareo, vértigo, agitación, alucinaciones, lagrimeo o enrojecimiento de la piel. En el caso de que aparezcan tras el consumo de setas conviene acudir al médico y presentar una muestra de las setas ingeridas. 

Toxicidad por pescado contaminado con mercurio

El consumo de pescado tiene grandes beneficios para la salud, ya que es una fuente de proteínas de alto valor, pero también incluye yodo, seleniocalciovitaminas DAE, B6 y B12 y ácidos grasos Omega-3.  Su consumo es seguro y saludable pero hay que tener en cuenta que el mercurio liberado en el medioambiente y presente en mares y ríos puede producir en los pescados y mariscos un proceso llamado bioacumulación. Este fenómeno hace que los peces depredadores, de mayor tamaño, acumulen mayores concentraciones de este metal pesado en forma de metilmercurio al alimentarse de los más pequeños, como parte de la cadena trófica. Por eso ya desde 2019 el Ministerio de Sanidad recomienda evitar el consumo de especies con alto contenido en mercurio -pez espada o emperador, atún rojo, tiburón y lucio- a mujeres embarazadas o que planean estarlo, a mujeres en lactancia y a los niños hasta los 10 años. Esta ingesta deberá, además, estar limitada a 120 gramos al mes en niños entre 10 y 14 años. 

Se aconseja al resto de la población un consumo de todas las especies entre 3 y 4 raciones de pescado semanales procurando variar entre pescados blancos y azules. En el caso de las mujeres embarazadas y de los niños hasta los 14 años se aplica la misma recomendación con la salvedad de las especies con mayor contenido de mercurio. 

Según Luengo, el metilmercurio puede afectar al sistema nervioso e inmunitario, al aparato digestivo, a la piel, a los pulmones, a los riñones y a los ojos. “En embarazadas puede producir efectos teratogénicos en el feto y daños neurológicos ya que es capaz de atravesar la barrera hematoencefálica”.

Botulismo

El botulismo está causado por la bacteria Clostridium botulium, que se encuentra en el suelo y aguas contaminadas no tratadas. Según Luengo, “producen esporas que sobreviven en alimentos mal conservados donde generan una toxina. Se encuentran sobre todo en conservas caseras”. 

Por eso, si queremos realizar conservas en el domicilio se deben realizar medidas preventivas, como calentar las conservas previamente a 80ºC durante al menos 20 minutos. Conviene realizar “la limpieza, el tratamiento térmico y el cierre hermético de los envases que vamos a emplear, así como utilizar alimentos como el ajo, especias, hierbas o aceite de oliva virgen extra para impedir la proliferación bacteriana”. 

Aunque, según Civera, la incidencia del botulismo en España es baja, la Aecosan recomienda “a los consumidores desechar consevas -caseras e industriales- que presenten abombamiento, óxido, pérdidas de líquido u olores anómalos”.

Los síntomas que puede provocar la toxina que produce la bacteria Clostridium botulium son cólicos abdominales, dificultad para respirar, visión doble, náuseas, vómitos y debilidad.

Pasarse al vino blanco en verano no es tan buena idea

1435851125_623069_1435852170_noticia_normalEl modo de elaboración del tinto lo hace más rico en antioxidantes, razón por la que algunos médicos recomiendan su consumo moderado

  • Cómo puede un vino de 8 euros ser mejor que uno de 1.000

El País, por Inés Romera
«Uy, el vino tinto es sanísimo. Una copita con la comida, mano de santo». Vale, suena a remedio de la abuela, pero muchos médicos lo avalan. Sin embargo, nadie habla del blanco, que, por otro lado, apetece más que nunca en verano por su baja temperatura de consumo. ¿Qué ocurre con ese licor? ¿Acaso no iguala los aclamados poderes del bermellón?

¿Qué beneficios tiene el vino? Rubén Bravo, director del departamento de Nutrición del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO), explica: “El consumo moderado ayuda a prevenir enfermedades del corazón y mejora el sistema inmunitario o envejecimiento prematuro”. El especialista de IMEO también valora positivamente la huella nutricional del vino, gracias a su alto contenido en minerales como potasio, calcio o magnesio, y vitaminas hidrosolubles como la B1, B2, B5 y B6 («las de este grupo intervienen en el funcionamiento del sistema inmunológico, nervioso y mantienen la salud de la piel y el tono muscular»), y en menor cantidad, ácido fólico, vitamina B12 y C. Pero hay más bondades: “Tiene una alta composición en resveratrol, un componente con demostradas propiedades antioxidantes”, añade. British Medical Journal (BMJ) estima que la cantidad recomendable de consumo para que repercuta positivamente en la salud es de una copa de vino diaria (5mng de alcohol).

El vino no es recomendable (ni tinto ni blanco) para una persona con insuficiencia cardíaca»

Esteban López de Sá, jefe de Cardiología del Hospital Universitario La Paz de Madrid

¿Qué hay de sus efectos preventivos en el sistema cardiovascular? Hay numerosos estudios en torno a los posibles beneficios del vino en nuestra salud, “pero no es tan sencillo”, precisa Esteban López de Sá, jefe de sección de Cardiología del Hospital Universitario La Paz de Madrid: “Estos estudios no se pueden hacer igual que cuando se prueba, por ejemplo, un medicamento. Son más bien asociaciones: se puede decir que había menos riesgo de padecer enfermedades coronarias como angina de pecho o infarto de miocardio en pacientes que consumían esa cantidad moderada de vino tinto. Pero eso no quiere decir que los médicos vayamos a recetarlo, y menos a alguien que no tiene el hábito de consumirlo. También hay que decir que, por ejemplo, su consumo no sería recomendable para una persona con insuficiencia cardíaca». Hay incluso corrientes científicas que niegan sus beneficios.

¿Quiénes deben evitar su consumo? “Por ejemplo, deben evitarlo mujeres embarazadas o en periodo lactante, quienes toman determinados fármacos y, en ningún caso, pacientes con enfermedad hepática”, aclara Javier Graus, especialista en aparato digestivo del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid.

¿Por qué se recomienda más el tinto que el blanco? El secreto está en la piel de las uvas con las que se elabora el vino, que es donde se encuentran esas sustancias tan beneficiosas. “La principal diferencia en la elaboración de tintos y blancos es que el blanco se hace simplemente estrujando y prensando las uvas blancas para extraer un líquido (el mosto blanco) que luego fermenta solo en el depósito hasta convertirse en vino”, explica Rafael Somonte, enólogo y director técnico de las Bodegas Dominio de Tares en el Bierzo, en León. “Sin embargo, en la elaboración del tinto, las pieles de la uva tinta, con su enorme contenido en polifenoles [componentes de origen natural con propiedades antioxidantes], se maceran junto con el mosto tinto dentro del depósito, durante alrededor de 20 días, para que con el paso del tiempo, la mayor parte de los componentes de la piel de la uva migren al mosto y se integren en él. Ese mayor contenido en polifenoles es lo que al final disfruta el consumidor en su copa”. Resumiendo: el vino tinto fermenta en contacto con los hollejos y las pepitas; y así, los pigmentos y diferentes elementos beneficiosos de la piel pasan al mismo.
stá claro que la cantidad de sustancias antioxidantes presentes en el vino tinto es mayor que en el blanco, destaca Vanesa León, nutricionista de la Asociación de Dietistas Nutricionistas de Madrid (ADDINMA). “En el tinto se mantiene la piel de la uva, que es donde hay mayor cantidad de antioxidantes, como el famoso resveratrol, que tanto interés científico despierta. Estas sustancias tienen la capacidad de reducir la oxidación de algunas grasas que circulan por la sangre, como el colesterol LDL [colesterol malo], y evitar así que se peguen a las paredes de las arterias. Además, el resveratrol tiene actividad antioxidante, es decir, previene del envejecimiento prematuro de las células del organismo. Eso sí, para conseguir ese beneficio deberíamos ingerir mucha más cantidad de la recomendada, por lo que la industria de la nutricosmética ya tiene en el mercado diversos preparados de resveratrol concentrado con mayores dosis que las presentes en el vino”, aclara la nutricionista.

¿Todos los tintos son iguales? “No exactamente”, observa Rubén Bravo. “Depende del tipo de uva que se utilice en su elaboración, las concentraciones de resveratrol serán más bajas o más altas. En concreto, aquellos que utilizan las uvas pinot noir, merlot o tempranillo tendrán más antioxidantes que los que utilizan otras variedades”.

¿Qué cantidad es la adecuada? La recomendación limita el consumo a una o dos copas diarias. Así, un consumo de unos 200-250 mililitros contribuye a la vasodilatación y aporta un efecto antioxidante, que se ha relacionado con una menor incidencia de infarto de miocardio y enfermedad coronaria en comparación con los abstemios, según explica la nutricionista Vanesa León. “Aumentar el consumo para beneficiarse de los antioxidantes puede, por el contrario, aumentar la tasa de mortalidad total y la debida a enfermedades cardiovasculares. En exceso, provoca intoxicación aguda o crónica, bajadas bruscas de tensión, alteraciones psicológicas y del ritmo cardíaco, lesiones neuronales a largo plazo, dependencia…», enumera León. Javier Graus le da la razón: “El abuso comenzará a revertir los efectos positivos en negativos, sustituyendo el efecto revitalizante por somnolencia y dolor de cabeza, aumentando el riesgo de hepatotoxicidad, especialmente en las mujeres, pues estas tienen mayor sensibilidad a la toxicidad por alcohol que los hombres”.

Alimentos que te ayudan a cuidar el corazón

Con motivo del Día Europeo de la prevención del Riesgo Cardiovascular expertos del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO) han elaborado una lista con 8 alimentos con poder cardioprotector.

ABC
riesgo cardiovascular1. Una de las principales causas de muerte en España.
Las enfermedades del sistema circulatorio son la primera causa de muerte y en nuestro país, representan el 30% de las muertes anuales. Las mujeres viven más años que los hombres, pero también tienen más probabilidad de padecer un ictus o insuficiencia cardíaca. Los hombres, a cambio, presentan mayor incidencia de infarto y angina de pecho. En ambos sexos, el riesgo cardiovascular incrementa en más de un 50% a partir de los 40 años de edad.

Con el motivo del Día Europeo de la prevención del Riesgo Cardiovascular, que el sábado, 14 de marzo celebra su décimo aniversario, el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO)reincide en la importancia de llevar un estilo de vida saludable y en la necesidad de remediar el exceso de peso, la inactividad física y el hábito de fumar.

Según Rubén Bravo, portavoz del instituto y experto en nutrición, pensar en la alimentación como una fuente de salud para nuestro corazón «sin duda es la mejor inversión a largo plazo que podemos hacer, que nos proporcionará no sólo mayor esperanza de vida, sino también calidad».

Con el fin de contribuir a reducir el impacto corrosivo que ejerce sobre la salud una alimentación no adecuada, los expertos en nutrición del IMEO han elaborado una lista con 8 alimentos con manifestado poder cardioprotector en numerosas publicaciones científicas. Ademásde una dieta sana, se recomienda evitar los excesos, mantenerse físicamente activo y realizar controles periódicos de los niveles de glucosa, presión arterial y colesterol.

2. Nueces, entre 3 y 6 unidades.
Dos de los compuestos de las nueces, el ácido linolénico que el organismo transforma en ácidos grasos omega 3 y los fitosteroles, juegan un papel importante en la reducción del colesterol. Los nutricionistas recomiendan comer un puñado de nueces a diario (no más de 4-6 unidades, debido a su alta intensidad energética) que se pueden alternar con otros frutos secos sin sal añadida(cacahuetes, avellanas, semillas de sésamo). Aprox. 25 gr equivalentes a unas 160 Kcal.

3. Jamón ibérico, hasta 150 gr. al día.
El jamón ibérico, preferiblemente de bellota, es un «superalimento» que nos aporta hierro y vitaminas del grupo B que permiten el buen funcionamiento del cerebro y el sistema nervioso. Contiene pocas grasas saturadas, es rico en ácidos grasos monoinsaturados y tiene menos colesterol que el pollo o el pavo.

Su consumo moderado y con regularidad aporta efectos beneficiosos en la salud cardiovascular, de modo que se está considerando la posibilidad de que este producto sea incorporado en la Dieta Mediterránea, según apunta un reciente estudio realizado por la Unidad de Endotelio y Medicina Cardiometabólica del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Aprox. 350 Kcal.

4. Una copa de vino tinto.
La potente terapéutica del resveratrol y los taninos se encuentra principalmente en la piel de la uva, y en el caso del vino tinto la maceración en su proceso de elaboración se realiza con la uva completa, algo que no ocurre con el vino blanco, y un hecho que sólo se realiza en la fase inicial en el vino rosado.

Según el estudio Predimed, realizado durante cinco años con 7.447 participantes, las dietas suplementadas con frutos secos, aceite de oliva y vino reducen un 30% el riesgo cardiovascular. Los beneficios de la ingesta moderada de caldos tintos radica en la presencia de los polifenoles, que tienen poder antioxidante, efecto antiinflamatorio y reducen la presión arterial. Una copa de 150 ml equivale a 87,5 Kcal.

5. Pescado azul, 3 veces a la semana. 
Los pescados azules tienen de media unos 10g de grasa rica en ácidos grasos poliinsaturados de la serie omega-3, como el DHA y el EPA. Tienen gran capacidad para disminuir los triglicéridos plasmáticos, aumentar la vasodilatación arterial, reducir el riesgo de trombosis y la tensión arterial. Todos estos efectos ayudan a prevenir el riesgo cardiovascular.

Los expertos en nutrición del IMEO aconsejan consumir pescado azul fresco dos, tres veces por semana, de 140gr la ración por persona y día,debido a su aporte energético. Una opción menos calórica sería pescadito, carpa, jurel, congrio, trucha o boquerón, en este orden. «Recomendamos evitar o limitar el consumo de pescados de dimensión grande, como atún, bonito, pez espada o emperador, frescos o en latas por su posible contaminación de mercurio, una sustancia altamente tóxica que es muy perjudicial para el organismo en grandes concentraciones», especifica Bravo. 140 gr por día, persona y ración aportaría entre 168 y 280 Kcal, en función del pescado.

6. Aceite de oliva virgen, 2 cucharadas soperas al día. 
valor nutricional 2 cucharadas de aceite de oliva
El aceite de oliva extra virgen es rico en antioxidantes, ácidos grasos monoinsaturados, vitamina E y fitosteroles, todos ellos compuestos cardioprotectores. Se considera el aceite vegetal más seguro que existe, pero se ha de tomar con moderación, porque los ácidos grasos de cadena larga que se encuentran en él tienen más probabilidades de contribuir a la acumulación de grasa corporal que los ácidos grasos de cadena corta y media de la mantequilla, el aceite de coco o el aceite de almendra de palma.

Las cantidades de antioxidantes presentes en los aceites pueden disminuir, cuando se exponen a altas temperaturas en los procesos de cocción y dejan de ser beneficiosos para la salud. «El aceite de oliva, a pesar de su punto de humeo más alto (de 185 a 204 ºC), también se transforma en grasas trans cuando es reutilizado repetidamente y calentado a temperaturas muy altas», advierte el experto en nutrición del IMEO. Por esto es mejor consumirlo crudo.

Como recomendación general, para saber si un alimento contiene grasas trans (que suelen ser presentes en alimentos procesados, bollería industrial y patatas fritas) hay que comprobar si contiene las palabras «parcialmente hidrogenado» en el etiquetado. 2 cucharadas aceite de oliva virgen extra son aprox. 30 gr y aportan unas 239 Kcal.

7. Legumbres, 2 veces al día.
Algunos fitoquímicos de las leguminosas (judías, habas, guisantes, lentejas, garbanzos) están implicados de forma directa en la reducción del colesterol sérico y en la prevención de la formación de la capa de ateroma que degenera en enfermedades cardiovasculares.

Las lectinas favorecen el transporte de colesterol sanguíneo y su metabolismo y reducen así el riesgo de acumulación en las paredes de las arterias.

Las saponinas disminuyen la absorción de colesterol en el tracto digestivo, por lo que su aportación también es beneficiosa. Entre 57 y 113 gr de legumbres crudos, por persona, ración y día, en función del sexo, el peso y la actividad física realizada. Aportan entre 171 y 339 Kcal.

8. Cereales integrales, un puñado a diario en el desayuno.
La fibra es un componente de muchos alimentos que contribuye areducir significativamente los niveles de colesterol. Se encuentra en loscereales integrales, el salvado de avena, el germen de trigo, la avena integral, el pan integral y el arroz integral.

Los especialistas en nutrición recomiendan sustituir los cereales refinados por integrales, porque es cardiosaludable. Gran cantidad de estudios corroboran su capacidad de disminuir el riesgo de sufrir diabetes tipo 2, hipertensión y cardiopatía. 100 gr de cereales integrales aportan unas 372 Kcal. Un puñado equivaldría a 40 gr que aportan 149 Kcal.

9. Frutos rojos, 3 o más veces por semana.
frutos-rojos
Las mujeres que siguen una dieta rica en frutos rojos reducen en un 32% el riesgo de padecer un infarto. Lo determina un estudio de laEscuela de Salud Pública de Harvard (EE.UU.) que durante 18 año estudió a los hábitos alimentarios de 93.600 mujeres.

Los resultados relacionaron el consumo frecuente de frutos rojos (fresas y arándanos tres o más veces por semana) con un riesgo de infarto un 32% menor. De acuerdo con los autores, el efecto protector de los frutos rojos es debido al alto contenido de antocianinas, unos pigmentos de color presentes en las células vegetales.

Estudios anteriores ya habían demostrado que este grupo de flavonoides contribuye a la protección de la pared interior de las arterias y al control de la presión arterial.

Las antocianinas se encuentran también en las cerezas, moras, frambuesas, grosellas y uvas negras. Diversos trabajos constatan sus propiedades antioxidantes y antiradicales libres. Además de proteger las arterias, las antocianinas también tienen efectos beneficiosos en el control metabólico de la glucosa y los lípidos. 100 gr de frutos rojos (sólo la parte comestible) aportan entre 30 y 39 Kcal, las cerezas más, unas 58 Kcal.

 

Los pacientes obesos tienen casi la mitad de probabilidades de fallecer por insuficiencia cardiaca

Europa Press
Los pacientes obesos tienen casi la mitad de probabilidades, un 49 por ciento en concreto, de fallecer por insuficiencia cardiaca, según un estudio de cinco hospitales madrileños publicado por la Revista Española de Cardiología (REC) que edita la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

   El estudio ha sido realizado por los departamentos de Medicina Interna del Hospital Universitario de Fuenlabrada (Madrid), el Hospital Infanta Cristina de Parla (Madrid), el Hospital Universitario Fundación Alcorcón, de la localidad madrileña del mismo nombre, el Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) y el Hospital Clínico San Carlos (Madrid). Además, también ha intervenido el servicio de Endocrinología y Nutrición del hospital fuenlabreño.

   Así, el análisis ha evidenciado que las personas obesas con insuficiencia cardiaca «tienen un mejor pronóstico de la enfermedad», explican los autores. Además, el análisis realizado arroja el dato de que el riesgo de reingreso «es un 19 por ciento menor» en estos pacientes.

   Este efecto es conocido en el mundo científico como «la paradoja de la obesidad», por la cual, en procesos agudos y enfermedades crónicas, actúa «como factor de buen pronóstico en los casos de insuficiencia cardiaca», manifiesta la jefa del departamento de Medicina Interna del Hospital Rey Juan Carlos de Madrid, la doctora Raquel Barba. Todo ello se produce a pesar de que la obesidad es un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular que cada año causa en España 28.000 muertes.

Cuanto más peso, más supervivencia a las descompensaciones agudas

   Una explicación a este fenómeno la encuentran los expertos en la aparición precoz de la insuficiencia cardiaca en estos pacientes obesos y su consecuente tratamiento. No obstante, también ayuda que el mayor peso venga acompañado con una mayor reserva metabólica, «lo que permite una mayor supervivencia a las descompensaciones agudas por enfermedad crónica», señalan desde la SEC.

   Los enfermos que si salen mal parados respecto a su comparativa con los pacientes de peso normal son los desnutridos. Según la publicación, éstos «tienen el doble de probabilidades de fallecer por insuficiencia cardiaca y un riesgo de reingreso un 36 por ciento superior» a los aquejados con un peso estándar.

   En cuanto a las incidencias que produce la enfermedad, los expertos señalan que produce «elevados marcadores de inflamación crónica y del factor de necrosis tumoral alfa». Esto supone la alteración de la absorción de nutrientes en el tubo digestivo, «lo que contribuye, junto con otros factores, a la presencia de malnutrición en pacientes con enfermedad cardiológica avanzada», indican.

   Sin embargo, la SEC recuerda que la obesidad y el sobrepeso «siguen considerándose como uno de los principales factores de riesgo cardiovascular». Por ello, sus expertos recomiendan «un mejor control del peso y el seguimiento de una dieta saludable».